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El Cazador de Almas Perdidas – Creepypasta 19

La Guarida del Lobo

La guarida del lobo en Bogotá era un lugar de poder, oculto en las entrañas de las montañas que rodeaban la ciudad. Las paredes de piedra, talladas con runas ancestrales, resonaban con una energía latente, acumulada durante siglos. Aquella sala, iluminada por antorchas y velas, era un santuario para los licántropos que, como Drex Holcux, caminaban la línea entre lo humano y lo bestial. En el aire, había una tensión palpable, casi sofocante.

En el centro de la sala, un televisor de pantalla plana proyectaba las noticias de último minuto. Las imágenes mostraban la Comuna 13 en Medellín, específicamente el barrio San Javier 2, sumido en el caos y la devastación. Las calles estaban llenas de escombros, humo y cadáveres. Los reporteros, con voces temblorosas, narraban el horror que se había desatado la noche anterior.

—En un enfrentamiento entre bandas delincuenciales, se reportan más de veinte muertos y numerosos heridos. Los habitantes afirman haber escuchado disparos, gritos y sonidos que no pueden explicar—dijo la reportera, su rostro reflejando una mezcla de incredulidad y miedo.

Diana, sentada en una silla de cuero oscuro en un rincón de la sala, observaba la pantalla con una sonrisa que retorcía sus labios. Su cabello negro caía en rizos desordenados sobre sus hombros, y sus ojos brillaban con una demencia palpable. Era delgada, su piel pálida contrastaba con la oscuridad que parecía emanar de ella, como si estuviera en el borde de algo terrible, a punto de desbordarse.

Con una voz rasposa, casi sensual, pero cargada de una malicia enfermiza, Diana soltó:

—Míralos… Los humanos—su tono era casi un susurro, pero resonó en la sala como un eco de pesadilla—. ¿Qué creen que están escuchando? ¿Gritos? ¿Disparos? No… Es el sonido de sus almas siendo arrancadas de sus cuerpos patéticos. ¿Pueden sentirlo? —Diana se inclinó hacia adelante, sus ojos casi enloquecidos—. Son tan estúpidos que ni siquiera entienden lo que está pasando. Inventan cuentos para calmarse, para no ver la verdad. Pero la verdad es que ellos… no son más que carne para nosotros. ¿No lo ven? Ellos creen que se están matando entre ellos, pero no es así. Son nuestros juguetes, y ni siquiera se dan cuenta de ello.

Diana soltó una carcajada que hizo que todos en la sala se tensaran. Tiranus, un licántropo veterano con más cicatrices de las que podía contar, se movió incómodo, su mirada evitando la de Diana. Era como si algo profundamente perturbador en ella provocara una repulsión natural. Su risa era un sonido distorsionado, casi inhumano, que parecía nacer de lo más oscuro de su ser.

Incluso Drex, que había visto y hecho cosas que habrían enloquecido a un hombre común, sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Había algo en Diana que era diferente, una oscuridad que parecía devorarla desde adentro. Estaba peligrosamente cerca de convertirse en una Devorada, y eso era algo que aterrorizaba a todos los presentes, incluso a aquellos que no lo mostrarían abiertamente.

El Regente, un hombre de imponente estatura y una presencia que irradiaba poder, observaba a Diana con una mezcla de desaprobación y cautela. Su cabello gris y su barba bien cuidada contrastaban con sus ojos oscuros, que parecían penetrar en el alma de cualquiera que se atreviera a sostener su mirada. Él era un licántropo, sí, pero también un mago de gran poder. Había visto más de lo que cualquiera en esa sala podría imaginar.

—Diana—, dijo el Regente, su voz resonando en la sala y cortando la risa perturbadora de Diana—, ya informé al Consejo de Vampiros de Latinoamérica sobre el incidente. Ellos se encargaron de encubrirlo como un simple enfrentamiento entre bandas. Pero que quede claro—, añadió, mirando a cada uno de los presentes—, en este momento, la Guarida del Lobo en Colombia no reconoce al Ministerio Vampírico Colombiano como el representante legítimo de los seres sobrenaturales en nuestro territorio.

Diana apenas reaccionó a las palabras del Regente, limitándose a emitir un leve gruñido, como si el hecho de que los vampiros se encargaran de encubrir la masacre fuera un entretenimiento trivial para ella.

Drex levantó la vista, sus sentidos más alertas que nunca. El Ministerio Vampírico Colombiano había sido un problema constante, pero lo que realmente lo inquietaba era la creciente implicación de Vambertoken en todo este caos. La sensación de que algo mucho más oscuro y peligroso estaba en marcha se hizo más fuerte en su mente.

—Según la información obtenida de la USB—, continuó el Regente—, parece que el Ministerio Vampírico ha estado financiando a la Muerte Plata. Vambertoken, como Archiconde encargado de Colombia, ha estado orquestando una transición para que el Ministerio actual se establezca de forma ilegal a los ojos del Consejo de Vampiros de Latinoamérica. Es decir, Vambertoken ha asumido el papel de representación transitoria del Ministerio Vampírico.

El ambiente en la sala se volvió aún más denso, cargado de desconfianza y una creciente sensación de peligro inminente. Drex sintió un nudo en el estómago. Aunque había trabajado con vampiros antes, nunca había sentido que las cosas estuvieran tan fuera de control. Vambertoken siempre parecía estar dos pasos por delante, anticipando movimientos y decisiones con una precisión casi sobrenatural.

Fue entonces cuando el teléfono de Drex vibró en su bolsillo. Con un movimiento rápido y casi instintivo, se alejó del grupo para atender la llamada, observando la pantalla del celular: era Fabián. Su estómago se contrajo aún más. Respondió rápidamente, adentrándose en uno de los pasillos laterales de la guarida.

—¿Fabián? —, dijo Drex en voz baja, consciente de que cualquier palabra podría ser escuchada.

—Drex—, la voz de Fabián era apenas un susurro, cargada de una tensión que Drex no le había escuchado antes—. Escucha, Vambertoken acaba de ser nombrado Archiconde oficialmente, pero… algo ha cambiado. Desde el Vaticano, han realizado una votación de no confianza contra él. Es reciente, apenas unos minutos. Me han pedido que viaje a Colombia inmediatamente. Debemos formar un equipo especial, para derrocar a Vambertoken si es necesario. Necesito saber si puedo contar contigo.

El corazón de Drex se aceleró. La votación de no confianza acababa de ocurrir, y Fabián ya estaba al tanto. ¿Cómo era posible que Vambertoken también lo supiera? No había manera lógica de que esa información pudiera haber llegado tan rápido… a menos que…

—Lo voy a pensar—, dijo Drex, manteniendo su voz neutral con un esfuerzo consciente—. Pero necesito que sepas algo… Vambertoken está aquí conmigo en este momento.

El silencio al otro lado de la línea fue espeso, casi tangible. Fabián tardó en responder, su voz bajando hasta un tono apenas audible:

—Drex, ten cuidado. Vambertoken… Hay algo en él que no está bien. Las cosas están mucho más complicadas de lo que parecen.

Drex asintió para sí mismo, sintiendo cómo la presión sobre sus hombros aumentaba. Colgó, pero el peso de la conversación se mantuvo, envolviéndolo en una espiral de pensamientos oscuros. ¿Cómo sabía Vambertoken lo que estaba ocurriendo en el Vaticano? ¿Qué tan profundo se extendían sus influencias? Había demasiadas preguntas y muy pocas respuestas.

Se dio la vuelta, solo para encontrarse cara a cara con el Regente, quien había estado esperando en el pasillo. Su expresión era neutral, pero sus ojos mostraban un destello de curiosidad.

—¿Todo bien? —, preguntó el Regente, aunque Drex notó la tensión en su tono.

Drex respiró hondo, decidiendo en un segundo que la honestidad era la mejor opción, al menos por ahora.

—Fabián me ha informado que acaban de realizar una votación de no confianza en el Vaticano. Es sobre Vambertoken. No ha pasado ni un par de minutos desde que terminó, y ya lo sabe—. Drex hizo una pausa, estudiando la reacción del Regente, que no mostró más que una ligera contracción en su mandíbula.

—Interesante—, murmuró el Regente, entrecerrando los ojos—. No conozco a este Fabián, pero parece que está bien informado. Vambertoken siempre ha sido un maestro del juego político. Sin embargo, su capacidad para anticipar eventos en tiempo real es… preocupante.

—Eso es lo que me inquieta—, respondió Drex, cruzando los brazos sobre su pecho—. ¿Cómo es posible que sepa todo lo que pasa en el Vaticano? No puedo sacudirme la sensación de que estamos jugando en su tablero, y él ya ha movido las piezas mucho antes de que nosotros siquiera entremos en la partida.

El Regente asintió lentamente, su mente claramente procesando lo que Drex acababa de decir.

—Es un vampiro antiguo—, dijo finalmente, como si eso explicara todo—. Pero incluso para alguien de su calibre, esto es… excepcional.

Antes de que Drex pudiera responder, un escalofrío recorrió la sala. El ambiente se tornó helado, cargado de una presencia oscura y opresiva. Vambertoken había llegado.

Drex sintió cómo los pelos de su nuca se erizaban. No era solo la presencia de Vambertoken lo que perturbaba, sino la conciencia de que este vampiro sabía cosas que no debía saber. Algo en su interior le gritaba que estaba lidiando con un poder que excedía lo normal, incluso en términos de criaturas sobrenaturales.

Vambertoken entró en la sala principal con una calma inquietante, su figura alta y esbelta destacando en la penumbra. Su traje negro impecable absorbía la poca luz que había, y sus ojos rojos brillaban con una inteligencia fría y calculadora. La sonrisa en su rostro era pequeña, casi imperceptible, pero lo suficientemente clara como para que Drex entendiera que sabía exactamente lo que estaba ocurriendo en su mente.

—Dile a Fabián que puede contar contigo—, dijo Vambertoken, su voz suave pero llena de una autoridad incuestionable.

Drex sintió como si le hubieran golpeado en el estómago. ¿Cómo demonios…? Sus pensamientos corrían frenéticamente, tratando de encontrar una explicación lógica, pero ninguna era satisfactoria. Apenas pudo disimular su sorpresa mientras Vambertoken se volvía hacia el Regente.

—Estoy ansioso por escuchar el informe completo de la situación en Medellín—, dijo con una calma perturbadora, como si estuviera pidiendo un simple resumen de un informe diario.

Drex se quedó en el umbral, sintiendo que el suelo bajo sus pies se tambaleaba. Cada vez que pensaba que tenía una pista de lo que ocurría, Vambertoken lo superaba, dejándolo en la oscuridad. Era un juego que Drex no estaba acostumbrado a perder, y la frustración empezaba a mezclarse con el miedo.

Mientras Vambertoken y el Regente discutían los detalles, Drex sintió que todo el peso de la situación lo aplastaba. No estaba acostumbrado a ser manipulado, y menos por un vampiro que claramente tenía un plan mucho más grande en mente. Vambertoken estaba orquestando algo, y Drex no podía ver la totalidad del cuadro, lo que lo ponía en una posición vulnerable.

Decidió hacer lo único que podía en ese momento. Tomó su teléfono y, con manos temblorosas, escribió un mensaje a Fabián: Estoy dentro.

El horror de la situación lo golpeó con fuerza. Estaba atrapado en un juego peligroso, uno donde las piezas se movían en las sombras y los enemigos eran más poderosos de lo que jamás había imaginado. Drex, el cazador solitario, estaba ahora en el centro de una red de intrigas que amenazaba con consumirlo.

Pero una cosa era segura: no importaba cuán oscura se volviera la noche, Drex lucharía hasta el final. Y esta vez, estaba listo para cazar no solo a los monstruos de las sombras, sino también a aquellos que pretendían ser sus aliados.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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