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En un pequeño pueblo moderno llamado Vista Alegre, donde la tecnología conectaba a las personas en todo momento, vivían dos grandes amigos: Camila y David. Desde muy pequeños, habían compartido todo: juegos, aventuras y, sobre todo, sueños. A pesar de las diferencias que a veces la vida les ponía en el camino, siempre habían encontrado la forma de estar juntos. La amistad que los unía era tan fuerte que nada parecía poder romperla.

Camila era una chica curiosa y brillante, siempre con su tableta en mano, buscando nuevas cosas que aprender. Soñaba con ser ingeniera y crear soluciones para mejorar la vida de las personas. David, por otro lado, era un apasionado de los deportes y la naturaleza. Le encantaba salir al aire libre, organizar partidos de fútbol en el parque, y soñaba con ser un deportista profesional. Aunque sus intereses a veces los separaban en actividades diferentes, siempre encontraban tiempo para estar juntos, compartir sus experiencias y apoyarse mutuamente.

Un día, un rumor comenzó a circular en la escuela. Había llegado un anuncio inesperado: una nueva aplicación de redes sociales, llamada Amistad Virtual, prometía revolucionar las relaciones entre las personas. La idea detrás de la aplicación era simple: ofrecer experiencias personalizadas para cada amistad, creando desafíos, aventuras virtuales y oportunidades para que los amigos pudieran “vivir” en un mundo digital perfecto, sin los inconvenientes de la vida real.

Intrigada por la propuesta, Camila descargó la aplicación inmediatamente. Al día siguiente, se la mostró a David mientras caminaban hacia la escuela.

—¡Tienes que ver esto! —le dijo emocionada, mostrando la pantalla de su tableta—. Amistad Virtual es una locura. Mira, podemos hacer viajes, jugar, compartir cosas sin tener que movernos de aquí.

David la observó, sin compartir el mismo entusiasmo. Aunque era un amante de la tecnología, había algo en la idea de convertir una amistad en algo exclusivamente digital que no le terminaba de convencer.

—No sé, Cami… —dijo, rascándose la cabeza—. Suena divertido, pero creo que prefiero nuestras aventuras reales, los partidos de fútbol, las caminatas al lago. ¿Para qué necesitamos algo virtual si podemos hacer todo eso en la vida real?

Camila no se desanimó. Estaba convencida de que la aplicación era el futuro y le insistió a David para que la descargara.

—Vamos, solo por probar. Además, dicen que hay desafíos donde puedes ganar premios geniales. ¡Podríamos ser el equipo número uno!

David finalmente cedió ante el entusiasmo de su amiga, aunque con dudas en el corazón. Así, ambos comenzaron a utilizar Amistad Virtual y, al principio, todo fue emocionante. La aplicación creaba desafíos personalizados que los obligaban a cooperar, resolver acertijos y planear estrategias, todo desde la comodidad de sus dispositivos. Era como un videojuego, pero diseñado para amigos.

Sin embargo, con el paso de las semanas, algo empezó a cambiar. Cada vez pasaban menos tiempo juntos en la realidad. Camila se sentía cada vez más fascinada por los desafíos en línea y cómo la aplicación parecía conocer exactamente lo que les gustaba. Podían “viajar” a lugares exóticos, enfrentarse a obstáculos imposibles y compartir momentos increíbles, todo sin salir de su habitación.

Un día, David decidió invitar a Camila a jugar fútbol en el parque, como solían hacer antes de la llegada de Amistad Virtual. Pero para su sorpresa, Camila lo rechazó.

—Lo siento, David, es que hoy hay un desafío especial en la aplicación. Nos llevará a un castillo medieval, y solo es por tiempo limitado. ¿Qué tal si lo hacemos juntos desde casa? Es como estar ahí, pero sin cansarnos.

David suspiró. Aunque amaba a su amiga, sentía que algo importante se estaba perdiendo en esa amistad digitalizada. La conexión real que antes compartían parecía haberse desvanecido. Recordó todas las veces que, de pequeños, habían salido corriendo bajo la lluvia, se habían caído juntos de las bicicletas o habían compartido un helado en el parque. Ahora, todo eso se reducía a pulsaciones en una pantalla.

Una tarde, mientras estaban “viajando” virtualmente en la aplicación, surgió un problema técnico. La pantalla de David se congeló justo cuando estaban a punto de completar uno de los desafíos más difíciles. Mientras Camila seguía adelante sola, él no pudo evitar sentir una punzada de frustración. Era solo un juego, pero en ese momento, la realidad lo golpeó con fuerza: la amistad que siempre habían cultivado ahora estaba en riesgo de convertirse en una mera ilusión digital.

Esa noche, David tomó una decisión. Aunque Amistad Virtual había sido divertida por un tiempo, no quería que su amistad con Camila se limitara a una pantalla. Al día siguiente, la confrontaría y le hablaría de lo que realmente importaba.

Al día siguiente, David se levantó decidido a hablar con Camila. Ya no podía seguir ignorando la creciente desconexión que sentía en su amistad. Mientras caminaba hacia la escuela, repasaba las palabras en su cabeza. Sabía que no sería fácil, pero no quería perder a su mejor amiga por una aplicación que, a sus ojos, estaba sustituyendo la realidad por una ilusión.

Al llegar, buscó a Camila en el patio de recreo, pero ella no estaba. Unos compañeros le mencionaron que probablemente estaba en la biblioteca, completando uno de los desafíos de Amistad Virtual. David suspiró, confirmando sus sospechas: la aplicación estaba absorbiendo cada vez más tiempo de su amiga. Se dirigió a la biblioteca y, efectivamente, la encontró sentada en una esquina con su tableta en las manos, completamente concentrada en la pantalla.

—¡Cami! —exclamó, intentando llamar su atención.

Camila levantó la mirada un momento, sonrió levemente y volvió a fijarse en la pantalla—. ¡Hola, David! Estoy a punto de completar el desafío del laberinto, ¿puedes esperar un minuto? ¡Solo me falta una llave!

David cruzó los brazos y esperó, aunque por dentro sentía una mezcla de frustración y tristeza. Aquella no era la Camila que conocía, la que siempre estaba lista para una nueva aventura en el mundo real, la que solía estar tan presente en su vida.

Finalmente, Camila guardó la tableta y miró a David—. ¡Listo! —dijo—. Lo siento, es que no podía parar, estamos compitiendo contra otro equipo y no quería perder.

—Cami —dijo David con tono serio—, ¿podemos hablar? Creo que necesitamos hacerlo.

Camila lo miró con curiosidad, notando el cambio en su tono. Dejó la tableta a un lado y asintió—. Claro, ¿qué pasa?

David tomó aire y comenzó—. Siento que ya no pasamos tiempo juntos como antes. Desde que empezamos con Amistad Virtual, todo se ha vuelto sobre la aplicación, los desafíos y estar en línea. Extraño las caminatas, los partidos de fútbol, las conversaciones largas sobre cualquier cosa. Extraño nuestra amistad como era antes.

Camila frunció el ceño, visiblemente sorprendida—. Pero seguimos siendo amigos, ¿no? Solo que ahora tenemos la aplicación, que nos permite hacer cosas increíbles. Podemos viajar a lugares donde nunca hemos estado, completar desafíos que no podríamos hacer en la vida real. No veo cuál es el problema.

—Ese es el problema —insistió David—. No estamos viviendo esas cosas de verdad. Todo es virtual. No es lo mismo ver un castillo en una pantalla que explorar un bosque, sentir el viento en la cara o jugar un partido de fútbol real, donde puedes caer y levantarte. Siento que estamos perdiendo lo que nos hacía ser nosotros.

Camila se quedó en silencio por unos momentos, procesando lo que David le decía. Sabía que había algo de verdad en sus palabras, pero también sentía que la aplicación le ofrecía una experiencia única que no quería dejar atrás.

—No creo que estemos perdiendo nuestra amistad —respondió finalmente—. Solo estamos encontrando una nueva forma de vivirla. Mira, David, la tecnología no es mala. Nos permite estar conectados, aprender cosas nuevas, vivir experiencias que de otra forma no podríamos. ¿Qué tiene de malo si lo hacemos juntos?

David suspiró—. No es que la tecnología sea mala, Cami. Es cómo la estamos usando. Nos estamos alejando de lo que realmente importa. Recuerdo cuando éramos pequeños, jugábamos bajo la lluvia sin preocuparnos de ensuciarnos. Ahora todo lo hacemos desde una pantalla. Estoy preocupado de que, si seguimos así, nuestra amistad se convertirá en algo superficial.

Camila miró a su amigo, notando la sinceridad en su rostro. Nunca lo había visto tan preocupado por algo así. Para ella, la aplicación solo había añadido una nueva dimensión a su relación, pero, al parecer, para David era diferente.

—No quiero que pienses que ya no me importas —dijo Camila suavemente—. Sigues siendo mi mejor amigo, y lo último que quiero es perder lo que tenemos. Pero… creo que también debemos aceptar que el mundo está cambiando. La tecnología está aquí, y es parte de nuestra vida. Tal vez podamos encontrar un equilibrio.

David asintió, aliviado de que Camila comenzara a ver las cosas desde su perspectiva—. Eso es todo lo que quiero. No quiero que la tecnología reemplace lo que tenemos, solo que lo complemente. Podemos usar Amistad Virtual, pero también quiero que sigamos siendo nosotros, los de siempre. Quiero que sigamos haciendo cosas juntos en la vida real, que vivamos experiencias que no se pueden replicar en una pantalla.

Camila sonrió, apreciando la sinceridad de su amigo—. Tienes razón, David. Creo que me dejé llevar un poco por la emoción de la aplicación, pero no quiero perder lo que tenemos. Tal vez podamos hacer algo juntos fuera de la pantalla este fin de semana. ¿Qué te parece una caminata al lago?

David sonrió ampliamente, aliviado de que su amiga estuviera dispuesta a reconectar con la realidad—. ¡Me parece perfecto! Como en los viejos tiempos.

Mientras los dos amigos seguían hablando, comenzaron a trazar un plan para equilibrar su tiempo entre lo virtual y lo real. Sabían que Amistad Virtual podía seguir siendo parte de su vida, pero no permitirían que se convirtiera en el centro de su relación. Su verdadera amistad era mucho más fuerte que cualquier obstáculo, virtual o real, y estaban decididos a mantenerla intacta.

Este nudo muestra el conflicto entre la tecnología y la realidad, y cómo los amigos intentan encontrar un balance en un mundo que constantemente los empuja hacia lo digital.

El fin de semana llegó rápido, y con él, la tan esperada caminata al lago. Camila y David se encontraron temprano en la mañana, justo en la entrada del bosque que rodeaba Vista Alegre. Aún se percibía el fresco aroma de la naturaleza, y el sonido de las hojas crujientes bajo sus pies les recordó las muchas veces que habían recorrido ese mismo sendero cuando eran más jóvenes.

—¡Vaya, cuánto tiempo ha pasado! —comentó Camila mientras miraba los altos árboles que bordeaban el camino—. Extrañaba este lugar.

—Yo también —respondió David, sonriendo—. Nada se compara con estar aquí, ¿verdad?

Camila asintió, y por primera vez en semanas, dejó su tableta guardada en la mochila, sin sentir la necesidad de revisarla. Decidió enfocarse en el momento presente, en disfrutar de la compañía de su amigo y del entorno natural. El lago estaba a unos pocos kilómetros de distancia, y mientras caminaban, recordaron sus primeras aventuras en ese mismo lugar: cómo habían construido cabañas de ramas, inventado historias de piratas y exploradores, y compartido risas despreocupadas.

A mitad del camino, decidieron detenerse en un claro para descansar y beber algo de agua. Mientras lo hacían, Camila se recostó en el césped y miró al cielo, disfrutando del silencio del bosque.

—Tienes razón, David —dijo de repente, rompiendo el silencio—. Esto es diferente. Extrañaba sentir el aire fresco, oír los pájaros y simplemente estar aquí, en el mundo real. Creo que me estaba perdiendo de mucho.

David se sentó junto a ella y sonrió, complacido de que su amiga comenzara a entender lo que él había estado sintiendo.

—Es fácil dejarse llevar por la tecnología —dijo—. A veces nos olvidamos de lo que realmente tenemos a nuestro alrededor.

Camila lo miró y, con una sonrisa juguetona, le dio un pequeño empujón en el hombro—. A veces eres demasiado sabio para tu edad, ¿lo sabías?

Ambos rieron, disfrutando del momento. Aunque sabían que la tecnología no era el enemigo, también entendían que debían tener cuidado para no dejar que dominara sus vidas.

Finalmente, reanudaron su caminata hacia el lago. El agua cristalina brillaba bajo el sol, y el reflejo de los árboles en la superficie creaba un paisaje hermoso, casi irreal. Camila y David se quitaron los zapatos y dejaron que sus pies sintieran la fría agua mientras se sentaban en la orilla.

—¿Recuerdas cuando intentamos pescar aquí? —preguntó David de repente, riendo al recordar una de sus muchas fallidas aventuras infantiles.

—¡Sí! —exclamó Camila, también riendo—. Pasamos todo el día lanzando el anzuelo, y lo único que atrapamos fue una rama gigante.

Ambos estallaron en carcajadas, recordando cómo, a pesar del fracaso, habían disfrutado cada segundo de esa experiencia. Era en esos momentos, cuando todo salía mal pero seguían juntos, que se daban cuenta de lo valiosa que era su amistad.

—Esos son los recuerdos que realmente importan —dijo David, ya más serio—. Son las cosas que no se pueden replicar en una aplicación.

Camila asintió—. Lo sé. Y aunque Amistad Virtual es divertido, he aprendido que no puede reemplazar esto. Necesitamos un equilibrio, ¿no? Podemos disfrutar de la tecnología, pero también debemos asegurarnos de no perder lo que realmente importa.

David sonrió—. Exactamente. No digo que dejemos de usar la aplicación, pero no podemos dejar que se interponga en nuestra verdadera amistad.

Camila miró hacia el lago y, después de unos segundos de reflexión, sacó su tableta de la mochila. David la observó con curiosidad.

—¿Qué haces? —preguntó.

Camila sonrió—. Solo quería desinstalar la aplicación, pero después de pensarlo bien, no es necesario. No es la aplicación el problema, es cómo la usamos. Quiero que sea una parte de nuestra amistad, no su reemplazo. Así que vamos a usarla para lo que es: algo complementario, no algo que nos absorba.

David asintió, admirando la madurez de su amiga. Sabía que ese era el enfoque correcto. La tecnología no tenía por qué ser un obstáculo si se usaba de manera equilibrada.

—Entonces, ¿un último desafío en la aplicación esta semana? —preguntó Camila con una sonrisa—. Pero después, una tarde en el parque, como antes.

—¡Trato hecho! —respondió David, riendo.

De repente, Camila dio un pequeño salto al agua, salpicando a David, quien no tardó en seguirla, y en cuestión de segundos, ambos estaban chapoteando y riendo como si fueran niños otra vez. El sol comenzaba a descender, y mientras el día se acercaba a su fin, se dieron cuenta de que no había nada más valioso que esos momentos, esos instantes en los que, más allá de la tecnología, lo que importaba era la conexión real que compartían.

Cuando regresaron a casa esa tarde, mojados y exhaustos pero felices, sabían que habían encontrado un nuevo equilibrio. La tecnología seguiría siendo parte de sus vidas, pero no dejarían que reemplazara lo más importante: su amistad.

Los días siguientes, volvieron a usar Amistad Virtual, pero de manera diferente. En lugar de sumergirse completamente en el mundo virtual, lo veían como una extensión de su relación, no como su centro. Seguían haciendo caminatas, jugando al fútbol en el parque, e incluso, planeaban una nueva expedición al lago, esta vez con más amigos.

Un día, mientras completaban un pequeño desafío en la aplicación, un mensaje apareció en la pantalla: “Felicidades, ¡has superado el obstáculo más grande de todos: el olvido de lo que realmente importa!” Camila y David se miraron y sonrieron, sabiendo que, aunque había sido un desafío complicado, su amistad había salido más fuerte que nunca.

La verdadera amistad, se dieron cuenta, no podía ser reemplazada por ninguna tecnología. Siempre encontrarían una manera de mantenerse unidos, sin importar los obstáculos que la vida —o las aplicaciones— les pusieran en el camino.

moraleja La amistad verdadera supera cualquier obstáculo.

Y colorín colorín, este cuento llegó a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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