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En la Escuela Primaria Arcoíris, todos los años se celebraban las elecciones escolares para elegir al representante estudiantil. Era un momento emocionante para los estudiantes, quienes veían esta actividad no solo como una oportunidad para expresar sus opiniones, sino también para aprender sobre la importancia de la democracia y el respeto por los derechos de todos.

Este año, la competencia estaba más reñida que nunca. Los candidatos eran Leo, un niño carismático conocido por sus ideas innovadoras; Sofía, una chica trabajadora y dedicada que siempre defendía los intereses de sus compañeros; y Martín, un chico simpático y divertido que siempre sabía cómo hacer reír a los demás. Todos querían ganar, pero, sobre todo, querían hacerlo de manera justa.

La maestra Carolina, encargada de supervisar las elecciones, reunió a todos los estudiantes en el auditorio para explicar las reglas.

—Recuerden que estas elecciones son una oportunidad para que todos ejerzan su derecho a votar —dijo la maestra Carolina con una sonrisa—. Todos tienen la misma voz y el mismo voto, sin importar quiénes sean sus amigos o qué tan popular sea un candidato. Aquí, todos tenemos los mismos derechos y deberes.

Leo, Sofía y Martín estaban emocionados, pero también un poco nerviosos. Cada uno tenía su propio plan para convencer a sus compañeros de que eran la mejor opción para representar a la escuela. Leo quería implementar un día de actividades deportivas mensuales para promover la salud y el ejercicio. Sofía planeaba crear un comité de estudiantes para mejorar el ambiente escolar, y Martín quería añadir más actividades recreativas, como una tarde de cine cada mes.

La campaña comenzó con gran entusiasmo. Leo, con su carisma natural, organizó pequeños juegos deportivos durante el recreo para mostrar a sus compañeros cómo sería un día deportivo mensual. Sofía, por su parte, dedicó su tiempo a escuchar a los estudiantes y tomar nota de sus preocupaciones y sugerencias, prometiendo que sus voces serían escuchadas. Martín, en cambio, se enfocó en hacer reír a todos con pequeños sketches durante el recreo, recordándoles que la diversión también era importante.

Mientras las campañas avanzaban, algunos estudiantes empezaron a notar ciertas desigualdades en cómo se llevaban a cabo las actividades. Un día, Diego, un estudiante que utilizaba una silla de ruedas, se acercó a Leo después de uno de sus juegos deportivos.

—Hola, Leo —dijo Diego, un poco apenado—. Me encantan tus ideas de deportes, pero no he podido participar en ninguna de tus actividades porque no están adaptadas para mí. Quiero ser parte de tu proyecto, pero siento que no tengo el mismo acceso que los demás.

Leo, sorprendido, se dio cuenta de que no había considerado las necesidades de todos los estudiantes al planificar sus actividades. Se sintió mal al ver que Diego, y probablemente otros, no podían participar por la falta de inclusión en sus eventos.

—Gracias por decírmelo, Diego —respondió Leo sinceramente—. No me había dado cuenta, pero tienes toda la razón. Prometo que haré cambios para que todos puedan participar, sin importar sus habilidades.

Sofía también se encontró con desafíos durante su campaña. Un grupo de estudiantes más pequeños le dijo que, aunque les gustaba su idea del comité estudiantil, sentían que no tendrían voz porque eran los más jóvenes.

—A veces sentimos que solo los estudiantes mayores tienen voz en estas cosas —dijo una niña de primer grado llamada Ana—. Queremos que nos escuchen también.

Sofía reflexionó sobre lo que dijeron. Se dio cuenta de que su plan no había considerado a los más pequeños y que, si realmente quería representar a todos, tenía que asegurarse de que cada estudiante, sin importar su edad, tuviera una voz.

—Gracias por decírmelo, Ana. Tienes razón, y voy a asegurarme de que todos, sin importar el grado, puedan ser parte del comité y ser escuchados —respondió Sofía con una sonrisa.

Mientras tanto, Martín estaba disfrutando de su campaña, haciendo reír a todos con sus bromas y sketches. Sin embargo, un día, sus amigos le recordaron algo importante.

—Martín, tus bromas son geniales, pero algunos estudiantes que no hablan muy bien español o que son más tímidos no entienden algunas de tus presentaciones. Sería bueno que incluyeras a todos, para que todos puedan disfrutar y entender tus ideas.

Martín se quedó pensando. Nunca había considerado que no todos podían entender sus bromas o sentirse cómodos participando. Decidió hacer un cambio y empezó a incluir traducciones en sus presentaciones y a invitar a más estudiantes a participar en sus sketches, sin importar su nivel de confianza o fluidez en el idioma.

Al acercarse el día de las elecciones, todos los candidatos hicieron sus últimos esfuerzos para convencer a los estudiantes de votar por ellos. Leo organizó un evento deportivo en el que todos podían participar, adaptando las actividades para incluir a estudiantes con diferentes habilidades. Sofía presentó un modelo del comité estudiantil con espacios para cada grado, asegurando que todos tuvieran voz. Martín realizó un último sketch, incluyendo a estudiantes de diferentes grados y orígenes, haciendo que todos se sintieran parte de su propuesta.

El día de las elecciones, la maestra Carolina reunió a todos los estudiantes en el auditorio para votar. Había un aire de emoción y nerviosismo mientras cada estudiante se acercaba a la urna para depositar su voto. Todos sentían que su voz contaba y que esta elección era un reflejo de lo que realmente querían para su escuela.

Después de que todos votaron, la maestra Carolina contó los votos y anunció al ganador. Aunque solo uno podía ser elegido como representante, algo había cambiado en la escuela. Los estudiantes se dieron cuenta de que las elecciones no se trataban solo de ganar, sino de asegurarse de que todos tuvieran los mismos derechos y la misma oportunidad de participar.

Al final, fue Sofía quien ganó por un estrecho margen, pero lo más importante fue que Leo y Martín la felicitaron con una sonrisa sincera. Habían aprendido que representar a los demás significaba escuchar, adaptarse y asegurarse de que todos se sintieran incluidos, sin importar sus diferencias.

—Lo hiciste muy bien, Sofía —dijo Leo—. Estoy seguro de que serás una gran representante para todos.

—Y si alguna vez necesitas un poco de humor para animar las reuniones, sabes que puedes contar conmigo —agregó Martín, guiñando un ojo.

Sofía sonrió y abrazó a sus amigos.

—Gracias, chicos. Pero recuerden, todos tenemos un papel importante aquí, y todos tenemos los mismos derechos y deberes para hacer de nuestra escuela un mejor lugar para todos.

Y así, las elecciones escolares en la Escuela Primaria Arcoíris no solo eligieron a un nuevo representante, sino que también enseñaron a todos una lección valiosa sobre la importancia de la igualdad y el respeto por los derechos de cada persona, sin importar quién sea o de dónde venga.

Después de que Sofía fue elegida como representante estudiantil, la escuela se llenó de un ambiente de entusiasmo y expectativas. Todos estaban ansiosos por ver cómo se implementarían las ideas que los candidatos habían presentado. Aunque Sofía había ganado, tanto Leo como Martín se comprometieron a apoyarla y a trabajar juntos para mejorar la escuela.

Sofía organizó la primera reunión del comité estudiantil, invitando a representantes de todos los grados, tal como había prometido. Fue un momento emocionante porque, por primera vez, estudiantes de diferentes edades y orígenes se sentaron juntos para hablar sobre lo que querían cambiar o mejorar en la escuela. Entre ellos estaban Diego, Ana y varios otros estudiantes que antes sentían que sus voces no eran escuchadas.

La reunión comenzó con Sofía presentando un gran cartel en el que todos podían escribir sus ideas y sugerencias. Al principio, los estudiantes más pequeños, como Ana, se sentían un poco intimidados por los mayores, pero Sofía los animó a hablar.

—Aquí, todos tenemos algo importante que decir —dijo Sofía, sonriendo a Ana—. No importa si eres mayor o menor, lo que pienses es valioso y merece ser escuchado.

Con esa motivación, Ana tomó valor y escribió su idea en el cartel: más juegos y actividades para los estudiantes más pequeños durante los recreos. Otros estudiantes comenzaron a escribir sus propias sugerencias: algunos querían mejorar la biblioteca, otros pedían más actividades artísticas, y algunos proponían talleres sobre temas importantes, como la inclusión y el respeto.

Sin embargo, mientras avanzaba la reunión, Sofía se dio cuenta de que no todos los estudiantes estaban de acuerdo en todo. Algunos querían priorizar las actividades deportivas de Leo, mientras que otros preferían las actividades recreativas de Martín. Se generó un pequeño debate, y algunos estudiantes comenzaron a alzar la voz, tratando de imponer sus ideas.

Sofía sintió la presión de tratar de complacer a todos. Quería que cada estudiante se sintiera incluido, pero también sabía que no sería fácil llegar a un acuerdo. Fue entonces cuando recordó las palabras de la maestra Carolina: “Todos tenemos los mismos derechos y deberes”. Decidió que lo mejor sería encontrar una forma justa de escuchar a todos.

—Creo que lo mejor es hacer una lista de prioridades —propuso Sofía—. Vamos a votar sobre las ideas para decidir cuáles implementaremos primero, y así todos tendrán la oportunidad de participar en lo que más les interesa.

Leo, que estaba sentado al lado de Diego, levantó la mano.

—Me parece una buena idea. Tal vez también podemos combinar algunas actividades para que sean más inclusivas. Podemos hacer una jornada deportiva y al mismo tiempo tener opciones para los que prefieren otra cosa, como arte o juegos de mesa.

Los estudiantes estuvieron de acuerdo con la propuesta de Sofía y comenzaron a votar sobre las ideas. Cada estudiante tuvo la oportunidad de marcar sus tres opciones favoritas. Mientras tanto, Sofía, Leo y Martín se aseguraron de que todos tuvieran la oportunidad de participar, especialmente los que solían ser más callados o tímidos.

Al final de la votación, las actividades más populares fueron una combinación de deportes, arte y recreación. Pero más allá de las actividades en sí, lo que realmente destacó fue cómo los estudiantes habían aprendido a escuchar y valorar las opiniones de los demás. Sofía se dio cuenta de que la verdadera victoria no estaba en imponer una idea, sino en encontrar la manera de trabajar juntos para el bien común.

Unos días después, Sofía, Leo y Martín organizaron el primer evento basado en las sugerencias del comité. Decidieron llamarlo “Día de la Diversión para Todos”. Había estaciones deportivas, talleres de arte y juegos interactivos en los que todos podían participar. Sofía y Leo se aseguraron de que todas las actividades fueran accesibles para todos, incluyendo a estudiantes como Diego, que se movía en su silla de ruedas.

Durante el evento, Diego se acercó a Leo y le dio las gracias.

—Gracias por escucharme, Leo. Hoy pude participar en todas las actividades, y eso es algo que no había podido hacer antes.

Leo sonrió y le dio una palmada en la espalda.

—Gracias a ti por hacernos ver lo que podíamos mejorar. Todos merecemos disfrutar de estos momentos.

Mientras tanto, Martín había preparado un pequeño espectáculo de comedia para el final del día. Esta vez, se aseguró de incluir chistes y situaciones en las que todos pudieran identificarse, sin dejar a nadie de lado. Fue un gran éxito, y todos rieron juntos, disfrutando del esfuerzo de cada uno por hacer de la escuela un lugar mejor.

Al final del “Día de la Diversión para Todos”, Sofía tomó el micrófono y se dirigió a los estudiantes.

—Hoy hemos demostrado que, cuando trabajamos juntos y respetamos los derechos de todos, podemos lograr grandes cosas. No importa cuán diferentes sean nuestras ideas, lo importante es que cada uno de nosotros tiene un lugar y una voz. Y así, con respeto y colaboración, podemos hacer de nuestra escuela un lugar donde todos nos sintamos incluidos.

Los estudiantes aplaudieron con entusiasmo, sintiendo que su escuela realmente les pertenecía a todos. Habían aprendido que los derechos y deberes no eran solo palabras, sino principios que podían guiar sus acciones y decisiones, dentro y fuera de la escuela.

Después del evento, Sofía, Leo y Martín se reunieron para reflexionar sobre lo que habían aprendido durante la campaña y la organización de las actividades.

—Al principio, solo pensaba en ganar las elecciones —admitió Leo—. Pero ahora me doy cuenta de que lo más importante es asegurarnos de que todos sean escuchados y que todos tengan la misma oportunidad de participar.

—Yo también aprendí mucho —dijo Martín—. Pensé que solo era cuestión de divertir a la gente, pero ahora veo que también se trata de ser inclusivo y considerar las necesidades de todos.

Sofía, mirando a sus amigos, se sintió orgullosa de lo que habían logrado juntos.

—Lo hicimos muy bien, chicos. Y lo mejor de todo es que hemos creado un espacio donde cada uno puede ser quien es, respetando los derechos de todos y cumpliendo con nuestros deberes como parte de esta comunidad.

Mientras el sol se ponía y los estudiantes se iban a casa, los tres amigos sabían que habían dado un gran paso para hacer de su escuela un lugar mejor. Habían aprendido que la verdadera justicia no solo se trata de votar o de ganar, sino de asegurarse de que todos, sin importar quiénes sean, tengan las mismas oportunidades y se sientan valorados.

Después del exitoso “Día de la Diversión para Todos”, la Escuela Primaria Arcoíris se transformó en un lugar donde cada estudiante sentía que su voz importaba. Sofía, Leo y Martín se comprometieron a seguir trabajando juntos para asegurarse de que todos los estudiantes tuvieran las mismas oportunidades y que sus ideas fueran valoradas.

Con el tiempo, Sofía implementó las reuniones del comité estudiantil de manera regular. Cada mes, los estudiantes de diferentes grados se reunían para discutir nuevas propuestas y revisar el progreso de las actividades anteriores. Sofía se convirtió en una líder que no solo guiaba, sino que también escuchaba con atención, tomando en cuenta cada opinión y haciendo ajustes cuando era necesario.

Una de las iniciativas más populares fue la “Semana de la Inclusión”, donde cada día se dedicaba a un tema diferente, como la diversidad cultural, la igualdad de género, la inclusión de estudiantes con discapacidades y el respeto por los derechos de todos. Durante esa semana, los estudiantes participaron en talleres, charlas y actividades que les enseñaron sobre la importancia de valorar y respetar las diferencias.

Leo, que inicialmente se había enfocado solo en los deportes, expandió su perspectiva y comenzó a proponer actividades que pudieran incluir a todos. Organizó torneos de juegos adaptados para asegurarse de que todos los estudiantes, sin importar sus habilidades físicas, pudieran participar. También introdujo deportes nuevos que no eran tan comunes, como el ajedrez y las carreras de relevos con obstáculos divertidos, lo que atrajo a muchos estudiantes que antes no se sentían conectados con las actividades deportivas.

Martín, por su parte, continuó usando el humor como una herramienta para unir a los estudiantes. Sin embargo, después de aprender sobre la importancia de la inclusión, empezó a trabajar en sketches y presentaciones que celebraban la diversidad y mostraban cómo las diferencias podían ser motivo de orgullo. Incluso organizó un concurso de talentos donde todos los estudiantes podían mostrar sus habilidades, ya fuera tocando un instrumento, contando chistes, haciendo trucos de magia o mostrando cualquier otra destreza.

Una tarde, durante una de las reuniones del comité estudiantil, Diego levantó la mano para hacer una propuesta.

—He notado que a veces, los estudiantes más tímidos o los que no hablan español como primera lengua, se sienten un poco fuera de lugar durante las actividades. Me gustaría proponer que tengamos talleres de idiomas y clubes de lectura donde todos podamos aprender y participar sin sentirnos fuera de lugar.

Sofía, Leo y Martín se miraron y sonrieron. Diego había tocado un tema importante, y los estudiantes en la reunión asintieron, mostrando su apoyo.

—Eso es una gran idea, Diego —dijo Sofía—. Vamos a trabajar para crear espacios donde todos puedan aprender y sentirse incluidos, sin importar su nivel de idioma o si son más tímidos.

Con el apoyo de la maestra Carolina y otros profesores, el comité estudiantil organizó los talleres y clubes de lectura que Diego había sugerido. Estas actividades no solo ayudaron a mejorar las habilidades lingüísticas de los estudiantes, sino que también crearon un ambiente más acogedor donde todos se sentían bienvenidos.

Al final del año escolar, la escuela celebró una gran asamblea para reflexionar sobre todos los logros alcanzados. La maestra Carolina subió al escenario para dirigirse a los estudiantes y agradecerles por su participación activa y su compromiso con la inclusión y la igualdad.

—Este año, hemos aprendido que todos tenemos los mismos derechos y deberes, y que juntos podemos hacer de nuestra escuela un lugar mejor para todos. Estoy muy orgullosa de cada uno de ustedes por su dedicación y por haberse apoyado mutuamente en este camino.

Sofía, Leo y Martín fueron llamados al escenario para recibir un reconocimiento especial por su liderazgo y por haber promovido la igualdad y el respeto en la escuela. Los tres se pararon juntos, recibiendo los aplausos de sus compañeros y sintiendo una profunda satisfacción por lo que habían logrado.

—Gracias a todos por confiar en nosotros y por ser parte de este cambio —dijo Sofía, emocionada—. No podríamos haberlo hecho sin la ayuda y las ideas de cada uno de ustedes. Este es solo el comienzo, y espero que sigamos trabajando juntos para que nuestra escuela siga siendo un lugar donde todos tengamos los mismos derechos y oportunidades.

Los estudiantes aplaudieron y celebraron, sintiéndose parte de una comunidad más unida y justa. Para muchos, este año había sido una lección valiosa sobre la importancia de la igualdad y el respeto por los demás, algo que llevarían con ellos mucho más allá de las paredes de la escuela.

Después de la ceremonia, Sofía, Leo y Martín se reunieron en el patio, reflexionando sobre todo lo que había sucedido durante el año.

—Al principio, pensé que ser representante estudiantil era solo una competencia para ganar —dijo Sofía—. Pero ahora sé que se trata de mucho más que eso. Se trata de trabajar juntos y asegurarnos de que todos se sientan valorados y respetados.

—Y de aprender a escuchar —añadió Leo—. Nunca había pensado en lo importante que es considerar las necesidades de todos, no solo las mías.

—Y de hacer reír a todos, no solo a unos pocos —dijo Martín, sonriendo—. Me alegra saber que podemos usar nuestras ideas y habilidades para incluir a todos.

Mientras los tres amigos observaban a los estudiantes jugar y disfrutar de la última semana de clases, se dieron cuenta de que la escuela había cambiado para mejor. Ya no se trataba solo de competir o de ser el más popular, sino de ser parte de una comunidad donde todos se sintieran incluidos y respetados.

Sofía, mirando a sus amigos, sonrió y dijo:

—Lo mejor de todo es que, aunque esto fue un gran año, tenemos mucho más por hacer. Pero ahora sabemos que, con paciencia, respeto y un poco de trabajo en equipo, podemos lograr cualquier cosa.

Leo y Martín asintieron, sintiéndose motivados para continuar con su trabajo en la escuela. Sabían que, aunque el año escolar terminaba, las lecciones que habían aprendido sobre los derechos y deberes compartidos eran solo el comienzo de algo mucho más grande.

Y así, la Escuela Primaria Arcoíris se convirtió en un ejemplo de cómo, cuando todos tenemos los mismos derechos y nos comprometemos con los mismos deberes, podemos construir un lugar donde todos se sientan valorados y respetados. Un lugar donde la diversidad no solo es aceptada, sino celebrada, y donde cada voz, sin importar cuán pequeña o grande, puede marcar una diferencia.

Los estudiantes terminaron el año escolar con una nueva comprensión de lo que significa vivir en comunidad, y con el compromiso de llevar esas lecciones consigo, sabiendo que juntos, podían hacer un mundo mejor para todos.

La moraleja de esta historia es que todos tenemos los mismos derechos y deberes.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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