El cazador de almas perdidas – Creepypasta 248. Cuentos de Hombres Lobos
Ecos en el Parque de San Juan.
Era un día nublado en el barrio San Juan de Quito. El aire frío acariciaba las calles empedradas y las luces amarillentas de los faroles aún titilaban bajo el cielo plomizo.
Drex se encontraba en el parque, sentado en un banco oxidado, mientras observaba el ir y venir de los transeúntes. Las hojas caían de los árboles y se mecían en el viento, creando un ambiente de tranquilidad momentánea.
Lía y el resto del equipo no habían llegado aún, y el licántropo, con la mente en calma, esperaba instrucciones para su próxima misión. Mientras Drex aguardaba, vio a Óscar acercándose desde el otro lado del parque. El vampiro, con las manos en los bolsillos y una mirada seria, caminaba hacia él. Al verlo, Drex sintió una mezcla de reconocimiento y memoria compartida, pues ambos tenían un pasado que, aunque distante, estaba marcado por eventos que los habían llevado a ese mismo momento.
—Nunca pensé que te vería como un compañero de equipo —dijo Óscar, deteniéndose frente a Drex. Drex soltó una risa baja, casi un gruñido.
—La vida da vueltas. ¿Recuerdas Nicaragua? Óscar asintió, su expresión endureciéndose al recordar. —Cómo olvidarlo. Fui capturado por ti. —Hizo una pausa, con los ojos fijos en el rostro del licántropo—. Pensé que ese sería mi fin. Drex lo miró fijamente, sus ojos oscuros reflejando los recuerdos de aquellas noches.
—Y yo pensé que nunca me vería luchando junto a alguien a quien había capturado. Pero ya ves… —hizo un gesto con la mano hacia el parque y el cielo encapotado—. Aquí estamos, Oricalco nos une.
La conversación fue interrumpida por la llegada de Andrés, que caminaba al lado del cascarón de Violeta, y Anuel, que, como siempre, avanzaba con su energía despreocupada y una sonrisa traviesa en los labios. El grupo se juntó alrededor de Drex y Óscar, y Anuel no tardó en romper el hielo. —¿De qué hablan los viejos amigos? ¿De capturas pasadas o de cómo ahora son inseparables? —preguntó con una sonrisa que dejaba entrever su franqueza habitual. Óscar rodó los ojos, mientras Drex simplemente sonreía de lado. —De cómo las cosas cambian —dijo Drex, sin quitarle la mirada a Anuel. Anuel, sin freno alguno, volvió a mirar a Óscar y luego a Violeta, y con esa misma sonrisa maliciosa dijo:
—Bueno, lo que no parece cambiar es que alguien sigue mirando demasiado a Violeta. ¿Verdad, Óscar? —La risa que siguió fue juguetona, pero no malintencionada.
Violeta, por primera vez en semanas, dejó escapar una pequeña risa que iluminó momentáneamente sus ojos vacíos.
Era un gesto simple, pero cargado de significado. Sin embargo, esa ligera alegría no pasó desapercibida para Lía, quien había llegado justo en ese momento y lo observó todo con una mirada afilada. —¿De qué hablamos? —preguntó Lía, con su tono profesional, aunque había un filo sutil en su voz. Anuel levantó las manos, como quien se libra de la culpa. —Solo comentaba lo evidente, Lía.
A Óscar parece importarle mucho nuestra nueva amiga. —Sonrió con inocencia fingida. Los ojos de Lía se dirigieron a Óscar, y aunque su rostro no mostró enojo, sus palabras llevaron un peso considerable.
—Claro, pero hay límites. No olvidemos las prioridades. Óscar tensó los labios, pero no respondió. Andrés, viendo la tensión, intentó desviar la conversación. —Bueno, todos estamos aquí por un motivo, y si podemos ayudarnos mutuamente, mejor. —Luego miró a Violeta y agregó—: Todos estamos tratando de encontrar nuestro lugar. Drex, notando que el ambiente se tensaba, intervino.
—Es cierto. Todos hemos llegado a Oricalco con una historia. Algunos buscando redención, otros escapando de su pasado, pero todos con el mismo fin: sobrevivir y luchar.
—Sus palabras parecían calmar la tensión, y la presencia de Drex, siempre poderosa, ayudó a restablecer la calma en el grupo. —Y para eso estamos aquí —añadió Anuel, en un tono más serio—. Todos juntos. Violeta, aunque no entendía todo, sintió algo en esa conversación. Observó a los integrantes del equipo, y por primera vez, sintió un calor que no había sentido antes.
No era la frialdad de la soledad, sino algo parecido a la unión, a esa conexión que se forma cuando personas distintas comparten un mismo destino. Lía, observando la reacción de Violeta, suspiró suavemente. Anuel, con su franqueza, tenía razón. Por mucho que intentara ocultarlo, el vínculo que estaba formando Óscar con Violeta era evidente, y, aunque no lo aceptara, sabía que esa conexión podría ser beneficiosa para el equipo.
—Si todos estamos listos, es hora de esperar las instrucciones —dijo Lía, en un intento de cerrar el tema y mantener el enfoque del equipo. El grupo asintió, y mientras esperaban, el viento del parque parecía llevarse las tensiones, dejando espacio para una camaradería que, aunque aún frágil, comenzaba a fortalecerse.
Fabián, desde otro punto del convoy, observaba en silencio, notando cómo, a pesar de las diferencias y las sombras que cada uno cargaba, algo en ese parque de San Juan unía sus caminos en la misma dirección. La tensión en el parque de San Juan se disipaba poco a poco cuando el comunicador de Lía vibró en su muñeca. La vampira levantó el dispositivo y, con su tono profesional, respondió.
La voz de Tatiana, clara y directa, llenó el espacio. —Lía, tengo una nueva misión para tu equipo —dijo Tatiana—. Hay un comerciante en La Mariscal que se ha estado beneficiando de la venta de objetos robados, algunos de ellos provenientes de las operaciones de Ragnarok. Necesito que ustedes lo persuadan para que nos diga de dónde proviene exactamente la mercancía.
Lía asintió, su expresión volviéndose más seria. —Entendido, directora. Nos encargaremos de eso.
La comunicación se cortó, y Lía se volvió hacia el equipo. Drex, Óscar, Andrés, Violeta y Anuel se encontraban listos, esperando las instrucciones. Anuel, como era su costumbre, no tardó en lanzar un comentario. —¿Y por qué no simplemente usamos a Drex y a sus espectros para asustar al tipo como lo hicieron con Andrés? —dijo, su tono despreocupado—.
Creo que eso funcionaría bastante bien. Drex permaneció en silencio, observando a Anuel con atención, mientras Óscar miraba a Lía para ver su reacción. Violeta, por su parte, no entendía del todo lo que se estaba discutiendo, pero sentía que había algo oscuro en el aire. Andrés, sin embargo, dio un paso adelante, su rostro serio y sus ojos oscuros clavados en Anuel.
—Anuel, hay líneas que no se deben cruzar —dijo con firmeza—. Lo que pasó conmigo fue algo extremo, y no podemos usar ese tipo de terror para cada situación. Eso no nos hace mejores que Ragnarok. El grupo se quedó en silencio por un momento. Anuel frunció el ceño, algo sorprendida por la reacción de Andrés.
—Solo estaba bromeando, hombre… —dijo, aunque sus palabras no llevaban la misma ligereza de siempre—. No pensé que fuera para tanto. Drex, que hasta ahora había permanecido en silencio, intervino con un tono calmado pero firme. —Lo que le hicimos a Andrés fue bajo órdenes, y no es algo que se deba usar sin medida. El poder que tengo y que los espectros proyectan no es un juego, Anuel.
Óscar asintió. —El terror tiene su lugar, pero si abusamos de él, perdemos lo que nos hace distintos de aquellos a los que combatimos. Anuel rodó los ojos, aunque ahora con algo de arrepentimiento en su expresión. —Está bien, lo entiendo. Supongo que a veces olvido que no todos son tan directos como yo.
Violeta, que hasta ahora había permanecido en silencio, observó cómo la dinámica del equipo cambiaba. Por primera vez, sintió algo diferente en su interior; una ligera chispa de incomodidad mezclada con curiosidad. Andrés había hablado con fuerza, algo que no había visto antes en él, y eso la hizo mirarlo con algo que parecía cercanía. Lía rompió el silencio, consciente de que era importante retomar el enfoque.
—Vamos a hacerlo a mi manera. Persuadiremos al comerciante de forma sutil, pero contundente. Usaremos la presencia de Drex si es necesario, pero no los espectros. Queremos obtener la información, no causar una masacre. Drex asintió, mientras Andrés relajaba su postura, agradecido de que Lía pusiera límites claros.
—Entendido. Vamos a mostrarle al comerciante por qué es mejor cooperar con Oricalco que ser un aliado de Ragnarok. Violeta asintió, mientras se mantenía cerca de Anuel, quien ahora parecía algo más pensativa. —Oye, Andrés, gracias por el toque de atención —murmuró, esta vez con sinceridad—.
A veces… no me doy cuenta. Andrés esbozó una pequeña sonrisa. —Todos tenemos que aprender, Anuel. Y aquí, el camino está lleno de sombras. Pero eso no significa que debamos dejarnos consumir por ellas.
El equipo asintió, sabiendo que cada paso en su misión debía ser calculado y preciso. Óscar miró a Violeta con una mezcla de determinación y compasión, como si entendiera lo que ella aún no podía expresar. —Vamos a hacer esto bien —dijo Lía, marcando el inicio de la misión. El equipo comenzó a moverse, preparándose para encontrarse con el comerciante en La Mariscal, mientras las luces de la ciudad de Quito brillaban en la distancia.
Las sombras se alargaban sobre las paredes de la bodega en La Mariscal, mientras el equipo de Oricalco se movía en silencio, asegurándose de cubrir cada salida. Lía, con su semblante imperturbable, avanzó hacia el comerciante, quien, a pesar de estar rodeado, se mostraba desafiante. Era evidente que se sentía confiado, incluso en esa situación. Drex, a unos metros, cruzó los brazos, observando con cautela cada movimiento del hombre.
La tensión en la habitación era palpable. Óscar, con los ojos fijos en su antiguo compañero, recordó la vez que lo atraparon en Nicaragua; aquellos días en que la Muerte Plata le había dado un propósito que, al final, lo traicionó. Andrés, por su parte, se mantenía cerca de Violeta, cuidándola de alguna manera, aunque sabía que la joven ya no era la misma que él había entregado al Vaticano.
Ahora, sus ojos vacíos, pero llenos de un brillo extraño, parecían mirar más allá de lo visible. Anuel, con su típica actitud directa, observaba todo con interés. Su rostro reflejaba una mezcla de curiosidad y determinación; no entendía del todo qué pasaba, pero estaba lista para intervenir. —Mira, solo queremos información —dijo Lía, con frialdad—. Sabemos de tus conexiones con Ragnarok, y sabemos que manejas rutas en el Amazonas. Habla ahora, y todo terminará rápido.
El comerciante se rió, un sonido bajo y gutural que resonó en las paredes. —¿De verdad crees que me intimidan? He sobrevivido a seres peores que tú y tus trucos de feria. Lía apretó la mandíbula.
Era evidente que sus tácticas de persuasión no estaban funcionando esta vez. —Drex, un paso adelante. El licántropo avanzó, su presencia imponente parecía llenar el espacio. Sus ojos, que se clavaron en el comerciante, no mostraban compasión.
Pero antes de que Drex pudiera tomar alguna acción, Violeta se adelantó, sus pasos ligeros y fluidos, como si estuviera caminando en trance. Andrés se tensó, sintiendo que algo se movía en el aire, un cambio casi imperceptible. —Violeta, espera —murmuró Andrés, pero la joven parecía no escucharlo. Violeta alzó las manos, y sus dedos comenzaron a moverse en el aire como si dibujaran formas invisibles.
Los símbolos se materializaron en un resplandor tenue que formó un círculo perfecto en el suelo, pulsando con energía. Lía frunció el ceño, y Óscar se movió un paso hacia atrás, sintiendo cómo la temperatura de la habitación descendía bruscamente. —¿Qué está haciendo? —preguntó Anuel, con su voz directa, observando con interés.
Nadie tenía una respuesta clara. El círculo brilló más intensamente, y de su interior surgió una figura distorsionada, una criatura que parecía surgir de las peores pesadillas. Era un ser amorfo, compuesto de dientes afilados y extremidades que se contorsionaban en ángulos imposibles. Sus ojos, oscuros y vacíos, se clavaron en el comerciante.
Un rugido gutural emergió de su garganta, un sonido que resonó en las paredes como el eco de un lamento antiguo.
El comerciante, quien había mantenido su compostura, retrocedió, sus ojos desorbitados. —¡No! ¡No puede ser! —gritó, arrastrándose por el suelo en un intento desesperado de escapar de la manifestación que se alzaba ante él. Violeta mantenía la concentración, su respiración se volvió pesada, y sus manos temblaron mientras sostenía el hechizo. Drex miró a Andrés, esperando una explicación, pero era claro que el propio Andrés estaba tan perdido como ellos.
—Habla ahora —demandó Lía, su voz afilada como una daga. El comerciante, con el rostro pálido y el sudor goteando de su frente, alzó las manos en señal de rendición. —¡Es el Amazonas! Las rutas… todas pasan por ahí. ¡Por favor, solo aléjala de mí! Violeta soltó un suspiro y con un gesto rápido, el círculo se apagó, y la criatura se desvaneció en una nube de humo que se disipó rápidamente.
Drex observó cómo la joven temblaba, agotada, y Anuel dio un paso al frente, su rostro lleno de asombro. —¿Y esta es la famosa Violeta? —preguntó, sin filtro alguno—.
¿Quién es esta chica y cómo tiene semejante poder? Andrés tragó saliva y, con una voz que apenas podía mantener firme, explicó: —Cuando Violeta era niña, tenía el poder de capturar y manipular pesadillas.
Se convirtió en una amenaza cuando logró recolectar los sueños de una ciudad entera y liberó las pesadillas en el mundo real. Era capaz de traer esas criaturas del mundo onírico… —Su voz se quebró un momento, recordando la cacería—. Por eso la entregué al Vaticano. Su poder era peligroso. Drex escuchó atentamente, su rostro mostrando un rastro de compasión. —Ese poder… —murmuró—.
No es algo fácil de controlar. Lía, con su mirada fija en Violeta, asintió lentamente. —Es un arma y un riesgo a la vez. —Luego, se dirigió a Drex—. ¿Has visto algo así antes? Drex negó con la cabeza. —No, pero me recuerda lo que ocurrió con Olfuma. Cuando le borraron la memoria, su cuerpo aún recordaba cómo usar su magia, pero sin la conciencia que tenía antes, su poder solo responde a impulsos.
—Miró a Violeta—. Parece que le está pasando lo mismo a ella. Andrés asintió, aunque sus ojos mostraban preocupación. —Pero cada vez que invoca algo, la consume. Y cuanto más dure o más lejos esté la criatura, más peligroso se vuelve para ella. Lía cerró los ojos por un segundo, procesando la información.
—Esto cambia las cosas. —Volteó hacia Anuel, quien aún observaba con interés—. ¿Qué opinas? Anuel se encogió de hombros. —Bueno, a ver, ¿una niña con poder descomunal capaz de traer pesadillas a la vida? Parece más útil que muchos de nosotros, si lo pensamos bien.
Claro, si no se desmaya en el proceso. Óscar, quien había estado en silencio hasta ese momento, miró a Violeta con algo más que simple curiosidad. Recordó su tiempo en la Muerte Plata, cuando la oscuridad lo rodeaba y no había nada más que violencia. Ahora, viendo a Violeta, entendía lo que era estar atrapado en un mundo sin salida. —Hay que enseñarle a controlar ese poder, o la va a consumir —dijo, con una voz grave.
Lía tomó una decisión rápida. —Volvemos a la sede. Hay mucho que reportar. Ya en la sede de Oricalco, Lía fue directamente a la oficina de Tatiana, quien la esperaba con un semblante serio.
—¿El comerciante habló? —preguntó Tatiana. Lía asintió, extendiendo el informe.
—Sí. Las rutas vienen del Amazonas. Pero hay algo más. Violeta tiene habilidades que no estaban registradas.
Es capaz de invocar pesadillas del mundo onírico.
Su poder es inmenso y extremadamente peligroso. Tatiana revisó el informe en silencio, asintiendo lentamente. —Parece que cuando les borramos la memoria, dejamos residuos que activan sus habilidades de formas incontroladas.
—Miró a Lía con un aire de determinación—. Vigílala de cerca. No podemos permitir que algo así se descontrole en nuestro territorio.
Mientras Lía salía, no podía dejar de pensar en lo que había visto. Violeta era una amenaza y un arma a la vez, y si no la controlaban, todo podría desmoronarse.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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