‘El cazador de almas perdidas’. Creepy pasta 40.
Intrigas en Villavicencio – La Sombra de Ragnarok.
Habían pasado varios días desde la última vez que Drex había hablado con las hermanas González. Durante ese tiempo, había permanecido en un estado contemplativo, permitiendo que su mente descansara después de la serie de eventos orquestados por Vambertoken. Sabía que el Archiconde no tardaría en mover sus piezas nuevamente, y que tanto él como Fabián formaban parte de ese juego, queriéndolo o no.
La Visita al Regente.
Con esa certeza en mente, Drex decidió que era hora de volver a las andadas. Se dirigió a la guarida del Regente de los licántropos en Bogotá, el mismo que lo había involucrado en el conflicto con la Muerte Plata. Drex pensaba que, si había alguien que podía mantenerlo ocupado con algo interesante, ese sería el Regente.
Al llegar, notó un ambiente mucho más amable que en ocasiones anteriores. La última vez que estuvo allí, la tensión era palpable, con cada licántropo midiendo su fuerza contra la suya. Pero ahora, las miradas que le dirigían eran más respetuosas, casi como si lo consideraran uno de los suyos.
Mientras avanzaba por la guarida, se encontró con los novatos que había conocido durante el ataque a la Muerte Plata en Bogotá. Ambos, Sergio y Valentina, parecían más seguros de sí mismos, como si la batalla hubiera sido un bautismo de fuego que los había fortalecido.
—Drex—, lo saludó Valentina, sonriendo mientras ajustaba una de sus ametralladoras—. ¿Qué te trae de nuevo por aquí?
—Vengo a ver al Regente—, respondió Drex, devolviéndole la sonrisa—. Parece que me estoy quedando sin cosas que cazar.
Sergio, que estaba afilando una daga ritual, levantó la vista y asintió en señal de respeto.
—Buena caza, entonces—, dijo—. Tal vez volvamos a luchar juntos pronto.
Drex se despidió de ellos con un gesto de la mano y continuó su camino hacia la sala del Regente. Al llegar, fue recibido con una sonrisa jocosa por el líder de los licántropos, quien lo invitó a sentarse frente a él.
—Drex, el cazador incansable—, dijo el Regente en tono burlón—. ¿Qué te trae por aquí? ¿Ya te cansaste de descansar?
—Algo así—, admitió Drex, relajándose en la silla—. Necesito mantenerme ocupado, y pensé que podrías tener algo interesante para mí.
El Regente soltó una carcajada antes de inclinarse hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.
—Bien, resulta que tengo algo que podría interesarte. Recibí información de uno de mis hombres en Villavicencio. Al parecer, hay algo sospechoso relacionado con el Ministerio Vampírico y la Muerte Plata. Quiero que vayas y lo verifiques.
Drex levantó una ceja, intrigado.
—¿Villavicencio? No parece el tipo de lugar donde esperaría encontrar algo relacionado con el Ministerio Vampírico.
—Precisamente por eso es interesante—, respondió el Regente, sonriendo—. Quiero que te reúnas con mis hombres allí. Hay una casa en el Barrio Los Centauros que parece estar involucrada. Si encuentras algo útil, podría considerarte uno de mis clientes frecuentes. ¿Qué dices?
Drex asintió, viendo la oportunidad de mantenerse ocupado y, tal vez, descubrir algo más sobre la red de intrigas en la que estaba atrapado.
—Cuenta conmigo—, dijo—. ¿Cuándo parto?
—Tan pronto como estés listo—, respondió el Regente—. Ah, y toma mi número—. El Regente le pasó una tarjeta con su contacto—. Llámame cuando necesites trabajo. Siempre hay algo que hacer.
Drex guardó la tarjeta y se levantó.
—Voy a necesitarlo—, dijo con una sonrisa—. Nos vemos pronto.
El Viaje a Villavicencio.
El viaje a Villavicencio fue relativamente tranquilo. Drex había aprendido a disfrutar de esos momentos de calma antes de una misión, usando el tiempo para reflexionar y prepararse mentalmente para lo que estaba por venir. Mientras el paisaje verde y montañoso se deslizaba por la ventana, su mente repasaba los detalles de la misión: una casa en el Barrio Los Centauros, hombres lobo esperando para reunirse con él, y la posibilidad de descubrir algo importante relacionado con el Ministerio Vampírico.
Cuando finalmente llegó a Villavicencio, fue recibido por uno de los hombres lobo del Regente, un joven llamado Andrés, que lo condujo directamente a la base local de los licántropos. La base estaba oculta a las afueras de la ciudad, camuflada entre la vegetación y los terrenos agrestes que rodeaban la zona.
—El Regente nos dijo que vendrías—, dijo Andrés mientras lo guiaba por los pasillos subterráneos de la base—. Estamos listos para partir cuando tú lo estés.
Drex asintió, satisfecho con la eficiencia del equipo.
—¿Qué sabemos de la casa en el Barrio Los Centauros?—, preguntó.
—No mucho—, admitió Andrés—. Pero los pocos informes que hemos recibido indican que hay actividad sospechosa, probablemente vinculada a la Muerte Plata. No esperamos mucha resistencia, pero es mejor estar preparados.
Drex asintió, revisando mentalmente su equipo. Aunque se había reabastecido antes de partir, sabía que siempre era mejor estar preparado para cualquier eventualidad.
El Ataque a la Casa en Los Centauros.
La noche había caído cuando Drex y el equipo de hombres lobo llegaron al Barrio Los Centauros. La casa objetivo era una construcción antigua, aparentemente abandonada, pero con indicios de actividad reciente: luces encendidas y movimiento en las sombras.
—Nos dividimos—, ordenó Drex, tomando el mando de la operación—. Tres de ustedes rodearán la casa y se asegurarán de que nadie escape. El resto entrará conmigo.
Los hombres lobo asintieron, acostumbrados a seguir órdenes. Drex se movió con cautela hacia la entrada principal, notando que la puerta estaba ligeramente entreabierta. Un indicio de que no esperaban una intrusión, o tal vez una trampa. Con una señal, Drex y dos hombres lobo más entraron en la casa.
El interior estaba tan deteriorado como el exterior, con muebles polvorientos y telarañas en las esquinas. Pero el olor inconfundible de la sangre reciente llegó a las fosas nasales de Drex. Algo estaba definitivamente mal.
Mientras avanzaban por los pasillos, Drex escuchó un ruido sordo proveniente de una de las habitaciones. Con un gesto, indicó a los hombres lobo que lo siguieran, acercándose en silencio a la fuente del sonido.
Al abrir la puerta, encontraron a dos vampiros sanguijuela alimentándose de un cuerpo humano, evidentemente un pobre desafortunado que había sido utilizado como alimento. Drex no dudó. Con una precisión letal, lanzó un par de estacas de plata que perforaron los corazones de los vampiros, terminando con ellos en cuestión de segundos.
—Limpio—, dijo Drex, bajando su arma—. Revisen la casa. Busquen cualquier cosa que pueda ser de utilidad.
Mientras los hombres lobo registraban la casa, Drex notó algo inusual en la esquina de la habitación: una computadora antigua, aún encendida, con una memoria USB conectada. Se acercó y, tras comprobar que no estaba protegida, extrajo la memoria.
—Esto podría ser importante—, murmuró para sí mismo, guardando la USB en su bolsillo.
La Revelación en la Base de Villavicencio.
De vuelta en la base de los hombres lobo en Villavicencio, Drex y Andrés revisaron el contenido de la memoria USB. Lo que encontraron fue inquietante: registros financieros detallados que mostraban cinco cuentas bancarias vinculadas a la Muerte Plata. Tres de las cuentas pertenecían directamente a la organización, pero lo que llamó la atención de Drex fueron las otras dos: una cuenta perteneciente al Consejo Vampírico Colombiano y una quinta cuenta cuya identidad era desconocida.
—Esto es grave—, dijo Andrés, frunciendo el ceño—. Si el Consejo Vampírico está involucrado, podríamos estar ante algo mucho más grande de lo que pensábamos.
Drex asintió, pero su mente estaba enfocada en la cuenta desconocida. Algo no cuadraba. Antes de que pudiera compartir sus sospechas, su teléfono sonó. Era el Regente.
—Drex—, dijo el Regente al otro lado de la línea—. Buen trabajo. No necesitamos saber más por ahora. Te transferiré el pago acordado. Considera esta misión concluida.
La frialdad del Regente al cerrar la misión levantó aún más sospechas en Drex, pero antes de que pudiera preguntarle algo, el Regente colgó. Drex se quedó mirando su teléfono, dándole vueltas a la situación. Había algo más en juego, algo que el Regente no le estaba contando.
La Llamada de Vambertoken.
Antes de que Drex pudiera digerir lo ocurrido, su teléfono volvió a sonar, esta vez mostrando un número conocido: Vambertoken.
—Drex—, dijo la voz inconfundible del Archiconde—. Escuché que has estado ocupado en Villavicencio.
—Acabo de terminar una misión para el Regente—, respondió Drex, su tono neutral—. Pero algo no encaja. Encontramos registros de cuentas bancarias, y una de ellas parece ser mexicana. No sé a quién pertenece, pero estoy seguro de que es importante.
—Eres tan perspicaz como siempre—, dijo Vambertoken, con un tono que apenas ocultaba su satisfacción—. Déjame iluminarte un poco. Esa cuenta pertenece, en teoría, a la sacerdotisa que capturamos anteriormente. La que pensábamos que estaba con la Muerte Plata.
Drex frunció el ceño, recordando a la sacerdotisa.
—¿Y qué tiene que ver con esto?
—Es posible que esa sacerdotisa no fuera realmente parte de la Muerte Plata, sino de algo mucho más grande—, explicó Vambertoken—. Es muy probable que esté conectada con Ragnarok. De hecho, dejé que se escapara y llegara a Villavicencio con la esperanza de que intentara contactar a sus verdaderos aliados. Estoy seguro de que la cuenta bancaria es solo un rastro de sus conexiones.
Drex sintió que todas las piezas comenzaban a encajar. El Regente había cerrado la misión demasiado rápido, y ahora entendía por qué.
—¿Quieres que continúe con la misión y la encuentre?—, preguntó Drex, ya anticipando la respuesta.
—Exactamente—, respondió Vambertoken—. Quiero que la sigas y veas si puedes obtener más información sobre sus vínculos con Ragnarok. Esta podría ser una oportunidad de oro para desenmascarar a esa organización.
Drex asintió, aunque sabía que Vambertoken no podía verlo.
—Lo haré—, dijo—. Pero me gustaría saber algo más, Vambertoken. ¿Por qué dejaste que se escapara en primer lugar?
Vambertoken se rió suavemente, un sonido que envió un escalofrío por la espalda de Drex.
—Drex, en este juego, hay muchas piezas en movimiento. A veces, la mejor manera de entender el tablero es dejar que las piezas se muevan libremente. Confía en mí, esto es lo mejor para todos nosotros… por ahora.
Drex cerró los ojos, sabiendo que no recibiría más respuestas de Vambertoken. Al menos, no las que buscaba.
—Entendido—, respondió—. Mantendré los ojos abiertos.
—Buena caza, Drex—, dijo Vambertoken antes de colgar.
Drex guardó su teléfono, sintiendo el peso de lo que se avecinaba. La caza continuaría, y esta vez, el objetivo era alguien que podría llevarlo directamente al corazón de Ragnarok.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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