El cazador de almas perdidas – Creepypasta 244. Cuentos de Hombres Lobos
Buscar un Lugar.
Andrés caminaba junto a Violeta, sintiendo el peso de la responsabilidad y de sus decisiones. Sabía que lo que intentaba hacer no era sencillo, pero estaba decidido a encontrarle un propósito a esta nueva Violeta, incluso si eso significaba enfrentarse a sus propios fracasos. Cuando finalmente llegó a la zona donde sabía que encontraría a Drex, se detuvo, tomando un respiro. Drex estaba revisando equipo y ajustando un par de armas cuando lo vio acercarse.
—¿Qué pasa, Andrés? —preguntó Drex, con un tono de curiosidad y un leve aire de cautela.
Andrés levantó la mirada, un tanto abrumado por la situación. —Es Violeta… —comenzó, mirando a la joven que lo acompañaba, perdida, sin expresión—. Le hicieron lo mismo que a Olfuma. Intenté hablar con ella para que me ayudara, pero la manada apenas me dejó acercarme. Y lo poco que Olfuma me dijo fue que Violeta necesitaba una manada, pero… —hizo una pausa, luchando con las palabras—, ¿cómo se la consigo?
Drex se quedó en silencio por un momento, evaluando las palabras de Andrés. —Entiendo. Olfuma, después de todo lo que le hicieron, estuvo perdida durante mucho tiempo. No fue fácil para ella, y Diana y Tyrannus la tomaron bajo su protección cuando entendieron que ella podía ser parte de la manada. Le costó, pero lo consiguió. —Sus ojos se volvieron serios—. Pero no todos encuentran su lugar tan fácilmente, y Violeta… bueno, no es como Olfuma. La manada de los licántropos no va a ser para ella.
Andrés asintió, ya intuyendo lo que le diría Drex, pero sintiendo el golpe de la verdad de todos modos. —Entonces, ¿qué hago?
Drex suspiró, pensativo. —Si estás comprometido con esto, entonces tendrás que encontrarle un lugar. La purga no tiene piedad con los que no se adaptan. Si no puede integrarse en un grupo, la destruirá. —Hizo una pausa, como si considerara las opciones—. Pero, Andrés, te voy a dar un consejo. La Violeta que conocías, esa que capturaste y entregaste al Vaticano, esa Violeta ya no existe. Y cuanto antes entiendas eso, más rápido podrás ayudar a la que tienes frente a ti.
Andrés tragó saliva, las palabras golpeándolo con fuerza. —¿Quieres decir que acepte que murió?
—Exactamente. —respondió Drex—. La purga borra todo lo que las personas fueron, y lo que queda es un cascarón nuevo. Olfuma es el ejemplo más claro de eso. Si quieres ayudar a Violeta, debes dejar atrás cualquier recuerdo de la anterior. Empieza desde cero, y si no encuentras un grupo para ella, entonces sé tú ese grupo.
El consejo resonó en la mente de Andrés, aunque el peso de las palabras no se aligeraba. Pero antes de poder responder, Drex cambió de tema, observando a Andrés con una mirada inquisitiva.
—Y dime, Andrés, —dijo en un tono más serio—, ¿cómo ha sido no tener la pesadilla? ¿Y qué fue lo que sentiste cuando escuchaste el aullido en Puma Punku?
Andrés bajó la cabeza, las memorias volviendo con fuerza. —El aullido… fue como si… —hizo una pausa, buscando las palabras—, como si cada fibra de mi ser se quemara desde adentro. Nunca había sentido algo así, me atravesó los huesos, y esa noche la pesadilla fue tan real que… que me quebró. —Los ojos de Andrés se oscurecieron un poco—. Sentía que me arrancabas el corazón 350 veces, y no podía hacer nada. Fue… un infierno.
Drex asintió, asimilando la información. —Entiendo. —Había un aire de reflexión en sus palabras—. Lo que hizo Asha conmigo y con el tótem es un poder que ni siquiera yo entiendo del todo. Quería saber qué efectos causaba. Pero… —miró a Andrés con seriedad—, lamento que te haya afectado de esa forma.
—Ya no tengo la pesadilla, y eso es un alivio, —respondió Andrés—, pero no sé cuánto más puedo soportar estas dudas.
Antes de que Drex pudiera decir algo más, Oscar apareció en la sala. Se acercó con su andar relajado, observando a Violeta con curiosidad. —¿Y esta quién es? —preguntó, cruzando los brazos.
Andrés suspiró. —Se llama Violeta. Era alguien más antes, pero ahora es… así. —Dijo, señalando su expresión vacía—. Le borraron todo, como a Olfuma.
Oscar asintió lentamente, sus ojos oscuros y serios. —Entiendo. —Se quedó un momento en silencio, como si tratara de ver algo en Violeta—. Yo sé lo que es estar perdido en la oscuridad. —Sus palabras fueron suaves, pero llenas de significado—. No es fácil.
Drex observó el intercambio entre Oscar y Andrés, notando la empatía que Oscar mostraba. Era evidente que, aunque las circunstancias fueran distintas, Oscar podía comprender la sensación de abandono.
En ese momento, una figura más se acercó. Era Anuel, directa y con una mirada curiosa. —¿Y estos quiénes son? —preguntó con franqueza, sin filtro alguno—. No los había visto antes.
Drex le dio una breve sonrisa. —Andrés y Violeta. Están buscando un lugar aquí.
Anuel lo miró de arriba abajo, evaluándolo. —¿Y cuál es tu historia? —preguntó, sin ninguna sutileza.
Andrés se sintió algo intimidado por la franqueza de Anuel, pero respondió. —Estoy buscando un lugar para Violeta. Intentando ver dónde puede encajar en todo esto.
—Pues suerte con eso, —respondió Anuel—. Aquí o te adaptas o te extingues. —Era cruda y directa, pero no había malicia en sus palabras, solo una realidad innegable.
Oscar soltó una risa baja. —Siempre tan directa, Anuel.
Anuel se encogió de hombros. —Solo digo lo que es. —Luego, mirando a Drex, añadió—: Este grupo se está volviendo interesante.
Drex asintió, observando cómo las dinámicas comenzaban a formarse. Andrés tendría que decidir su camino y el de Violeta, y Oscar y Anuel parecían estar dispuestos a ver hasta dónde podía llegar todo esto.
Mientras Andrés miraba a los demás, entendió que el reto solo estaba comenzando.
Tatiana se encontraba en la mesa de la manada disfrutando de algo que rara vez podía permitirse: una comida en compañía. La mayoría de las veces comía sola, o en el mejor de los casos, con Drex si lograban coincidir. Pero esta vez, tenía a Diana, Tyrannus y Olfuma a su alrededor. Era una sensación agradable, y se permitió relajarse un poco, compartiendo historias y disfrutando de la calidez del grupo.
Mientras compartían el almuerzo, Diana miró a Tatiana, con una mezcla de curiosidad y seriedad en sus ojos. —Sabes que no es habitual que tengamos a alguien nuevo en nuestro equipo, —dijo—, especialmente si esa persona tiene una historia complicada. Queremos saber cuál es la situación con Alexia.
Tatiana se preparó para la conversación, entendiendo que la manada tenía derecho a saberlo. —Entiendo sus dudas, —empezó—. Alexia fue asignada al equipo de Raúl, y eso la coloca con ustedes. Sé que mi relación con ella no es la mejor, y no pretendo ocultarlo.
Tyrannus asintió, como si ya hubiera anticipado que había algo más en la historia. —Entonces, ¿qué fue lo que pasó entre ustedes?
Tatiana suspiró. —Lo que deben saber es que Alexia fue la que convirtió a Drex en licántropo.
La noticia cayó como un cubo de agua fría. Diana y Tyrannus se quedaron en silencio, asimilando la información, mientras que Olfuma miraba a Tatiana con una expresión de sorpresa y tristeza.
—¿Ella fue la que lo convirtió y luego lo abandonó? —preguntó Diana, su tono era serio, casi acusador.
Tatiana asintió. —Así es. Lo transformó y lo dejó solo. Nunca lo acompañó en su proceso de adaptación. Drex tuvo que enfrentar la bestia por su cuenta. —Hizo una pausa, observando las expresiones de la manada—. Es algo que sé que va en contra de lo que ustedes creen.
Olfuma bajó la mirada, y Diana le dio un suave toque en el hombro. —Es injusto… —murmuró Olfuma—. Yo tengo a la manada, a Diana, a Tyrannus… y él no tuvo a nadie.
Tyrannus apretó los puños, su expresión endureciéndose. —Eso va en contra de lo que somos. Convertir y abandonar es inaceptable.
Tatiana los miró con comprensión. —Estoy de acuerdo, y sé que es difícil aceptar que ella esté en su equipo. Pero Alexia también nos dio algo más. —Se inclinó un poco hacia ellos, bajando la voz—. Fue ella quien les entregó el tótem.
La sorpresa en los rostros de Tyrannus y Diana era evidente. Olfuma parecía impactada, pero permaneció en silencio, tratando de procesar la información.
—¿Ese tótem? —dijo Tyrannus, su voz cargada de incredulidad—. ¿El que transformó a Drex en lo que es ahora?
—El mismo, —confirmó Tatiana—. Alexia intentó usar su poder, pero no pudo controlarlo y terminó perdiéndose en él. Cuando lo entregó a Drex, fue con la esperanza de que él pudiera hacer lo que ella no logró.
Diana frunció el ceño, aún procesando lo que Tatiana acababa de decir. —Entonces, ¿la trajiste aquí para ver si puede redimirse?
—No exactamente, —respondió Tatiana—. La traje porque Oricalco necesita sus habilidades, y porque quiero mantenerla vigilada. Ella ya demostró que su juicio es cuestionable. Por eso está en el equipo de Raúl. Si no demuestra que ha aprendido de sus errores, no tendrá lugar aquí.
Tyrannus asintió lentamente, aunque su expresión seguía siendo seria. —La vigilaremos. Pero si no demuestra ser digna de confianza, no va a ser parte de esta manada.
Tatiana sonrió levemente, sabiendo que, aunque la manada confiaba en ella, también respetarían sus propias reglas. Olfuma, por su parte, miró a Diana y Tyrannus, y luego a Tatiana.
—Estoy agradecida de tenerlos, —dijo Olfuma en un susurro—. Me hace sentir afortunada. —Sonrió levemente—. Me alegra tenerlos a ustedes y a Tatiana, y saber que siempre tendré un lugar seguro.
Diana asintió, estrechando el brazo de Olfuma en un gesto fraternal. —Eso es lo que significa ser parte de la manada.
La conversación se relajó un poco, y Tatiana sintió que había fortalecido aún más los lazos con ellos. Aunque las cosas con Alexia seguirían siendo complicadas, tenía la certeza de que la manada mantendría su posición unida.
El ambiente en el comedor se tornó más tenso cuando Alexia entró. Su presencia, en medio de las conversaciones de la manada, fue como una chispa que encendió una llama silenciosa en los ojos de Diana. La mirada de Tatiana se cruzó con la de Alexia, un intercambio breve pero cargado de historia. Sin embargo, fue Diana quien reaccionó primero.
Diana, conocida como la Desquiciada, no era de las que se quedaban calladas. Se levantó de la mesa con una gracia contenida, sus ojos fijos en Alexia, y cruzó el comedor con pasos firmes, ignorando las miradas curiosas y expectantes que se levantaban a su paso. Tyrannus la observó en silencio, dejando que ella tomara la iniciativa. Sabía que una vez Diana se decidía, era imposible detenerla.
Olfuma, por otro lado, se tensó, miró a Tatiana con una mezcla de curiosidad y preocupación. Sabía que, aunque formaba parte de la manada, las cosas no siempre eran sencillas cuando se trataba de asuntos de honor entre licántropos.
Alexia, al ver a Diana acercarse, se mantuvo firme, aunque sus ojos mostraban una ligera cautela. Había oído hablar de la Desquiciada, y aunque ella misma era conocida como Alexia la Invencible, sabía que en un mundo tan territorial como el de los licántropos, los títulos significaban poco.
Cuando Diana llegó frente a Alexia, la tensión en el aire era palpable. Los demás en el comedor guardaron silencio, esperando ver cómo se desarrollaba el enfrentamiento.
—Así que tú eres Alexia —dijo Diana, su voz era un susurro cargado de ira contenida—. La que convirtió a Drex y lo dejó.
Alexia mantuvo la mirada. —Hice lo que tenía que hacer. Sabía que él sería fuerte.
Diana soltó una risa amarga. —¿Y eso te parece suficiente? —preguntó, sus ojos brillando con un destello peligroso—. ¿Convertir y abandonar? Eres una cobarde.
El comentario hizo eco en todo el comedor, y Olfuma, que se había quedado en su lugar, observó la escena con una mezcla de confusión y asombro. Sentía una conexión especial con Diana, y escuchar esas palabras despertó algo en ella, como si entendiera por fin lo afortunada que era al tener una manada que la protegía.
Alexia tensó la mandíbula, pero no retrocedió. —Hice lo mejor que pude. Él eligió. Y al final, Drex se volvió más fuerte gracias a eso.
Diana se acercó aún más, su rostro a escasos centímetros del de Alexia. —No se trata de lo que él logró o no. Se trata de lo que tú hiciste, —susurró con una voz afilada como una navaja—. No tolero a quienes convierten y abandonan. Aquí, en la manada, nos cuidamos. No somos como tú.
Tatiana, que había estado observando desde su asiento, no intervino. Sabía que esto era algo que Diana debía confrontar, y aunque podría haberlo hecho de manera más diplomática, entendía que así era como Diana demostraba su lealtad.
Tyrannus, que seguía en la mesa, observó la escena con un aire de calma. —Recuerda lo que somos, Diana —dijo en un tono tranquilo, pero firme—. No necesitamos probar nada.
Diana finalmente retrocedió un paso, sus ojos todavía encendidos con furia. —Esto no es una prueba, —respondió—. Es un recordatorio. —Miró a Alexia con una última mirada de desprecio—. Si alguna vez piensas en convertir a alguien más sin darle el apoyo que necesita, será mejor que recuerdes mi nombre.
Alexia permaneció en silencio, asintiendo lentamente. Sabía que no ganaría nada enfrentándose a Diana en ese momento. En su lugar, aceptó las palabras y el desafío que implicaban. La tensión disminuyó lentamente cuando Diana se dio la vuelta y regresó a la mesa.
Mientras Diana se sentaba, Olfuma la miró con una mezcla de respeto y gratitud. —Gracias por cuidarme así —susurró, entendiendo que, al proteger su lugar en la manada, Diana también la protegía a ella.
—Siempre, —respondió Diana, con una sonrisa apenas perceptible—. La manada siempre cuida a los suyos.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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