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‘El cazador de almas perdidas’. Creepy pasta 35.

El Auge del Caos – El Verdadero Poder de los Judgairmon.

La victoria sobre Francis Judgairmon había traído un respiro de alivio al grupo, pero ese alivio fue fugaz. Drex, Diana, Tiranus y Auxplex apenas habían comenzado a reagruparse cuando una sensación inquietante se instaló en el aire. Algo no estaba bien. Aunque Francis había caído y la Killa Rawa había sido desactivada, la energía en Pisac no se disipaba como debería. En lugar de desvanecerse, parecía intensificarse, un zumbido sordo en el fondo de sus conciencias, como un tambor de guerra en la distancia.

El Renacimiento de los Judgairmon.

De repente, el polvo en el que se había desintegrado el cuerpo de Francis comenzó a moverse. Las partículas finas se elevaron en el aire, girando en un vórtice que rápidamente comenzó a tomar forma. Drex, al ver esto, instintivamente levantó su espada, pero algo le detuvo. Era como si una fuerza invisible le susurrara que ese no era el final.

—¡Cuidado!—, gritó Auxplex, retrocediendo mientras levantaba una mano hacia el vórtice—. ¡Algo está sucediendo, algo que no comprendemos del todo!

Antes de que Drex pudiera reaccionar, el vórtice creció, expandiéndose y absorbiendo la luz circundante. Las sombras que proyectaba eran profundas y oscuras, una negación de la existencia misma. Fue entonces cuando las figuras de Francis y Robert Judgairmon comenzaron a emerger del vórtice, sus cuerpos reconstruidos, pero diferentes. Ya no eran los mismos seres que habían enfrentado antes; ahora irradiaban un poder arcano mucho más puro y letal, como si la derrota inicial hubiera sido solo una etapa en un proceso más oscuro y aterrador.

Los hermanos Judgairmon, ahora envueltos en una energía arcana que distorsionaba el aire a su alrededor, se alzaron ante el grupo. Sus rostros eran máscaras de odio y poder absoluto.

—¿Creyeron que podrían derrotarnos tan fácilmente?—, dijo Robert, su voz resonando con un eco sobrenatural—. Esto es solo el comienzo.

Francis, que había permanecido en silencio mientras se reconstruía, sonrió con una frialdad que helaba la sangre.

—El poder de la Killa Rawa no es algo que puedan entender—, dijo—. La Killa Rawa es un faro que atrae fuerzas mucho más grandes que cualquiera de nosotros. Al destruirla, solo han desencadenado lo que realmente somos.

Drex sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. Lo que habían visto antes no era más que una ilusión, un engaño para hacerles creer que habían ganado. Pero la realidad era mucho peor. Los hermanos Judgairmon estaban más allá de lo humano, más allá de lo sobrenatural. Eran la personificación de un poder antiguo y oscuro, alimentado por siglos de magia arcana.

—¡Prepárense!—, gritó Drex, levantando su espada en señal de alerta—. ¡Esto no ha terminado!

El Desenlace Inesperado.

Los hermanos Judgairmon no perdieron tiempo. Con un simple gesto, lanzaron una ola de energía arcana pura hacia el grupo, una fuerza tan densa y poderosa que distorsionaba la realidad misma. Drex y los demás apenas tuvieron tiempo de levantar sus defensas antes de ser arrojados hacia atrás por la fuerza del ataque.

Tiranus, utilizando toda su telequinesis, intentó desviar la energía, pero encontró que era como tratar de contener una tormenta. La energía lo atravesó, haciendo que cayera de rodillas por el esfuerzo.

Diana, siempre rápida, saltó al aire para atacar desde un ángulo diferente, pero Robert, con un simple gesto, la detuvo en seco, atrapándola en una barrera de energía que la inmovilizó.

Auxplex y los chamanes intentaron canalizar los elementos para contrarrestar la energía de los Judgairmon, pero sus ataques eran absorbidos y devueltos con una fuerza duplicada. Los chamanes se vieron obligados a retroceder, sus defensas naturales destrozadas por la energía arcana que los hermanos controlaban con facilidad.

Drex, viendo que la situación estaba a punto de salirse de control, sabía que tenían que cambiar su enfoque. No podían enfrentarse a los Judgairmon de la misma manera que antes. Estos no eran los mismos magos oscuros que habían enfrentado anteriormente; eran manifestaciones puras de energía arcana, alimentadas por el poder de la Killa Rawa y quién sabe qué otras fuerzas oscuras.

—¡Debemos desconectar esa fuente de poder!—, gritó Drex, señalando hacia la grieta de la Killa Rawa, que aún brillaba débilmente en el suelo—. ¡Es la clave de todo esto!

Francis, escuchando las palabras de Drex, soltó una carcajada.

—¿Desconectarla?—, se burló—. ¿Creen que aún tienen el poder para hacer eso? ¡Ya es demasiado tarde! Este lugar ya no es Pisac; es un nexo de poder arcano, un portal que hemos abierto y que no pueden cerrar.

Robert levantó las manos, y de la tierra alrededor de la grieta comenzaron a surgir figuras. No eran meros espectros o muertos vivientes; eran entidades arcanas, manifestaciones puras de la energía que los Judgairmon habían invocado. Sus formas eran indistintas, pero su poder era evidente. Estas entidades se alzaron en masa, rodeando al grupo y bloqueando cualquier intento de acercarse a la grieta.

El Climax de la Batalla.

El aire se llenó de un zumbido creciente mientras las entidades arcanas se preparaban para atacar. Drex sabía que estaban en una situación desesperada. Los chamanes, aunque poderosos, estaban agotados, y los guerreros de Oricalco no podrían resistir por mucho tiempo contra fuerzas tan oscuras y puras. Si no actuaban rápidamente, serían aniquilados.

Auxplex, con el rostro tenso por el esfuerzo, se acercó a Drex.

—Hay una manera de desconectar la Killa Rawa de esta energía—, dijo en voz baja—, pero requerirá un sacrificio. Si puedo canalizar suficiente energía de la tierra y del sol, podré sellar el portal. Pero no podré hacerlo solo.

Drex comprendió lo que Auxplex estaba pidiendo. Necesitaba el poder combinado de los chamanes y de todos los que pudieran ofrecer su energía. Pero sabía que este esfuerzo los dejaría vulnerables, expuestos a un contraataque devastador.

—Haremos lo que sea necesario—, dijo Drex, su voz cargada de determinación—. No podemos permitir que esto continúe.

Auxplex asintió, y comenzó a convocar a los otros chamanes, preparándose para el ritual final. Mientras tanto, Drex, Diana, Tiranus y los guerreros de Oricalco formaron un círculo defensivo alrededor de ellos, listos para protegerlos a toda costa.

Los hermanos Judgairmon, viendo lo que estaban haciendo, redoblaron sus ataques. Las entidades arcanas se lanzaron hacia adelante, envueltas en sombras y energía pura, atacando con una fuerza que parecía no tener fin. Drex, con su espada levantada, cortó a través de ellas, pero por cada una que caía, dos más surgían en su lugar.

Tiranus, utilizando sus últimas reservas de energía, levantó una barrera telequinética alrededor de los chamanes, protegiéndolos de los ataques directos. Sin embargo, la presión era inmensa, y cada segundo que pasaba, la barrera comenzaba a debilitarse.

Diana, con su velocidad y destreza, se movió como un rayo entre las entidades, cortando y desviando sus ataques, pero incluso ella sabía que no podría mantener ese ritmo por mucho tiempo.

Auxplex, sintiendo la desesperación de la situación, cerró los ojos y comenzó a canalizar todo el poder que podía reunir. Los otros chamanes hicieron lo mismo, sus voces unidas en un canto antiguo que resonaba con el poder de la tierra y el sol. El aire alrededor de la grieta comenzó a brillar con una luz dorada, pura y caliente, mientras el portal que los Judgairmon habían abierto comenzaba a cerrarse lentamente.

—¡Continúen!—, gritó Drex, sintiendo cómo el poder de los chamanes comenzaba a hacer efecto—. ¡Estamos cerca!

Pero los Judgairmon no iban a permitir que esto sucediera. Francis, viendo que la grieta comenzaba a cerrarse, lanzó un grito de furia y desesperación. Con un gesto amplio, desató todo el poder que le quedaba, dirigiéndolo directamente hacia los chamanes.

Tiranus, viendo el ataque inminente, se preparó para defenderlos, pero sabía que no podría contener tal cantidad de energía oscura.

Fue entonces cuando Diana, con una rapidez que desafiaba la lógica, se lanzó hacia adelante, colocándose entre el ataque y los chamanes. Con un grito de desafío, levantó sus cuchillas y desvió el ataque con un esfuerzo sobrehumano. La energía oscura la envolvió, tratando de consumirla, pero Diana resistió, utilizando cada gramo de fuerza que le quedaba para mantener a raya el poder de Francis.

Auxplex, aprovechando la distracción, canalizó la energía final que necesitaba. La luz dorada alrededor de la grieta se intensificó, y con un estallido de poder puro, el portal se cerró, cortando la conexión entre los Judgairmon y la Killa Rawa.

El efecto fue inmediato. Las entidades arcanas se desintegraron, y el poder de los hermanos Judgairmon comenzó a desvanecerse. La victoria estaba cerca, pero el costo había sido alto.

El Sacrificio Final.

Con el portal cerrado y el poder de los Judgairmon disipándose, Drex sabía que tenían que aprovechar este momento para terminar la batalla de una vez por todas. Los hermanos, debilitados pero aún peligrosos, eran vulnerables. Era el momento de actuar.

—¡Ahora!—, gritó Drex, levantando su espada y dirigiéndose hacia los hermanos.

Pero antes de que pudiera moverse, Francis, con las últimas fuerzas que le quedaban, lanzó un último ataque desesperado. Una ola de energía oscura se desató hacia Drex, rápida y mortal.

Fue entonces cuando Diana, agotada y al borde de sus límites, dio un paso adelante, interponiéndose entre Drex y el ataque. Con un grito de esfuerzo final, levantó sus cuchillas y absorbió el impacto completo del ataque, protegiendo a Drex pero a un costo terrible.

La energía oscura la envolvió, y aunque Diana logró desviar gran parte del ataque, el esfuerzo fue demasiado. Cayó al suelo, sus cuchillas aún brillando con el poder que había desatado, pero su cuerpo ya no podía sostenerla.

Drex, viendo caer a Diana, sintió una oleada de furia y dolor. Con un grito de batalla, se lanzó hacia Francis, su espada brillando con una luz cegadora. En un movimiento fluido, atravesó el corazón de Francis, poniendo fin a su vida y a la amenaza que representaba.

Robert, viendo caer a su hermano, intentó lanzar un último ataque, pero Tiranus, utilizando lo último de su fuerza, lo detuvo en seco, atrapándolo en una barrera telequinética que lo inmovilizó por completo.

Drex, con una precisión letal, se volvió hacia Robert y, con un movimiento decidido, le cortó la cabeza, terminando con la vida del último de los hermanos Judgairmon.

La Paz Final.

Con la muerte de los Judgairmon, la energía oscura que había envuelto a Pisac comenzó a disiparse. El aire se volvió más ligero, y la luz del amanecer comenzó a filtrarse a través de las montañas, bañando el campo de batalla en una luz cálida y purificadora.

Drex, exhausto pero victorioso, se arrodilló junto a Diana, que yacía inmóvil en el suelo. Su cuerpo, aunque maltrecho, aún estaba vivo, pero apenas.

Auxplex y los chamanes se acercaron, utilizando sus últimas reservas de poder para curarla. Aunque el daño había sido severo, Diana respiró débilmente, abriendo los ojos y sonriendo levemente a Drex.

—Lo logramos—, murmuró, su voz apenas un susurro.

Drex asintió, sus ojos llenos de gratitud y alivio.

—Sí, lo logramos—, respondió—. Gracias a ti.

La batalla había terminado, y la Muerte Plata había caído. Pisac, aunque marcado por la guerra, estaba libre de la oscuridad que había amenazado con consumirlo.

Con el amanecer extendiéndose sobre las montañas, Drex, Diana, Tiranus y los chamanes se levantaron, sabiendo que habían hecho lo necesario para proteger lo que era sagrado. Aunque la batalla había sido dura y el costo alto, habían prevalecido.

Y en ese momento de paz, mientras el sol bañaba las ruinas en una luz dorada, sabían que, al menos por un tiempo, el mundo estaría a salvo de la oscuridad que habían enfrentado.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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