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Era una tarde soleada de verano cuando el barco Viento del Saber zarpó del puerto, llevando a bordo a un grupo de niños que estaban a punto de embarcarse en la aventura de sus vidas. Este no era un barco cualquiera, sino un barco escuela, diseñado para que los niños pudieran aprender mientras exploraban el vasto océano y los secretos que este escondía.

Entre los pasajeros estaban Sofía, una niña de diez años con una insaciable curiosidad; Lucas, su mejor amigo, que siempre tenía una pregunta en la punta de la lengua; y Emma, la más pequeña del grupo, con solo siete años, pero con un espíritu aventurero que igualaba al de los mayores. Todos estaban emocionados por el viaje, aunque ninguno sabía exactamente qué esperar.

El capitán del barco, el señor Esteban, era un hombre de mediana edad con una barba espesa y una mirada amable. Había navegado por todo el mundo y tenía historias fascinantes que contar sobre sus viajes. Siempre les decía a los niños: “La curiosidad es la chispa que enciende la llama del conocimiento. Cuanto más pregunten, más descubrirán.”

El primer día a bordo estuvo lleno de actividades. Los niños aprendieron sobre los diferentes tipos de nubes, los vientos que impulsaban el barco, y las estrellas que los guiaban por la noche. El capitán Esteban les mostró cómo leer mapas antiguos y cómo usar una brújula. Sin embargo, fue cuando la tarde comenzó a caer que algo realmente especial sucedió.

Mientras el sol se ponía en el horizonte, tiñendo el cielo de colores anaranjados y rosas, Sofía, Lucas y Emma estaban sentados en la cubierta, observando el mar. De repente, vieron algo inusual a lo lejos, una luz parpadeante que parecía provenir de debajo de la superficie del agua.

“¿Qué es eso?” preguntó Lucas, entrecerrando los ojos para intentar ver mejor.

“No lo sé,” respondió Sofía, intrigada. “Pero parece como si algo estuviera allá abajo. Tal vez es un pez raro o… ¿una ciudad submarina?”

Emma, con su voz suave, añadió: “Podríamos preguntar al capitán. Él debe saberlo.”

Guiados por su curiosidad, los tres niños se dirigieron rápidamente hacia el capitán Esteban, que estaba en la cabina, ajustando el timón. Cuando le hablaron sobre la luz extraña, el capitán sonrió y asintió lentamente.

“Ah, veo que han descubierto algo interesante,” dijo. “Esa luz ha sido vista por muchos navegantes a lo largo de los años, pero nadie sabe realmente qué es. Algunos dicen que es un barco fantasma, otros creen que es una criatura marina gigante, y hay quienes piensan que es el reflejo de una estrella en el agua.”

Los ojos de Sofía brillaban de emoción. “¿Podemos investigarlo, capitán? ¡Queremos saber qué es!”

El capitán los miró con una expresión pensativa antes de responder: “Bien, pero con una condición. Si vamos a investigar, deberán prometerme que se mantendrán unidos y que seguirán mis instrucciones al pie de la letra. El mar puede ser misterioso, y necesitamos ser cautelosos.”

Los niños asintieron con entusiasmo, prometiendo seguir cada palabra del capitán.

Esa noche, mientras el Viento del Saber navegaba hacia el lugar donde habían visto la luz, los niños no podían contener su emoción. Cada ola que golpeaba el barco parecía un paso más cerca de descubrir un nuevo misterio. Las estrellas en el cielo parecían más brillantes que nunca, como si también estuvieran ansiosas por ver lo que encontrarían.

Cuando finalmente llegaron al lugar, el capitán bajó la velocidad del barco y lanzó el ancla. “Aquí estamos,” dijo en voz baja, como si no quisiera romper la magia del momento. “Ahora, debemos ser muy observadores. Cualquier cosa que vean, no importa lo pequeña que sea, podría ser una pista.”

Los niños se inclinaron sobre la barandilla del barco, mirando atentamente el agua oscura debajo de ellos. Al principio, todo parecía tranquilo, solo el suave chapoteo de las olas contra el casco del barco. Pero luego, allí estaba otra vez, la luz parpadeante, moviéndose suavemente en el agua como si les estuviera llamando.

“¡Allí está!” exclamó Lucas, señalando con entusiasmo.

El capitán Esteban sacó un pequeño telescopio y lo enfocó en la luz. Tras un momento de observación, bajó el telescopio y miró a los niños. “Esto es interesante,” dijo. “Parece que la luz proviene de algo metálico en el fondo del mar. Podría ser un tesoro hundido… o algo mucho más antiguo.”

“¿Podemos bajar y ver qué es?” preguntó Sofía, casi saltando de la emoción.

El capitán sonrió. “Eso sería peligroso, pero podemos usar el equipo de exploración submarina que tenemos a bordo. No necesitamos sumergirnos nosotros mismos. Vamos a usar la sonda marina.”

La sonda marina era un pequeño dispositivo que el barco llevaba para explorar las profundidades del océano sin necesidad de buzos. Tenía una cámara que transmitía imágenes en vivo a una pantalla en la cabina del capitán. Los niños miraron con asombro mientras el capitán bajaba la sonda al agua y la dirigía hacia la luz.

La pantalla mostró imágenes del fondo marino mientras la sonda descendía lentamente. Primero vieron peces nadando alrededor de formaciones rocosas, luego, algo que parecía un arrecife de coral. Y finalmente, la cámara captó algo brillante en la oscuridad. Era un objeto metálico, cubierto de algas y conchas, pero aún visible bajo la luz de la sonda.

“Parece… una campana,” dijo Emma en voz baja.

“Es más que una simple campana,” corrigió el capitán. “Es una campana de barco. Debe haber pertenecido a un navío antiguo que naufragó aquí hace mucho tiempo.”

Los niños estaban fascinados. La campana, a pesar de estar cubierta de siglos de crecimiento marino, aún brillaba bajo la luz, como si estuviera esperando ser descubierta.

“¿Qué barco sería?” preguntó Lucas, con la mirada fija en la pantalla.

El capitán suspiró. “Es difícil decirlo. Hay muchas historias sobre barcos que han desaparecido en esta zona. Algunos eran barcos mercantes, otros eran exploradores en busca de nuevas tierras. Pero sea lo que sea, hemos encontrado una pieza de historia.”

Sofía, con su insaciable curiosidad, preguntó: “¿Podríamos investigar más sobre este barco? Tal vez podríamos descubrir quiénes eran, de dónde venían, y por qué naufragaron.”

El capitán asintió con una sonrisa. “Eso, niños, es lo que hacen los verdaderos exploradores. Investigan, hacen preguntas, y buscan respuestas. Y todo comienza con la curiosidad, esa chispa que enciende la llama del conocimiento. Pero esta es solo la primera parte de nuestra aventura. Mañana, cuando regresemos al puerto, podremos investigar en los registros históricos. Quién sabe, tal vez hayan encontrado el primer paso en una gran aventura.”

Los niños, llenos de entusiasmo, no podían esperar a saber más. Pero sabían que, sin importar lo que descubrieran, ya habían aprendido una lección valiosa: la curiosidad no solo los había llevado a descubrir un tesoro olvidado, sino que también les había mostrado el verdadero poder del conocimiento.

La mañana siguiente llegó con un cielo despejado y un aire fresco que llenaba a todos de energía. Después del emocionante descubrimiento de la noche anterior, Sofía, Lucas, y Emma no podían dejar de hablar sobre la campana y lo que podría significar. Mientras el Viento del Saber regresaba al puerto, los niños ya estaban planeando su próxima investigación.

“El capitán dijo que podríamos buscar en los registros históricos,” dijo Sofía mientras desayunaban en el comedor del barco. “¿Creen que encontraremos algo?”

“Seguro que sí,” respondió Lucas con confianza. “Si la campana es de un barco antiguo, debe haber algún registro de él. Tal vez incluso encontremos más sobre dónde naufragó y por qué.”

Emma, siempre curiosa, preguntó: “¿Y si no hay información? ¿Podríamos ir a buscar más pistas al lugar donde la encontramos?”

Sofía asintió. “Esa podría ser una buena idea. Quizás haya más cosas en el fondo del mar que nos puedan contar la historia completa.”

El capitán Esteban se unió a ellos en la mesa, sonriendo al ver el entusiasmo de los niños. “Me alegra ver que están tan interesados en seguir investigando. Eso es lo que hace a un buen explorador: la determinación de seguir adelante incluso cuando no hay respuestas fáciles.”

Cuando el Viento del Saber atracó en el puerto, los niños no perdieron tiempo. Se dirigieron inmediatamente a la biblioteca del puerto, un lugar lleno de libros antiguos, mapas y documentos. La bibliotecaria, la señora Clara, una mujer mayor con lentes que siempre estaban a punto de deslizarse por su nariz, los recibió con una cálida sonrisa.

“¿En qué puedo ayudarlos hoy?” preguntó, notando la emoción en los rostros de los niños.

“Estamos buscando información sobre un barco antiguo que podría haber naufragado cerca de aquí,” explicó Sofía. “Encontramos una campana en el fondo del mar y creemos que podría pertenecer a un barco histórico.”

La señora Clara los condujo a una sala llena de estanterías repletas de libros y carpetas polvorientas. “Aquí tenemos registros de los barcos que han pasado por esta región en los últimos siglos. También hay historias sobre naufragios y barcos desaparecidos. Pueden empezar a buscar aquí.”

Los niños se dividieron el trabajo, cada uno tomando un conjunto de documentos. Pasaron horas revisando viejos libros de navegación, mapas amarillentos y registros de barcos. Lucas encontró relatos de exploradores que describían tormentas feroces en alta mar. Emma descubrió mapas antiguos que mostraban rutas comerciales que cruzaban el océano. Pero fue Sofía quien encontró la pista más interesante.

“¡Miren esto!” exclamó, llamando a los demás. “Este es un registro de un barco llamado El Brillante Estrella. Según esto, desapareció hace más de cien años mientras transportaba un cargamento de metales preciosos y artefactos antiguos. La última vez que lo vieron fue cerca de la región donde encontramos la campana.”

Los ojos de Lucas se abrieron de par en par. “¡Eso debe ser! Si llevaba metales preciosos, tendría sentido que la campana sea de bronce o algo similar.”

“Y si llevaba artefactos antiguos, tal vez haya más cosas allá abajo,” añadió Emma, con la imaginación volando. “Podría haber cofres de tesoros, o incluso más partes del barco.”

El capitán Esteban, que había estado observando a los niños con orgullo, se acercó a ellos. “Parece que han hecho un gran descubrimiento,” dijo. “Pero también hay un misterio aquí. Según este registro, El Brillante Estrella no debía estar navegando tan cerca de la costa. Algo debió haberlo desviado de su ruta.”

Los niños se miraron entre sí, sintiendo que estaban a punto de desentrañar un gran misterio.

“¿Podríamos regresar al lugar y buscar más pistas?” preguntó Sofía con determinación. “Si hay algo más en el fondo del mar, podríamos descubrir qué fue lo que causó el naufragio.”

El capitán asintió lentamente. “Podríamos hacerlo, pero tendríamos que ser muy cuidadosos. No sabemos qué podríamos encontrar allá abajo.”

Con el permiso del capitán, los niños comenzaron a prepararse para su segunda expedición. Esta vez, estaban mejor equipados. Llevaban una sonda marina más avanzada, que no solo podía tomar imágenes, sino también recolectar pequeñas muestras del fondo del mar. También llevaban linternas submarinas, para poder ver mejor en la oscuridad del océano.

Cuando regresaron al lugar donde habían visto la luz, el mar estaba en calma, pero había una tensión

en el aire, como si el océano mismo estuviera esperando para revelar sus secretos. El capitán Esteban lanzó el ancla y apagó los motores, permitiendo que el barco flotara en silencio sobre las aguas profundas.

“Este es el lugar,” dijo, ajustando su gorra y mirando a los niños con seriedad. “Recuerden, manténganse juntos y sigan mis instrucciones. No sabemos lo que podríamos encontrar.”

Sofía, Lucas, y Emma asintieron, listos para cualquier cosa. El capitán encendió la sonda marina y la bajó al agua, mientras todos observaban la pantalla con atención. Las imágenes comenzaron a aparecer, mostrando nuevamente el fondo del mar. Esta vez, las linternas submarinas iluminaban una mayor área, revelando detalles que antes habían pasado desapercibidos.

La sonda se acercó a la campana que habían visto la noche anterior, y los niños pudieron verla con mayor claridad. El objeto estaba cubierto de algas y conchas, pero el metal aún brillaba bajo las luces. Justo al lado de la campana, algo captó la atención de Sofía.

“¡Miren eso!” exclamó, señalando la pantalla. “Parece una caja… ¡o una especie de cofre!”

El capitán dirigió la sonda hacia el objeto, revelando lo que parecía ser un cofre de madera, parcialmente enterrado en la arena. Estaba deteriorado por el tiempo y la presión del agua, pero aún era reconocible como un cofre antiguo.

“Debe ser parte del cargamento de El Brillante Estrella,” dijo Lucas, emocionado. “¿Podemos traerlo a bordo?”

El capitán asintió y activó los brazos robóticos de la sonda para intentar sacar el cofre del fondo del mar. Con mucho cuidado, el capitán maniobró la sonda, y después de unos momentos de tensión, el cofre fue liberado de la arena y lentamente comenzó a subir hacia la superficie.

Los niños contuvieron la respiración mientras el cofre emergía del agua. Una vez en la cubierta, el capitán y los niños rodearon el objeto, observando su aspecto desgastado. La madera estaba hinchada por el agua, pero el cofre aún estaba cerrado.

“¿Qué creen que haya dentro?” preguntó Emma, con los ojos brillando de curiosidad.

“Solo hay una manera de saberlo,” respondió Sofía. “Abrámoslo.”

Con mucho cuidado, el capitán usó una herramienta para levantar la tapa del cofre. Un crujido resonó en el aire cuando la madera cedió, revelando el interior del cofre. Dentro, había objetos envueltos en telas que, aunque desgastadas por el tiempo, aún protegían su contenido.

Lucas tomó uno de los paquetes y lo desenrolló, revelando un objeto brillante: un antiguo astrolabio de bronce, un instrumento utilizado por los navegantes para medir la posición de las estrellas.

“¡Es un astrolabio!” exclamó el capitán Esteban. “Estos eran usados por los marineros para navegar. Este debe haber pertenecido al capitán de El Brillante Estrella.”

Los niños comenzaron a desempaquetar los otros objetos. Había mapas antiguos, algunos escritos en lenguas desconocidas, y pequeñas figuras talladas en piedra, que representaban criaturas y figuras mitológicas. También había monedas de oro y joyas, que relucían incluso después de haber estado siglos bajo el agua.

“Esto es increíble,” murmuró Sofía, admirando los artefactos. “Es como si hubiéramos encontrado un pedazo de historia.”

“Y cada uno de estos objetos cuenta una historia propia,” añadió el capitán. “Es un recordatorio de las vidas y sueños de aquellos que navegaron antes que nosotros.”

Lucas, siempre curioso, observó un mapa que parecía diferente a los demás. Estaba hecho de un material extraño, más resistente que el papel o la tela. Al abrirlo, descubrió que mostraba una ruta que no aparecía en ninguno de los otros mapas que habían encontrado.

“Capitán, mire esto,” dijo Lucas, extendiendo el mapa hacia él.

El capitán estudió el mapa con atención, su rostro mostrando sorpresa. “Este mapa… no es como los otros. Parece que muestra un lugar… que no debería existir.”

“¿Qué quiere decir con eso?” preguntó Sofía, intrigada.

“Este mapa marca una isla en medio del océano, en un lugar donde, según todos los registros, no hay tierra. Es como si estuviera señalando un lugar oculto, uno que no aparece en los mapas modernos.”

Los niños intercambiaron miradas emocionadas. Habían comenzado esta aventura siguiendo su curiosidad, y ahora habían encontrado algo que podría llevarlos a un nuevo misterio, uno que podría estar relacionado con el destino de El Brillante Estrella.

“¿Qué hacemos ahora?” preguntó Emma, su voz llena de emoción.

El capitán sonrió, sabiendo que la verdadera aventura apenas comenzaba. “Seguimos la ruta de este mapa. Si la curiosidad los ha llevado hasta aquí, es hora de que esa misma curiosidad los guíe hacia lo desconocido. Preparémonos, porque el Viento del Saber tiene un nuevo rumbo.”

Los niños, con los corazones llenos de anticipación, se prepararon para lo que estaba por venir. Sabían que estaban a punto de embarcarse en una nueva aventura, una que les enseñaría que la curiosidad, además de ser la chispa del conocimiento, también era el primer paso hacia grandes descubrimientos.

¡Me alegra que te esté gustando el cuento! Aquí tienes el desenlace:

Con el mapa en mano y la promesa de una nueva aventura, el Viento del Saber se adentró en aguas desconocidas. Mientras el barco navegaba hacia el misterioso lugar indicado en el mapa, los niños no podían contener su emoción. La curiosidad que los había llevado a descubrir el cofre ahora los impulsaba a seguir adelante, hacia lo desconocido.

Durante días, navegaron siguiendo las antiguas marcas del mapa, enfrentando mares cada vez más agitados. Pero no fue hasta el quinto día de navegación que algo realmente sorprendente ocurrió. En el horizonte, donde según todos los mapas modernos no debía haber nada, una silueta comenzó a hacerse visible: una isla emergía de las brumas del océano.

“¡Es real!” exclamó Sofía, sus ojos brillando con incredulidad. “¡La isla que aparece en el mapa es real!”

El capitán Esteban miró la isla con asombro. “Esto no tiene sentido. He navegado por estos mares durante años y nunca he visto esta isla. Es como si hubiera estado oculta… o como si hubiera aparecido de repente.”

Lucas, siempre con su mente analítica, observó la isla con atención. No era una isla común y corriente. Desde la distancia, podían ver una enorme formación rocosa en el centro de la isla, que parecía brillar bajo la luz del sol, como si estuviera hecha de un material diferente al resto de la tierra.

“Esa roca… parece metálica,” dijo Lucas. “¿Podría ser un meteorito? ¿O algo hecho por el hombre?”

El capitán asintió. “Solo hay una manera de averiguarlo. Prepárense para desembarcar.”

El Viento del Saber atracó en una pequeña bahía, y los niños, junto con el capitán, descendieron en un bote hasta la orilla. La isla era un lugar extraño y maravilloso, con vegetación densa y exótica que no habían visto en ninguna otra parte. Los árboles eran altos y delgados, con hojas de un verde intenso que casi parecían brillar. Flores de colores vibrantes adornaban el suelo, y el aire estaba lleno de los cantos de aves que parecían no temer a los intrusos.

“Esto es asombroso,” murmuró Emma, mirando a su alrededor. “Es como si esta isla fuera un mundo completamente diferente.”

Sofía, Lucas, y Emma comenzaron a explorar la isla, siguiendo un camino que parecía estar marcado por la naturaleza misma. El camino los condujo hacia la gran formación rocosa que habían visto desde el barco. A medida que se acercaban, la sensación de misterio se intensificaba.

“Esto no es una roca común,” dijo Sofía cuando llegaron a la base de la formación. “Miren, tiene inscripciones.”

Las inscripciones estaban grabadas en una superficie lisa y metálica, y aunque estaban cubiertas de musgo y lianas, aún eran visibles. Las figuras parecían contar una historia antigua, una que involucraba seres que no eran humanos. Había figuras aladas, estrellas, y lo que parecía ser un gran barco, similar al Brillante Estrella.

“Esto… esto parece estar contando la historia de un viaje,” dijo Lucas, siguiendo las inscripciones con la mirada. “Tal vez esta isla era un lugar de descanso para los antiguos navegantes.”

El capitán Esteban, que también observaba las inscripciones, frunció el ceño. “O tal vez, era un lugar de refugio. Si El Brillante Estrella encontró esta isla, podría haber intentado ocultarse aquí, tal vez para proteger su cargamento o por alguna otra razón.”

De repente, Emma notó algo más en la roca: un pequeño agujero en la base, como si fuera una cerradura. Recordó el astrolabio que habían encontrado en el cofre y lo sacó de su mochila. “¿Y si esto es la llave?”

Los niños y el capitán la miraron con expectación mientras Emma insertaba el astrolabio en la cerradura. Con un suave clic, la roca comenzó a temblar y, lentamente, se abrió, revelando una entrada oculta.

“¡Increíble!” exclamó Sofía, mientras una suave luz azul emanaba desde el interior de la roca.

Sin dudarlo, los niños y el capitán entraron en la formación. Dentro, encontraron una caverna iluminada por cristales que parecían estar incrustados en las paredes. La luz azul que emanaban daba al lugar una atmósfera mágica y tranquila. En el centro de la caverna, sobre un pedestal de piedra, había un antiguo libro encuadernado en cuero.

“Esto… esto debe ser lo que buscaba El Brillante Estrella,” dijo el capitán Esteban, acercándose al libro con reverencia. “Un conocimiento antiguo, escondido en un lugar que solo los más curiosos podrían encontrar.”

Lucas tomó el libro con cuidado y lo abrió. Aunque las páginas estaban en una lengua desconocida, los dibujos y diagramas que contenía eran claramente mapas estelares y representaciones de extrañas máquinas.

“Es un libro de conocimiento antiguo,” dijo Lucas, asombrado. “Quizás de una civilización que existió mucho

antes que la nuestra. Este lugar, esta isla, podría haber sido un refugio para los que buscaban conocimiento, un santuario para los exploradores y estudiosos de tiempos pasados.”

Mientras Lucas examinaba el libro, los otros exploraban la caverna. Sofía descubrió una serie de estatuas pequeñas, cada una representando a un ser diferente: algunos humanos, otros que parecían criaturas mitológicas, y algunos que no se parecían a nada que hubieran visto antes. Emma, por su parte, encontró un mosaico en el suelo que parecía mostrar un mapa del cielo, con constelaciones que no estaban en ninguna carta estelar moderna.

“Esta isla es un enigma,” dijo Emma, observando el mosaico. “Es como si estuviera fuera del tiempo, como si perteneciera a un mundo diferente.”

El capitán Esteban, que había estado en silencio durante un rato, finalmente habló. “Creo que hemos encontrado algo que no solo cambiará nuestras vidas, sino que también podría cambiar la forma en que entendemos el mundo. Este libro, esta isla… son pruebas de que hay mucho más en el mundo de lo que conocemos.”

Lucas cerró el libro con cuidado y lo guardó en su mochila. “Debemos llevar esto de regreso. La curiosidad nos trajo aquí, y ahora tenemos la responsabilidad de compartir lo que hemos encontrado.”

Los niños y el capitán salieron de la caverna, sabiendo que habían descubierto algo extraordinario. La isla, con su misteriosa formación rocosa y sus secretos ocultos, había revelado solo una pequeña parte de su historia, pero lo suficiente para encender una chispa de conocimiento en sus corazones.

De regreso en el Viento del Saber, los niños miraron hacia la isla mientras se alejaban, sintiendo que habían sido parte de algo mucho más grande que ellos. Aunque aún había muchas preguntas sin respuesta, sabían que su aventura no terminaba aquí. La curiosidad que los había llevado hasta esa isla continuaría guiándolos en nuevas exploraciones y descubrimientos.

“Esto es solo el comienzo,” dijo Lucas mientras la isla se desvanecía en el horizonte. “El conocimiento es un viaje interminable, y estoy listo para seguir explorando.”

Sofía y Emma asintieron, compartiendo la misma emoción. El capitán Esteban, con una sonrisa en el rostro, dirigió el barco de regreso a casa, sabiendo que había sido testigo de algo verdaderamente especial.

Y así, con la chispa de la curiosidad encendida en sus corazones, los niños regresaron a su hogar, listos para compartir sus descubrimientos y continuar su búsqueda del conocimiento. Porque, al final, entendieron que la curiosidad no solo es el comienzo de la sabiduría, sino también la chispa que enciende la llama del conocimiento y que ilumina el camino hacia grandes aventuras.

La moraleja de esta historia es que la curiosidad es la chispa que enciende la llama del conocimiento.

Y colorín colorín, este cuento llegó a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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