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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 321.

Movilización y Deseos Ocultos.

Tatiana avanzaba por los pasillos de la sede de La Purga con paso firme y decidido. Las

marcas de la madrugada aún ardían en su cuerpo, el resultado de la brutalidad que solo

Drex podía desatar. Cada paso que daba le recordaba las nalgadas despiadadas que había

recibido horas antes, un fuego latente que aún ardía en sus nalgas. Sus pezones seguían

adoloridos por las mordidas de Drex, y en su boca, el sabor de él persistía, fresco, como si

ese encuentro violento y placentero acabara de ocurrir.

Tatiana no solo soportaba el dolor; lo usaba. Esa misma madrugada había sido un

despliegue de fuerza y deseo, y ahora, a pesar de los estragos que llevaba en su cuerpo, se

mantenía implacable. Ese dolor no la debilitaba, la fortalecía. Mientras otros se

tambaleaban, ella lo convertía en control absoluto.

Esa misma noche debían movilizarse hacia Guayaquil, tal como lo había ordenado

Vambertoken, y Tatiana no estaba dispuesta a tolerar retrasos. Cuando entró en la sala

donde se reunía el equipo de Lía, el desgaste en sus rostros era evidente. Lía, Anuel y

Óscar estaban desparramados en sus asientos, agotados no solo por el caos de la orgía

desatada por Anuel, sino también por el cataclismo que provocaron Diana y Alexia en sus

transformaciones licántropas. Los cuerpos de todos ellos apenas se recuperaban del

descontrol de la noche anterior, pero Tatiana, con su rostro endurecido, mostraba una

firmeza inquebrantable, como si lo que había vivido esa madrugada no la hubiera afectado

en lo más mínimo.

—Vaya, parece que los licántropos no son para cualquiera —dijo Tatiana, con un tono frío

que cortaba el aire. Su sarcasmo siempre era un arma afilada.

Anuel, a pesar del agotamiento visible en su rostro, levantó la cabeza y sonrió con desafío.

Aunque su cuerpo estaba hecho polvo, no podía resistir la tentación de provocar a Tatiana.

—Tatiana, ¿cómo lo haces? —preguntó Anuel, su tono arrastrado pero provocativo—. Todos

sabemos que Drex no es precisamente delicado. ¿Cómo puedes estar tan fresca después

de cada noche… y cada madrugada? —Anuel le lanzó una mirada insinuante, sabiendo que

Drex no le daba tregua ni un solo día.

Tatiana dejó que sus ojos se clavaran en los de Anuel, fríos como el acero. Internamente, se

regocijaba en el dolor que aún sentía en su cuerpo. Cada latido en sus nalgas le recordaba

las nalgadas de Drex; cada respiración le hacía sentir el ardor en sus pezones, mordidos

con la ferocidad de un depredador. El placer y el dolor eran inseparables, y para Tatiana,

ese control absoluto sobre su propio cuerpo la mantenía en lo más alto. Pero no iba a

compartir ni una pizca de su realidad con Anuel.

—Eso no es de tu incumbencia, Anuel —respondió Tatiana con frialdad, dejando que el

silencio posterior alargara su impacto—. Pero si quieres saber cómo lo hago, solo tienes

que acompañarme a cazar corazones humanos. Quizás entonces entiendas cómo

sobrevivo cada día… y cada noche.

El tono cortante de Tatiana dejó a Anuel sin palabras por un momento. Sabía que Tatiana no

estaba bromeando, y que sus palabras escondían una verdad oscura que nadie más podría

soportar. La tensión en la sala era palpable.

Sin perder el control ni un segundo, Tatiana se giró hacia Lía, la líder del equipo, que

apenas podía mantenerse erguida.

—Lía, necesitamos estar en Guayaquil esta noche —dijo Tatiana con una frialdad

inamovible—. Tu equipo está retrasado, y no voy a permitir que Vambertoken vea un solo

error en esta movilización. Haz que todo esté listo en unas horas.

Lía asintió, sabiendo que Tatiana no toleraba excusas. No importaba lo cansados que

estuvieran, la operación debía seguir adelante. La voz de Tatiana no daba lugar a

objeciones.

Justo en ese momento, Tatiana sintió la presencia de Drex antes de verlo. Su aroma la

envolvió, fresco y potente, como si todavía estuviera sobre ella. Cuando levantó la vista, él

estaba en la puerta, observándola con esa calma depredadora que siempre lo rodeaba. A

su lado, Violeta y Andrés acababan de regresar de una conversación. El ambiente cambió

de inmediato.

Violeta, rápida como un rayo, se acercó a Andrés, y antes de que nadie pudiera reaccionar,

él la tomó por la cintura y la besó con una intensidad que dejó a todos en estado de shock.

Andrés, el hombre piadoso, siempre reservado y contenido, acababa de romper todas las

barreras. Ese beso no era simplemente una muestra de afecto; era una declaración cargada

de deseo. El silencio en la sala se volvió sofocante.

Tatiana observó la escena con calma, sin perder su compostura. Internamente, disfrutaba

del caos inesperado. Andrés, siempre controlado, había roto las cadenas que lo contenían.

—Parece que algunos de ustedes guardan secretos más interesantes de los que creía

—dijo Tatiana, dejando caer una sonrisa irónica que rompió el silencio. Su tono estaba

cargado de una burla fría, típica de quien no se sorprende por nada.

La tensión seguía en el aire, pero Tatiana no tenía tiempo para entretenerse con los dramas

personales. Guayaquil los esperaba, y la Purga no podía detenerse. Los conflictos de cada

uno tendría que esperar. La misión era lo único que importaba.

Tatiana salió de la sala donde había dejado a Lía, Anuel y Óscar con órdenes claras. Su

rostro seguía siendo el de la jefa implacable que no daba espacio para excusas, pero en

cuanto cruzó el umbral, el ambiente cambió ligeramente. Sentía la presencia de Drex como

una sombra constante, ese aroma característico que le anunciaba que él estaba cerca,

observándola. Sin dudarlo, y sin siquiera mirar a su alrededor para asegurarse de que no la

seguían, avanzó directamente hacia donde él estaba parado, esperando junto a la puerta.

Drex la miraba con esos ojos que parecían saberlo todo, con una calma depredadora que lo

caracterizaba. Sabía que Tatiana acababa de imponer orden entre sus subordinados, y esa

imagen de control absoluto, la forma en que manejaba la situación, lo hacía disfrutar aún

más. Sabía también que, bajo esa apariencia de firmeza y autoridad, las nalgas de Tatiana

debían estar ardiendo de todas las nalgadas que le había dado esa misma madrugada. Sus

pezones, todavía adoloridos por sus mordidas, seguramente le recordaban cada segundo el

poder que él tenía sobre ella.

Tatiana, sin decir una palabra, se acercó lentamente, su mirada firme pero con un brillo de

picardía que solo Drex podía reconocer. Sus pasos eran suaves, calculados, y cuando

estuvo lo suficientemente cerca, lo tomó por la nuca con una mano firme pero coqueta,

atrayéndolo hacia ella. Sus labios se encontraron en un beso profundo, cargado de pasión.

Drex respondió de inmediato, disfrutando no solo del contacto, sino de la imagen de Tatiana,

siempre la jefa de La Purga, sometiéndose solo ante él en ese breve instante. El beso no

era simplemente una muestra de afecto, sino un recordatorio de la conexión brutal que

compartían.

Tatiana, mientras lo besaba, podía sentir la sonrisa de Drex contra sus labios. Sabía que él

disfrutaba verla en esa dualidad: implacable ante todos, pero con las marcas de su dominio

recorriendo su piel, ardiendo en cada fibra de su cuerpo. El control que ella mostraba ante

los demás solo hacía que Drex disfrutara más, sabiendo que cada orden que daba, cada

mirada fría que lanzaba, estaba respaldada por el dolor y placer que él mismo le había

causado horas antes.

Cuando el beso terminó, Tatiana se apartó lentamente, sus ojos aún fijos en los de Drex. Sin

decir una palabra, deslizó su lengua juguetona por el labio inferior de él, mordisqueándolo

ligeramente antes de alejarse. Era su forma de despedirse, dejándole claro que, aunque

debía volver a la misión, ambos sabían lo que realmente ardía dentro de ella. Drex la dejó

marchar, disfrutando de verla retomar su papel de líder absoluta, sabiendo que cada paso

que daba, cada decisión que tomaba, estaba alimentada por el fuego que él mismo había

encendido esa misma madrugada.

Tatiana había dejado la sala, su beso con Drex aún fresco en la mente de todos. La jefa

implacable, la “ogro” de La Purga, acababa de mostrar un lado que pocos se atrevían a

imaginar. Anuel, exhausta y aún tratando de asimilar lo que acababa de ver, no podía evitar

el asombro. Aunque no era un secreto que Tatiana y Drex eran esposos, ver cómo alguien

tan inflexible y dura podía permitirse esos momentos de intimidad con su esposo, no dejaba

de sacudir la imagen que todos tenían de ella.

Pero el cansancio de Anuel no solo venía de la orgía brutal que había vivido, ni del impacto

de ver a Tatiana en una faceta distinta. Había algo mucho más profundo, una curiosidad

latente que no la dejaba en paz. Estaba enojada, confundida, y sobre todo, quería

respuestas. La escena de Andrés y Violeta besándose apasionadamente seguía flotando en

su mente, y aunque todos seguían recuperándose de los eventos de la orgía, Anuel sentía

que algo más había ocurrido entre ellos.

—A ver, ustedes dos —dijo Anuel, con un tono de impaciencia que no intentaba disimular—.

¿Qué diablos pasó en esa orgía? Porque lo último que recuerdo es que ustedes dos

estaban muy ocupados con la “inspección oral conjunta”. Y ahora… ¿qué pasa? ¿Qué

cambió? Andrés, tú estabas todo depresivo por lo de Laura, ¿y ahora de repente andas

besuqueándote con Violeta? ¿Qué pasó?

Violeta y Andrés se miraron brevemente, incómodos, pero sin decir una palabra. Lía y

Óscar, que aún estaban recuperándose en sus asientos, también miraban de reojo,

esperando respuestas. La tensión en la sala era palpable, y todos sabían que no podían

escapar de las preguntas de Anuel por mucho tiempo. Óscar, aunque normalmente más

reservado, no pudo evitar una sonrisa satisfecha, recordando lo bien que la había pasado

en la orgía, a pesar de que no había querido asistir inicialmente.

—Anuel, mira… —empezó Andrés, su voz tensa—. No sé cómo explicarlo, pero fue más

que eso. Algo en esa orgía… no fue solo físico. No sé qué pasó conmigo, pero después de

todo lo que pasó con Violeta, no puedo dejar de pensar en ella.

—¿No puedes dejar de pensar en ella? —replicó Anuel con sarcasmo—. No me jodas,

Andrés. No puedes usar esa excusa cuando hace un par de días estabas lloriqueando por

Laura. ¿Qué demonios pasó en esa maldita orgía?

Los recuerdos de la orgía seguían siendo confusos para muchos. Todos habían llevado

antifaces, y los cuerpos perfectos de hombres y mujeres que se habían encontrado eran

indistinguibles. Nadie sabía realmente con quién había estado, pero los licántropos, ellos

sabían. Ellos no necesitaban la vista para identificar a los demás; el olor era suficiente. Y

Drex, desde el momento en que había llegado a la escena, había empezado a juntar las

piezas, a identificar los olores que persistían en cada uno de ellos.

Anuel, Óscar, Lía, Violeta, Andrés… todos apestaban al olor de Diana. Todos habían estado

con ella en algún momento de la orgía, y ese olor animal que solo los licántropos podían

percibir, estaba grabado en su piel. Pero había algo más. El ataque que Anuel había sufrido

de una licántropa que no podía identificar, la atormentaba. Drex lo sabía, pero aún no decía

nada. Era un secreto que solo los licántropos podían desvelar.

Óscar, había pasado la mayor parte de la orgía al lado de Lía, pero incluso con ella allí,

había disfrutado de la tentación, en la lujuria que la noche había desatado en todos. No

había querido ir, pero ahora, recordando lo sucedido, no podía evitar sentirse saciado.

Había disfrutado más de lo que estaba dispuesto a admitir. Sus ojos encontraron los de Lía,

y por un segundo, una chispa de incomodidad pasó entre ellos. No sabían que habían

compartido a Andrés en aquel trío, y mucho menos sabían quién era quién, debido a los

antifaces.

Anuel, impaciente, dio un golpe en la mesa.

—¡Quiero respuestas! —gritó, su voz llena de frustración—. ¿Quién me atacó en la orgía?

Porque estoy harta de no saber. Y ustedes, Violeta y Andrés, ¿qué mierda pasó entre

ustedes dos para que ahora anden tan juntitos?

El silencio que siguió era tenso. Violeta y Andrés sabían que no podrían esquivar esa

pregunta para siempre. Pero justo cuando Andrés abrió la boca para intentar una

explicación, Drex, que había permanecido en silencio todo ese tiempo, se movió

ligeramente. Su expresión seria y controlada no cambió, pero sus ojos revelaban que él ya

sabía la respuesta. Había olido todo. Sabía quién era la licántropa que había atacado a

Anuel en la orgía. Sabía quiénes habían estado realmente con quién. Los licántropos no

podían esconder sus identidades entre sí, no con el poder de su olfato.

Drex clavó su mirada sobre Anuel, quien comenzaba a mostrar signos de incomodidad bajo

su escrutinio. Aunque sus movimientos eran mínimos y calculados, su presencia lo decía

todo. Avanzó un paso, y su voz grave rompió el silencio, con una leve sonrisa que apenas

se dibujaba en su rostro.

—Anuel… —su tono era tranquilo, pero cargado de ironía—. Te lo advertí, ¿no? No fue mi

idea traer a la manada. Fuiste tú quien insistió, quien me convenció de invitarlos a tu fiesta.

Querías algo intenso, inolvidable… Y, bueno, lo conseguiste.

Anuel, quien solía tener siempre una respuesta rápida, mantuvo el silencio. Evitaba la

mirada de Drex, consciente de las consecuencias de sus acciones. Ella había buscado algo

más allá de lo habitual, pero ahora el peso de esa decisión la alcanzaba.

—No te quejes ahora —continuó Drex, con una risa suave—. Si no podías manejarlo, no

deberías haberlo pedido. Sabías muy bien lo que estabas desatando.

El aire en la sala se volvía cada vez más denso. Las palabras de Drex caían como plomo

sobre los presentes. Lía, Óscar, Andrés y Violeta intercambiaron miradas nerviosas. Sabían

que Drex no había estado en la orgía, pero su olfato inquebrantable le revelaba todo lo que

necesitaba saber. No hacía falta haber presenciado el caos para comprender lo que había

sucedido.

—Ah, y en cuanto a esa orgía… —agregó Drex, su sonrisa se afiló—. ¿De verdad pensaste

que unos antifaces serían suficientes para ocultar quién hizo qué? Vamos, los olores no

mienten. No necesito decir nombres, pero… fue un espectáculo, sin duda memorable.

—Dejó que el silencio reinara por un segundo más, disfrutando del control absoluto que

ejercía sobre la situación.

Lía tragó saliva, claramente afectada. Óscar apartó la mirada, aunque una sonrisa nerviosa

se formó en sus labios, sabiendo que Drex podía exponerlos si lo deseaba. Violeta

mantenía su serenidad exterior, pero sus manos, sutilmente apretadas, delataban su

tensión. Andrés, incapaz de sostener la mirada de Drex, miraba al suelo, atrapado en su

propio conflicto.

—Entonces, ¿cómo quieren proceder? —preguntó Drex, alzando una ceja—. Porque,

honestamente, no tengo problema en quedarme callado… pero si no hacemos algo, estos

“secretos” podrían ser muy… divertidos de revelar.

El tono juguetón de Drex, aunque ligero, contenía una amenaza latente. El control seguía en

sus manos, y todos lo sabían.

Lía, que había intentado mantenerse al margen, finalmente dio un paso al frente. Sabía que

el equipo dependía de ella, y no podía dejar que la situación se desmoronara. Con una voz

firme pero vulnerable, habló.

—Drex… te pido que hagamos un pacto de silencio —dijo, mirándolo con seriedad—. Nadie

necesita saber lo que ocurrió esa noche. Si esto sale a la luz, no habrá vuelta atrás. Por

favor, guarda lo que sabes.

El silencio que siguió fue opresivo. Todos esperaban la respuesta de Drex, sabiendo que

sus palabras podrían sellar su destino. Tras un largo momento, Drex asintió lentamente, con

una sonrisa cargada de burla.

—Está bien, Lía —dijo con una calma peligrosa—. Puedo quedarme en silencio. Me divierte

ver cómo intentan mantener el control. Pacto de silencio aceptado.

Un suspiro colectivo de alivio recorrió la sala, aunque la tensión no desapareció del todo.

Sabían que Drex seguía teniendo el control, y que ese silencio tenía un precio.

Anuel, sin embargo, no estaba lista para dejar las cosas así. Sus ojos se dirigieron

directamente a Andrés y Violeta, y lanzó la pregunta que todos temían escuchar.

—Eso está bien, Drex —dijo, asintiendo levemente—. Pero todavía no entiendo qué pasó

entre Andrés y Violeta. No voy a aceptar excusas. Quiero saber exactamente qué cambió

entre ustedes en esa maldita orgía.

Violeta, visiblemente incómoda, pero decidida, dio un paso adelante. Sabía que no podía

seguir evitando las preguntas de Anuel, pero tampoco quería revelar más de lo necesario.

Tomó aire antes de hablar, su voz temblaba ligeramente.

—Anuel… no es tan simple —empezó, intentando controlar sus palabras—. Antes de la

orgía… Encontré una pesadilla en mi mente cuando aún yo tenía mi anterior vida. —Pausó,

evitando la mirada de Andrés—. En esa vida, Andrés tuvo algo que ver con lo que me

ocurrió. No sé qué fue exactamente, pero la pesadilla lo sabe.

El silencio volvió a apoderarse de la sala. Todos la miraban, expectantes. Violeta continuó,

aunque cada palabra parecía costarle más esfuerzo.

—En esta vida, Andrés tiene una deuda conmigo. No sé por qué, pero lo sé. Y… Laura ya no

es parte de esto. Andrés es mío ahora.

Sus últimas palabras cayeron como un martillo. Anuel la observó con los ojos entrecerrados,

procesando lo que acababa de escuchar. Finalmente, asintió, aunque no parecía

completamente satisfecha.

—Está bien. Pero espero que no haya más sorpresas —advirtió, con un tono que dejaba

claro que seguiría atenta.

Mientras tanto, Óscar, que había permanecido en silencio la mayor parte del tiempo, decidió

intervenir con su habitual toque de humor.

—Bueno, yo también me sumo al pacto de silencio —dijo, sonriendo con descaro—. Porque

si se llega a saber todo lo que pasó, no sé cómo Lía y yo podríamos explicar todo el “trabajo

extra” que pusimos esa noche.

Lanzó una mirada cómplice a Lía, quien lo fulminó con los ojos, aunque no pudo evitar

esbozar una sonrisa.

—Óscar, por favor… —susurró Lía, sacudiendo la cabeza, tratando de contener la risa.

Finalmente, Lía retomó su papel como líder, levantando la voz para poner orden.

—De acuerdo, ya escucharon a Tatiana. Recojan sus cosas y prepárense para el traslado a

Guayaquil esta noche. No quiero más retrasos.

Los demás comenzaron a moverse, organizando todo para el traslado. Sin embargo, las

sombras de lo ocurrido en la orgía seguían acechando en el aire. Drex, por su parte,

observaba en silencio, sabiendo que, aunque el pacto había sido sellado, las secuelas de

esa noche los seguirían persiguiendo.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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