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Sara era una niña muy aplicada, conocida por todos en la escuela como una estudiante responsable. Siempre entregaba sus tareas a tiempo, se ofrecía como voluntaria para ayudar a los profesores y nunca faltaba a una sola actividad extracurricular. A pesar de su buen desempeño, nunca había asumido un rol de liderazgo, hasta que un día, durante una asamblea escolar, su nombre fue mencionado en una noticia que cambiaría su vida.

“Queridos estudiantes,” dijo la profesora principal, la señora Gómez, con una sonrisa en el rostro. “Como ustedes saben, la cooperativa escolar está buscando un nuevo director o directora. Este año, estamos abriendo las postulaciones a todos los estudiantes de sexto grado, y creemos que es una gran oportunidad para que alguien con responsabilidad y dedicación nos ayude a dirigir este importante proyecto.”

Sara sintió cómo su corazón empezaba a latir más rápido. Jamás había pensado en ocupar una posición como esa, pero algo dentro de ella despertó. Justo cuando empezaba a imaginarse en ese rol, escuchó su nombre.

“La profesora Ortega y yo hemos notado el esfuerzo y la dedicación de algunos estudiantes, y por eso hemos decidido postular a Sara Ramírez como candidata para directora de la cooperativa escolar.”

Todos los ojos se volvieron hacia Sara. Su amiga Laura, que estaba sentada a su lado, la miró con sorpresa y una gran sonrisa. “¡Sara, eso es increíble!”, exclamó emocionada.

Sara, en cambio, no podía articular palabra. Una mezcla de emoción y nerviosismo la invadió. Ser directora de la cooperativa escolar no era algo que se tomara a la ligera. La cooperativa era responsable de organizar eventos, manejar pequeños proyectos de financiación para las actividades escolares y, lo más importante, promover la participación y el bienestar de todos los estudiantes.

Al final de la asamblea, la señora Gómez les pidió a los estudiantes postulados que se quedaran un momento para hablar sobre el proceso de selección. Sara, aún con las manos temblorosas, se dirigió a la parte delantera del auditorio, donde se encontraba la profesora Ortega, encargada de supervisar la cooperativa.

“Felicitaciones, Sara,” dijo la profesora Ortega con una voz amable pero firme. “Hemos visto lo responsable que eres y creemos que serías una excelente directora. Sin embargo, también queremos que entiendas que este es un rol que requiere mucho compromiso. Tendrás que estar al frente de muchas decisiones importantes y asegurarte de que todo funcione bien. ¿Estás preparada para asumir esta responsabilidad?”

Sara tomó una bocanada de aire. Pensó en todas las veces que había logrado cumplir con sus tareas, en cómo siempre trataba de organizar bien su tiempo y ayudar a los demás. Sabía que ser directora de la cooperativa no sería fácil, pero también sabía que si alguien podía hacerlo, era ella.

“Sí, profesora Ortega, estoy preparada,” respondió finalmente con seguridad.

A partir de ese momento, la vida de Sara en la escuela comenzó a cambiar. Pronto se dio cuenta de que, aunque había sido una excelente estudiante, ser directora de la cooperativa implicaba mucho más que simplemente hacer sus deberes a tiempo. No solo se trataba de tener buenas ideas, sino de saber trabajar en equipo, coordinar actividades y, sobre todo, asumir las consecuencias de las decisiones que tomaba.

Una de las primeras tareas de Sara fue organizar una reunión con los demás miembros de la cooperativa escolar, compuesta por estudiantes de diferentes grados. Entre ellos estaban Carlos, el tesorero, un chico meticuloso que siempre llevaba un cuaderno con todas las cuentas al día; Mariana, la encargada de las actividades sociales, conocida por su creatividad para organizar eventos; y Andrés, el secretario, quien se encargaba de tomar notas en las reuniones y asegurarse de que todo estuviera bien documentado.

En la primera reunión, Sara se sintió algo abrumada. Todos la miraban esperando que tomara la iniciativa, pero ella no estaba segura por dónde empezar. Recordó las palabras de la profesora Ortega sobre la importancia de la responsabilidad, y decidió que lo mejor sería escuchar a todos primero.

“Bueno, antes que nada, quiero agradecerles a todos por estar aquí,” comenzó Sara, intentando sonar confiada. “Sé que este es un trabajo en equipo, así que quiero escuchar sus ideas sobre lo que podemos hacer para mejorar la cooperativa este año.”

Carlos fue el primero en hablar. “Creo que deberíamos enfocarnos en recaudar más fondos para las actividades escolares. Podríamos organizar una feria de comida o una venta de libros usados. El año pasado no logramos reunir tanto dinero como esperábamos, y eso nos limitó bastante.”

Mariana asintió con entusiasmo. “¡Una feria de comida suena genial! También podríamos hacer un concurso de talentos para que los estudiantes participen y se diviertan.”

Andrés, por su parte, sugirió que mejoraran la comunicación entre los miembros de la cooperativa y los estudiantes, para que todos supieran exactamente qué estaba pasando y cómo podían participar en las actividades.

Sara escuchaba atentamente y tomaba nota de cada propuesta. Sabía que ser responsable significaba no solo tener buenas ideas, sino también ser capaz de organizarlas, priorizarlas y asegurarse de que se llevaran a cabo de la mejor manera posible.

Cuando terminó la reunión, se sintió más segura de su rol, aunque sabía que el verdadero desafío estaba por comenzar.

Los días posteriores a su nombramiento como candidata para directora de la cooperativa escolar fueron intensos para Sara. Los estudiantes comenzaron a mirarla de manera diferente. Algunos la felicitaban por haber sido postulada, pero otros la observaban con curiosidad, esperando ver cómo manejaría su nueva responsabilidad. Los rumores empezaban a circular entre los pasillos de la escuela: ¿Sería Sara lo suficientemente capaz? ¿Podría liderar con éxito la cooperativa?

Una tarde, mientras caminaba hacia la biblioteca, Laura la alcanzó corriendo. “¡Sara! ¿Has escuchado lo que dicen algunos estudiantes? Están diciendo que no sabrás cómo manejar el dinero de la cooperativa y que deberías renunciar antes de meterte en problemas.”

Sara frunció el ceño. Sabía que ser responsable no solo implicaba cumplir con sus deberes, sino también enfrentar críticas y rumores. “Lo sé, Laura. Pero no voy a rendirme solo porque algunos tengan dudas. Mi trabajo es demostrarles que puedo hacerlo bien.”

El primer gran reto llegó poco después cuando Carlos, el tesorero, se acercó a Sara con una expresión preocupada. “Sara, tenemos un problema. La feria de comida que estamos planeando va a costar más de lo que pensábamos. Los proveedores nos están cobrando más por los ingredientes, y si no encontramos una solución, podríamos terminar perdiendo dinero en lugar de recaudarlo.”

El corazón de Sara dio un vuelco. Sabía que la feria de comida era crucial para las finanzas de la cooperativa. Si fracasaba, todos los planes para el resto del año se verían afectados. Se quedó en silencio por un momento, tratando de pensar en una solución. Sabía que, como directora, la responsabilidad de encontrar una salida recaía sobre ella.

“¿Qué otras opciones tenemos?”, preguntó finalmente.

Carlos se encogió de hombros. “Podríamos reducir la cantidad de comida que ofrecemos, pero eso podría hacer que menos estudiantes quieran participar. O podríamos intentar renegociar con los proveedores, pero no estoy seguro de que eso funcione.”

Sara pensó en los rumores que había escuchado. Si no manejaba esta situación correctamente, todos aquellos que dudaban de su capacidad tendrían razón. No podía dejar que eso sucediera.

“Voy a hablar con los proveedores,” dijo decidida. “Tal vez podamos llegar a algún acuerdo. Pero si eso no funciona, tendremos que buscar otra manera de recaudar fondos.”

Al día siguiente, Sara se sentó con el dueño de la tienda local que proveía los ingredientes para la feria. Con los nervios a flor de piel, explicó la situación de la cooperativa y lo importante que era para ellos mantener los costos bajos. Para su sorpresa, el dueño se mostró comprensivo. “Sé lo importante que es la cooperativa para la escuela. Podemos hacer un pequeño descuento si compran en grandes cantidades. No será mucho, pero al menos podrán ahorrar un poco.”

Sara salió de la tienda sintiéndose aliviada, pero sabía que aún quedaba mucho por hacer. Aun con el descuento, el presupuesto seguía siendo ajustado. Decidió convocar una reunión urgente con los demás miembros de la cooperativa para encontrar una solución definitiva.

Durante la reunión, Sara expuso la situación. “Aunque hemos conseguido un pequeño descuento, aún necesitamos encontrar formas de ahorrar más o recaudar más dinero para que la feria sea un éxito.”

Mariana, que siempre tenía ideas creativas, levantó la mano. “Podríamos pedir a los estudiantes que traigan postres caseros para vender en la feria. Eso reduciría los costos y, además, haría que más personas se involucren.”

“Es una buena idea,” dijo Sara, tomando nota. “También podríamos organizar un pequeño concurso durante la feria, algo como un concurso de comer, y cobrar una pequeña cuota de inscripción.”

Andrés intervino: “Eso podría funcionar. Si organizamos bien el concurso y la venta de postres, podríamos cubrir el déficit sin problemas.”

Con las nuevas ideas sobre la mesa, la cooperativa trabajó rápidamente para implementarlas. Sara se sintió orgullosa al ver cómo sus compañeros de equipo asumían también sus responsabilidades, y cómo juntos lograban encontrar soluciones. Sin embargo, sabía que la verdadera prueba estaba por venir: el día de la feria.

El sábado de la feria, la escuela estaba llena de estudiantes, profesores y padres. Las mesas estaban decoradas con coloridos manteles y carteles anunciando los diferentes puestos de comida y actividades. Los miembros de la cooperativa estaban repartidos en diferentes tareas: Mariana organizaba a los voluntarios, Carlos se aseguraba de que las cuentas estuvieran en orden y Andrés se encargaba de la logística del concurso de comer.

Sara recorría el lugar, asegurándose de que todo marchara bien. Sabía que si algo salía mal, la responsabilidad recaería sobre ella. De repente, vio que uno de los puestos de comida empezaba a quedarse sin productos. La fila de estudiantes impacientes crecía rápidamente, y el encargado del puesto parecía no saber qué hacer.

Sin pensarlo dos veces, Sara corrió hacia el puesto. “Tranquilos, no se preocupen,” dijo a los estudiantes que esperaban. “Vamos a traer más comida en unos minutos. Mientras tanto, pueden participar en el concurso de comer o visitar otros puestos.”

Luego se dirigió a los encargados del puesto. “Llamen a Mariana y pídanle que traiga más productos de la despensa. No podemos permitir que este puesto se quede sin comida en plena feria.”

En cuestión de minutos, la situación estaba bajo control. Sara respiró aliviada, pero no por mucho tiempo. Un nuevo problema surgió cuando Carlos se le acercó corriendo. “¡Sara! La máquina de registro de dinero se descompuso. No podemos seguir cobrando a los estudiantes.”

Sara cerró los ojos por un segundo, sintiendo el peso de la responsabilidad en sus hombros. Sabía que debía mantenerse calmada. “Está bien, Carlos. Mientras solucionamos el problema, empieza a tomar las cuentas manualmente. Lo importante es no detener el flujo de ventas.”

Carlos asintió y salió corriendo a buscar papel y lápiz. A pesar de los contratiempos, la feria continuó, y al final del día, Sara se sintió exhausta pero satisfecha. Había enfrentado problemas y los había resuelto con la ayuda de su equipo. La responsabilidad no era solo una carga, sino una oportunidad para demostrar de qué estaba hecha.

La feria escolar había sido un éxito rotundo. Los estudiantes no dejaban de hablar sobre lo divertida que había sido, y los profesores elogiaban la organización y el compromiso de la cooperativa. A pesar de todos los contratiempos, Sara y su equipo lograron recaudar más dinero del que habían esperado, gracias a las ideas creativas y al trabajo en equipo. Sin embargo, aunque la feria había sido un triunfo, Sara sabía que el trabajo aún no había terminado.

El lunes siguiente, durante la reunión de la cooperativa, Carlos presentó el informe financiero. “Gracias a la venta de postres y al concurso de comer, logramos recaudar un total de 500.000 pesos. Después de cubrir los costos de los ingredientes y otros gastos, tenemos un beneficio neto de 350.000 pesos, que podemos usar para las actividades escolares.”

Todos en la sala aplaudieron emocionados. Sara sintió una mezcla de alivio y orgullo, pero también sabía que el éxito no había sido solo suyo. Cada miembro de la cooperativa había jugado un papel crucial en el logro.

“Este éxito no habría sido posible sin la dedicación y el esfuerzo de todos,” dijo Sara, mirando a cada uno de los miembros de la cooperativa. “Hemos demostrado que cuando trabajamos en equipo y asumimos nuestras responsabilidades, podemos superar cualquier obstáculo.”

Mariana sonrió y añadió: “Y lo mejor es que lo hicimos juntos. Todos aportamos nuestras ideas y nos apoyamos mutuamente.”

A pesar de la alegría que sentía, Sara sabía que no todo el mundo estaba contento con el resultado. Durante los días previos a la feria, algunos estudiantes se habían mostrado escépticos respecto a su capacidad para liderar la cooperativa. Aun con el éxito logrado, algunos seguían comentando que tal vez había sido cuestión de suerte.

Esa misma tarde, mientras Sara guardaba sus cosas para irse a casa, se encontró con Mateo, uno de los estudiantes que más la había criticado desde que fue postulada como directora. “Hola, Sara,” dijo Mateo en tono neutro. “La feria estuvo bien… pero me pregunto si realmente sabrías manejar algo más grande.”

Las palabras de Mateo resonaron en la mente de Sara. ¿Acaso no había demostrado lo suficiente? Por un instante, el viejo sentimiento de duda intentó colarse en su corazón. Pero, recordando lo que había aprendido en las últimas semanas, decidió no dejarse llevar por los comentarios negativos. Sabía que la responsabilidad no se trataba solo de cumplir con las expectativas de los demás, sino de cumplir con las propias.

“Mateo,” respondió Sara con calma, “la responsabilidad no es fácil, y sé que siempre habrá cosas más grandes y desafiantes. Pero lo importante es que estoy dispuesta a aprender y mejorar. Y si algo sale mal, me aseguraré de solucionarlo, como lo hice en la feria.”

Mateo, sorprendido por la seguridad en la voz de Sara, no supo qué responder de inmediato. Tras un momento de silencio, simplemente asintió con la cabeza. “Supongo que eso es lo que hace alguien responsable. Bueno… tal vez me equivoqué.”

Esa pequeña victoria personal fue importante para Sara. Había demostrado que la verdadera responsabilidad no era solo cumplir con las tareas, sino también saber enfrentar las críticas y las dudas con madurez.

Días después, la profesora Ortega convocó a una reunión especial con todos los miembros de la cooperativa y algunos profesores para hacer una evaluación del trabajo de Sara. Aunque se trataba de una simple revisión del desempeño, Sara no podía evitar sentirse algo nerviosa. Sabía que había hecho todo lo posible, pero no estaba segura de cómo los profesores verían su liderazgo.

Durante la reunión, la profesora Ortega les pidió a todos que compartieran sus opiniones sobre el desempeño de Sara como directora de la cooperativa. Mariana fue la primera en hablar: “Creo que Sara ha sido una excelente líder. Siempre escuchó nuestras ideas y nos apoyó en todo momento. Incluso cuando hubo problemas durante la feria, supo mantener la calma y encontrar soluciones.”

Carlos, el tesorero, agregó: “Yo también estoy de acuerdo. Al principio, no estaba seguro de si podríamos lograr recaudar suficiente dinero, pero Sara encontró una manera de hacer que todo funcionara. Nos motivó a dar lo mejor de nosotros.”

La profesora Ortega sonrió y luego miró a Sara. “Sara, hemos visto tu dedicación y cómo has asumido tu rol de directora con seriedad. Sin embargo, la responsabilidad no termina con una feria exitosa. Queda mucho trabajo por hacer. Pero estoy segura de que, con la actitud que has demostrado, podrás enfrentar cualquier reto que venga en el futuro.”

Sara asintió, sintiendo que una parte importante de su viaje había llegado a su fin, pero que otro capítulo estaba por comenzar. Entendió que ser responsable no significaba ser perfecta ni saber todo desde el principio. Se trataba de aprender a adaptarse, trabajar con los demás y nunca dejar de esforzarse por mejorar.

Al salir de la reunión, Sara se encontró con Laura, que la había estado esperando afuera. “¡Lo hiciste, Sara! Sabía que serías una gran directora,” dijo Laura con entusiasmo.

Sara sonrió, aunque esta vez su sonrisa era diferente. No era una sonrisa de simple felicidad, sino una sonrisa de confianza en sí misma. Sabía que el camino no sería siempre fácil, pero ahora estaba segura de que podía enfrentarlo.

“Gracias, Laura. Ha sido una gran experiencia,” dijo Sara. “Pero ahora tengo que seguir trabajando. Ser directora de la cooperativa es solo el comienzo. Hay muchas más cosas que podemos hacer.”

Con esa determinación, Sara empezó a planear los próximos pasos de la cooperativa. Sabía que, aunque había logrado superar muchos desafíos, el verdadero significado de la responsabilidad era entender que siempre había nuevas puertas que abrir. Y, con cada puerta que se abría, nuevas oportunidades la esperaban para crecer y aprender.

moraleja La responsabilidad es una llave que abre puertas.

Y colorín colorín, este cuento llegó a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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