Que tenemos para ti

Lee GRATIS

El cazador de almas perdidas – Creepypasta 308.

La Mañana del Renacer.

La luz suave del amanecer se filtraba a través de las cortinas de la habitación, tiñendo el

ambiente de un cálido tono dorado. El silencio era apenas interrumpido por la respiración

acompasada de Fabián y María, ambos aún acurrucados bajo las sábanas. La noche

anterior había sido difícil, pero esa mañana traía consigo una nueva sensación de calma y

de esperanza.

Fabián despertó primero, observando a María con ternura mientras ella aún dormía, su

rostro relajado, las líneas de tensión que habían marcado sus expresiones días antes, ahora

más suaves. Se sentía agradecido, sabiendo que habían logrado superar una prueba que

fácilmente pudo haberlos destrozado. Y aunque no podía borrar el dolor de lo ocurrido,

estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para reparar cada fisura.

No pudo resistir más tiempo. Con cuidado, se inclinó y depositó un suave beso en la frente

de María, su forma de despertar sin palabras. Ella abrió los ojos lentamente, encontrándose

con los suyos. Una sonrisa, pequeña pero genuina, se dibujó en sus labios.

—Buenos días… —susurró María, su voz aún somnolienta pero cargada de una calidez que

llenó el corazón de Fabián.

—Buenos días, mi amor —respondió él, inclinándose nuevamente, esta vez para besarla en

los labios, un beso lento, profundo, lleno de significado. Sentía que el peso de las tensiones

comenzaba a desvanecerse.

María correspondió el beso con la misma intensidad, disfrutando del calor de los labios de

Fabián y el confort de sus brazos rodeándola. Se sentía segura nuevamente, sentía que el

abismo que los había separado empezaba a cerrarse, y por primera vez en mucho tiempo,

sentía la confianza de poder ser ella misma sin miedo de perderlo.

—Sabes que tenemos que ver la presentación de la cena de Valeria Dupont —dijo María,

alejándose solo lo suficiente como para mirarlo a los ojos, pero sin romper el abrazo—. No

será fácil para ninguno de los dos… pero quiero hacerlo. Quiero dejarlo atrás.

Fabián asintió, su mano acariciando el cabello de María, enredando los dedos entre sus

mechones. Lo sabía. Revivir esos momentos no sería sencillo, pero ambos necesitaban

cerrar ese capítulo para poder seguir adelante. El silencio que siguió no fue incómodo, sino

más bien un espacio de comprensión mutua.

—¿Sabes algo? —dijo él, con una sonrisa que intentaba aliviar la tensión—. Hoy es un

nuevo comienzo, María. Un día para empezar de nuevo, y verte brillar como siempre lo

haces.

María lo miró, con una mezcla de gratitud y determinación. Se incorporó en la cama,

apartando las sábanas de su cuerpo, dejando que el aire frío de la mañana la envolviera. Se

estiró con lentitud, disfrutando de la sensación de renovación que la inundaba.

—Tienes razón… —dijo con un brillo en los ojos—. Hoy es un nuevo día, y quiero verme

como nunca antes.

Fabián la siguió con la mirada, fascinado por la forma en que la luz jugaba con su piel,

iluminándola como si fuera una deidad. Sabía que el dolor seguía allí, pero también sabía

que esa mañana María había recuperado parte de su fuerza. La vio caminar hasta su

vestidor, decidido a seguirla.

—Quiero escoger algo… especial —dijo ella, abriendo las puertas del enorme armario que

compartían.

María recorrió las prendas con las manos, deslizando los dedos por vestidos de seda,

terciopelo, y telas tan suaves como la piel misma. Finalmente, sus manos se detuvieron en

un vestido de terciopelo negro, ajustado al cuerpo, con un escote profundo en V que caía

hasta justo sobre el ombligo, exponiendo su pecho y dejando entrever la curva de sus

costillas. La tela abrazaba su figura perfectamente, acentuando sus caderas y su cintura de

manera sensual y elegante. El largo del vestido llegaba hasta los tobillos, con una abertura

lateral que subía hasta la parte superior de su muslo, lo suficientemente alta como para

sugerir, sin revelar demasiado.

—¿Qué te parece este? —preguntó María, girándose hacia Fabián mientras sostenía el

vestido frente a su cuerpo.

Fabián sonrió, su mirada apreciando cada detalle, pero se inclinó hacia adelante, tomando

su mano y guiándola hacia otra prenda que estaba colgada a un lado.

—Es hermoso… pero, ¿qué te parece esto? —dijo, señalando otro vestido, esta vez de seda

roja, con un diseño más atrevido aún. Era completamente ajustado, con un escote recto sin

tirantes y un corte en la espalda que dejaba toda la columna al descubierto. El vestido se

aferraba a la piel como una segunda capa, resaltando cada curva, y el rojo vibrante hacía

que la piel de María brillara aún más.

María sonrió divertida.

—Siempre me empujas un poco más allá, ¿verdad? —bromeó, pero no pudo resistirse a la

idea. Tomó el vestido y lo colocó frente a su cuerpo—. Este es… es perfecto.

Fabián asintió, con una sonrisa satisfecha. Sabía que el vestido resaltaría su belleza de una

forma única.

—Será nuestro primer día juntos después de todo esto —dijo él, acercándose para rodearla

con sus brazos por detrás, sus labios rozando la piel de su cuello—. Quiero que te sientas

tan increíble como te veo.

María cerró los ojos, dejándose llevar por la calidez de sus palabras. Tomó el vestido y se

dirigió al espejo, preparándose para vestirse. A su lado, en el tocador, estaban sus joyas.

Eligió un par de pendientes largos de diamantes que brillaban con cada movimiento de su

cabeza, y una gargantilla de oro blanco que destacaba aún más la elegancia de su cuello.

Una vez vestida, se miró en el espejo, sintiéndose empoderada. El vestido rojo le quedaba

perfecto, envolviendo su figura de una forma que la hacía sentir segura y sensual al mismo

tiempo. Fabián, observando desde la puerta, se acercó lentamente, admirando la visión de

María frente al espejo.

—Estás… espectacular —susurró Fabián, con una admiración genuina en su voz.

María se volvió hacia él, con una sonrisa que ahora reflejaba no solo amor, sino una fuerza

renovada.

—Este es nuestro nuevo comienzo, Fabián —dijo ella, acercándose y besándolo

profundamente, un beso que sellaba no solo su reconciliación, sino también su promesa de

enfrentar lo que viniera juntos.

La mañana se llenó de amor, de risas y de caricias. María, vestida para conquistar el

mundo, sabía que el día sería largo y desafiante, pero también sabía que al final del día,

Fabián estaría allí, esperando por ella. Y eso, al fin y al cabo, era todo lo que importaba.

La transformación de María era imposible de ignorar. Con el vestido de seda rojo abrazando

su figura, los pendientes de diamantes reluciendo bajo la luz matutina y esa seguridad

radiante que emanaba de ella, parecía otra persona. No, no otra persona. María había

renacido, más fuerte, más segura. Y mientras tomaba la mano de Fabián, él solo podía

admirarla en silencio, maravillado de cómo la tormenta emocional del día anterior había

dado paso a esta versión imponente de la mujer que amaba.

María caminaba por los pasillos de la sede de la Purga en Quito, cada paso resonando con

determinación. Su cuerpo parecía fluir con una gracia felina, sus caderas oscilando

ligeramente, y su mirada… esa mirada que antes había estado empañada por la duda y el

dolor, ahora era afilada, ardiente. No había ni rastro de la vulnerabilidad que la había

consumido, ni de la inseguridad que la había atormentado por Valeria Dupont. Esa María

había quedado atrás.

—Fabián, no te quedes atrás —dijo ella, sonriendo de forma coqueta mientras lo miraba por

encima del hombro, sus labios pintados de un rojo intenso, a juego con su vestido.

Fabián, vestido con su traje más elegante, sonrió, siguiéndola de cerca, pero notando algo

que lo inquietaba. María era toda seguridad, pero había algo más en ella, una sombra que

parecía reflejar a Asha, la poderosa vampira de sangre pura con la que María había forjado

un lazo. Esa influencia, ese poder oscuro, parecía entrelazarse con María de una manera

que le daba una confianza casi intoxicante. Y mientras la veía caminar con ese aire casi

divino, no podía evitar sentir un leve estremecimiento. La adoraba, la amaba con todo su

ser, pero también le preocupaba la velocidad con la que ella estaba abrazando ese lado

más dominante y peligroso.

Mientras bajaban las escaleras principales, con María todavía sujetando su mano, Fabián

notaba algo más: la gente alrededor, las miradas. Todos los que pasaban por el lugar no

podían evitar girar sus cabezas, susurrar, admirar. María lo sabía, lo sentía, y lo disfrutaba.

No iba a esconderse más, no después de todo lo que habían pasado.

María apretó su mano con fuerza, girando su rostro hacia él, sonriendo.

—Hoy es el día, Fabián. Hoy, quiero que todos sepan que eres mío. No más dudas, no más

sombras de Valeria —se acercó a él, sus labios rozando suavemente su oído—. No más

esa perra de Valeria Dupont intentando meterse en lo que es mío —su voz era un susurro

lleno de veneno, pero también de una pasión incontrolable.

Fabián tragó saliva. María estaba deslumbrante, poderosa, y su seguridad lo embriagaba.

Pero detrás de todo eso, una parte de él temía lo que esta nueva faceta de su amada podría

significar. Era casi como si el poder de Asha la estuviera empujando a abrazar una versión

de sí misma que él nunca había conocido.

Sin embargo, no pudo evitar sentir también un orgullo profundo al verla así. Era como si

todo el dolor y la fragilidad del día anterior hubieran desaparecido, y en su lugar, había

emergido una diosa. María caminaba con él como si supiera que el mundo estaba bajo sus

pies, como si no hubiera nada que pudiera detenerla.

—¿Te preocupa que sea demasiado? —dijo ella de repente, deteniéndose en seco y

girándose para enfrentarlo, sus ojos fijos en los suyos.

Fabián parpadeó, sorprendido de que ella hubiera leído su mente tan fácilmente. Tomó aire

y sonrió.

—No… solo me sorprende lo rápido que te has recuperado —dijo, acercándose más a ella y

tomando su rostro entre sus manos—. Estoy orgulloso de ti, María. Eres fuerte, siempre lo

has sido. Solo… no quiero perderte a ti por completo.

María le sostuvo la mirada, sus ojos brillando con una intensidad que mezclaba amor y

poder. Se inclinó hacia él, besándolo con una pasión feroz, una que hacía que el corazón de

Fabián se acelerara.

—No me perderás —susurró, su voz cargada de promesas—. Al contrario. Hoy te

demostraré que me tienes más que nunca.

Con ese último comentario, lo tomó de la mano y continuó bajando las escaleras, los

tacones de María resonando en el mármol. La seguridad en su andar hacía eco en cada

rincón, mientras las personas a su alrededor seguían con la mirada fija en ella. Fabián podía

sentir el cambio, cómo el poder y el magnetismo de María envolvían a todos los presentes.

Ella era consciente de cada mirada que recibía, cada susurro que provocaba. Y más que

todo, disfrutaba cómo Fabián la observaba. Quería que él la viera por completo, quería que

entendiera que, a partir de ese día, nadie volvería a hacerla sentir insegura. No Valeria, no

nadie. Ella era María, y nadie la iba a detener.

—¿Te gusta? —preguntó ella, dándose la vuelta ligeramente para que Fabián pudiera

admirar el vestido desde otro ángulo.

Fabián la miró de arriba abajo, con una sonrisa que reflejaba tanto admiración como

devoción.

—Me encanta —respondió él, su voz ronca, mientras sus ojos brillaban con una mezcla de

orgullo y deseo—. Y todos los demás también lo notan.

María sonrió de forma traviesa, sus labios curvándose con un toque de satisfacción.

—Que lo noten. Que sepan que eres mío y que yo soy tuya. Y que nadie, ni siquiera esa

perra de Valeria, puede cambiarlo.

Fabián la abrazó por la cintura, atrayéndola hacia él. Aunque sentía una leve inquietud por

el cambio en ella, también sabía que no podía dejar de amarla, de admirarla. María era

fuego puro, y él estaba dispuesto a quemarse en ese fuego si eso significaba estar con ella.

Ambos, perfectamente arreglados, caminaban como una pareja imparable, como si el

universo entero les perteneciera. Y en cierto modo, era así. Porque, aunque el camino que

seguían estaba lleno de obstáculos y sombras, esa mañana, entre besos y miradas, ambos

habían reafirmado lo que ya sabían: estaban destinados a enfrentar todo juntos, sin importar

el precio.

El futuro se veía incierto, lleno de desafíos y enemigos que acechaban en cada esquina.

Pero mientras caminaran juntos, Fabián sabía que no había nada que no pudieran superar.

Y María, con todo su poder y su confianza renovada, lo sabía también.

María y Fabián avanzaban por los silenciosos pasillos de la sede de la Purga, sus pasos

firmes resonando en la atmósfera cargada de expectativas. María, con su vestido rojo de

seda ajustado, irradiaba un poder que Fabián no había visto antes. Los tacones resonaban,

cada paso era una declaración de fuerza. Fabián caminaba a su lado, sintiendo cómo su

propia inquietud aumentaba. Sabía lo que estaban a punto de enfrentar. Asha los esperaba.

Y Asha nunca hacía nada sin una razón.

Cuando entraron al salón de Magia Arcana, Asha ya estaba consciente de su presencia. No

tuvo que volverse para saber que su aprendiz finalmente había tomado la decisión que ella

tanto esperaba. Esa energía inconfundible de María, esa intensidad. Su transformación

estaba completa, y Asha sonrió ligeramente, satisfecha con el resultado.

Vambertoken, ocupado en su lección con Tatiana, apenas levantó la mirada. Era una de

esas clases diarias en las que su atención era total, y cualquier interrupción le resultaba

intolerable. Pero incluso él sintió la vibración del aire cuando María y Fabián entraron. Sin

embargo, siguió con la clase, dejando que Asha manejara lo que fuera a suceder. Tatiana,

sentada a su lado, trató de no desviar su atención, aunque claramente percibía la tensión en

el aire.

Asha, con su gracia habitual, dio un paso hacia adelante. Su figura esbelta y elegante

irradiaba autoridad. Sin embargo, su rostro mostraba una serenidad peligrosa, como una

tormenta contenida bajo la superficie. Se giró hacia ellos con una sonrisa que no alcanzaba

sus ojos.

—Querida María —su voz era suave, casi seductora, pero escondía una fuerza que podía

destrozar el alma de cualquiera—. Has venido, como sabía qué harías. El momento ha

llegado. —Sus ojos se clavaron en los de María, brillando con una mezcla de ternura y

control—. Finalmente, te has dado cuenta de lo que eres capaz, y de lo que mereces.

María sostuvo su mirada, y aunque sabía que estaba jugando el juego de Asha, no podía

evitar sentir una profunda admiración y, en el fondo, temor. El poder de Asha era tan

magnético como aterrador. Pero hoy no iba a titubear. Hoy estaba allí para tomar lo que se

le había prometido.

—He venido por lo que dijiste. Quiero que Fabián y yo caminemos libres, sin escondernos

más —la voz de María era firme, segura.

Asha dio un paso más cerca, inclinando levemente su cabeza mientras observaba a María

de arriba a abajo, apreciando cada detalle del poder que emanaba de su aprendiz.

—Oh, querida mía… Sabes que te daré eso y más —Asha respondió, su tono cargado de

dulzura envenenada—. No podría privarte de lo que mereces. Tú y Fabián habéis sido

leales… tan entregados. Es hora de que recojas los frutos de esa lealtad. —Asha se volvió

un poco hacia Fabián, una ligera sonrisa torcida en su rostro—. El amor que compartís es…

fascinante, realmente.

Fabián la miró, sin decir una palabra, pero cada fibra de su ser estaba en guardia. Asha lo

perturbaba, no por lo que hacía, sino por lo que siempre insinuaba sin decir. Y ahora más

que nunca, sentía el peso de ese poder en el aire.

—¿Y el precio? —preguntó María, sabiendo que nada en este mundo llegaba sin costo.

Asha rio suavemente, un sonido casi musical, pero cargado de oscuridad.

—Oh, mi querida María, ¿acaso dudas de mí? —susurró, inclinándose hacia ella, su mano

fría como el mármol acariciando la mejilla de su aprendiz—. No habrá precio. Considéralo

un regalo de mí para ti. Siempre has sido mi favorita, después de todo. —Su mirada se

volvió más afilada, y aunque su tono seguía siendo suave, María sabía que cada palabra

contenía veneno cuidadosamente medido—. He esperado este momento… tu decisión.

Ahora estás lista. Tú y Fabián ya no necesitaréis mirar por encima del hombro. Podréis

caminar libres, y lo harás con la cabeza en alto.

Fabián no podía dejar de mirarla, su inquietud creciendo. Sabía que cualquier cosa que

Asha ofreciera siempre tenía un precio oculto, aunque lo negara. Sin embargo, también

sabía que no había vuelta atrás. María había dado el paso y él estaba decidido a

acompañarla, incluso si la oscuridad les seguía de cerca.

—No te preocupes, María —continuó Asha, con una dulzura que casi sonaba maternal, pero

que Fabián sabía que escondía siglos de maldad—. Yo misma me encargaré de todo. El

Vaticano no será un problema para ti ni para Fabián. —Se inclinó hacia María, sus labios

rozando apenas su oído mientras susurraba—. Y cuando todo esté listo… te lo haré saber.

María cerró los ojos un momento, sintiendo el escalofrío de la presencia de Asha y la

mezcla de alivio y peligro que siempre traía consigo. Sabía que Asha no mentía, no del

todo. Pero también sabía que no había tal cosa como un regalo desinteresado en este

mundo.

—Gracias, Asha —dijo finalmente, su voz firme pero cargada de la tensión de quien acaba

de hacer un pacto oscuro.

Asha sonrió, satisfecha. Había recuperado a su aprendiz más valiosa, y su poder solo

crecería.

—Ahora, querida mía, es hora de que vuelvas a tus deberes. Esta noche, serás libre para

estar con Fabián. Pero no olvides… siempre estaré aquí. Tú me perteneces, María, y no hay

nada que pueda cambiar eso.

María le dedicó una última mirada a Fabián, quien la observaba con una mezcla de amor y

preocupación. Sabía que Asha siempre estaría en su sombra, pero también sabía que haría

cualquier cosa por mantener a Fabián a su lado. Con un último beso apasionado, María se

separó de él, dispuesta a entregarse a los designios de su Maestra una vez más.

Asha la observó mientras se alejaba, su expresión calculadora. Todo estaba saliendo como

ella lo había planeado. Su control sobre María era absoluto, y mientras María creyera que

todo era decisión suya, Asha siempre sería la vencedora.

El pacto estaba sellado, y aunque el precio aún no se había cobrado, Asha sabía que

siempre había un costo. Pero para María, todo valía la pena si eso significaba estar con

Fabián.

Y mientras María se alejaba, Fabián no pudo evitar sentir que el poder oscuro que los

envolvía a ambos era más fuerte que nunca. Sabía que caminarían juntos por la eternidad,

pero también sabía que Asha siempre sería una sombra en esa eternidad.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

Audio Libro GRATIS

¿Te gustaría disfrutar de este contenido en formato de AUDIO LIBRO GRATIS? Aprovecha!!

Volver a la Lista de Cuentos

Recuerda que siempre puedes volver a consultar nuestros libros en formato de AUDIO LIBRO GRATIS en nuestro canal de Youtube. NO OLVIDES SUSCRIBIRTE

Síguenos en las Redes

Descarga nuestra App

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar sobre Esoterismo, Magia, Ocultismo.

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar para los pequeños grandes del mañana.

Disfruta de la historia de Terror más oscura y MARAVILLOSA que está cautivando al mundo.

Retira en Nequi, Daviplata, Tarjetas Netflix, Bitcoin, Tarjeta Visa Prepagada, ETC.