Había una vez una niña llamada Marisol que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos. Marisol era una niña curiosa y soñadora, siempre explorando el mundo que la rodeaba con una sonrisa en el rostro. Le encantaba pasar tiempo en la naturaleza, recogiendo flores, jugando con su perro Max, y hablando con sus amigos en el parque. Pero, como todos los niños de su edad, Marisol también tenía una pasión por el mundo digital.
Un día, su abuelo le regaló una tablet para su cumpleaños. Marisol estaba emocionada; había escuchado a sus amigos hablar sobre las maravillas de internet, de los juegos, los videos y, por supuesto, las redes sociales. Aunque su abuelo le advirtió que debía usarla con cuidado, Marisol no podía esperar para explorar todo lo que la tablet le ofrecía.
En la escuela, sus amigos no hablaban de otra cosa que de las redes sociales. Hablaban de cómo podían compartir fotos, videos, y enviar mensajes instantáneos a cualquier parte del mundo. Marisol escuchaba atentamente, maravillada por las historias que sus compañeros contaban sobre cómo habían hecho nuevos amigos en lugares lejanos y recibido “me gusta” en sus publicaciones.
Esa misma tarde, después de hacer sus tareas y ayudar a su mamá en la cocina, Marisol se sentó en su cama con la tablet en las manos. Con un poco de nerviosismo, decidió crear su primer perfil en una de las redes sociales que más mencionaban en la escuela, una llamada “Amiguitos Conectados”.
Al principio, todo parecía increíble. Marisol subió una foto de ella jugando con Max y rápidamente comenzó a recibir “me gusta” y comentarios de sus compañeros. “¡Qué foto tan linda!”, escribió Sara, su mejor amiga. “Max es adorable”, comentó Pedro, otro de sus amigos de la escuela. Marisol se sintió feliz y emocionada, como si hubiera descubierto un nuevo mundo lleno de posibilidades.
Pero con el tiempo, Marisol empezó a notar algo extraño. A veces, cuando subía una foto, no recibía tantos “me gusta” como esperaba. Otros niños en la escuela parecían estar obsesionados con conseguir la mayor cantidad de “me gusta” y seguidores posibles. Había competiciones sobre quién tenía más amigos en la red, y algunos empezaban a hacer comentarios menos amables si una foto no les parecía lo suficientemente interesante.
Una tarde, Marisol decidió hacer algo diferente. Subió una foto de un dibujo que había hecho del parque donde solía jugar con Max. Pero en lugar de recibir elogios, algunos de los comentarios fueron hirientes. “Eso es aburrido”, escribió un niño. “No dibujas muy bien”, comentó otro. Marisol se sintió triste y confundida. ¿Por qué alguien querría decir cosas tan desagradables?
Esa noche, mientras cenaba con su familia, Marisol no pudo evitar mostrar su tristeza. Su madre notó que algo no estaba bien y le preguntó qué había pasado. Marisol le contó todo, desde la emoción inicial de recibir “me gusta” hasta los comentarios que la habían hecho sentir mal.
“Las redes sociales pueden ser un lugar maravilloso para compartir nuestras vidas y conectarnos con otros”, le dijo su madre con una sonrisa comprensiva. “Pero también pueden ser un lugar donde las personas se olvidan de ser amables y respetuosas. Es importante recordar que, detrás de cada perfil, hay una persona con sentimientos.”
Marisol asintió, pero todavía no entendía por qué alguien querría hacer comentarios hirientes. Su abuelo, que había estado escuchando la conversación, intervino. “Las palabras tienen mucho poder, Marisol. Pueden hacer que alguien se sienta muy feliz o muy triste. Es por eso que debemos usarlas con cuidado, especialmente en las redes sociales, donde es fácil olvidar que estamos hablando con personas reales.”
Esa noche, Marisol se acostó pensando en lo que su madre y su abuelo le habían dicho. Decidió que, aunque le gustaba compartir su vida en las redes sociales, no dejaría que los comentarios negativos la afectaran. Y, más importante aún, decidió que siempre sería amable y respetuosa cuando hablara con otros en el mundo digital.
Los días pasaron, y aunque Marisol se había prometido no dejarse afectar por los comentarios negativos en las redes sociales, no podía evitar sentirse un poco insegura cada vez que subía una nueva publicación. A veces, se sorprendía a sí misma mirando la cantidad de “me gusta” y comentarios que recibía, como si eso definiera su valor. Aunque intentaba no darle demasiada importancia, algo dentro de ella había cambiado.
Un día, en la escuela, su amiga Sara le contó sobre un nuevo desafío que se había vuelto popular en “Amiguitos Conectados”. El desafío consistía en hacer un video corto mostrando un día en la vida de uno mismo, pero de la manera más espectacular posible. Los niños subían videos donde mostraban solo las partes más emocionantes de su día, como si sus vidas fueran siempre perfectas y llenas de aventuras.
“¡Vamos a hacerlo, Marisol!” exclamó Sara, entusiasmada. “Podemos grabar en el parque después de clases, y luego editarlo para que se vea increíble. ¡Será tan divertido!”
Marisol sonrió, contagiada por el entusiasmo de su amiga. Sin embargo, en el fondo, sentía una pequeña preocupación. ¿Y si su vida no era lo suficientemente interesante para el desafío? Pero no quería decepcionar a Sara, así que aceptó.
Después de clases, Marisol y Sara se encontraron en el parque con sus tablets y teléfonos. Pasaron la tarde grabando clips de ellas jugando con Max, balanceándose en los columpios y corriendo por el césped. Sara insistió en que debían hacer algunas tomas especiales, como saltar al mismo tiempo o hacer piruetas en el aire, para que el video se viera más emocionante.
Cuando terminaron de grabar, se sentaron en un banco para editar el video juntas. Sara, que era muy buena con la tecnología, añadió música alegre, efectos especiales y transiciones rápidas. Cuando el video estuvo listo, lo subieron a “Amiguitos Conectados” con el título “Un Día Espectacular con Marisol y Sara”.
Marisol sintió una mezcla de emoción y nerviosismo mientras esperaba los comentarios y “me gusta”. Al principio, todo parecía ir bien. Muchos de sus compañeros dejaron comentarios positivos, diciendo lo divertido que parecía su día. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a aparecer algunos comentarios menos amables.
“Eso parece tan falso”, escribió uno de los niños. “Nadie tiene un día así de perfecto”, comentó otro. Marisol sintió un nudo en el estómago. Aunque sabía que el video era solo una versión editada de su día, le dolía que alguien lo criticara de esa manera.
Esa noche, mientras intentaba dormir, Marisol no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. Sentía que, a pesar de sus esfuerzos por hacer un video espectacular, algunas personas siempre encontrarían algo negativo que decir. Se preguntaba si las redes sociales realmente eran un lugar donde podía ser ella misma, o si solo se trataba de mostrar una versión idealizada de su vida.
Al día siguiente, en la escuela, Marisol notó que algunos de sus compañeros parecían distantes. Cuando intentó hablar con Pedro, uno de sus amigos, él simplemente la ignoró. Confundida y preocupada, Marisol le preguntó a Sara si sabía qué estaba pasando.
“Creo que están molestos porque piensan que solo queremos presumir nuestras vidas”, le dijo Sara con un tono de tristeza. “No fue nuestra intención, pero algunos creen que estamos tratando de ser mejores que ellos.”
Marisol se quedó en silencio, sintiéndose cada vez más confundida. ¿Cómo podía algo que había hecho por diversión causar tanto malentendido y malestar entre sus amigos?
Esa tarde, Marisol decidió hablar con su abuelo. Siempre había encontrado consuelo en sus palabras, y esperaba que él pudiera ayudarla a entender lo que estaba sintiendo. Le contó todo lo que había pasado, desde el desafío del video hasta las reacciones de sus compañeros.
El abuelo de Marisol la escuchó atentamente, y cuando terminó de hablar, le dijo: “Marisol, el mundo digital es un lugar maravilloso, pero también puede ser complicado. A veces, las personas olvidan que lo que ven en las redes sociales no siempre es la realidad. Es fácil caer en la trampa de pensar que todos tienen vidas perfectas y emocionantes, pero la verdad es que todos tenemos días buenos y malos.”
“Pero, abuelo,” dijo Marisol, “¿cómo puedo hacer para que mis amigos no piensen mal de mí? Yo solo quería divertirme.”
“Es importante ser auténtico y recordar que no necesitamos impresionar a los demás para ser valorados,” respondió su abuelo con una sonrisa. “Cuando compartes algo en las redes sociales, hazlo porque realmente te gusta, no porque esperas que los demás lo aprueben. Y si alguien no entiende tu intención, es una oportunidad para tener una conversación honesta y aclarar las cosas.”
Marisol asintió, comprendiendo poco a poco lo que su abuelo le decía. Decidió que al día siguiente hablaría con sus compañeros, especialmente con Pedro, para explicarles que el video solo era una forma de divertirse y que no pretendía presumir de nada.
Al día siguiente, en el recreo, Marisol se acercó a Pedro y le pidió que hablaran. Con nerviosismo, pero con determinación, le explicó que nunca quiso hacerle sentir mal a nadie con el video, y que simplemente estaba experimentando con la tablet y divirtiéndose con Sara.
Pedro la miró durante un momento, y luego sonrió. “Lo siento, Marisol,” dijo, “supongo que todos nos dejamos llevar un poco por las apariencias en las redes sociales. A veces, olvidamos que todos somos amigos y que no tenemos que competir entre nosotros.”
Marisol se sintió aliviada al escuchar esto. Se dio cuenta de que, aunque las redes sociales podían ser complicadas, también ofrecían la oportunidad de aprender y crecer, siempre que se usaran con responsabilidad y respeto.
Los días siguientes al encuentro con Pedro, Marisol se sintió más tranquila. Habló con varios de sus compañeros, aclarando cualquier malentendido que pudiera haber surgido a raíz del video. Muchos de ellos, al igual que Pedro, reconocieron que habían interpretado mal la situación y se disculparon por haber sido tan críticos.
Con el tiempo, Marisol comenzó a reflexionar más profundamente sobre su experiencia con las redes sociales. Se dio cuenta de que, aunque era divertido compartir momentos de su vida, también era fácil perderse en la búsqueda de la aprobación de los demás. Además, comprendió que detrás de cada pantalla había personas con sus propias inseguridades y sentimientos, y que era importante ser considerado y respetuoso al interactuar en línea.
Una tarde, mientras caminaba con Max por el parque, Marisol tuvo una idea. Decidió que quería usar su tiempo en las redes sociales de una manera diferente, algo que realmente hiciera una diferencia positiva en la vida de los demás. Ya no se trataría solo de compartir fotos o videos para recibir “me gusta”, sino de crear un espacio donde sus amigos y compañeros de escuela pudieran sentirse apoyados y valorados.
Al día siguiente, durante el recreo, Marisol reunió a sus amigos más cercanos, incluyendo a Sara y Pedro. Les contó sobre su idea de crear un grupo en “Amiguitos Conectados” donde todos pudieran compartir cosas que les hicieran sentir bien, pero también donde pudieran hablar sobre sus preocupaciones, inseguridades o cualquier cosa que les estuviera molestando.
“Podríamos llamarlo ‘El Rincón de la Amistad’,” sugirió Marisol con entusiasmo. “Un lugar donde todos podamos ser nosotros mismos, sin tener que preocuparnos por lo que piensan los demás. Podríamos compartir mensajes positivos, historias inspiradoras, o simplemente escuchar a quien necesite hablar.”
Sus amigos estuvieron de acuerdo, emocionados por la idea de tener un espacio donde pudieran ser auténticos y apoyarse mutuamente. Ese mismo día, crearon el grupo y comenzaron a invitar a más compañeros a unirse.
Al principio, Marisol no estaba segura de cómo reaccionarían los demás, pero para su sorpresa, el grupo comenzó a crecer rápidamente. Muchos niños de la escuela se unieron y comenzaron a compartir sus historias, sus miedos y sus sueños. Algunos hablaban de cómo se sentían presionados por las expectativas en las redes sociales, mientras que otros simplemente agradecían tener un lugar donde pudieran ser escuchados sin ser juzgados.
Marisol notó que algo maravilloso estaba ocurriendo. Las conversaciones en “El Rincón de la Amistad” eran honestas y sinceras, y los niños comenzaban a ser más amables entre ellos, tanto en línea como en persona. Incluso aquellos que antes habían sido más críticos y competitivos comenzaron a participar de manera positiva, alentando a sus compañeros y ofreciendo palabras de apoyo.
Un día, Marisol decidió compartir en el grupo algo muy personal. Subió una foto de un dibujo que había hecho cuando se sintió triste por los comentarios negativos sobre el video. Junto a la imagen, escribió un mensaje sobre cómo se había sentido en ese momento y cómo había aprendido a valorar más su autenticidad que la cantidad de “me gusta” que recibía.
Para su sorpresa, el post recibió una avalancha de respuestas positivas. Sus amigos la felicitaron por ser valiente y compartir sus sentimientos. Muchos otros niños comenzaron a hacer lo mismo, hablando sobre momentos en los que se habían sentido inseguros o tristes por la presión de las redes sociales, y cómo estaban aprendiendo a manejarlo.
El grupo se convirtió en un refugio donde todos podían ser vulnerables, y donde las palabras de aliento y comprensión reemplazaron a las críticas y la competencia. Marisol sintió que finalmente había encontrado una forma de usar las redes sociales que realmente hacía una diferencia en su vida y en la de sus amigos.
Unos meses después, la maestra de Marisol, la señora López, notó el cambio en la dinámica de la clase. Los estudiantes parecían más unidos, más comprensivos entre ellos. Curiosa, les preguntó qué había cambiado, y Marisol, con un poco de timidez, le contó sobre “El Rincón de la Amistad”.
La señora López se mostró impresionada y muy orgullosa de Marisol y sus compañeros. Decidió invitar a la clase a una charla sobre el uso responsable y respetuoso de las redes sociales. Durante la charla, Marisol compartió su experiencia con todos, y habló sobre cómo había aprendido a usar las redes sociales de manera positiva.
“Las redes sociales son una herramienta poderosa,” dijo Marisol con confianza, “pero con gran poder viene gran responsabilidad. Podemos usarlas para difundir alegría, comprensión y apoyo, o podemos usarlas para hacer que otros se sientan mal. La elección es nuestra, y yo creo que es más importante ser amable y auténtico.”
La charla fue un éxito, y la señora López decidió llevar la iniciativa de Marisol al resto de la escuela. Pronto, otros estudiantes comenzaron a crear sus propios “Rincones de la Amistad” en diferentes plataformas, cada uno con el objetivo de crear espacios seguros y positivos donde los niños pudieran apoyarse mutuamente.
Marisol se sintió orgullosa de lo que había logrado. No solo había aprendido una valiosa lección sobre la responsabilidad en el uso de las redes sociales, sino que también había ayudado a sus amigos y compañeros a hacer lo mismo. Había transformado una experiencia negativa en algo hermoso y positivo.
Finalmente, un día mientras paseaba por el parque con Max, Marisol se detuvo un momento para disfrutar del sol que se filtraba a través de los árboles. Pensó en todo lo que había aprendido y en cómo había cambiado su perspectiva. Sabía que las redes sociales seguirían siendo una parte de su vida, pero ahora tenía claro que siempre las usaría con respeto y consideración hacia los demás.
“Gracias, Max,” dijo mientras acariciaba a su fiel compañero, “por estar siempre a mi lado. Y gracias, abuelo, por tus sabias palabras. Ahora sé que la verdadera felicidad no se mide en ‘me gusta’, sino en las conexiones reales que hacemos con los demás.”
Con una sonrisa en el rostro, Marisol continuó su camino, sabiendo que, a partir de ese momento, cada vez que se conectara al mundo digital, lo haría con la intención de difundir amabilidad y respeto, recordando siempre que detrás de cada pantalla había una persona que merecía ser tratada con cuidado.
concluye la historia de Marisol, mostrando su crecimiento personal y el impacto positivo que logra tener en su comunidad al usar las redes sociales de manera responsable y respetuosa.
La moraleja de esta historia es que las redes sociales deben usarse con responsabilidad y respeto.
Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.
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