El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 88.
Hambre de Poder.
El tercer pilar había sido activado, y el haz de luz dorada que ascendía desde Machu Picchu seguía brillando en el cielo, señalando el camino hacia Paititi. Sin embargo, el equipo de Purga no tuvo tiempo para descansar o para asimilar completamente lo que habían logrado. La batalla había sido feroz, y el precio pagado era evidente en las caras agotadas de los agentes de Oricalco y Purga.
Vambertoken, siempre imponente, se tambaleaba levemente mientras salía del túnel con el resto de su equipo. Había utilizado una cantidad considerable de su poder en la explosión que eliminó a los últimos agentes de la Muerte Plata, y aunque intentaba ocultarlo, todos podían ver que estaba afectado. Su semblante estaba más pálido de lo habitual, y sus movimientos, aunque aún controlados, eran más lentos. Aun así, el vampiro mantenía su aire de autoridad y su mirada calculadora.
Cuando llegaron a la superficie, la situación que los esperaba era caótica. Algunos de los agentes de Oricalco que habían quedado en el exterior de las ruinas habían logrado capturar a varios humanos que formaban parte de la Muerte Plata. Eran simples peones en el juego de poder de la organización, y ahora estaban aterrorizados, rodeados por los soldados de Oricalco.
—¡Los tenemos, señor! —informó uno de los agentes mientras arrastraba a un prisionero frente a Vambertoken.
El vampiro, aún tambaleándose ligeramente, miró a los prisioneros con una sonrisa siniestra. Sus ojos brillaban con una intensidad que nadie en el equipo había visto antes. Era evidente que, después de usar tanto de su poder, el hambre comenzaba a tomar el control.
Vambertoken, sin decir una palabra, se acercó lentamente a uno de los prisioneros. El hombre, temblando de miedo, apenas podía pronunciar una palabra antes de que el vampiro se abalanzara sobre su cuello con una velocidad que dejó atónitos a todos los presentes. Los colmillos de Vambertoken perforaron la carne, y en cuestión de segundos, la vida del prisionero se desvaneció mientras su sangre era drenada por el vampiro.
El Festín del Vampiro.
La escena era perturbadora. Vambertoken, siempre calculador y metódico, parecía haber perdido cualquier rastro de compostura. Se alimentaba del prisionero con una voracidad que ninguno de los presentes había visto antes. La sangre corría por su boca y manchaba su piel pálida, mientras sus ojos, normalmente llenos de astucia, se llenaban de una oscura satisfacción.
Cuando terminó con el primer prisionero, dejó caer el cuerpo inerte al suelo como si fuera un desecho, y se volvió hacia Drex. Su sonrisa era macabra, y su rostro, cubierto de sangre, reflejaba una especie de satisfacción sádica.
—¿Quieres un poco, Drex? —preguntó Vambertoken con una voz suave, casi seductora, mientras ofrecía el segundo prisionero a su licántropo favorito.
Drex, que había visto muchas cosas durante los tres años que conocía al vampiro, sintió una extraña incomodidad al verlo alimentarse de esa manera. Era la primera vez que Vambertoken se alimentaba frente a otros, y la forma en que lo había hecho era… distinta. Más salvaje. Más primitiva.
—No, gracias —respondió Drex, su tono neutral, pero sus ojos reflejaban la repulsión que sentía ante la escena.
Vambertoken lo miró fijamente por un momento, como si estuviera evaluando su decisión. Luego, con una sonrisa fría y sin decir una palabra más, se giró hacia el segundo prisionero. Sin dudarlo, se abalanzó sobre él, repitiendo el proceso con la misma brutalidad. La sangre del hombre salpicaba la tierra mientras el vampiro se deleitaba en su festín.
Cuando terminó, Vambertoken se levantó, su ropa y piel manchadas de sangre. No hizo ningún intento por limpiarse; en su lugar, simplemente se giró hacia los agentes de Oricalco y comenzó a dar órdenes como si nada hubiera pasado.
—No quiero prisioneros —dijo con una calma inquietante—. No tenemos tiempo para interrogatorios ni para misericordia. Desháganse de los cuerpos y prepárense para partir. El próximo pilar no esperará.
El equipo, aunque sorprendido por la actitud del vampiro, obedeció sin cuestionar. Sabían que Vambertoken no toleraba la insubordinación, y aunque su comportamiento era inusual, nadie se atrevía a desafiar su autoridad.
El Regreso a los Helicópteros.
Con las órdenes dadas, todo el equipo de Purga y los escuadrones de Oricalco comenzaron a reagruparse y a prepararse para partir. Los helicópteros, que aún zumbaban sobre las ruinas, descendieron lentamente para recoger a los agentes. No habría tregua; no habría descanso. Vambertoken había dejado claro que el tiempo era crucial, y que no podían permitirse el lujo de detenerse.
Drex, aún perturbado por lo que había visto, caminaba en silencio hacia uno de los helicópteros junto a Tatiana. Ambos sabían que el viaje hacia el siguiente pilar sería aún más peligroso, pero ninguno de los dos mencionó lo que acababa de ocurrir. Sabían que Vambertoken los estaba observando, incluso cuando parecía distraído.
Oscar, que había liderado a su escuadrón con valentía durante la batalla, subió a uno de los helicópteros sin decir una palabra. Había visto lo que Vambertoken había hecho, pero, al igual que los demás, eligió no comentarlo. Sabía que el vampiro estaba en una posición delicada, y no era momento para cuestionar sus métodos.
Rumbo a Tiahuanaco.
Los helicópteros se elevaron en el aire, dejando atrás las ruinas de Machu Picchu y el tercer pilar activado. El próximo destino era Tiahuanaco, un sitio aún más antiguo y lleno de misterios. Las tablillas de Pizarro habían revelado que el cuarto pilar se encontraba allí, y Vambertoken estaba decidido a activarlo cuanto antes.
Mientras volaban hacia su nuevo destino, Drex no podía dejar de pensar en lo que había presenciado. Conocía a Vambertoken desde hacía tres años, y aunque siempre había sabido que el vampiro era poderoso y manipulador, nunca lo había visto perder el control de esa manera. La forma en que se había alimentado, la voracidad con la que había drenado a los prisioneros, no era propia del Vambertoken que conocía.
Tatiana, sentada a su lado, parecía estar perdida en sus propios pensamientos. Aunque no lo había dicho en voz alta, Drex sabía que también había notado el cambio en el comportamiento del vampiro. Sin embargo, ambos sabían que no era momento para dudar. El equipo necesitaba mantenerse enfocado en su misión, y cualquier distracción podría costarles caro.
Tatiana y los Nuevos Integrantes de Oricalco.
Mientras el equipo volaba hacia Tiahuanaco, Tatiana decidió que era momento de reconocer a los nuevos integrantes de Oricalco que habían destacado durante la misión en Machu Picchu. Sabía que, aunque el equipo había sufrido pérdidas, también habían demostrado su valía.
Se acercó a Lía, la vampira que había luchado con una destreza impecable durante el combate. Su habilidad con las espadas había sido crucial para eliminar a varios agentes de la Muerte Plata, y su liderazgo había inspirado a los demás.
—Hiciste un excelente trabajo, Lía —dijo Tatiana con una sonrisa—. Tu habilidad en el combate fue impresionante. Estoy segura de que Vambertoken lo notó.
Lía asintió, agradecida por el reconocimiento, pero mantuvo su expresión fría y profesional. Sabía que aún quedaba mucho por hacer.
Tatiana también se dirigió a Anael, la druida cuyas habilidades para manipular los elementos habían sido vitales para contener a los enemigos. Las raíces y enredaderas que había invocado no solo habían atrapado a varios de los agentes de la Muerte Plata, sino que también habían protegido al equipo de algunos de los ataques más peligrosos.
—Anael, tus habilidades fueron esenciales para nuestra victoria —le dijo Tatiana—. Oricalco necesita más agentes como tú.
Anael, con su usual modestia, simplemente asintió.
Por último, Tatiana se acercó a Raúl, el skinwalker que había demostrado una ferocidad impresionante en el combate. Su capacidad para transformarse en una criatura bestial había sido una ventaja decisiva durante la batalla, y su valentía no había pasado desapercibida.
—Raúl, tu fuerza y habilidad son un gran activo para Oricalco —dijo Tatiana—. Estoy segura de que seguirás destacando en las próximas misiones.
Raúl, con una sonrisa tranquila, agradeció el reconocimiento. Sabía que ser un skinwalker lo hacía diferente, pero también lo hacía más peligroso. Y en ese mundo, ser peligroso era una ventaja.
l equipo de Purga permaneció en silencio mientras el haz dorado del tercer pilar seguía iluminando el cielo sobre las antiguas ruinas de Machu Picchu. La activación del pilar marcaba un importante avance en su misión, pero no había lugar para la celebración. Sabían que con cada paso más cerca de Paititi, los enemigos también se volverían más peligrosos y desesperados.
Vambertoken, con la ropa aún manchada de sangre y su rostro mostrando el rastro de agotamiento por haber utilizado tanto de su poder, caminó hacia los helicópteros. El vampiro no había dicho una palabra desde su festín macabro, pero la sombra de lo que había hecho pesaba sobre los demás miembros del equipo. Sin embargo, nadie se atrevía a mencionar nada; sabían que Vambertoken era impredecible, y en su estado actual, nadie deseaba provocarlo.
Drex y Tatiana intercambiaron una mirada mientras subían al helicóptero. Ambos estaban inquietos por la actitud de Vambertoken, pero sabían que el tiempo corría en su contra. No podían permitirse ninguna distracción ahora que Tiahuanaco, el sitio del próximo pilar, los esperaba. Las ruinas bolivianas albergaban uno de los secretos mejor guardados de los antiguos, y ese sería el cuarto pilar que los acercaría más a las puertas de Paititi.
El Vuelo hacia Tiahuanaco.
El zumbido de los motores del helicóptero era el único sonido en la noche mientras el equipo de Purga y los escuadrones de Oricalco volaban hacia el siguiente destino. Nadie hablaba; todos estaban sumidos en sus pensamientos, preparándose mentalmente para lo que vendría. Después de lo que habían enfrentado en Machu Picchu, sabían que no habría tregua. Los agentes de la Muerte Plata eran persistentes, y probablemente ya estarían movilizándose hacia Tiahuanaco para interceptarlos.
Drex observaba el paisaje nocturno mientras sus pensamientos volvían una y otra vez a lo que había presenciado con Vambertoken. Conocía al vampiro desde hacía años, pero esa era la primera vez que lo veía perder el control de esa manera, alimentándose frente a su equipo como si estuviera mostrando algo más que simple hambre. Era una advertencia de su poder, una declaración de superioridad frente a todos. Pero Drex, aunque impresionado por el poder del vampiro, no podía evitar sentir que esa demostración era una señal de debilidad más que de fortaleza.
—¿Estás bien? —la voz de Tatiana interrumpió sus pensamientos.
Drex asintió ligeramente, aunque su mente seguía revuelta. Tatiana, como siempre, podía leerlo mejor que nadie, pero ambos sabían que no era el momento para discutir sus preocupaciones. El viaje hacia Tiahuanaco sería corto, y una vez llegaran, tendrían que estar listos para cualquier cosa.
—Es Vambertoken —dijo finalmente Drex, bajando la voz para que solo Tatiana lo escuchara—. Algo no está bien con él. Nunca lo había visto así.
Tatiana asintió, compartiendo su inquietud. Había sentido lo mismo desde que el vampiro había drenado a los prisioneros en Machu Picchu. Vambertoken había cambiado, y aunque seguía siendo su líder, había una oscuridad que crecía en su interior.
—Lo sé —respondió Tatiana en voz baja—. Pero no podemos distraernos. Tenemos que mantenernos enfocados.
Drex asintió, sabiendo que tenía razón. Aunque el comportamiento de Vambertoken era perturbador, su misión tenía que ser la prioridad. Paititi estaba más cerca que nunca, y los secretos que guardaba eran demasiado valiosos como para perderse en dudas y temores.
La Llegada a Tiahuanaco.
Cuando los helicópteros finalmente descendieron sobre el altiplano boliviano, el equipo de Purga fue recibido por un paisaje desolado pero majestuoso. Las ruinas de Tiahuanaco, un sitio sagrado que alguna vez había sido el hogar de una civilización poderosa, se alzaban en la distancia como testigos silenciosos de un tiempo pasado. Las piedras enormes y perfectamente talladas del lugar irradiaban una energía antigua que Drex podía sentir incluso antes de tocar el suelo.
Vambertoken fue el primero en descender del helicóptero. A pesar de su fatiga, su figura imponente seguía proyectando una autoridad inquebrantable. Observó las ruinas con una mirada fría y calculadora antes de dar órdenes a los escuadrones de Oricalco para que se desplegaran y aseguraran el área.
—No tenemos tiempo que perder —dijo el vampiro en su tono usual de comando—. Necesitamos activar el cuarto pilar antes de que la Muerte Plata llegue.
Los escuadrones de Oricalco, liderados por Lía, Anael y Raúl, se movieron rápidamente para tomar posiciones estratégicas alrededor del sitio. Sabían que la Muerte Plata no se detendría hasta que el equipo de Purga fuera eliminado, y aunque habían sobrevivido a la emboscada en Machu Picchu, no podían bajar la guardia.
Pizarro, con las tablillas en mano, se dirigió al centro de las ruinas donde el cuarto pilar se encontraba escondido. Sabía que este sería un ritual aún más complicado que el anterior, y las energías oscuras que sentía alrededor de Tiahuanaco lo hacían dudar de lo que podría despertar con la activación del pilar.
La Activación del Cuarto Pilar.
Mientras Pizarro comenzaba a recitar las palabras antiguas necesarias para activar el pilar, una sensación de inquietud llenó el aire. Las piedras de Tiahuanaco comenzaron a vibrar levemente, y el suelo bajo sus pies pareció cobrar vida. Las energías que se movían bajo las ruinas eran más fuertes aquí que en Machu Picchu, y todos los presentes podían sentir que algo se estaba despertando.
Tatiana utilizó sus poderes de clarividencia para vigilar cualquier amenaza que pudiera acercarse. Las visiones que recibía eran confusas, fragmentadas, como si algo intentara bloquear su percepción. Sabía que la Muerte Plata estaba cerca, pero no podía precisar su ubicación exacta. Era como si las energías del lugar estuvieran interfiriendo con sus poderes.
Drex, mientras tanto, permanecía alerta, su mano descansando sobre el mango de su chokuto. Sabía que el combate podía estallar en cualquier momento, y no podía permitirse el lujo de distraerse con los pensamientos sobre Vambertoken o la oscuridad que lo rodeaba. Su única prioridad era proteger a Tatiana y asegurarse de que el pilar fuera activado.
Mientras las palabras de Pizarro resonaban en el aire, los símbolos en las piedras comenzaron a brillar con una luz dorada, similar a lo que habían visto en Machu Picchu. El ritual estaba funcionando, pero algo en el aire era diferente. La energía que emanaba del pilar era más densa, más pesada, como si estuviera conectada a algo mucho más profundo y peligroso.
El Enemigo Acecha.
Antes de que Pizarro pudiera terminar el ritual, una ráfaga de viento frío recorrió el sitio. Tatiana sintió un escalofrío recorriendo su columna mientras sus visiones se volvían más claras. La Muerte Plata había llegado.
—¡Están aquí! —gritó Tatiana, advirtiendo al equipo justo a tiempo.
Desde las sombras de las ruinas, los agentes de la Muerte Plata emergieron, armados y listos para atacar. El combate se desató rápidamente, con los escuadrones de Oricalco enfrentándose a los enemigos mientras intentaban proteger a Pizarro para que pudiera completar el ritual.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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