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La Escuela Primaria Benito Juárez se preparaba para una nueva aventura: una excursión al Parque Ecoaventura, un lugar famoso por su puente colgante que cruzaba un cañón profundo. Los estudiantes de sexto grado estaban emocionados por la oportunidad de explorar la naturaleza y, especialmente, por el desafío de cruzar el puente, una experiencia que, según los rumores, ponía a prueba el valor de cualquiera.

Entre los estudiantes se encontraba Miguel, un niño alegre y extrovertido que siempre se convertía en el líder de cualquier grupo. A Miguel le encantaba ser el centro de atención y, aunque solía ser carismático y amistoso, a veces no se daba cuenta de cómo sus bromas y su impulsividad podían afectar a los demás. A menudo, sin querer, cruzaba la línea del respeto, pero sus amigos solían perdonarlo rápidamente por su encanto y su sonrisa contagiosa.

Por otro lado, estaba Adriana, una niña tranquila y reflexiva, que siempre prefería observar antes de actuar. A Adriana le gustaba estar preparada para cualquier situación y valoraba la honestidad y la confianza en sus amistades. Aunque solía llevarse bien con todos, tenía una amistad especial con Valeria, una niña de su clase que compartía su amor por la lectura y la naturaleza.

El día de la excursión, los estudiantes llegaron temprano a la escuela, emocionados y un poco nerviosos. La maestra Ramírez, encargada del grupo, les dio una charla sobre la importancia de mantenerse juntos y seguir las reglas de seguridad, especialmente al cruzar el famoso puente colgante.

“El puente puede ser desafiante,” explicó la maestra Ramírez mientras los alumnos escuchaban con atención. “Pero lo importante es confiar en ustedes mismos y en sus compañeros. Recuerden que la amistad se basa en el respeto y la confianza, tanto aquí como en cualquier otro lugar.”

Miguel, entusiasmado por el desafío, se volvió hacia sus amigos y exclamó: “¡Será pan comido! Estoy seguro de que seremos los primeros en cruzarlo sin ningún problema.”

Adriana, por su parte, no estaba tan segura. Había oído historias sobre el puente y, aunque no le gustaba admitirlo, la idea de cruzar un puente colgante tan alto le daba un poco de miedo. Sin embargo, no quería mostrar su preocupación frente a los demás y, especialmente, frente a Miguel, que siempre parecía tan confiado.

El grupo de estudiantes subió al autobús y, durante el trayecto, Miguel no paró de hablar sobre todas las cosas que planeaba hacer en el parque. Valeria, sentada al lado de Adriana, notó que su amiga estaba más callada de lo habitual.

“¿Estás bien?” le preguntó Valeria con suavidad. “Pareces preocupada.”

Adriana suspiró y asintió lentamente. “Es solo que… el puente me pone un poco nerviosa. No sé si estaré lista para cruzarlo.”

Valeria le dio una palmadita en el hombro. “No te preocupes, podemos cruzarlo juntas. Y si no te sientes cómoda, siempre podemos esperar. No tienes que hacer nada que no quieras.”

Adriana sonrió, agradecida por el apoyo de Valeria. Sabía que podía confiar en ella, y esa era una de las razones por las que su amistad era tan especial. Mientras tanto, Miguel, que había escuchado la conversación desde su asiento, se volvió y les dijo: “¡No se preocupen! Es solo un puente. Además, yo estaré ahí para ayudar si necesitan.”

Al llegar al parque, los estudiantes fueron recibidos por los guías, quienes les explicaron las actividades del día. Después de explorar algunos senderos y aprender sobre la fauna y la flora del lugar, llegó el momento de enfrentar el puente colgante. Los guías les recordaron las reglas básicas: caminar despacio, no correr y mantener siempre una mano en la cuerda de seguridad.

Miguel fue uno de los primeros en ofrecerse para cruzar. “Vamos, es solo un poco de altura,” dijo con una sonrisa mientras caminaba hacia el inicio del puente. “¡Es como una gran hamaca!”

Adriana, viendo la distancia entre los extremos del puente y el abismo debajo, sintió su corazón latir con fuerza. Valeria, notando la inquietud de su amiga, se quedó a su lado, esperando hasta que Adriana se sintiera lista.

Miguel comenzó a cruzar el puente con confianza, pero cuando llegó a la mitad, empezó a balancearse más de lo esperado. Se detuvo y miró hacia abajo, sintiendo una repentina ola de vértigo. Los estudiantes en el otro extremo lo animaron, pero Miguel, por primera vez, sintió el peso de su propia impulsividad.

Adriana y Valeria esperaban su turno, y al ver a Miguel detenerse, Adriana sintió una mezcla de empatía y miedo. Valeria, siempre perceptiva, apretó la mano de Adriana. “Podemos esperar, Adri. No hay prisa.”

Sin embargo, Miguel, decidido a no parecer asustado, continuó y finalmente llegó al otro lado. Levantó los brazos en señal de victoria, pero en su interior sabía que había subestimado el desafío.

“¡Lo hice!” gritó Miguel, tratando de ocultar su nerviosismo. “¿Quién sigue?”

Valeria miró a Adriana. “Podemos hacerlo juntas,” le dijo con una sonrisa tranquilizadora. “Vamos paso a paso, y si te sientes incómoda, podemos regresar.”

Adriana asintió, confiando en las palabras de su amiga. Juntas, comenzaron a cruzar el puente, y aunque Adriana sentía el puente balancearse bajo sus pies, la presencia de Valeria a su lado le dio el valor para seguir adelante. Paso a paso, avanzaron con cuidado, apoyándose mutuamente y hablando en voz baja para mantenerse calmadas.

Miguel observaba desde el otro lado y, por primera vez, se dio cuenta de lo que realmente significaba el respeto y la confianza. No se trataba solo de ser el primero o el más valiente, sino de ser considerado con los demás y apoyar a los amigos en sus propios ritmos y miedos.

Adriana y Valeria llegaron al otro lado sin problemas, y los demás estudiantes las recibieron con aplausos. Adriana sonrió ampliamente, sintiéndose orgullosa de haber superado su miedo gracias al apoyo de Valeria.

“Lo hiciste muy bien,” dijo Valeria, dándole un abrazo. “Sabía que podías.”

Miguel se acercó a Adriana, con una expresión diferente a la que solía tener. “Oye, Adriana, lamento si te hice sentir presionada antes. A veces no pienso en cómo mis palabras pueden afectar a los demás.”

Adriana lo miró y asintió. “Está bien, Miguel. Creo que todos aprendimos algo hoy. No siempre es fácil, pero lo importante es confiar y respetar a los demás.”

Miguel sonrió y extendió su mano. “¿Amigos?”

“Amigos,” respondió Adriana, estrechando su mano.

La Prueba de la Amistad

Después de cruzar el puente colgante, los estudiantes continuaron explorando el Parque Ecoaventura. La maestra Ramírez y los guías organizaron varias actividades, desde una carrera de orientación hasta una búsqueda del tesoro, donde los niños debían trabajar en equipo para resolver pistas y encontrar objetos escondidos. Miguel, todavía emocionado por su hazaña en el puente, lideró a su grupo con entusiasmo, mientras Adriana y Valeria se unieron a otro equipo.

A lo largo del día, Miguel intentó demostrar que era el mejor en todas las actividades. Corría adelante, intentaba resolver las pistas primero y daba órdenes sin parar. Aunque su equipo estaba contento con el progreso, algunos comenzaron a sentirse abrumados por su actitud competitiva. Mauricio, uno de sus compañeros de equipo, finalmente expresó lo que todos pensaban.

“Miguel, no es necesario que hagas todo tú solo,” dijo Mauricio mientras trataba de alcanzar a Miguel en la carrera de orientación. “Estamos aquí para divertirnos y trabajar juntos, no para competir entre nosotros.”

Miguel se detuvo, sorprendido por las palabras de Mauricio. “Solo quiero que ganemos,” respondió, un poco a la defensiva. “Pensé que todos querían eso.”

“Queremos ganar, pero también queremos disfrutar el día y sentir que todos contribuimos,” explicó Mauricio. “No se trata solo de ti, sino de todos.”

Miguel se quedó pensativo, y aunque no lo dijo en voz alta, empezó a cuestionarse si su forma de liderar estaba realmente ayudando a su equipo. Observó a Adriana y Valeria en su grupo, trabajando juntas de manera más calmada y coordinada. En lugar de apresurarse, se tomaban el tiempo para discutir cada pista y asegurarse de que todos entendieran lo que estaba pasando.

Mientras tanto, Adriana y Valeria avanzaban a su propio ritmo. Valeria, que era buena con los rompecabezas, resolvía las pistas rápidamente, mientras que Adriana usaba su conocimiento de la naturaleza para encontrar los objetos escondidos. Aunque no eran el equipo más rápido, se apoyaban mutuamente y se respetaban, escuchando las ideas de todos y celebrando cada pequeño éxito juntos.

Al llegar a la última parte de la búsqueda del tesoro, los equipos se encontraron en un claro del bosque, donde la última pista los llevó a un tronco caído cubierto de musgo. La maestra Ramírez anunció que el primer equipo en resolver la pista final y encontrar el objeto escondido ganaría la actividad. Miguel, decidido a redimirse y mostrar que podía ser un buen líder, trató de concentrarse más en su equipo y menos en sí mismo.

Sin embargo, mientras buscaban, el grupo de Miguel se topó con un obstáculo: un charco de barro profundo que bloqueaba el camino hacia el lugar donde creían que estaba escondido el último objeto. Miguel miró alrededor y notó que los otros equipos también estaban teniendo dificultades para cruzar. Algunos intentaron saltar, otros buscaron una ruta alternativa, pero nadie parecía tener una solución clara.

Adriana, que había estado observando con Valeria desde el otro lado, tuvo una idea. “Podríamos usar esos troncos pequeños para hacer un puente sobre el barro,” sugirió. “Así, todos podríamos cruzar sin ensuciarnos.”

Valeria estuvo de acuerdo y comenzaron a mover algunos troncos y ramas caídas para crear un camino. Mientras trabajaban, Miguel y su equipo se dieron cuenta de lo que estaban haciendo y decidieron ayudar. Miguel, en lugar de tratar de tomar el control, dejó que Adriana liderara la construcción del pequeño puente, respetando sus ideas y escuchando las sugerencias de todos.

Pronto, con el esfuerzo conjunto de varios equipos, lograron crear un camino estable sobre el charco de barro. Uno a uno, los estudiantes comenzaron a cruzar con cuidado, agradecidos por el trabajo en equipo que había hecho posible superar el obstáculo.

Miguel, al ver cómo todos cruzaban, se sintió aliviado y feliz por haber contribuido sin necesidad de liderar cada paso. Cuando llegó su turno de cruzar, se detuvo frente a Adriana y Valeria. “Gracias por la idea,” dijo Miguel sinceramente. “Creo que estaba demasiado centrado en ganar y me olvidé de lo importante.”

Adriana sonrió y asintió. “Está bien, Miguel. Todos podemos aprender y mejorar. Lo importante es que al final trabajamos juntos.”

Con el camino despejado, los equipos se dirigieron rápidamente al último escondite y, finalmente, encontraron el objeto que buscaban: una pequeña caja con medallas para todos, simbolizando la amistad y el trabajo en equipo. Aunque no había un equipo “ganador”, todos se sintieron victoriosos por haber superado los desafíos juntos.

De regreso al campamento, los estudiantes se sentaron en un círculo para compartir sus experiencias del día. La maestra Ramírez, satisfecha con lo que había visto, los felicitó por su esfuerzo y dedicación. “Hoy, demostraron que la verdadera amistad se basa en el respeto y la confianza,” dijo la maestra. “No siempre es fácil, pero cuando trabajamos juntos y nos apoyamos, podemos lograr grandes cosas.”

Miguel, aún reflexionando sobre el día, tomó la palabra. “Creo que a veces me dejo llevar por querer ganar o ser el mejor, pero hoy aprendí que ser un buen amigo es mucho más importante,” confesó. “Gracias a todos por su paciencia y por enseñarme que juntos, somos más fuertes.”

Adriana y Valeria sonrieron, contentas de haber contribuido a un día lleno de lecciones y crecimiento personal. Adriana, especialmente, sintió que había superado un gran obstáculo personal al enfrentar sus miedos y ayudar a otros a hacer lo mismo.

Mientras los estudiantes recogían sus cosas para regresar a casa, Miguel se acercó a Adriana y Valeria una vez más. “Gracias por todo hoy,” les dijo con sinceridad. “Voy a trabajar en ser un mejor amigo y en pensar más en los demás. Confío en ustedes y quiero que confíen en mí también.”

Adriana le dio una palmada en el hombro. “Confío en ti, Miguel. Todos cometemos errores, pero lo importante es aprender de ellos.”

Con una nueva perspectiva sobre la amistad y el trabajo en equipo, los estudiantes regresaron a la escuela con recuerdos valiosos y lecciones que llevarían consigo mucho más allá de las actividades del parque. Sabían que, a pesar de los desafíos, el respeto y la confianza eran los pilares sobre los cuales podían construir relaciones duraderas y significativas.

La Recompensa de la Confianza

De vuelta en la escuela, la maestra Ramírez reunió a los estudiantes para una breve reflexión sobre lo vivido en el Parque Ecoaventura. El sol ya comenzaba a bajar, y aunque todos estaban cansados, había una energía positiva en el ambiente. Los niños seguían comentando sobre las actividades del día, especialmente sobre el puente colgante y la búsqueda del tesoro.

La maestra Ramírez, al ver el entusiasmo y la camaradería que se había fortalecido entre los estudiantes, les pidió que compartieran sus pensamientos y aprendizajes del día. Cada grupo tuvo la oportunidad de contar cómo se habían sentido y qué habían aprendido sobre la amistad, el respeto y la confianza.

Cuando fue el turno de Adriana y Valeria, ambas hablaron sobre la importancia de apoyarse mutuamente y de respetar los ritmos de cada uno. “Hoy me di cuenta de que no siempre se trata de ser el más rápido o el más fuerte,” dijo Adriana, mirando a sus compañeros. “A veces, lo más importante es saber que tienes a alguien en quien confiar, alguien que te apoyará incluso cuando tengas miedo.”

Valeria asintió y añadió: “Sí, y ser un buen amigo no significa solo estar ahí en los momentos divertidos, sino también en los desafíos. Confianza y respeto son las claves para mantenernos unidos.”

Miguel, al escuchar a Adriana y Valeria, sintió una punzada de orgullo y gratitud. Se dio cuenta de lo mucho que había aprendido de sus amigas ese día. Decidió que era su turno de hablar y, tomando un respiro profundo, se puso de pie.

“Hoy fue un día lleno de retos para mí,” comenzó Miguel, mirando a sus compañeros. “Al principio, estaba más enfocado en ganar y ser el primero en todo. Pero gracias a Adriana, Valeria y todos ustedes, entendí que la amistad es mucho más que eso. Se trata de apoyarnos, respetarnos y confiar en que juntos podemos superar cualquier obstáculo.”

Los demás estudiantes aplaudieron, y Miguel, sintiéndose respaldado, continuó. “Prometo ser un mejor amigo y escuchar más a los demás. Hoy aprendí que no importa cuántas veces crucemos un puente o cuántos charcos de barro enfrentemos, siempre que tengamos confianza y respeto, todo será más fácil.”

La maestra Ramírez sonrió, satisfecha con las palabras de Miguel. “Estoy muy orgullosa de todos ustedes,” dijo, dirigiéndose al grupo. “Hoy demostraron que la amistad verdadera no se mide por las victorias individuales, sino por cómo nos tratamos unos a otros y cómo trabajamos juntos.”

Antes de despedirse, la maestra Ramírez les dio una última tarea: escribir una breve carta a un amigo del grupo, expresando lo que más valoraban de su amistad y lo que habían aprendido juntos durante la excursión. Los estudiantes se sentaron en círculo y comenzaron a escribir, cada uno reflejando en sus cartas los momentos especiales del día.

Miguel, con su carta en la mano, se acercó a Adriana. “Esto es para ti,” dijo, entregándole el papel doblado. “Gracias por enseñarme tanto hoy.”

Adriana tomó la carta con una sonrisa y le entregó una a Miguel. “Y esto es para ti. Todos cometemos errores, pero lo importante es aprender y mejorar juntos.”

Cuando Adriana abrió la carta de Miguel, leyó sus palabras sinceras: “Gracias por ser una amiga en la que puedo confiar. Hoy me mostraste que ser líder no siempre significa estar al frente, sino saber cuándo seguir y apoyar a los demás. Estoy agradecido por tu paciencia y por enseñarme a ser mejor.”

Adriana se sintió conmovida por la honestidad de Miguel y supo que había dado un gran paso hacia una amistad más fuerte y genuina. Miguel, por su parte, leyó la carta de Adriana, que decía: “Miguel, hoy aprendí que todos tenemos fortalezas y debilidades, y que lo más importante es cómo usamos nuestras fortalezas para ayudar a otros. Gracias por abrirte y por mostrar que estás dispuesto a crecer y aprender como amigo.”

El intercambio de cartas fue un momento significativo para todos los estudiantes, quienes encontraron en esas palabras un reconocimiento y una reafirmación de los valores que habían explorado durante la excursión. La maestra Ramírez cerró la actividad recordándoles que la amistad es un viaje continuo, lleno de lecciones y oportunidades para crecer juntos.

Mientras los padres comenzaban a llegar para recoger a sus hijos, Miguel, Adriana y Valeria se despidieron con un abrazo. “Hoy fue un gran día,” dijo Valeria. “Y sé que todos salimos de aquí un poco más sabios y con amistades más fuertes.”

Miguel asintió y agregó: “Sí, y también sé que la próxima vez que enfrentemos un puente colgante o cualquier otro desafío, lo haremos con más confianza en nosotros mismos y en nuestros amigos.”

Al salir del colegio, Miguel sintió que algo había cambiado en él. Las palabras de sus amigos y las experiencias del día lo habían ayudado a entender que la verdadera fuerza de la amistad no radicaba en ser siempre el mejor o el más valiente, sino en ser alguien en quien los demás pudieran confiar y a quien respetaran.

Con una nueva perspectiva, Miguel decidió que cada día sería una oportunidad para practicar lo que había aprendido. Sabía que todavía habría desafíos y momentos en los que podría cometer errores, pero estaba seguro de que, con la ayuda de sus amigos y un corazón dispuesto a escuchar y aprender, podría construir relaciones basadas en el respeto y la confianza.

Mientras los últimos rayos del sol se desvanecían en el horizonte, Miguel se alejó con una sonrisa, listo para afrontar cualquier cosa que viniera, sabiendo que, con la amistad basada en el respeto y la confianza, todo era posible.

La moraleja de esta historia es que la amistad se basa en el respeto y la confianza.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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