El cazador de almas perdidas – Creepypasta 327.
Sombras del Control.
Las luces espectrales de la calle de la Purga se difuminaban a medida que María y Fabián
caminaban hacia el salón de magia arcana. María sentía el peso de cada paso, como si su
alma cargara un yugo invisible. El salón estaba cerca, y dentro, Asha Latshiktor
Vambertoken aguardaba. Al fondo, Vambertoken impartía una lección a Tatiana, pero la
atmósfera estaba impregnada de la presencia afilada de Asha, quien aguardaba con esa
sonrisa congelada en su rostro, como la punta de una daga que se preparaba para
hundirse.
Asha los recibió con su usual tono de condescendencia, sus palabras suaves pero llenas de
espinas.
—Mi querida María, qué bueno que llegas… —susurró Asha, como si estuviera
compartiendo un secreto—. Hay tanto que hacer, y tú eres tan… indispensable.
María sintió el tirón familiar en su mente. La voluntad de Asha no era una cadena física,
sino un grillete psicológico que se apretaba lentamente alrededor de su conciencia. El
control de Asha se deslizaba como un veneno dulce, infiltrando cada rincón de su ser.
María lo sabía, lo sentía, pero no podía detenerlo. Sus pensamientos comenzaban a
doblarse, a ceder, a doblegarse bajo el peso de esa presencia implacable.
—Oh, Fabián… —Asha desvió su atención hacia él, con un brillo juguetón en los ojos—. He
estado pensando en ti también. Pareces… distraído. Y María, mi querida, tu estado de
ánimo no ayuda mucho a la Purga, ¿verdad? Está tan… callada últimamente. Es casi como
si la fuente de su energía se estuviera apagando poco a poco… —Su risa era suave, pero
teñida de un veneno controlado—. Quizás no sea solo una coincidencia, ¿no lo crees?
María, bajo el dominio de Asha, sintió un golpe de angustia. Fabián, por su parte, se
mantuvo tenso, sabiendo perfectamente que estaban atrapados en el juego retorcido de
Asha. Cada palabra era una cuerda enredándose más alrededor de ellos.
—Quizás, solo quizás… —Asha entrecerró los ojos con un deleite malicioso—, si Fabián
sueña con Drex devorando su corazón 350 veces cada noche… eso podría traer algo de
vitalidad de vuelta a la Purga.
El impacto fue inmediato. María sintió cómo una lágrima, pura y brillante, rodaba por su
mejilla al imaginar esa crueldad. Ella sería quien tendría que implantar esa pesadilla, y el
dolor de saberlo la rompía por dentro. Pero no había opción. Asha controlaba cada fibra
de su ser.
Fabián dio un paso adelante, con la ira contenida en su voz, pero su tono suplicante.
— Asha, esto no es necesario. No tienes que hacerle sufrir esto a María, ni a mí —dijo,
intentando mantener la calma.
—Oh, querido Fabián… —Asha dejó escapar una carcajada suave, tan dulce como cruel—.
¿Sufrir? No, no, no. Solo estoy… buscando algunas ideas. Nada de esto es definitivo, por
supuesto. Pero —añadió, ladeando la cabeza—, es tan… adorable ver lo mucho que ambos
se preocupan por el sufrimiento del otro. Es conmovedor, en verdad.
María, atrapada en el control de Asha, bajó la cabeza, rota por la impotencia. Fabián apretó
los puños, pero sabía que cualquier intento de confrontar a Asha solo los hundiría más en
su juego. Asha sonreía, absolutamente satisfecha con el sufrimiento que había provocado,
como si disfrutara de una melodía que solo ella podía escuchar.
—Y hablando de sufrimiento… —Asha jugueteó con un mechón de su cabello, su tono más
liviano, pero cargado de veneno—. No olvidemos a Valeria Dupont. Quizás deberíamos
invitarla a la Purga. Estoy segura de que su presencia sería… encantadora. No crees,
¿María?
El nombre de Valeria cayó como una sentencia sobre María. El dolor que sentía era
indescriptible. El solo hecho de pensar en Valeria, esa mujer que había hecho pública su
cercanía con Fabián, la llenaba de angustia. Fabián dio otro paso hacia adelante, tratando
de contenerse.
—Asha, por favor… No juegues con nosotros de esta manera —pidió Fabián, con la voz
tensa, casi en un susurro.
Asha lo observó con una sonrisa indulgente, como una madre viendo a un niño que aún no
comprende las reglas del juego.
—No te preocupes, querido Fabián —respondió Asha, con una dulzura exagerada—. Solo
estoy pensando en voz alta. Aunque —añadió con una mirada llena de picardía—, debo
admitir que es absolutamente fascinante ver lo mucho que se preocupan el uno por el otro.
Es tan romántico.
María apretó los dientes, cada palabra de Asha como una cuchillada. Fabián luchaba por
mantener la compostura, pero ambos sabían que Asha estaba disfrutando al máximo de su
sufrimiento. Era su forma de controlarlos, de jugar con ellos como marionetas.
—Oh, y por supuesto —Asha se inclinó ligeramente hacia ellos, con una sonrisa
enigmática—, no me he olvidado del regalo que les prometí. Estoy trabajando en algo que
les permitirá tener esa maravillosa relación… sin tener que esconderse siempre en las
sombras.
Fabián la miró, con una mezcla de incertidumbre y resignación.
—Pero antes de eso… —Asha hizo una pausa, como si se deleitara en alargar la agonía—.
Querido Fabián, tengo una última idea. ¿Por qué no dejas que María vea tus recuerdos?
Que vea exactamente lo que ocurrió entre ustedes dos. —Una sonrisa venenosa se formó
en su rostro—. Sería tan… iluminador para ella.
María levantó la mirada, su rostro lleno de dolor, pero sus ojos fijos en Fabián. Fabián no
podía moverse, atrapado en la trampa que Asha había construido con precisión milimétrica.
—Bueno, piénsalo —dijo Asha, retrocediendo ligeramente con una sonrisa juguetona—.
Pero por ahora… creo que deberías retirarte, querido Fabián. María y yo tenemos mucho
trabajo por hacer.
Fabián miró a María una última vez, pero sabía que no podía hacer nada. Con el corazón
pesado y la mente llena de las palabras de Asha, se dio la vuelta y salió del salón, dejando
a María en las garras de Asha. Afuera, el silencio de la Purga lo envolvía, pero dentro de su
mente, solo quedaba el eco de la risa suave y cruel de Asha.
Cuando la pesada puerta del salón se cerró tras Fabián, Asha esbozó una sonrisa apenas
perceptible en sus labios. Afuera, Fabián luchaba con el eco de sus pensamientos y la risa
venenosa de Asha, pero dentro del salón, la atmósfera se mantenía fría y rígida.
Vambertoken y Tatiana estaban sumidos en su lección de magia arcana, pero Asha ya no
tenía interés en ellos. Había disfrutado del silencio momentáneo, saboreando la sensación
de control, y ahora tenía a María sola. Era el momento de completar su juego.
Con un tono casual, pero cargado de intenciones calculadas, Asha comenzó a hablar sin
mirar directamente a María, dejando que sus palabras se deslizaran con una frialdad que
solo ella podía dominar.
—Sabes, después de mi conversación con Fabián… —su tono suave era casi cariñoso, pero
el trasfondo cortante no se podía ocultar—. Puedes estar absolutamente segura de que ese
hombre no te va a engañar. Así que, mi querida María, puedes estar completamente
tranquila.
El corazón de María latía con fuerza. La ansiedad era palpable, una presión en el pecho que
parecía exigir ser liberada. Quería hablar, pero no podía hacerlo sin el permiso de Asha.
Era como si cada palabra de la bruja estuviera clavada en el aire, marcando los límites
invisibles que María no podía cruzar. Y Asha lo sabía. Disfrutaba de la tensión, de ese
control absoluto. Finalmente, se volvió hacia María con su típica sonrisa condescendiente.
—Adelante, querida. Habla.
El alivio inmediato de María quedó atrapado en el nudo de su garganta. Respiró hondo,
reconociendo que esta era su única oportunidad para hablar.
—Maestra… —empezó con voz temblorosa, aunque sincera—, sé que Fabián no me
engañó, lo sé. —Las palabras salieron con dificultad, pero también con convicción—. Pero
no puedo lograr que mi corazón lo entienda. El problema está aquí, —dijo mientras se
llevaba una mano al pecho—. No es que dude de Fabián… es que mi propio corazón no lo
acepta.
Asha arqueó una ceja, fingiendo una sorpresa que apenas ocultaba su deleite. Era
exactamente lo que quería escuchar. Ver a María así, tan vulnerable, era el condimento
perfecto para su control. Pero Asha se mantuvo en silencio, dándole espacio a María para
que continuara, como si se deleitara en la lucha interna que su discípula estaba
experimentando.
María, aprovechando la oportunidad para seguir, habló con voz quebrada, su desesperación
era palpable.
—Sé que mis poderes de clarividencia son importantes para la Purga, maestra. Lo sé, lo
entiendo… —dijo, alzando la mirada, sus ojos brillando por la súplica—. Pero por favor, no le
pongas ese sueño a Fabián. Sabemos lo que ese sueño puede hacer en la mente… No se
lo hagas, por favor.
El rostro de Asha permaneció impasible durante unos segundos. Luego, se inclinó
ligeramente hacia María, y con una suavidad peligrosa, dejó caer sus palabras con
precisión.
—Oh, querida María… —susurró, en un tono casi maternal que se sintió como una
puñalada—. ¿Entonces no es que desconfías de él? ¿Es tu corazón el que no logra
aceptarlo? Qué… interesante.
María permanecía en silencio, su mirada clavada en el suelo, esperando una respuesta que
sabía que no traería consuelo. Asha había logrado lo que quería. Ver a María suplicando,
reconociendo su debilidad emocional, era una satisfacción que no necesitaba ocultar. Pero
sabía que había un problema más grande que requería su atención: la Purga estaba
callada, y eso tenía que cambiar.
Con movimientos gráciles y calculados, Asha se levantó, dirigiendo su mirada fría hacia
María.
—Mi Seraph y yo necesitamos que tus poderes vuelvan al máximo, María —su tono era
suave pero directo, aunque su control era tan firme como siempre—. Y sabemos que eso
solo será posible cuando tu relación con Fabián recupere su fuerza. La Purga necesita
estabilizarse. Ya no podemos seguir esperando.
Asha caminó hacia una pequeña estantería cercana, sacando con elegancia dos botellas
diminutas, una de color rojo profundo y la otra de un brillante amarillo dorado. Las sostuvo
frente a María, sus ojos brillando con una satisfacción maliciosa.
—Esto debería ayudar —dijo, entregándole las botellas con una sonrisa calculada—. Una
poción de lujuria, para magnificar tus emociones, y otra de felicidad. Tres gotas de cada
una, mi querida. —La sonrisa de Asha se amplió, deleitándose en la incertidumbre en el
rostro de María—. Y asegúrate de que lo hagas bien. Tienes la mañana libre con Fabián.
Luego, me acompañarás en una visita a los prisioneros, Sergio Pedroza y nuestro querido
silencioso que aún no ha dicho ni una palabra.
María miró las botellas, insegura, pero asintió lentamente, sabiendo que no había más
opción que obedecer. Con manos temblorosas, las guardó en su bolso, sin poder ocultar la
mezcla de miedo y resignación que sentía.
Asha se giró hacia Tatiana, quien había estado observando en silencio mientras atendía la
lección de Vambertoken. Asha no perdió tiempo en incluirla en el plan.
—Tatiana, querida, acompáñanos. Será interesante tenerte allí.
Tatiana apenas pudo asentir, atrapada entre el régimen férreo de Vambertoken y el poder
innegable de Asha. Sabía que no había lugar para rechazar la invitación, aunque no fuera
una verdadera opción. Asha la había liberado de la clase con un simple gesto, sus ojos
volviendo a posarse en la puerta por donde Fabián había salido.
—Será… una mañana muy interesante —dijo Asha, con una sonrisa que prometía un caos
controlado, sabiendo que cada pieza estaba perfectamente colocada en su lugar.
Vambertoken cerró con firmeza su libro de magia arcana, el sonido del cuero resonando en
el silencioso salón. Tatiana, con una leve inclinación de cabeza, recogió sus cosas mientras
su mente repasaba los complejos hechizos que Vambertoken le había enseñado esa
mañana. A pesar de su concentración, sentía la mirada de Asha, quien había estado
observándola con atención, como un depredador que espera el momento adecuado para
atacar.
—Tatiana, querida —la voz de Asha rompió el aire con una dulzura envenenada—,
acompáñame. Tenemos algunos asuntos que resolver.
Tatiana asintió en silencio, sabiendo que negarse no era una opción. Mientras recogía sus
pertenencias, Asha se levantó con la elegancia de siempre, y ambas salieron del salón. No
habían dado más de unos pasos cuando María, todavía perturbada, pasó junto a ellas,
corriendo desesperadamente en busca de Fabián.
Una vez afuera, el silencio del pasillo fue roto por la maliciosa curiosidad de Asha, que no
perdió tiempo en ejercer su control sobre Tatiana.
—Cuéntame, querida —comenzó Asha con ese tono de falsa preocupación que tanto
disfrutaba—, ¿cómo está nuestro querido Drex? —Su sonrisa se amplió mientras sus
palabras resonaban como cuchillas disfrazadas de dulzura—. ¿Y cómo les va a esos
esposos encantadores? ¿Han estado peleando últimamente?
Tatiana apretó los labios, consciente de que cualquier respuesta podría ser usada en su
contra. Asha continuó, saboreando cada palabra.
—Dime, ¿siguen llevándose bien en la cama? —Asha rió suavemente, deleitándose con la
incomodidad de Tatiana—. He oído algunos rumores muy interesantes. Se dice que tú
comes corazones, como los licántropos. ¿Es cierto? —La pregunta flotó en el aire, llena de
intenciones ocultas.
Tatiana respiró hondo, pero antes de que pudiera responder, Asha prosiguió, sin darle
oportunidad de recuperarse.
—Y, ¿qué me dices de nuestra querida Olfuma? —su tono se volvió más oscuro, aunque el
placer en su voz era evidente—. ¿Ha mostrado rastros de Fabiola? —Tatiana negó con la
cabeza, y Asha sonrió, claramente satisfecha—. Eso me alegra, sabes. Olfuma es… mi obra
maestra. La tortura perfecta. Lo he logrado.
El silencio se hizo presente mientras continuaban caminando por los pasillos. Tatiana sabía
que cada palabra de Asha era un recordatorio de su control total, no solo sobre su vida, sino
sobre todos los que la rodeaban.
Al llegar a los aposentos privados de Asha, una sirvienta las esperaba pacientemente.
Sobre una mesa, se encontraba un compendio de libros encuadernados en cuero oscuro,
decorados con símbolos arcanos. La sirvienta, la misma que había estado enseñándole
Atlante a Tatiana, hizo una leve reverencia.
—Aquí tienes, querida —dijo Asha, señalando los libros con un gesto—. Algunos textos de
mi colección personal que creo que encontrarás… muy educativos.
Tatiana observó los libros con interés mezclado con inquietud. Sabía que detrás de la
aparente generosidad de Asha siempre había algo más.
—Ah, pero no he terminado. —Asha sonrió de manera calculada mientras sacaba un
pequeño libro adicional—. Este es un regalo especial. —Lo dejó caer sobre la mesa con
delicadeza—. Es de la misma bruja que escribió el libro que te regalé antes. En este
encontrarás recetas… muy útiles para amplificar los poderes y los sentidos de humanos
sincronizados con licántropos. —Asha hizo una pausa para saborear el momento antes de
continuar—. Incluye técnicas para preparar el cuerpo para un encuentro con la bestia de
Drex. —Sus risas llenaron el aire, disfrutando del evidente nerviosismo de Tatiana.
Tatiana sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, pero no pudo articular una respuesta. Sabía
que las palabras de Asha no eran más que una provocación, una manera de reafirmar su
control.
—¿No es fascinante, querida? —continuó Asha, con una sonrisa amplia—. Las emociones
lujuriosas siempre son tan… poderosas.
Tatiana mantuvo su mirada fija en los libros, evitando a toda costa encontrarse con los ojos
de Asha.
—Bueno —Asha dio media vuelta con un gesto elegante—, te dejaré para que comiences tu
lección de Atlante. Estoy segura de que lo encontrarás… interesante. —Hizo un gesto hacia
la sirvienta, quien ya tenía los libros listos—. Yo, por mi parte, tengo un baño que disfrutar.
Con una sonrisa satisfecha, Asha caminó hacia su jacuzzi de sangre, donde el líquido rojo
y espeso la esperaba, burbujeando suavemente. El aroma metálico llenaba el aire mientras
Asha se sumergía lentamente, dejando que el calor envolviera su cuerpo.
Tatiana se sentó frente a los libros, su mente intentando concentrarse en la lección que
tenía frente a ella, pero los ecos de las palabras de Asha seguían resonando en su cabeza,
cada risa, cada burla anclada profundamente.
Mientras Asha se dejaba llevar por el baño ritual, cerrando los ojos con una expresión de
puro deleite, Tatiana comenzó su lección, sabiendo que el control de Asha sobre ella era tan
ineludible como el destino mismo.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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