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En la Escuela Primaria Sol Naciente, los estudiantes de sexto grado se preparaban para las pruebas académicas de aprobación de grado. Era un momento emocionante y, a la vez, un poco aterrador, porque estas pruebas definirían si pasarían al siguiente nivel y empezarían su aventura en la secundaria. Entre todos los estudiantes, estaban Lucas, Camila y Diego, tres amigos inseparables que compartían risas, juegos y, ahora, la ansiedad por las pruebas.

Lucas era un chico muy inteligente, pero a menudo dejaba todo para el último momento. Camila, por otro lado, era organizada y siempre tenía todo bajo control, aunque solía ponerse muy nerviosa en los exámenes. Diego, quien siempre se destacaba en deportes, no era el mejor en matemáticas y eso le preocupaba mucho. Había estudiado, pero aún sentía que no estaba listo.

El día antes de la primera prueba, los estudiantes estaban en el recreo discutiendo sobre cómo se sentían.

—¿Están listos para mañana? —preguntó Camila mientras sacaba sus libros de la mochila—. Yo repasé todo anoche, pero aún siento mariposas en el estómago.

—¡Ni me lo digas! —exclamó Diego, con cara de preocupación—. Siento que los números en mi cabeza se vuelven un lío, y ya no sé qué estudiar más.

Lucas, que estaba jugueteando con una pelota, se encogió de hombros.

—Yo lo dejaré para esta noche. Siempre me sale bien estudiar de último minuto —dijo, sonriendo confiado.

Mientras conversaban, se acercó su compañera Sofía, con una expresión diferente a la habitual. Sofía era conocida por ser una estudiante excelente, pero también por ser muy competitiva.

—¿No están nerviosos? —preguntó Sofía, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Un poco, pero creo que estamos listos —respondió Camila—. Solo hay que confiar en lo que hemos aprendido.

Sofía miró a su alrededor y, bajando la voz, dijo:

—Bueno, yo tengo una solución para aquellos que no quieran arriesgarse.

Lucas, Camila y Diego se miraron con curiosidad.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Diego.

Sofía sacó un papelito doblado de su bolsillo y lo mostró de forma discreta.

—Tengo las respuestas del examen de mañana. Mi primo mayor trabaja en la escuela y me consiguió una copia.

Los ojos de Lucas se agrandaron y, por un momento, pensó en lo fácil que sería si tuviera esas respuestas. Podría pasar sin preocuparse.

—Eso es trampa —dijo Camila, frunciendo el ceño—. No es justo ni para nosotros ni para nadie.

—Pero nadie lo sabrá —insistió Sofía—. Solo tienes que copiar las respuestas y listo. Aprobado garantizado.

Diego miró el papel y luego a sus amigos. La oferta era tentadora, especialmente para alguien que no estaba seguro de sus habilidades en matemáticas. Lucas estaba a punto de hablar cuando Camila se adelantó.

—No, gracias, Sofía. Preferimos hacerlo de la manera correcta —dijo, firme.

Lucas y Diego asintieron, aunque Lucas aún tenía dudas. Cuando Sofía se fue, los amigos continuaron su conversación.

—¿Estás seguro de esto, Lucas? —preguntó Camila—. Estudiar a último minuto no siempre funciona.

Lucas sonrió, pero en su mente seguía dándole vueltas la propuesta de Sofía. Esa noche, mientras intentaba estudiar, su mente se distraía pensando en las respuestas fáciles que Sofía le había ofrecido. No quería defraudar a sus amigos, pero el miedo a fallar era muy fuerte.

Al día siguiente, los estudiantes tomaron sus asientos en el salón de exámenes. La maestra repartió las pruebas, y Lucas miró las preguntas con un nudo en el estómago. No había estudiado lo suficiente, y ahora las respuestas de Sofía le parecían aún más tentadoras.

Diego, sentado a su lado, sudaba mientras leía la primera pregunta. Camila, aunque nerviosa, comenzó a escribir con determinación. Lucas suspiró y trató de concentrarse, pero las palabras parecían bailar en la hoja.

En un momento de desesperación, Lucas metió la mano en su bolsillo, donde había guardado el papelito con las respuestas que, al final, había decidido tomar prestado de Sofía. Miró a su alrededor, asegurándose de que nadie lo observaba, y estaba a punto de desplegar el papel cuando sintió una punzada de culpa. Recordó las palabras de Camila y la confianza de sus amigos.

De repente, escuchó la voz de su abuela en su mente, diciéndole: “La honestidad siempre te llevará más lejos de lo que crees”. Sin pensarlo más, Lucas sacó el papel y lo rompió en pedazos pequeños, dejándolos caer en la mochila. Decidió enfrentar el examen con lo que sabía, y aunque no estaba seguro de todas las respuestas, hizo su mejor esfuerzo.

Cuando terminaron, los estudiantes se reunieron en el patio. Camila y Diego se acercaron a Lucas.

—¿Cómo te fue? —preguntó Diego, aún con nervios.

—Me fue mejor de lo que esperaba. Creo que al final, hice lo correcto —respondió Lucas, sonriendo.

Camila lo miró con orgullo.

—Sabía que lo harías bien. La honestidad nos abre miles de puertas, y aunque hoy no seamos perfectos, al menos sabremos que lo hicimos por nosotros mismos.

Los resultados llegaron una semana después. Lucas aprobó con una nota justa, Diego pasó con un pequeño empujón en matemáticas, y Camila, como siempre, obtuvo una excelente calificación. Pero lo más importante fue lo que Lucas aprendió: el valor de ser honesto consigo mismo y con los demás.

Sofía, por otro lado, aunque obtuvo una buena calificación, fue descubierta por los profesores debido a una investigación en la que encontraron rastros de las respuestas filtradas. Como consecuencia, tuvo que repetir la prueba y enfrentar una lección sobre la importancia de la honestidad.

Lucas, Camila y Diego celebraron juntos, sabiendo que su amistad y su honestidad los llevarían más lejos que cualquier atajo.

Después de las pruebas de matemáticas, los estudiantes de sexto grado de la Escuela Primaria Sol Naciente se preparaban para la segunda fase: el examen de ciencias. Este examen era conocido por ser especialmente difícil, con preguntas que requerían no solo memorización, sino también comprensión y lógica. Lucas, Camila y Diego se sentían un poco más tranquilos después de haber superado la primera prueba, pero aún había tensión en el aire.

Durante el receso, los tres amigos se reunieron en su lugar habitual, un rincón del patio junto a un árbol de jacaranda. Mientras comían sus refrigerios, Diego no podía evitar expresar su preocupación.

—Escuché que el examen de ciencias será más difícil que el de matemáticas —dijo, mirando sus apuntes de biología con el ceño fruncido—. No sé cómo voy a recordar todo esto sobre el sistema solar y los ecosistemas.

Camila, que siempre había sido buena en ciencias, trató de animarlo.

—No te preocupes, Diego. Has estudiado y sé que te irá bien. Solo respira y concéntrate en una pregunta a la vez.

Lucas, aunque intentaba mantenerse positivo, sentía una inquietud persistente. Había pasado la primera prueba sin recurrir a la trampa, pero aún estaba dudoso de su desempeño. Su mente vagaba de nuevo hacia las respuestas que Sofía había ofrecido. ¿Y si esta vez no lograba pasar? ¿Y si esta vez no era suficiente con intentar?

De pronto, Sofía se acercó nuevamente, esta vez con una expresión más seria. Sin preámbulos, les mostró su teléfono y dijo:

—Sé que muchos están nerviosos por el examen de ciencias, y tengo una forma de ayudarlos.

Diego levantó una ceja, claramente interesado pero también cauteloso después de lo sucedido en la primera prueba.

—¿Qué traes ahora, Sofía? —preguntó Lucas, intentando sonar indiferente.

Sofía sonrió de lado y les mostró un grupo de mensajes en su teléfono. En uno de los mensajes había un archivo adjunto, que Sofía aseguró contenía el contenido del examen de ciencias.

—Mi primo no solo tiene acceso a los exámenes impresos, también a los digitales. Aquí tengo todo lo que viene mañana.

Camila se cruzó de brazos, sintiéndose incómoda con la insistencia de Sofía en ofrecer atajos.

—Sofía, esto no está bien. ¿No te das cuenta de que es una trampa y que al final solo nos perjudica a todos?

Sofía se encogió de hombros y guardó su teléfono.

—Bueno, cada quien decide lo que es mejor para sí mismo. Pero yo solo les digo: no tienen que hacerlo solos.

Cuando Sofía se fue, Lucas y Diego se quedaron pensativos. Camila, sin embargo, no tenía dudas.

—No entiendo cómo Sofía puede estar tan tranquila haciendo esto. Es deshonesto y podría meternos a todos en problemas.

Lucas, sintiéndose atrapado entre la tentación y su deseo de hacer lo correcto, suspiró.

—Sé que no está bien, pero también entiendo por qué es tentador. A veces, parece que hacer trampa es la única forma de pasar.

Diego, que había escuchado atentamente, levantó la mirada.

—No quiero fallar, pero tampoco quiero que nadie piense que no puedo hacerlo por mí mismo.

Camila sonrió y puso una mano en el hombro de Diego.

—Esa es la actitud correcta. Hagámoslo juntos. Podemos estudiar esta tarde y ayudarnos con lo que más nos cueste.

Los amigos acordaron reunirse en la casa de Lucas esa tarde para estudiar. Pasaron horas repasando, resolviendo dudas y apoyándose mutuamente. Camila explicó los conceptos más difíciles de ciencias, Diego compartió trucos para recordar datos y Lucas, aunque aún estaba nervioso, se sintió reconfortado por la compañía de sus amigos. Al final de la tarde, se sentían más preparados y, lo más importante, estaban orgullosos de haberlo logrado sin recurrir a trampas.

El día del examen de ciencias, el salón estaba lleno de una energía nerviosa pero decidida. Lucas respiró hondo al recibir su prueba y, esta vez, se sintió más seguro. Había estudiado y, aunque no recordaba todo perfectamente, estaba listo para intentar.

Al terminar, Lucas, Camila y Diego se encontraron nuevamente en su lugar bajo el árbol de jacaranda. Estaban cansados, pero aliviados de haber pasado las pruebas más difíciles.

—Creo que nos fue bien —dijo Camila, sonriendo—. No importa el resultado, hicimos nuestro mejor esfuerzo.

Lucas asintió, sintiendo una paz que no había experimentado en los exámenes anteriores. Por primera vez, no se sentía abrumado por la presión de tener que ser perfecto.

—Gracias por ayudarme a estudiar. No sé si habría tenido el valor de hacerlo solo —confesó Lucas.

Diego, sonriendo, chocó los cinco con sus amigos.

—Lo logramos juntos, y eso es lo más importante.

Mientras se alejaban, vieron a Sofía hablando con un grupo de estudiantes. Parecía preocupada y un poco nerviosa. Al acercarse más, escucharon que algunos compañeros le preguntaban sobre los archivos que les había prometido.

—Pero no funcionaron, Sofía. Las preguntas no eran las mismas que estaban en el archivo. ¡Nos engañaste! —reclamó uno de los estudiantes.

Sofía, con los ojos muy abiertos, trató de justificarse, pero estaba claro que las cosas no habían salido como esperaba. Los rumores de que Sofía había compartido información falsa se esparcieron rápidamente, y pronto llegó a oídos de los profesores. La situación se complicó, y tanto Sofía como los estudiantes involucrados fueron llamados a una reunión con la dirección.

Lucas, Camila y Diego observaron todo desde la distancia, sintiéndose agradecidos de no haber tomado el camino fácil. Al final del día, la directora anunció que todos aquellos involucrados en la filtración de respuestas tendrían que repetir el examen bajo supervisión estricta y se tomarían medidas para evitar que algo así volviera a suceder.

Camila suspiró con alivio.

—Parece que las mentiras siempre encuentran la manera de salir a la luz.

Lucas asintió, recordando su propia decisión de romper el papelito con las respuestas.

—Sí, pero la honestidad, aunque más difícil, siempre nos llevará por el camino correcto.

Diego sonrió y agregó:

—Después de todo, la honestidad nos abrió la puerta a una lección mucho más valiosa.

El Reconocimiento Merecido

Los días siguientes a la revelación de la trampa de Sofía fueron tensos en la Escuela Primaria Sol Naciente. Los estudiantes que habían aceptado las respuestas filtradas tuvieron que enfrentarse a las consecuencias de sus acciones, y Sofía, quien había liderado el engaño, se encontró en una situación difícil. No solo tuvo que repetir el examen, sino que también perdió la confianza de sus compañeros y profesores.

Lucas, Camila y Diego, aunque se sintieron mal por la situación de Sofía, sabían que habían hecho lo correcto al mantenerse honestos. Para ellos, el verdadero desafío había sido confiar en sus propias habilidades y apoyarse mutuamente. Ahora, se sentían más unidos que nunca, y su amistad se había fortalecido gracias a las decisiones que tomaron juntos.

Una semana después, se anunciaron los resultados oficiales de todas las pruebas de aprobación de grado. La directora, la señora Morales, reunió a todos los estudiantes de sexto grado en el auditorio. Había un murmullo de nerviosismo entre los alumnos, todos ansiosos por saber si habían aprobado y, lo más importante, si pasarían a la secundaria.

La directora Morales, con una sonrisa cálida, subió al escenario y tomó el micrófono.

—Buenos días, queridos estudiantes. Primero, quiero felicitarles a todos por su esfuerzo y dedicación durante estas semanas. Sé que las pruebas pueden ser un momento estresante, pero todos han demostrado valentía y compromiso con sus estudios.

Los estudiantes aplaudieron tímidamente, algunos con más entusiasmo que otros. La directora continuó.

—Antes de anunciar los resultados, quiero hablarles sobre la importancia de la honestidad. A lo largo de nuestra vida, nos enfrentaremos a momentos en los que tendremos que elegir entre lo fácil y lo correcto. No siempre es sencillo, pero la honestidad siempre nos abre puertas y nos lleva a lugares que las trampas jamás podrán alcanzar.

Lucas, sentado junto a sus amigos, sintió un pequeño nudo en la garganta. Recordó el momento en el que casi tomó la decisión equivocada y cómo, gracias a sus amigos y a su propia fuerza de voluntad, había elegido el camino correcto.

—Hoy, quiero reconocer a algunos estudiantes que, además de haber obtenido buenos resultados, demostraron integridad y honestidad durante este proceso. Por favor, den un fuerte aplauso a Camila, Diego y Lucas.

Los tres amigos se miraron sorprendidos mientras los demás estudiantes aplaudían. Con timidez y orgullo, se levantaron y caminaron hacia el escenario. La directora les entregó un diploma a cada uno y, con una sonrisa, dijo:

—Estos jóvenes no solo aprobaron sus exámenes con mérito propio, sino que también demostraron el valor de la honestidad. Lucas, Diego y Camila, ustedes son un ejemplo para todos nosotros.

Los aplausos resonaron en todo el auditorio, y los tres amigos, aunque un poco abrumados por la atención, se sintieron orgullosos de haber sido reconocidos por sus esfuerzos. Era una sensación increíble saber que habían hecho lo correcto y que eso había sido apreciado por su comunidad escolar.

Después de la ceremonia, mientras los estudiantes se reunían en pequeños grupos para comentar los resultados, Sofía se acercó a Lucas, Camila y Diego. Parecía avergonzada y un poco nerviosa.

—Quería disculparme —dijo Sofía, mirando al suelo—. Sé que lo que hice estuvo mal, y lamento haber tratado de involucrarlos en eso. Ustedes tuvieron razón todo el tiempo, y yo… bueno, aprendí mi lección de la manera difícil.

Camila, siempre la más comprensiva del grupo, le sonrió.

—Está bien, Sofía. Todos cometemos errores. Lo importante es aprender de ellos y seguir adelante.

Lucas y Diego asintieron, y Sofía se sintió un poco más aliviada al ver que sus compañeros la perdonaban. Aunque sabía que tendría que trabajar duro para recuperar la confianza de todos, se sintió motivada por el apoyo de sus amigos.

Más tarde, mientras los estudiantes se preparaban para ir a casa, Lucas, Camila y Diego se quedaron un rato más en la escuela, sentados bajo su árbol de jacaranda. Lucas miró sus notas de ciencias y matemáticas y sonrió.

—Nunca imaginé que nos darían un reconocimiento por ser honestos. Solo quería pasar los exámenes sin meterme en problemas.

Camila se rió y puso su brazo alrededor de los hombros de Lucas.

—Creo que aprendimos algo más importante que las materias de la escuela. Aprendimos que la honestidad es lo que realmente importa, sin importar lo difícil que parezca.

Diego, siempre optimista, añadió:

—Y además, ¡lo hicimos juntos! No solo pasamos los exámenes, sino que también demostramos que podemos enfrentar cualquier cosa si nos apoyamos unos a otros.

Los tres amigos se quedaron un rato más bajo el árbol, disfrutando del momento. Sabían que les esperaban muchos más desafíos en la secundaria, pero también sabían que, con honestidad y apoyo mutuo, podrían superar cualquier obstáculo.

En casa, Lucas no podía esperar para contarle a su familia sobre lo que había sucedido en la escuela. Sus padres, orgullosos de él, le recordaron que siempre deberían confiar en su propio esfuerzo y no en atajos que podrían llevarlo por el camino incorrecto.

Esa noche, mientras Lucas se preparaba para dormir, pensó en lo lejos que había llegado en solo unas semanas. Había pasado de estar al borde de tomar una mala decisión a ser reconocido por su honestidad. Se sintió orgulloso de sí mismo y de sus amigos. Aunque las pruebas habían terminado, Lucas sabía que las verdaderas lecciones de la vida apenas comenzaban.

A medida que se adentraba en sus sueños, Lucas se prometió a sí mismo que siempre trataría de hacer lo correcto, sin importar cuán difícil fuera el camino. Después de todo, la honestidad no solo le había abierto las puertas a la secundaria, sino también a un futuro lleno de posibilidades y, lo más importante, de satisfacción personal por ser fiel a sus valores.

Y así, con una sonrisa en el rostro, Lucas se durmió, sabiendo que había hecho lo mejor que podía y que eso era más que suficiente.

La moraleja de esta historia es que La honestidad nos abre miles de puertas

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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