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‘El cazador de almas perdidas’. Creepy pasta 42.

La Persecución en Villavicencio – Parte 2: La Trampa de Vambertoken.

La noche en Villavicencio seguía envolviendo la ciudad en su manto oscuro mientras Drex, acompañado por la sacerdotisa, trataba de procesar los últimos acontecimientos. Habían logrado derrotar a los agentes de Ragnarok que intentaron silenciarla, pero Drex sabía que esto no era el final. Las preguntas que tenía solo parecían multiplicarse, y la única persona que podía darle algunas respuestas estaba a un mensaje de distancia.

El Contacto con Vambertoken.

Drex sacó su teléfono y envió un mensaje encriptado a Vambertoken, informándole brevemente de la situación. Apenas unos minutos después, recibió una respuesta, como si Vambertoken hubiera estado esperando precisamente ese contacto.

“Dirígete a un punto de extracción en el Barrio Villa Claudia. Un equipo de Oricalco los recogerá y los llevará a una instalación segura. Allí te estaré esperando junto con Tatiana y María. Ten cuidado en el camino.”

Drex guardó el teléfono y miró a la sacerdotisa, que lo observaba con una mezcla de desconfianza y resignación.

—Tenemos que movernos—, dijo Drex—. Oricalco nos espera en Villa Claudia. Allí obtendrás protección y, espero, algunas respuestas.

La sacerdotisa asintió, agotada por los eventos recientes, pero aún con la determinación de sobrevivir.

—No me queda otra opción—, respondió, su voz tensa—. Solo espero que esto no sea otra trampa.

Drex no respondió de inmediato. Sabía que con Vambertoken, siempre había más de lo que se veía a simple vista, pero no tenía otra opción que seguir adelante. Con un gesto, indicó a la sacerdotisa que lo siguiera, y ambos se adentraron en las calles desiertas de Villavicencio, rumbo a su punto de extracción.

El Ataque en el Camino.

El camino hacia Villa Claudia fue tenso y silencioso. Drex mantenía los sentidos alerta, sabiendo que un ataque podía ocurrir en cualquier momento. Los callejones oscuros y las calles vacías creaban una atmósfera inquietante, y aunque no había señales evidentes de peligro, la tensión en el aire era palpable.

Casi a mitad de camino, mientras atravesaban un parque mal iluminado, Drex percibió un olor familiar: la mezcla acre de sudor y sangre que indicaba la presencia de vampiros. Se detuvo en seco, levantando una mano para indicar a la sacerdotisa que se detuviera también.

—Estamos siendo seguidos—, susurró Drex, sus ojos recorriendo la penumbra—. Vampiros sanguijuela.

La sacerdotisa se tensó, su mirada recorriendo la oscuridad.

—¿De nuevo Ragnarok?—, preguntó, aunque su tono indicaba que no esperaba realmente una respuesta afirmativa.

—No lo creo—, dijo Drex, sacando sus armas—. Estos no están aquí por ti, al menos no directamente. Pero están aquí, y tenemos que enfrentarlos.

Antes de que pudieran prepararse adecuadamente, dos figuras salieron de las sombras, moviéndose con una velocidad antinatural. Eran vampiros sanguijuela, criaturas rápidas y brutales que vivían para alimentarse de la sangre de sus víctimas.

Drex reaccionó instintivamente, descargando una bala de plata en el pecho del primer vampiro, derribándolo de inmediato. El segundo vampiro lanzó un rugido de furia y se abalanzó sobre la sacerdotisa, quien apenas pudo conjurar un escudo de energía para protegerse.

La batalla fue rápida y feroz. Drex se movió con la precisión de un cazador experimentado, enfrentando al vampiro con una combinación de fuerza bruta y técnica letal. Sus movimientos eran fluidos, casi coreografiados, mientras disparaba y golpeaba con una eficiencia mortal.

El vampiro, aunque formidable, no era rival para Drex. En cuestión de minutos, el cazador había conseguido dominar a la criatura, inmovilizándola antes de asestar el golpe final que le arrancó el corazón y puso fin a su miserable existencia.

La sacerdotisa, por su parte, había logrado mantener su escudo, pero estaba claramente debilitada por el esfuerzo. Drex se acercó a ella, observando con cuidado cualquier señal de peligro adicional.

—Tenemos que movernos—, dijo, viendo cómo la sacerdotisa luchaba por mantenerse en pie—. Esto no ha terminado.

La sacerdotisa asintió con esfuerzo, y juntos continuaron su camino, manteniéndose alerta ante cualquier otro ataque.

La Llegada a Villa Claudia.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Drex y la sacerdotisa llegaron a Villa Claudia, un barrio que se encontraba en las afueras de Villavicencio. La zona estaba desierta, con pocas luces encendidas y un silencio que lo envolvía todo. Al llegar al punto de extracción, vieron una furgoneta negra estacionada en una esquina, con las luces apagadas.

Drex escaneó la zona, buscando cualquier señal de amenaza, antes de acercarse a la furgoneta. Cuando llegó, la puerta lateral se deslizó silenciosamente, revelando a un equipo de Oricalco listo para recibirlos.

—Drex, sacerdotisa, suban rápido—, dijo el líder del equipo, un hombre alto con un rostro marcado por cicatrices—. Nos vamos ahora.

Drex ayudó a la sacerdotisa a subir a la furgoneta antes de seguirla. Una vez dentro, la puerta se cerró, y el vehículo arrancó sin demora, dejando atrás las sombras de Villa Claudia.

La Instalación de Oricalco.

El viaje hacia la instalación de Oricalco fue relativamente tranquilo, aunque el ambiente dentro de la furgoneta estaba cargado de tensión. Drex sabía que, aunque habían escapado de los vampiros sanguijuela, el verdadero enfrentamiento estaba por venir.

Cuando finalmente llegaron a la instalación, fueron recibidos por un equipo de seguridad de Oricalco que los condujo al interior del edificio. Era una estructura imponente, con altos muros de concreto y un sistema de seguridad que parecía impenetrable. Una vez dentro, Drex y la sacerdotisa fueron guiados a una sala de reuniones donde los esperaban Vambertoken, Tatiana y María.

Vambertoken, como siempre, estaba perfectamente compuesto, su expresión tranquila y calculadora. María y Tatiana, por otro lado, parecían más preocupadas, aunque ambas mantenían una actitud profesional.

—Veo que llegaste en una sola pieza—, dijo Vambertoken, su tono tan casual como si estuviera comentando el clima—. Buen trabajo, Drex.

Drex se limitó a asentir, su mirada fija en el Archiconde.

—Nos atacaron en el camino—, dijo Drex, directo al grano—. Vampiros sanguijuela, pero no creo que estuvieran relacionados con Ragnarok. Sin embargo, me pregunto si sabías que Ragnarok iba a enviar asesinos tras la sacerdotisa.

Vambertoken sonrió levemente, como si hubiera esperado esa pregunta.

—Por supuesto que lo sabía—, respondió con calma—. De hecho, fui yo quien informó a un agente de Ragnarok sobre su ubicación.

La sacerdotisa lo miró con asombro y una mezcla de rabia e incredulidad.

—¿Qué?—, exclamó, dando un paso hacia adelante—. ¡Tú…!

Vambertoken levantó una mano, silenciándola con un gesto.

—Tenía que asegurarme de que Ragnarok no la considerara una amenaza mayor y la eliminara directamente—, explicó, su tono suave pero firme—. Al darles la información, sabía que enviarían un equipo, pero no uno lo suficientemente fuerte como para lograr su cometido. Mi objetivo era que ella sobreviviera, pero también que entendiera que está sola, y que su única opción es cooperar con nosotros.

Drex observó a Vambertoken, analizando cada palabra y gesto. Había esperado una respuesta calculadora, pero incluso para él, la frialdad del Archiconde era impresionante.

—Así que todo esto fue parte de tu plan—, dijo Drex, con una mezcla de asombro y resignación—. ¿Desde cuándo estás tan involucrado con Ragnarok?

—Mi influencia en Ragnarok es limitada—, admitió Vambertoken—. Pero tengo conocidos que me deben favores. He estado trabajando para cambiar eso, para ampliar mi alcance dentro de la organización. Ragnarok es una fuerza poderosa, pero también dividida. Y eso es algo que podemos aprovechar.

La sacerdotisa lo miró con odio, pero también con una aceptación resignada.

—Entonces, ¿qué es lo que realmente quieres de mí?—, preguntó, su tono lleno de amargura.

Vambertoken la observó por un momento antes de responder.

—Lo que necesito de ti es información—, dijo—. Pero no cualquier información. Tus recuerdos están bloqueados, incluso para ti misma. María y yo vamos a trabajar juntos para desentrañarlos. Eso requerirá tu cooperación.

María dio un paso adelante, su expresión compasiva pero decidida.

—Será un proceso delicado—, dijo—. Pero creo que, con tu ayuda, podremos desbloquear esos recuerdos. Puede que ahí encontremos respuestas que ni siquiera tú sabes que tienes.

La sacerdotisa dudó, pero finalmente asintió, consciente de que no tenía otra opción.

—Está bien—, dijo—. Haré lo que pueda.

Vambertoken asintió, satisfecho.

—Perfecto—, dijo—. Vamos a un lugar más privado para empezar. Drex, Tatiana, quédense aquí y descansen. Les informaré si necesitamos algo más.

Una Charla Entre Sarcasmo e Ironía.

María y Vambertoken condujeron a la sacerdotisa fuera de la sala, dejando a Drex y Tatiana solos. El silencio que siguió fue denso, pero no incómodo. Ambos se conocían lo suficiente como para saber que, aunque tenían muchas diferencias, también compartían un respeto mutuo.

Tatiana fue la primera en romper el silencio, aunque lo hizo con un tono sarcástico, como era su costumbre.

—Así que—, dijo, recostándose en su silla—, ¿el gran Drex, cazador de monstruos y aliado de Vambertoken, ha decidido salvar el día una vez más? Debo decir que estoy impresionada.

Drex sonrió levemente, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Impresionada de que no haya muerto aún, o de que haya sobrevivido a un encuentro con Vambertoken sin perder la cabeza?—, replicó, su tono igual de sarcástico.

Tatiana soltó una pequeña risa, divertida por su respuesta.

—Un poco de ambos, en realidad—, admitió—. Eres sorprendentemente difícil de matar. Y confieso que no esperaba que te las arreglaras tan bien contra la Muerte Plata. Lo que hiciste allí… fue impresionante.

Drex arqueó una ceja, notando el cambio en su tono.

—¿Estás elogiándome, Tatiana?—, preguntó, simulando sorpresa—. ¿O es solo una táctica para bajar mis defensas?

Tatiana rodó los ojos, aunque con una sonrisa en los labios.

—No te creas tan importante—, dijo, aunque su tono era más suave—. Pero debo admitir que lo que hiciste en Bogotá fue… notable. No muchos podrían haber hecho lo que hiciste.

Drex notó el leve rubor que aparecía en las mejillas de Tatiana y decidió aprovechar la situación.

—Gracias, lo tomaré como un cumplido—, dijo con un toque de coquetería en su voz—. Aunque debo decir que no lo hubiera logrado sin un poco de ayuda. Tu intervención fue clave en algunos momentos.

Tatiana pareció dudar por un momento, como si estuviera buscando la respuesta adecuada. Finalmente, decidió mantener el tono ligero, aunque con un toque de coquetería propia.

—¿Ves?—, replicó—. Sabía que finalmente admitirías que necesitas mi ayuda. Tardaste más de lo que esperaba, pero lo lograste.

Drex sonrió, inclinándose un poco hacia adelante.

—¿Y qué piensas hacer ahora que tienes razón?—, preguntó, sus ojos fijos en los de Tatiana—. ¿Vas a usar eso en mi contra cada vez que nos veamos?

Tatiana cruzó los brazos, pero su sonrisa no desapareció.

—Oh, por supuesto—, respondió con sarcasmo—. Nunca dejaré que lo olvides. Después de todo, no todos los días logro tener razón frente a alguien como tú.

Drex dejó escapar una suave risa, disfrutando del juego verbal. Podía ver que, a pesar del sarcasmo y la ironía, había algo más en los ojos de Tatiana, algo que iba más allá de la rivalidad y el respeto.

—Bueno—, dijo, inclinándose un poco más hacia ella—, entonces espero con ansias nuestros futuros encuentros. Será interesante ver cómo te las arreglas para mantener esa ventaja.

Tatiana se quedó en silencio por un momento, claramente sorprendida por la cercanía de Drex y la dirección que estaba tomando la conversación. Un leve rubor apareció en sus mejillas, y, por primera vez, pareció perder un poco de su habitual seguridad.

—Eh… bueno…—, comenzó a decir, pero las palabras parecían fallarle.

Drex sonrió internamente, sabiendo que había tocado una fibra sensible. Sin embargo, decidió no presionar más, permitiéndole a Tatiana mantener algo de su compostura.

—No te preocupes—, dijo suavemente—. Solo estoy jugando. Sabes que te respeto, Tatiana. Y siempre estaré aquí si necesitas ayuda. Pero por ahora, creo que te he puesto en una posición difícil, ¿no?

Tatiana soltó una risa nerviosa, incapaz de ocultar el rubor que ahora dominaba su rostro.

—Tal vez un poco—, admitió, antes de levantarse rápidamente de su silla—. Creo que… creo que necesito un poco de aire.

Drex la observó mientras se alejaba, claramente intentando escapar de la situación incómoda. No pudo evitar sonreír al verla tan desconcertada. A pesar de su experiencia y su naturaleza dura, Tatiana seguía siendo humana, con todas las emociones y vulnerabilidades que eso conllevaba.

Cuando Tatiana salió de la sala, Drex se reclinó en su silla, dejando escapar un suspiro. Había sido una charla interesante, y aunque Tatiana había salido sonrojada y nerviosa, él sabía que había algo más en esa interacción. Tal vez, con el tiempo, podrían llegar a entenderse mejor, incluso forjar una amistad, o algo más.

Pero por ahora, lo importante era mantenerse enfocado. La situación con Ragnarok, la sacerdotisa y Vambertoken aún estaba lejos de resolverse, y Drex sabía que necesitaría toda su astucia y habilidades para lo que estaba por venir.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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