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En un rincón olvidado de la ciudad, donde las luces de los autos apenas alcanzaban a iluminar, se encontraba un edificio antiguo y polvoriento. Las paredes, una vez de un blanco brillante, ahora estaban cubiertas de enredaderas y musgo, como si la naturaleza intentara reclamar lo que una vez fue suyo. Las ventanas, cubiertas de polvo y telarañas, apenas dejaban entrar la luz del sol. Era un lugar que pocos conocían, y aquellos que lo hacían, lo llamaban La Biblioteca de los Libros Perdidos.

Hace muchos años, la biblioteca había sido un lugar lleno de vida. Los niños y adultos acudían allí para perderse en las historias de mundos lejanos, aprender sobre animales fantásticos y resolver los misterios más enigmáticos. Pero con el tiempo, la gente dejó de venir. Nuevas tecnologías y formas de entretenimiento tomaron su lugar, y la biblioteca, con sus estantes repletos de libros, quedó en el olvido.

Un día, Sofía, una niña curiosa de diez años con el cabello rizado y ojos brillantes, caminaba de regreso a casa después de la escuela. Sofía amaba leer, pero cada vez le costaba más encontrar un lugar tranquilo para hacerlo. Su vecindario había cambiado; los parques ahora estaban llenos de gente y ruido, y su casa siempre estaba ocupada con los quehaceres y el bullicio de su familia.

Ese día, mientras daba vueltas por una calle poco transitada, Sofía notó algo diferente. Un destello de color entre las ramas de un árbol viejo. Intrigada, se acercó y descubrió una pequeña puerta oculta entre las plantas. La empujó con suavidad y, para su sorpresa, la puerta se abrió con un chirrido.

Lo que vio al otro lado la dejó sin aliento: una escalera que descendía a un lugar oscuro y misterioso. Aunque sentía un poco de miedo, su curiosidad fue más fuerte. Con pasos cautelosos, comenzó a bajar la escalera. A medida que descendía, un suave resplandor empezó a iluminar el camino, como si la invitara a seguir adelante.

Finalmente, llegó al final de la escalera y se encontró en un amplio salón. Las paredes estaban cubiertas de estanterías llenas de libros de todos los tamaños y colores. A pesar de que parecía que nadie había estado allí en años, el lugar no estaba tan oscuro ni polvoriento como habría esperado. Era como si la biblioteca esperara ser descubierta.

Sofía caminó entre los estantes, maravillada por la cantidad de libros. Había libros con portadas doradas, libros con ilustraciones brillantes, y otros tan antiguos que sus tapas parecían hechas de cuero. Había títulos que nunca había oído antes y otros que solo conocía por los cuentos que le contaba su abuela.

Mientras exploraba, algo llamó su atención: un libro grande y pesado que estaba ligeramente inclinado en uno de los estantes más altos. Parecía diferente a los demás, con una cubierta de terciopelo azul oscuro y letras doradas que brillaban suavemente. Sin poder resistir la tentación, Sofía se estiró para alcanzarlo, y cuando lo tocó, sintió una extraña calidez que se extendía por su mano.

Con cuidado, bajó el libro y lo abrió. Para su sorpresa, en lugar de las páginas llenas de palabras que esperaba ver, encontró que el interior estaba en blanco. Pasó una página, luego otra, pero todas estaban vacías. Confundida, Sofía estaba a punto de cerrar el libro cuando las letras comenzaron a aparecer lentamente, como si se estuvieran escribiendo por sí solas.

El texto que apareció le hablaba directamente: “Bienvenida, Sofía. Este es el Libro de los Sueños. Aquí, las historias que más deseas leer cobran vida.”

Antes de que pudiera comprender lo que estaba sucediendo, el libro comenzó a brillar con más fuerza, y las páginas se llenaron de imágenes coloridas que parecían moverse. De repente, las palabras saltaron de la página, rodeándola con una suave luz dorada. Cuando la luz se desvaneció, Sofía ya no estaba en la biblioteca. Se encontraba en medio de un vasto campo de flores, bajo un cielo azul, con montañas en la distancia.

“¿Dónde estoy?” se preguntó Sofía, pero antes de que pudiera pensar en una respuesta, escuchó una voz detrás de ella.

“Estás en el Reino de los Cuentos”, dijo un pequeño conejo blanco que apareció de entre las flores. “Este es el lugar donde todas las historias que lees toman vida.”

Sofía no podía creer lo que veía. “¿Realmente estoy dentro de un libro?” preguntó, asombrada.

El conejo asintió. “Así es. En esta biblioteca, el amor por la lectura te lleva a mundos nuevos y maravillosos. Aquí, las aventuras nunca terminan, y tú eres la protagonista.”

Sofía sonrió con entusiasmo. No podía esperar para explorar este mundo nuevo y descubrir todas las historias que le esperaban. Había encontrado el lugar perfecto, un lugar donde podía perderse en sus libros y vivir cada una de las historias que tanto amaba.

El Misterio del Libro Encantado

Sofía caminaba por el campo de flores, maravillada por la belleza y el colorido de todo a su alrededor. Las flores se balanceaban suavemente al ritmo de una brisa cálida, y el cielo azul se extendía hasta donde la vista alcanzaba. El pequeño conejo blanco que había conocido seguía a su lado, saltando alegremente entre las flores.

“Este lugar es increíble”, dijo Sofía, aún sin poder creer lo que estaba viviendo. “Nunca había imaginado que los libros pudieran ser tan… reales.”

El conejo sonrió. “Este es solo uno de los muchos mundos que existen en la Biblioteca de los Libros Perdidos. Cada vez que abres un libro aquí, entras en una historia diferente. Pero debes tener cuidado, Sofía. No todos los libros son tan amables como este.”

Sofía se detuvo y miró al conejo con curiosidad. “¿Qué quieres decir?”

El conejo se sentó sobre sus patas traseras y la miró con seriedad. “Hay un libro en esta biblioteca que es diferente a los demás. Un libro que tiene un poder especial, pero también un gran peligro. Se llama El Libro Encantado.”

“¿El Libro Encantado?” repitió Sofía, intrigada. “¿Qué tiene de especial?”

El conejo se acercó un poco más y bajó la voz, como si temiera que alguien pudiera escucharlo. “El Libro Encantado contiene una historia que no debe ser leída. Cuenta la leyenda que quien lo abre y lee sus palabras, quedará atrapado en su interior para siempre, y la única forma de salir es resolviendo un enigma que nadie ha logrado descifrar.”

Sofía sintió un escalofrío recorrer su espalda. “¿Por qué alguien querría leer un libro así?”

El conejo suspiró. “La curiosidad es una fuerza poderosa, Sofía. Muchos han intentado leerlo, pensando que podían resolver el enigma, pero todos han fracasado. Por eso, el libro fue sellado y escondido en lo más profundo de la biblioteca, para que nadie pudiera encontrarlo.”

Sofía pensó en lo que el conejo le había dicho, pero antes de que pudiera responder, una sombra pasó rápidamente sobre ellos. Miró hacia arriba y vio una figura oscura volando en el cielo. Parecía un pájaro, pero era demasiado grande y sus alas batían con un sonido inquietante.

“¡Cuidado!” gritó el conejo, tirando de la manga de Sofía para que se agachara.

La figura voladora descendió en picada y, en un abrir y cerrar de ojos, aterrizó frente a ellos. Ahora que estaba más cerca, Sofía pudo ver que no era un pájaro, sino un cuervo gigante, con plumas negras como la noche y ojos rojos brillantes. El cuervo abrió su pico y emitió un graznido profundo, que resonó en todo el campo.

“¿Quién se atreve a hablar del Libro Encantado en mi presencia?” graznó el cuervo, mirando a Sofía con sus ojos penetrantes.

Sofía se levantó lentamente, tratando de no mostrar miedo. “Yo no quería… solo estaba escuchando la historia del conejo.”

El cuervo la miró fijamente durante lo que pareció una eternidad, y luego emitió un sonido que podría haber sido una risa siniestra. “Así que eres curiosa, ¿eh? La curiosidad puede ser peligrosa, niña. Muy peligrosa.”

El conejo temblaba a su lado, pero Sofía reunió todo su valor y dio un paso adelante. “No tengo miedo. Si el libro es tan peligroso como dices, no lo leeré.”

El cuervo inclinó la cabeza, como si estuviera evaluando sus palabras. Luego, con un rápido movimiento de sus alas, se elevó en el aire y voló en círculos sobre ellos. “Tal vez no lo harás… pero otros lo harán. El Libro Encantado siempre encuentra a aquellos que buscan respuestas. Y cuando lo haga, ni tú ni nadie podrá detenerlo.”

Con esas palabras, el cuervo se alejó volando hacia las montañas distantes, dejando a Sofía y al conejo solos en el campo de flores. Sofía miró al conejo, que parecía más asustado que nunca.

“¿Qué quiso decir con que el libro encontrará a aquellos que buscan respuestas?” preguntó Sofía.

El conejo la miró con tristeza. “El libro tiene un poder especial, Sofía. Puede sentir cuando alguien tiene una pregunta que no puede responder, un deseo de conocer algo que no debería. Es en esos momentos cuando el libro se revela, atrayendo a la persona hacia su historia.”

Sofía se estremeció al recordar todas las preguntas que había tenido recientemente. Sobre su lugar en el mundo, sobre su familia, sobre el futuro. ¿Podría ser que el libro la estuviera buscando a ella?

“No quiero leer ese libro”, dijo con firmeza. “No quiero quedar atrapada en una historia de la que no pueda escapar.”

El conejo asintió. “Entonces debemos ser cuidadosos. Debemos evitar cualquier libro que parezca sospechoso, y mantenernos alejados de los lugares oscuros de la biblioteca.”

Juntos, Sofía y el conejo continuaron su camino por el Reino de los Cuentos. Pero a medida que avanzaban, Sofía no podía dejar de pensar en El Libro Encantado. A pesar de sus miedos, sentía una creciente curiosidad por saber más. ¿Qué clase de enigma contenía? ¿Por qué nadie había logrado resolverlo? Y lo más importante, ¿por qué sentía que el libro la estaba llamando?

Esa noche, después de un día lleno de aventuras, Sofía se acostó bajo un árbol grande y frondoso, con el conejo acurrucado a su lado. Pero su mente seguía dando vueltas, llena de preguntas sin respuesta.

Cuando finalmente se quedó dormida, soñó con un pasillo largo y oscuro, lleno de estanterías con libros antiguos y polvorientos. Al final del pasillo, una luz tenue brillaba, y en el centro de esa luz, vio un libro grande y pesado, con una cubierta de terciopelo azul oscuro y letras doradas que brillaban suavemente.

Sofía se acercó al libro, sintiendo una mezcla de miedo y emoción. Cuando extendió la mano para tocarlo, el libro se abrió por sí solo, y las palabras comenzaron a escribirse en las páginas en blanco:

“El enigma del Libro Encantado solo puede ser resuelto por aquel que se atreva a enfrentar sus miedos más profundos.”

Despertó de golpe, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Sabía que debía mantenerse alejada de ese libro, pero algo dentro de ella le decía que su destino estaba entrelazado con esa historia. Y que, de alguna manera, tendría que enfrentarse al enigma, le gustara o no.

El Enigma de los Miedos

Sofía no pudo dormir el resto de la noche. El sueño que había tenido sobre El Libro Encantado no dejaba de rondar su mente. Aunque sentía miedo, también sentía una extraña determinación. Sabía que tenía que enfrentarse al libro, resolver el enigma y salir victoriosa. No solo por ella, sino por todas las personas que podrían caer en la trampa del libro en el futuro.

A la mañana siguiente, cuando el conejo blanco despertó, encontró a Sofía con una expresión resuelta en su rostro. “¿Qué pasa, Sofía?” preguntó preocupado.

“Voy a buscar El Libro Encantado,” respondió ella, con una voz firme que no admitía discusión.

El conejo abrió los ojos de par en par. “¡No! Es demasiado peligroso. ¡Te lo advertí!”

“Lo sé,” dijo Sofía, “pero no puedo quedarme aquí sabiendo que podría estar en peligro. No quiero que otras personas caigan en la trampa del libro. Si soy lo suficientemente valiente para enfrentarme a él, tal vez pueda romper la maldición para siempre.”

El conejo suspiró, sabiendo que no podía detenerla. “Si esa es tu decisión, entonces no te dejaré ir sola. Te acompañaré hasta el final.”

Juntos, Sofía y el conejo comenzaron a caminar hacia la parte más oscura del Reino de los Cuentos. A medida que avanzaban, el paisaje se volvía cada vez más sombrío. Las flores coloridas desaparecieron, reemplazadas por árboles altos y retorcidos, cuyas ramas parecían manos esqueléticas tratando de atraparlos. Una densa niebla empezó a rodearlos, y el aire se volvió frío y pesado.

Finalmente, llegaron a un lugar que parecía una versión oscura y retorcida de la biblioteca donde Sofía había empezado su aventura. Las estanterías estaban cubiertas de telarañas, y el silencio era tan profundo que casi podía escucharse el latido de su propio corazón. En el centro de la habitación, sobre un pedestal de piedra, estaba El Libro Encantado, tal como lo había visto en su sueño: grande, pesado, con una cubierta de terciopelo azul oscuro y letras doradas que brillaban débilmente.

Sofía dio un paso adelante, pero el conejo la detuvo. “Ten cuidado, Sofía. Este es el momento en que más debes ser valiente.”

Ella asintió y, con manos temblorosas, extendió la mano hacia el libro. Cuando lo tocó, una extraña energía recorrió su cuerpo, como si el libro estuviera vivo. Con un esfuerzo, lo abrió, y las páginas en blanco comenzaron a llenarse con palabras que se movían y cambiaban de forma ante sus ojos.

“El enigma del Libro Encantado solo puede ser resuelto por aquel que se atreva a enfrentar sus miedos más profundos,” leyó Sofía en voz alta.

De repente, la sala comenzó a girar a su alrededor, y todo se volvió oscuro. Cuando la oscuridad se disipó, Sofía se encontró en un lugar completamente diferente. Estaba en su habitación, pero algo no estaba bien. Todo se veía más grande, como si ella se hubiera encogido. Miró sus manos y vio que eran pequeñas y delicadas, como cuando era una niña pequeña.

“¿Qué está pasando?” se preguntó Sofía, asustada.

En ese momento, escuchó una voz familiar. “Sofía, cariño, es hora de dormir,” dijo la voz de su madre, entrando en la habitación.

Sofía se dio cuenta de que estaba reviviendo una de sus peores pesadillas de la infancia. Recordaba este momento claramente: una noche en la que había tenido una pesadilla tan aterradora que no pudo dormir en toda la noche. Era el miedo que la había perseguido durante años.

La puerta de su armario se abrió lentamente, y Sofía vio las sombras moverse dentro, como si algo estuviera a punto de salir. El miedo comenzó a apoderarse de ella, pero entonces recordó las palabras del enigma: “El enigma del Libro Encantado solo puede ser resuelto por aquel que se atreva a enfrentar sus miedos más profundos.”

Tomó una respiración profunda y se levantó de la cama. “Esto no es real,” se dijo a sí misma, recordando que estaba dentro de una historia. “No voy a dejar que este miedo me controle.”

Con paso decidido, se acercó al armario. A medida que se acercaba, las sombras parecían volverse más amenazantes, pero Sofía no se detuvo. Abrió de golpe la puerta del armario y, para su sorpresa, encontró el interior vacío. Las sombras desaparecieron, y la habitación volvió a su tamaño normal.

El escenario cambió nuevamente, y Sofía se encontró de vuelta en la biblioteca oscura, con El Libro Encantado aún abierto en sus manos. Una nueva línea de texto apareció en la página:

“Muy bien, Sofía. Has enfrentado tu miedo y lo has superado. Pero el enigma aún no ha terminado.”

Antes de que pudiera reaccionar, el libro comenzó a brillar intensamente, y Sofía sintió que era arrastrada hacia dentro de sus páginas. Cayó a través de un túnel de luz y aterrizó en un lugar completamente diferente. Estaba de pie en una vasta llanura desértica, bajo un cielo oscuro y tormentoso. En el horizonte, vio una torre negra y alta que se alzaba amenazante.

“El enigma continúa,” dijo una voz profunda que resonaba en todo el lugar. “Enfrenta tu miedo más grande, y solo entonces podrás escapar.”

Sofía miró a su alrededor, pero no veía a nadie. “¿Qué miedo?” gritó al aire. “Ya enfrenté uno de mis miedos. ¡Déjame ir!”

De repente, una sombra se alzó frente a ella, formando la figura de un gigantesco monstruo con ojos rojos y dientes afilados. Era una criatura que parecía salida de las pesadillas más oscuras, una representación de todos los miedos que Sofía había albergado a lo largo de su vida.

El monstruo rugió, y el suelo tembló bajo sus pies. Sofía sintió que su corazón latía con fuerza, pero recordó que estaba en una historia, en una prueba que debía superar. Recordó también todas las aventuras que había leído, todos los héroes y heroínas que habían enfrentado desafíos imposibles y los habían vencido.

“¡No te tengo miedo!” gritó Sofía con todas sus fuerzas.

El monstruo rugió nuevamente, pero Sofía no se movió. “¡No te tengo miedo!” repitió, con más fuerza aún. “¡No eres real! ¡No puedes hacerme daño!”

El monstruo retrocedió, su forma comenzando a desvanecerse. Sofía mantuvo la mirada firme y siguió afirmando su valor. Con cada palabra que pronunciaba, el monstruo se hacía más pequeño, hasta que finalmente desapareció por completo.

El cielo tormentoso se despejó, y la luz del sol comenzó a brillar sobre la llanura desértica. Una vez más, Sofía se encontró de vuelta en la biblioteca, con El Libro Encantado cerrado frente a ella. El conejo estaba a su lado, mirándola con admiración.

“Lo lograste, Sofía,” dijo el conejo con una sonrisa. “Has resuelto el enigma. Has enfrentado tus miedos más profundos y los has vencido. El libro ya no tiene poder sobre ti.”

Sofía sintió una enorme sensación de alivio y orgullo. Cerró el libro con cuidado y lo devolvió a su lugar en el pedestal. Sabía que su aventura había terminado, pero también sabía que había aprendido una lección invaluable. Los libros, como las historias, podían ser poderosos, y a veces los miedos más grandes estaban dentro de nosotros mismos. Pero con valor, cualquier enigma podía ser resuelto.

El conejo la condujo de regreso a la entrada del Reino de los Cuentos, y mientras caminaban, Sofía sintió que el lugar se volvía más brillante y colorido. Las flores habían vuelto, y los árboles se habían llenado de hojas verdes y relucientes. La biblioteca que una vez había sido oscura y aterradora, ahora parecía un lugar lleno de esperanza y nuevas oportunidades.

Cuando finalmente llegaron a la puerta por la que había entrado, Sofía se despidió del conejo, quien le dio un último consejo: “Nunca dejes de leer, Sofía. Las historias siempre estarán ahí para guiarte, para enseñarte y para ayudarte a enfrentar cualquier desafío que la vida te presente.” y aprendió la gran lección que el amor por la lectura le abre puertas a mundos nuevos y maravillosos.

Con una última sonrisa, Sofía cruzó la puerta y se encontró de vuelta en el pequeño callejón, frente a la entrada oculta de la biblioteca abandonada. El sol brillaba en el cielo, y el sonido de la ciudad le parecía más acogedor que nunca. Sabía que su aventura había terminado, pero también sabía que siempre llevaría consigo la magia de los libros.

Mientras se alejaba, no pudo evitar echar un último vistazo a la puerta oculta. Tal vez algún día volvería. Después de todo, aún había muchas historias por descubrir en la Biblioteca de los Libros Perdidos.

La moraleja de esta historia es que El amor por la lectura abre las puertas a mundos nuevos y maravillosos.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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