El cazador de almas perdidas – Creepypasta 319.
Un Recuerdo Más.
El sol aún estaba bajo en el horizonte cuando Tatiana y Drex salieron del apartamento. El
aire de la mañana era fresco, pero Tatiana apenas lo notaba. Su cuerpo aún llevaba el calor
de lo que acababa de ocurrir, con las marcas en sus nalgas recordándole cada nalgada que
Drex le había dado. Se dirigieron rápidamente hacia la camioneta estacionada afuera, sin
perder tiempo. Sabían que el día iba a ser largo.
Tatiana se subió al asiento del copiloto, ajustándose en su lugar mientras Drex tomaba el
volante. Cuando el motor rugió al encenderse, Drex la miró de reojo, con una ligera sonrisa
en su rostro.
—¿Te está ardiendo lo suficiente cuando te sientas? —preguntó, su voz cargada de esa
mezcla entre provocación y control.
Tatiana sonrió, sabiendo exactamente lo que él estaba insinuando. En lugar de responder
de inmediato, se movió lentamente en el asiento, acomodándose de manera que sus
nalgas, ya sensibles, rozaran con más fuerza el tejido del asiento. El roce con su piel
ardiente hizo que un leve gemido escapara de sus labios, pero ella no se detuvo. Siguió
moviéndose, buscando que cada milímetro de sus nalgas sintiera ese ardor que tanto
disfrutaba.
—Aún me falta, —contestó finalmente, con una sonrisa descarada mientras lo miraba de
reojo. Drex no apartó la vista del camino, pero la sonrisa en sus labios se profundizó.
—No te preocupes, puedo solucionar eso, —murmuró, con esa voz baja y firme que
siempre la hacía estremecer.
Tatiana sabía que, a pesar de la urgencia del día que tenían por delante, Drex siempre
encontraba la manera de darle lo que necesitaba. Mientras él aceleraba la camioneta, ella
sentía cómo el ardor en sus nalgas se intensificaba, y con cada kilómetro que avanzaban, el
placer del dolor seguía aumentando.
El viaje hacia la sede de la Purga fue marcado por el silencio confortable entre ambos, pero
finalmente, Tatiana rompió el silencio, su mente volviendo a los asuntos del día.
—Mover la sede a Guayaquil va a ser un infierno, —dijo, mirando por la ventana—. Y
con media Purga aún con los rastros de la orgía de Anuel… Va a ser especialmente
duro para mí.
Drex asintió, sus ojos fijos en la carretera, pero su atención completamente en ella. Sabía lo
que venía. A pesar de lo fuerte que era Tatiana, ella llevaba el peso de muchas cosas sobre
sus hombros, y los restos de la noche anterior no ayudarían. Sabía que el día sería duro,
pero había hecho todo lo posible para que Tatiana estuviera lista.
—Ya te dejé bien marcada para que no te olvides de lo fuerte que eres, —murmuró
Drex, con una sonrisa que Tatiana notó por el reflejo en la ventana.
Tatiana se acomodó en su asiento, dejando que el dolor de las marcas en sus nalgas se
intensificara cada vez que el asiento rozaba con su piel. Pero sabía que eso no era
suficiente. Había algo más que necesitaba, algo que completaría ese ritual que ella y Drex
compartían antes de los días difíciles.
—Sabes, Drex, hay algo más que podrías hacer antes de que lleguemos a la sede,
—dijo Tatiana, su tono sugerente mientras miraba hacia él.
Drex giró la cabeza por un segundo, sin dejar de sonreír. Sabía exactamente lo que ella
pedía. Sin perder el control del volante, Drex estiró su mano derecha, acariciando
suavemente el muslo de Tatiana antes de deslizarla lentamente hacia su pecho. Tatiana
sintió un escalofrío recorrer su espalda cuando los dedos de Drex alcanzaron sus pezones,
ya sensibles por el roce del tejido de su ropa.
—¿Esto es lo que necesitas? —susurró Drex, mientras su mano jugaba con el borde de la
tela que cubría sus pechos.
Tatiana dejó escapar un suspiro de anticipación, sabiendo lo que venía.
—Hazlo, —pidió ella, con un tono más bajo, pero cargado de deseo.
Drex no esperó más. Mientras sus colmillos comenzaban a asomarse, bajó la cabeza hacia
el pecho de Tatiana, y con una precisión que ella ya conocía, mordió suavemente su pezón,
apenas lo suficiente para que el dolor se mezclara con el placer. Tatiana dejó escapar un
gemido ahogado, sintiendo cómo el calor en su cuerpo aumentaba. Cada mordida era firme,
pero no demasiado fuerte. Drex sabía exactamente hasta dónde podía llevarla.
Con cada mordida, Tatiana se hundía más en esa sensación de control y entrega, sus
manos aferrándose al asiento mientras el placer y el dolor recorrían su cuerpo en oleadas.
Drex mordió su otro pezón, dejando marcas ligeras con sus colmillos, mientras el clímax
que había sentido antes aún vibraba en su piel.
Finalmente, Drex se apartó lentamente, dejando que el eco de esas mordidas permaneciera
en la mente y el cuerpo de Tatiana. La camioneta seguía avanzando hacia la sede, pero
Tatiana ahora llevaba las marcas que necesitaba para el día.
—Eso es lo que necesitaba, —susurró Tatiana, acomodándose en el asiento, sintiendo el
ardor en sus pezones y el roce constante en sus nalgas. Sabía que cada paso que diera
ese día le recordaría todo lo que había compartido con Drex esa mañana.
Drex, sin apartar la vista de la carretera, sonrió con satisfacción.
—Con esas marcas y ese uniforme delgado, te vas a acordar de mí todo el día, —dijo,
su voz cargada de complicidad.
Tatiana no pudo evitar sonreír. Sabía que Drex tenía razón. Cada paso, cada movimiento,
sería un recordatorio de lo que él le había dado, y esa sensación la acompañaría mientras
se enfrentaba al caos de la Purga.
El día sería largo, pero Tatiana estaba más que lista.
El sol apenas comenzaba a subir cuando Drex y Tatiana salieron del apartamento,
montándose rápidamente en la camioneta. El día iba a ser largo, especialmente con la sede
de la Purga mudándose a Guayaquil y los rastros de la orgía de Anuel aún presentes en la
mitad del equipo. Mientras Drex encendía el motor, su teléfono sonó. El nombre de Fabián
parpadeó en la pantalla.
Drex suspiró, consciente de que el día apenas comenzaba y ya tenía que lidiar con algo
más.
—¿Qué pasa, Fabián? —contestó, su voz marcada por la impaciencia.
—Es Andrés… algo pasó en esas dos horas en el Vaticano, el último día que se
encontró con Laura, —dijo Fabián, su tono claramente preocupado—. Lleva dos días sin
contestarme, y no sé qué hacer. Creo que lo afectó más de lo que quiere admitir.
Drex frunció el ceño, pero antes de que pudiera responder, sintió cómo Tatiana se inclinaba
hacia él, su mano deslizándose hacia su cinturón con una destreza casi calculada. Tatiana
tenía ese brillo travieso en los ojos, y antes de que Drex pudiera detenerla, su boca ya
estaba bajando hacia su entrepierna.
—Fabián, ¿qué fue lo que ocurrió exactamente? —preguntó Drex, su voz firme, aunque
con una tensión creciente. Tatiana, en un descaro absoluto, desabrochó su pantalón y
comenzó a darle sexo oral, sus labios y lengua moviéndose con una precisión casi cruel.
Drex apretó el volante con más fuerza, luchando por no soltar un gemido mientras Tatiana
lo llevaba al borde entre el placer y la necesidad de mantener el control.
—No lo sé, Drex. Andrés no me ha querido contar nada desde entonces, pero… algo
cambió en él. Es como si hubiera visto algo, o como si hubiera hablado de algo que
no debería. —La voz de Fabián seguía fluyendo, pero Drex apenas podía concentrarse.
Tatiana, sonriendo mientras mantenía su boca ocupada, se esforzaba al máximo para hacer
la llamada lo más incómoda posible para Drex. Sus labios y su lengua trabajaban con una
precisión que solo ella podía manejar, buscando cada reacción de él mientras él intentaba a
duras penas seguir la conversación. Drex sentía cómo su respiración se volvía irregular, y
aunque quería responderle a Fabián, el placer que Tatiana le provocaba lo dejaba sin
palabras.
—Fabián… lo hablaremos cuando llegue a la sede, —dijo Drex, su voz entrecortada
mientras intentaba mantener el control. Tatiana no se detenía, sabiendo exactamente cómo
hacerle perder el control sin que pudiera mostrárselo a Fabián.
—Entiendo, Drex, pero… esto no puede esperar mucho más. Andrés está en una
situación difícil, y necesito tu apoyo para saber qué hacer. —La preocupación de
Fabián era evidente, pero Drex apenas podía procesarlo. Cada vez que Tatiana
intensificaba el ritmo, el placer lo embargaba más.
Tatiana, consciente de la situación, sonrió entre los movimientos, disfrutando tanto como él
del control que tenía sobre su cuerpo. Cada gemido contenido de Drex era una victoria
para ella, y se deleitaba en hacerlo disfrutar al máximo. La tensión en el aire era palpable, y
Tatiana sabía que él estaba al borde.
—Fabián… tengo que colgar… ahora no puedo… —dijo Drex, sin poder evitar que su voz
temblara. El clímax estaba cerca, y la forma en que Tatiana lo llevaba al límite lo estaba
volviendo loco.
Antes de que Fabián pudiera contestar, Drex cortó la llamada, soltando el teléfono sobre el
asiento mientras Tatiana daba su último movimiento maestro. Drex soltó un gemido
profundo, casi gruñendo, mientras se venía en la boca de Tatiana. Ella lo recibió con
descarada satisfacción, tragando cada gota mientras disfrutaba no solo del placer de Drex,
sino también de su propio poder sobre él. Para Tatiana, no había nada más delicioso que
sentir a Drex explotar en su boca y saber que lo había hecho sufrir de placer durante toda la
llamada.
Cuando terminó, Tatiana se acomodó de nuevo en su asiento, limpiándose los labios con
una sonrisa maliciosa.
—Tienes suerte de que estemos casados, Drex. —dijo, riendo mientras miraba su reflejo
en la ventana—. Es prácticamente mi derecho hacer esto.
Drex, aún respirando con dificultad, la miró de reojo, una sonrisa torcida en su rostro. Sabía
que Tatiana disfrutaba tanto como él de esos momentos, y la intensidad de lo que
acababan de compartir lo dejaba casi sin palabras.
—No sé si llamarlo suerte… o tortura, —murmuró, con una risa cansada, mientras volvía
a concentrarse en la carretera. La situación lo había dejado al borde, pero en el fondo,
amaba cómo Tatiana sabía exactamente qué hacer para manejarlo.
Tatiana se acomodó en su asiento, aún saboreando el clímax de Drex en su boca. Sabía
que, al llegar a la sede de la Purga, cada paso que diera, con el sabor de Drex en sus
labios, haría que todo su equipo temblara bajo sus órdenes. Y para ella, no había mayor
placer que ese.
Mientras la camioneta avanzaba por la carretera, ambos sabían que el día sería difícil. Pero
después de lo que acababan de compartir, Drex y Tatiana estaban listos para enfrentar lo
que viniera. Drex, aún recuperándose del clímax, lanzó un último comentario mientras
mantenía una mano firme en el volante.
—Fabián estará esperando en la sede… aunque no creo que pueda concentrarme muy
bien después de esto.
Tatiana se rió suavemente, sabiendo que su “desquite” había funcionado a la perfección.
—No te preocupes, amor. Lo recordarás todo el día.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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