El cazador de almas perdidas – Creepypasta 305.
El Baile de las Sombras.
La limusina finalmente se detuvo frente al salón del evento, el murmullo de la multitud se
desvanecía mientras Fabián, Andrés, Laura, y Valeria bajaban, rodeados de cámaras y
miradas expectantes. Las luces de los flashes eran cegadoras. El evento de caridad en
honor a las víctimas de vampiros era ahora más que solo un acto simbólico. El hecho de
tener a Laura, una vampira convertida y Ministra del Ministerio de Vampiros Convertidos,
como parte del baile inaugural, era una bomba mediática.
Valeria, aún disfrutando de la atención, se ajustó su vestido mientras miraba a Fabián con
una sonrisa maliciosa.
—No te preocupes, querido —susurró, acariciando sutilmente su brazo—. Esta noche será
perfecta. Espero que María esté disfrutando viéndonos, porque seguro no soy celosa… Me
gusta compartir, ya lo sabes.
Fabián apretó la mandíbula, consciente de que Valeria intentaba desestabilizarlo frente a
las cámaras, pero no podía perder el control. La fachada debía mantenerse intacta. La
tensión en su cuerpo era palpable, pero mantuvo la compostura mientras Valeria lo guiaba
hacia el centro del salón. Las cámaras seguían cada movimiento, y los murmullos crecían a
medida que Andrés y Laura tomaban sus posiciones para el baile.
Laura estaba visiblemente nerviosa, aunque lo ocultaba bien. Nunca había estado en una
situación tan pública. Sentía el peso de las miradas de la alta sociedad del Vaticano y de los
cazadores que la observaban como si fuera un monstruo entre ellos. Andrés, por su parte,
trataba de parecer calmado, pero también estaba tenso. La incomodidad lo invadía,
especialmente al ver a varios cazadores con los que alguna vez había compartido su fervor
por la caza de vampiros.
—No te preocupes, Andrés —susurró Laura, intentando sonreír—. Si algo sale mal,
siempre podemos desaparecer en la sombra de todas estas luces.
Andrés sonrió, aunque con nerviosismo. La ironía de la situación no dejaba de golpearlo.
Laura, a quien en otro tiempo habría cazado sin dudar, ahora era su compañera en ese
baile ante los ojos de todos.
Valeria, tomando a Fabián de la mano, se inclinó ligeramente hacia él y susurró cerca de su
oído:
—¿Le dijiste a tu querida secretaria sobre este baile? O quizás… —hizo una pausa,
acariciando su pecho mientras lo miraba con ojos chispeantes—, ¿será una sorpresa? No
sé qué me excita más, Fabián, ¿ver cómo reaccionas tú o cómo reacciona María?
Fabián la miró de reojo, luchando por mantener la compostura. No podía permitirse
responder como realmente deseaba, no con todas las cámaras encima. En su mente, solo
podía pensar en María viendo todo esto desde algún lugar, sufriendo en silencio.
Las luces se atenuaron, y el maestro de ceremonias anunció el baile inaugural. La
atención del salón entero se centró en ellos. Laura y Andrés dieron el primer paso,
seguidos por Valeria y Fabián. La música comenzó suave, pero el peso de la tensión se
sentía en el aire. Cada giro, cada paso, estaba coreografiado por la presión de las cámaras
y el juicio de los presentes.
Mientras Laura y Andrés bailaban, se lanzaban miradas cargadas de significado. No
habían hablado mucho desde su almuerzo, pero ambos sabían que esa noche definiría
muchas cosas. Andrés intentaba mantener la compostura, pero la pregunta que Laura
había dejado en el aire seguía rondando en su mente: ¿por qué no me odias? Esa
pregunta lo golpeaba en cada paso.
—Parece que no nos estamos cayendo —murmuró Andrés en un intento de aliviar la
tensión, aunque sus ojos seguían buscando las cámaras que no dejaban de grabarlos.
—No todavía —respondió Laura con una sonrisa tensa—. Pero, Andrés, este no es solo un
baile. Aquí todos están juzgándonos, no solo por cómo bailamos, sino por lo que
representamos. Lo sabes, ¿verdad?
Andrés asintió, sabiendo que tenía razón. El baile era solo una fachada más. Debía
mantener la apariencia, como siempre.
A medida que avanzaba el baile, Valeria aprovechaba cada oportunidad para tocar a
Fabián de manera provocadora. Lo tomaba de la mano, acariciaba su cuello y se
aseguraba de que las cámaras captaran cada gesto. Sabía que el público devoraría esas
imágenes, pero lo que más disfrutaba era la incomodidad de Fabián.
—No podrás escapar de mí toda la noche, Fabián —dijo Valeria, susurrando contra su
oído—. Y lo sabes. ¿Cuánto más piensas resistirte?
Fabián tragó saliva, consciente de que todos sus movimientos eran monitoreados y que no
había forma de evitar la provocación. Sabía que, al final, tendría que enfrentarse a Valeria,
pero ¿cómo hacerlo sin poner en peligro todo el plan? Mientras tanto, su mente vagaba
hacia María una vez más. Sabía que ella estaba viéndolo todo, sufriendo en silencio
mientras él mantenía la fachada con Valeria. El sentimiento de culpa era casi insoportable.
Por su parte, Andrés y Laura continuaban bailando, pero el ambiente se tensó aún más
cuando Andrés vio a tres de sus antiguos compañeros cazadores acercarse a ellos. Los
cazadores se movieron lentamente, mirándolos con una mezcla de desprecio y curiosidad.
—Vaya, vaya —dijo uno de ellos, un cazador de mirada fría—. El gran Andrés, ex cazador
del Vaticano, bailando con una vampira. Nunca pensé que te vería así.
Laura sintió la mirada de los cazadores perforándola, pero mantuvo su compostura. No
estaba dispuesta a permitir que nadie la intimidara en ese lugar.
—Tal vez ya no somos tan diferentes después de todo —respondió Andrés con una sonrisa
tensa—. Pero te sugiero que no sigas por ese camino esta noche.
El cazador levantó las manos en un gesto de rendición falsa, pero su sonrisa era cruel.
—Solo estoy diciendo lo que todos están pensando, Andrés. No puedes cambiar lo que
eres, aunque intentes vestirte de otra manera.
Antes de que la situación pudiera escalar, Valeria, que había estado observando, se acercó
con su sonrisa más deslumbrante.
—Chicos, chicos, ¿qué tal si dejamos las provocaciones para otro momento? Esta noche es
para disfrutar, ¿no creen? —dijo, tomando a Fabián del brazo y llevándoselo con una
risa—. Vamos, Fabián, tenemos que deslumbrar a más personas.
Andrés y Laura se quedaron en la pista de baile, rodeados de las miradas de los cazadores
y las cámaras. Pero, aunque la tensión era palpable, Andrés sabía que había algo más
profundo en juego. Y esa noche, él estaba dispuesto a proteger a Laura de cualquier
amenaza, incluso si eso significaba enfrentarse a su propio pasado oscuro.
El baile inaugural había terminado, pero la noche apenas comenzaba.
El salón retumbaba con aplausos cuando Laura y Andrés terminaron el baile inaugural. El
nerviosismo que ambos habían sentido al comenzar se fue diluyendo con cada paso,
aunque aún podían notar las miradas inquisitivas sobre ellos. Flashes de cámaras,
murmullos de asombro y miradas penetrantes de cazadores del Vaticano los rodeaban
como una marea constante.
Fabián, aún al lado de Valeria Dupont, observaba cómo la atención de la noche se
centraba en Laura, la ministra vampira. Sabía que esa parte del evento era clave para
Valeria y para la imagen que querían proyectar. Pero en el fondo, Fabián estaba consciente
de la otra misión que debía cumplir esa noche: transmitir la información a Su Eminencia el
Cardenal sobre Puma Punku y la peligrosa verdad que rodeaba a los separatistas de
Ragnarok.
Valeria, mientras tanto, no perdía oportunidad de jugar con las cámaras, aferrada al brazo
de Fabián con poses calculadas y miradas seductoras que no dejaban espacio para el
error. Disfrutaba de cada foto y susurro, aprovechando al máximo su rol como anfitriona y
dueña de la noche.
—¿Ya le avisaste a tu secretaria que estarás conmigo toda la noche? —murmuró Valeria
con una sonrisa maliciosa, mientras los fotógrafos capturaban cada ángulo.
Fabián apretó los dientes. Sabía perfectamente a lo que se refería. Valeria disfrutaba
poniendo a prueba los límites, pero lo hacía con una precisión que demostraba su
experiencia en estos juegos mediáticos.
El evento continuaba, con políticos, cardenales y cazadores del Vaticano acercándose a
saludar y felicitar a Valeria y a su acompañante estrella. Fabián saludaba con cortesía,
aunque su mente estaba dividida entre mantener las apariencias y cumplir con la misión
secreta encomendada por Vambertoken.
Después del baile inaugural, Valeria tomó el micrófono, su voz resonando con elegancia
en el salón:
—Queridos amigos, esta noche estamos aquí para recordar a aquellos que han sufrido a
manos de los vampiros. Pero también estamos aquí para construir un futuro mejor. Esta es
una causa que nos une a todos, y es por eso que cada uno de los presentes donará un
millón de dólares para apoyar a los niños huérfanos.
Los aplausos llenaron la sala. Valeria sabía perfectamente cómo mantener la atención en
ella.
—Y además —continuó con una sonrisa pícara—, Fabián y yo hemos decidido donar cinco
millones.
Fabián sintió un golpe en el estómago. No tenía idea de esa donación, pero sabía que no
podía contradecir a Valeria frente a las cámaras. Forzó una sonrisa mientras los flashes
explotaban a su alrededor.
—No te preocupes, querido —le susurró Valeria, sin dejar de sonreír para las cámaras—.
Solo actúa para el espectáculo. Yo me encargaré del resto.
Mientras los aplausos resonaban, Valeria devolvió el micrófono al anfitrión, pero no sin
antes hacer una última jugada.
—Nuestra invitada especial, la Ministra del Ministerio de Vampiros Convertidos, Laura,
tiene algunas palabras para nosotros. Estoy segura de que nos iluminará esta noche.
Laura se levantó despacio, consciente de que todas las miradas estaban fijas en ella.
Andrés, a su lado, le ofreció un apoyo silencioso con su presencia, pero la presión era
abrumadora. Laura respiró hondo antes de tomar el micrófono.
—Gracias, Valeria —comenzó, con una voz tranquila pero firme—. Esta noche no solo se
trata de víctimas y verdugos. Se trata de un ciclo de odio que, como humanos y vampiros,
hemos perpetuado por mucho tiempo. Ambos lados hemos sufrido, ambos lados hemos
cometido atrocidades, pero los verdaderos culpables son aquellos que se esconden detrás
del poder y el dinero, aquellos que manipulan y explotan a los más débiles en nombre de
causas mayores.
El salón cayó en un silencio pesado. Laura mantuvo su postura firme, desafiando las
miradas de desprecio que algunos cazadores y políticos le dirigían.
—Debemos recordar que, aunque estamos aquí para apoyar a las víctimas, también
debemos cuestionar a aquellos que utilizan estas tragedias para su propio beneficio
—concluyó, dejando caer cada palabra con la fuerza de un martillo.
El silencio que siguió a su discurso fue sofocante, hasta que Valeria, siempre rápida para
mantener el control, sonrió y tomó nuevamente el micrófono.
—Qué discurso tan… interesante, Laura. Gracias por compartir esas palabras. Estoy
segura de que darán mucho de qué hablar.
Con elegancia, devolvió la atención al evento, sin dejar que los murmullos de desacuerdo
crecieran demasiado. Fabián, a su lado, mantenía su expresión seria, pero en el fondo
sabía que tenía que aprovechar ese momento para alejarse.
De repente, unos gritos rompieron la calma del salón. Desde el fondo, algunos invitados
comenzaron a lanzar insultos hacia Laura. Eran cazadores del Vaticano, antiguos
compañeros de Andrés, que claramente no podían tolerar la presencia de una vampira en
un evento dedicado a las víctimas humanas.
Antes de que la situación pudiera escalar, Valeria volvió a tomar el control, girándose hacia
Fabián con una sonrisa.
—Querido, creo que es tu turno para hablar.
Fabián se acercó al micrófono, consciente de que toda la sala estaba pendiente de sus
palabras. Inspiró profundamente, dejando que su fe guiara sus pensamientos. Había sido
entrenado para estos momentos, y aunque sentía la presión de Vambertoken y el conflicto
interno con María, sabía que no podía fallar.
—Esta noche no se trata solo de nuestras diferencias, sino de lo que podemos construir
juntos. Estamos aquí para honrar a los que han sufrido, y también para recordar que todos,
humanos y vampiros convertidos, compartimos la misma responsabilidad: proteger a los
inocentes y trabajar por un futuro en el que el odio no nos consuma.
El salón quedó en silencio por un momento, antes de que los aplausos llenaran el aire.
Fabián había logrado calmar la tensión, al menos por el momento. Valeria, encantada por
el espectáculo, le lanzó una mirada aprobatoria mientras los aplausos continuaban.
La noche aún era joven, y Fabián sabía que lo peor estaba por venir. Tendría que encontrar
al Cardenal y cumplir con la misión de Vambertoken, pero con Valeria siempre a su lado y
las cámaras capturando cada movimiento, ese momento parecía aún muy lejano.
El espectáculo debía continuar.
Con los aplausos aún resonando, Fabián intentó aprovechar el momento de calma para
observar a su alrededor. Tenía que moverse con cautela, y aunque había logrado ganarse el
favor de la multitud con su discurso, la presión seguía creciendo. Valeria, siempre astuta,
había logrado capturar la atención de todos mientras le daba tiempo a Fabián para
establecer contacto visual con el Cardenal, quien lo miraba desde la otra esquina del salón.
Era el momento.
Valeria, distraída mientras charlaba con un político y reía coquetamente, parecía estar
enfocada en su espectáculo público. Fabián aprovechó el instante para excusarse
sutilmente y se dirigió hacia el Cardenal, moviéndose entre los invitados con una sonrisa
cortés.
Cuando llegó a su lado, Fabián bajó la voz, inclinándose ligeramente hacia el hombre de fe.
—Su Eminencia, necesito hablar con usted… algo importante sobre la misión de Puma
Punku —susurró, mientras ambos caminaban lentamente hacia un rincón más apartado del
salón, lejos de los oídos curiosos.
El Cardenal, siempre intrigado por los secretos, asintió con un gesto solemne. Su rostro,
marcado por los años de servicio en el Vaticano, no mostraba ninguna emoción más allá de
una leve expectativa.
—¿Es algo que Vambertoken debería saber? —preguntó el Cardenal con cautela,
probando la lealtad de Fabián.
Fabián negó con la cabeza, manteniendo la misma expresión serena.
—No, Su Eminencia. Vambertoken ya lo sabe, pero hay detalles que usted necesita
conocer. En Puma Punku, no enfrentamos solo a separatistas. Sergio Pedrosa y la
organización Ragnarok lograron invocar algo mucho más peligroso… —hizo una pausa,
dejando que las palabras calaran profundamente—. Un Nephilim.
El Cardenal lo miró fijamente, sus ojos llenos de sorpresa. Un Nephilim. Aquello era un
monstruo de leyenda, una criatura casi imposible de enfrentar, algo que ningún humano
normal podría derrotar.
—¿Cómo lograron vencerlo? —preguntó el Cardenal, intentando ocultar la incredulidad en
su voz.
Fabián sabía que esta era la parte más complicada. Debía ocultar por completo el uso del
tótem de Drex, así que improvisó rápidamente.
—Tuvimos que combinar nuestros esfuerzos. Fue difícil, pero finalmente logramos sellarlo
en un antiguo artefacto que encontramos en las ruinas. Aún no sabemos cuánto tiempo
permanecerá allí, pero creemos que por ahora es seguro. Aunque Pedrosa sigue siendo
una amenaza… y probablemente no ha revelado todo lo que sabe sobre el ritual.
El Cardenal asintió lentamente, procesando cada palabra. La información era valiosa, y el
hecho de que Fabián hubiera venido directamente a él con esos detalles, sin incluir a
Vambertoken, lo hacía confiar aún más en el espía que tenía dentro de La Purga.
—Has hecho un excelente trabajo, Fabián. Mantente firme. Sé que estás en una posición
difícil, pero el Espíritu Santo claramente te guía. Tu integridad es lo que necesitamos en
estos tiempos oscuros.
Las palabras del Cardenal eran un bálsamo, pero Fabián sabía que, en el fondo, cada paso
que daba lo acercaba más a un abismo del que no estaba seguro si podría escapar. Sin
embargo, asentía, agradeciendo silenciosamente el voto de confianza.
Antes de que pudieran continuar la conversación, una figura elegante interrumpió la
privacidad del momento. Valeria, con una sonrisa encantadora, se acercó mientras agitaba
una copa de champán en la mano.
—Querido, ¿me dejas secuestrarte por un momento? Necesito que brindemos por la
caridad, y ya sabes… las cámaras no pueden esperarnos demasiado tiempo —dijo con su
tono suave pero cargado de intención, lanzando una rápida mirada al Cardenal antes de
arrastrar a Fabián de vuelta al centro del salón.
Fabián tuvo que contenerse para no dejar escapar un suspiro. Valeria lo había llevado justo
antes de que pudiera dar más detalles, pero sabía que ya había hecho lo más importante:
informar al Cardenal sobre el Nephilim y mantener el resto bajo control.
Una vez en el centro del salón, Valeria alzó su copa hacia los invitados.
—Queridos amigos, quiero agradecerles a todos por su generosidad esta noche. Con su
ayuda, estamos creando un mundo mejor para esos niños que han sufrido a manos de los
vampiros. Pero esta noche también es especial porque tenemos aquí a dos personas muy
valiosas para nuestra causa —su sonrisa se volvió más pronunciada mientras señalaba a
Fabián y a Laura—. Mi querido Fabián, que siempre ha estado al lado de los necesitados…
y Laura, nuestra ministra del Ministerio de Vampiros Convertidos. Esta es la primera vez
que una vampira se une a nosotros para una causa tan noble, y creo que merece un
aplauso por su valentía.
El salón estalló en aplausos, aunque entre los rostros de algunos cazadores y
representantes del Vaticano había claros signos de descontento. Andrés, siempre vigilante,
notaba cada mirada. Sabía que la presencia de Laura era como una herida abierta para
aquellos que nunca aceptarían a un vampiro en sus filas.
Laura, por su parte, mantenía su compostura. Sabía que no iba a ser bienvenida con los
brazos abiertos, pero estaba decidida a enfrentar ese odio con la misma firmeza que su
padre, Julián, le había enseñado.
—Gracias, Valeria —respondió Laura, tomando el micrófono—. Pero esta noche no se trata
solo de mí o de cualquier vampiro convertido. Se trata de dejar atrás el odio, de construir un
puente donde ambos mundos puedan coexistir. La verdadera victoria no será sobre
nuestros enemigos, sino sobre nuestros propios prejuicios.
El salón volvió a sumirse en un incómodo silencio. Algunos cazadores entrecerraron los
ojos, pero otros empezaron a asentir con la cabeza. Valeria, que siempre sabía cómo
aprovechar el momento, volvió a intervenir rápidamente.
—Maravillosas palabras, Laura. Ahora, queridos, brindemos por un futuro mejor. ¡Salud!
Las copas chocaron, y los aplausos se extendieron por la sala. Fabián, aunque aún
inquieto, sabía que había logrado sobrevivir a otro momento crucial sin cometer errores
visibles. Ahora, lo único que quedaba era lidiar con lo que estaba por venir.
El evento continuaba, pero la verdadera prueba aún no había terminado.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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