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‘El cazador de almas perdidas’. Creepy pasta 24.

El Asalto a Mocoa Parte 1.

La selva que rodeaba Mocoa estaba envuelta en una oscuridad espesa, casi tangible. Los árboles, altos y frondosos, parecían formar una muralla viva que aislaba la ciudad del resto del mundo. Bajo ese dosel natural, Drex, Tiranus, y Diana avanzaban con una determinación férrea, conscientes de que cada paso los acercaba a una confrontación aún más brutal que la que habían enfrentado en Bogotá.

Cuando llegaron a las afueras de Mocoa, fueron recibidos por una figura imponente y familiar: Vambertoken. El vampiro, siempre impecablemente vestido, los esperaba en un claro, su expresión serena pero sus ojos mostrando un destello de anticipación. Detrás de él, los miembros de Oricalco se movían con precisión militar, preparando el ataque que estaba a punto de lanzarse sobre la nueva sede de la Muerte Plata.

—Bienvenidos a Mocoa—, dijo Vambertoken con un leve gesto de la cabeza—. Lamento que no haya tiempo para descansar. La situación es más urgente de lo que habíamos previsto.

Drex asintió, comprendiendo que no había lugar para la fatiga o las dudas en este momento.

—¿Qué sabemos de la base?—, preguntó Drex, queriendo estar al tanto de toda la información posible antes de lanzarse al combate.

Vambertoken alzó una ceja, como si ya esperara la pregunta.

—Mis informantes separatistas han confirmado que la sede principal de la Muerte Plata fue trasladada de Bogotá a Mocoa desde el primer incidente contigo, Drex. El barrio Cañaveral ha sido tomado como fortaleza por la Muerte Plata, y han estado reuniendo fuerzas allí desde entonces. No se equivoquen, este será un enfrentamiento mucho más duro que el de Bogotá.

Drex sintió que su estómago se contraía con la mención del barrio. Cañaveral era conocido por ser un laberinto de calles estrechas y casas amontonadas unas sobre otras, un lugar donde las emboscadas serían inevitables.

—Pero hay algo más—, continuó Vambertoken, su tono bajando un poco—. Gracias a los recientes movimientos y mi intervención, hemos logrado restablecer la institucionalidad de Oricalco y el Consejo Vampírico en Colombia. Esto ha dejado al Ministerio Vampírico sin un ejército formal. Sin embargo, eso no significa que la Muerte Plata no esté bien armada y preparada. Tendrán toda la ayuda que necesiten.

Vambertoken hizo una pausa para dejar que sus palabras calaran hondo antes de continuar.

—Ustedes tres liderarán equipos élite de Oricalco en este ataque. Tiranus, Diana, Drex… cada uno de ustedes comandará un grupo de los mejores guerreros que tenemos. Entrarán primero, y veinte minutos después de su incursión, enviaré una segunda oleada con otros tres equipos élite para reforzar el ataque.

Los tres asintieron, aceptando las órdenes con la seriedad que la situación requería. Drex, sin embargo, no pudo evitar preguntarse cuánto de esto había sido planeado por Vambertoken desde el principio. Pero no era el momento de cuestionar sus motivaciones; ahora solo importaba el combate que tenían ante ellos.

El Equipo de Drex.

Drex fue presentado a su equipo, y dos figuras destacaron de inmediato entre los demás. El primero era un monje budista, su cabeza afeitada y su túnica de color ocre contrastaban con la oscuridad que los rodeaba. Había una serenidad en su expresión, pero también una fuerza silenciosa que indicaba que era mucho más de lo que parecía. Drex sabía que los monjes budistas eran guerreros formidables, capaces de proyectar su esencia para crear un exoesqueleto de energía que no solo les brindaba una defensa extraordinaria, sino que también podía usarse como un arma versátil y letal. Además, el monje llevaba consigo una bolsa de papeles consagratorios, cada uno preparado para liberar efectos místicos diferentes al ser quemados.

La segunda figura que llamó la atención de Drex era un vampiro, su complexión atlética y su porte indicaban una habilidad en combate similar a la de Drex. El vampiro llevaba un juego de dagas cruzadas en la espalda, evidentemente entrenado para el combate cuerpo a cuerpo, pero también portaba un rifle de asalto, una combinación que sugería una flexibilidad táctica que Drex respetaba.

—Me llamo Jian—, dijo el monje con una leve inclinación de la cabeza—. Estoy aquí para luchar junto a ustedes y asegurar que nuestros enemigos no tengan un respiro.

—Y yo soy Alexei—, añadió el vampiro, su tono más casual pero con una firmeza en su voz que indicaba su experiencia—. He escuchado de tus hazañas, Drex. Será un honor luchar a tu lado.

Drex asintió a ambos, sintiendo que, a pesar de la gravedad de la situación, tenía un equipo en el que podía confiar.

El Equipo de Diana.

Diana, por su parte, fue presentada a su equipo, y de inmediato supo que había encontrado un valioso aliado en un chamán de la Amazonía, conocido solo como Kuari. A diferencia de los chamanes que Diana había conocido antes, Kuari parecía tener una conexión especialmente profunda con las fuerzas naturales y espirituales. Su presencia era calmante, casi sanadora, y Diana supo al instante que su habilidad para curar y proteger con sus cánticos sería crucial en el combate que se avecinaba.

Kuari le sonrió a Diana, sus ojos oscuros brillando con sabiduría.

—No te preocupes, Diana—, dijo en un tono tranquilizador—. Mientras yo esté aquí, tus heridas no durarán mucho. Mi voz será tu escudo.

Diana asintió, sintiendo una extraña calma al estar en su presencia, algo que rara vez experimentaba dada su naturaleza violenta y salvaje.

El Equipo de Tiranus.

El equipo de Tiranus estaba compuesto completamente por vampiros, lo que causó cierta incomodidad inicial debido a la tensa relación que siempre había existido entre vampiros y licántropos. Sin embargo, uno de los vampiros, un guerrero veterano llamado Daniel, rápidamente estableció el orden.

—Escuchen bien—, dijo Daniel, su voz resonante y autoritaria—. Estamos aquí para una cosa: destruir a la Muerte Plata. Tiranus es nuestro líder, y seguiremos sus órdenes sin cuestionarlas. ¿Entendido?

Los otros vampiros asintieron, mostrando su lealtad sin reservas. Daniel, con su porte imponente, llevaba un par de espadas tipo estoque y dos pistolas modificadas, cuyo cañón alargado le daba un alcance superior. Tiranus, al ver la eficacia y disciplina de su equipo, supo que, a pesar de la incomodidad inicial, tendrían una fuerza formidable para enfrentar lo que les esperaba.

El Ataque Comienza.

La hora del ataque finalmente llegó. Drex, Diana y Tiranus lideraron a sus respectivos equipos a través de la espesa jungla que rodeaba el barrio Cañaveral, moviéndose en silencio como sombras a través de la vegetación densa. La humedad del aire se mezclaba con el olor terroso del suelo, y el sonido distante de la vida salvaje contrastaba con el peligro inminente que sabían que enfrentaban.

Cuando finalmente llegaron a las afueras de Cañaveral, los equipos se dividieron según lo planeado. Drex avanzó primero, con Jian y Alexei a su lado, mientras el resto de su equipo los seguía de cerca. Las calles del barrio eran estrechas, con casas de ladrillo y concreto que se elevaban unas sobre otras, formando un laberinto en el que sería fácil perderse. Pero Drex sabía que la Muerte Plata conocía este terreno mejor que nadie, y que debían avanzar con extrema cautela.

—Mantengan los ojos abiertos—, susurró Drex mientras se movían entre las sombras—. No podemos permitirnos sorpresas aquí.

No tardaron mucho en encontrar resistencia. Un grupo de vampiros salieron de las sombras, sus ojos brillando con un hambre insaciable. Drex, sin perder un segundo, desenvainó su chokuto y se lanzó al ataque. Alexei, el vampiro de su equipo, demostró su habilidad en combate al igualar la ferocidad de Drex, sus dagas danzando en sus manos mientras derribaba a uno de los vampiros con una velocidad asombrosa.

Jian, mientras tanto, activó su exoesqueleto de energía, creando una barrera protectora a su alrededor mientras quemaba uno de sus papeles consagratorios. El humo que emanaba tenía un efecto paralizante, haciendo que los vampiros enemigos retrocedieran momentáneamente, sus movimientos torpes y descoordinados.

—Buen trabajo—, dijo Drex, mientras cortaba a través del último de los vampiros.

El equipo continuó avanzando, conscientes de que esto era solo el comienzo. A medida que se adentraban más en el barrio, el aire parecía volverse más denso, casi cargado de una energía maligna. Drex podía sentir que estaban acercándose a algo mucho más peligroso.

El Equipo de Diana Hace Su Primera Baja.

En otro punto del barrio, Diana lideraba a su equipo con una mezcla de furia y precisión. Kuari, el chamán de su equipo, caminaba unos pasos detrás de ella, murmurando cánticos en un idioma antiguo que resonaba con una calma sobrenatural en el caos que los rodeaba. Los otros miembros de su equipo, vampiros de élite de Oricalco, mantenían sus posiciones, listos para actuar ante cualquier amenaza.

De repente, un grito agudo resonó desde una de las casas cercanas, un sonido que Diana reconoció al instante: una bruja gritona. La vibración del sonido era tan intensa que los licántropos cercanos se vieron forzados a cubrirse los oídos, sus cuerpos estremeciéndose bajo el impacto de la onda sónica.

—¡Cúbranse!—, gritó Diana, sabiendo que el grito podría convertirlos en Devorados si se exponían demasiado.

Kuari, manteniendo su calma habitual, quemó rápidamente un papel consagratorio especial. El humo que emanó del papel se extendió rápidamente, creando una barrera de energía alrededor de su equipo. El grito de la bruja chocó contra la barrera, disipándose en ondas inofensivas.

—No por mucho tiempo—, murmuró Diana con una sonrisa feroz, mientras desenvainaba sus cuchillas.

Con una velocidad impresionante, Diana se lanzó hacia la bruja, sus cuchillas cortando el aire con una precisión letal. La bruja intentó gritar de nuevo, pero Diana fue más rápida. En un movimiento fluido, cortó a través de la garganta de la bruja, silenciando el grito mortal antes de que pudiera cobrar más víctimas.

El cuerpo de la bruja cayó al suelo con un sonido sordo, su sangre oscura esparciéndose por el pavimento.

—Primera baja—, dijo Diana, su respiración aún acelerada por la adrenalina.

Kuari asintió, satisfecho de que su equipo hubiera salido ileso de la confrontación. Sin embargo, ambos sabían que esto era solo el comienzo. La resistencia que estaban encontrando era intensa, y la verdadera batalla aún los esperaba más adelante.

Diana miró a su equipo, observando las caras de los vampiros y el chamán que la acompañaban. Sabía que cada uno de ellos estaba preparado para lo que venía, pero también sabía que necesitaban estar más atentos que nunca. La Muerte Plata no se rendiría fácilmente, y cada paso que daban los acercaba más a su destino final.

El Equipo de Tiranus Avanza.

En un sector diferente del barrio Cañaveral, Tiranus lideraba a su equipo de vampiros con una precisión militar. Daniel, el veterano del grupo, caminaba a su lado, sus ojos siempre en movimiento, analizando cada rincón y cada sombra.

—Tiranus—, dijo Daniel en voz baja—. Están cerca. Puedo olerlos.

Tiranus asintió, sintiendo también la presencia de los miembros de la Muerte Plata en las cercanías. Sabía que este ataque sería diferente al de Bogotá. Aquí, en Mocoa, la Muerte Plata estaba más desesperada, más peligrosa. Y eso significaba que estarían dispuestos a todo para sobrevivir.

Sin previo aviso, una ráfaga de energía oscura los golpeó desde un callejón cercano. Era un hechicero arcano, uno de los más peligrosos que la Muerte Plata tenía en sus filas. El hechicero lanzó una maldición que se arrastró como una sombra viviente, buscando envolver y destruir a su objetivo.

Daniel reaccionó al instante, desenvainando sus espadas tipo estoque y disparando con una de sus pistolas modificadas. Las balas, impregnadas con energía oscura, atravesaron la maldición, dispersándola antes de que pudiera alcanzar a su objetivo.

Tiranus, por su parte, levantó una mano y desató una ráfaga de fuego que iluminó el callejón, forzando al hechicero a retroceder. Los otros vampiros de su equipo se lanzaron hacia adelante, su velocidad y fuerza vampírica llevándolos a confrontar al hechicero directamente.

El combate fue feroz, pero breve. El hechicero, aunque poderoso, no pudo resistir el asalto combinado de Tiranus y su equipo. Daniel fue quien asestó el golpe final, atravesando el corazón del hechicero con su espada.

—Uno menos—, dijo Daniel, limpiando la sangre de su espada.

Tiranus asintió, pero no había satisfacción en su rostro. Sabía que aún quedaba mucho por hacer. El verdadero desafío los esperaba más adelante, en el corazón de la base de la Muerte Plata.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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