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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 241. Cuentos de Hombres Lobos

El Elixir y la Voluntad de Asha.

Fabián avanzó por los pasillos de la sede, sintiendo el peso de las decisiones de Andrés y Violeta en cada paso que daba. Sabía que esta reunión con Asha y Vambertoken no sería fácil; iba solo, con María atrapada bajo la influencia de Asha, incapaz de ser la aliada que siempre había sido. Al llegar a la puerta de la sala de operaciones, encontró la escena ya dispuesta. María estaba allí, sin expresión, flanqueada por Asha y Vambertoken, quienes lo esperaban con calma impenetrable.

Asha le dedicó una sonrisa suave, pero cargada de intención. —Querido Fabián, sabía que vendrías. Pero este no es el lugar adecuado para tratar asuntos tan… delicados. —Su tono era dulce, pero cada palabra estaba cargada de amenaza—. Acompáñame al Salón de Magia Arcana.

Vambertoken, con su presencia fría y calculadora, asintió en silencio, como si todo se desarrollara según su plan maestro. María, caminando tras ellos, parecía una sombra sin alma. Fabián supo, al ver sus ojos vacíos, que no tendría apoyo alguno en esa sala.

El Salón de Magia Arcana los envolvió en penumbra, iluminado solo por los símbolos arcanos que brillaban tenuemente en las paredes. Las puertas se cerraron tras ellos, y Asha y Vambertoken se encaminaron hacia sus tronos, elevados e imponentes, grabados con runas antiguas. Se acomodaron, observándolo con una serenidad glacial.

—Querido Fabián, —dijo Asha mientras se reclinaba en su trono, sus dedos acariciando el metal frío—, te escucho.

Fabián respiró hondo, sintiendo la presión en su pecho. —Primero… acepto el elixir de la juventud eterna —dijo, con las palabras saliendo con dificultad.

Asha sonrió, complacida. —Ah, querido Fabián, qué honor escucharte aceptar mi generosidad. Has tomado la decisión correcta. —Sus ojos se desviaron levemente hacia su seraph, quien aprobó con un gesto sutil. Era evidente que todo seguía según sus designios, y Asha, como siempre, se complacía en servirle.

—Segundo, —continuó Fabián, sintiendo la tensión en su voz—, Andrés se ha quebrado. Y no solo él… hay alguien más llamada Violeta. Ambos quieren pasar el proceso de Olfuma, de manera voluntaria.

Asha esbozó una sonrisa serena, pero sus ojos brillaron con una oscuridad afilada. —Qué fascinante, querido Fabián, ver cómo aquellos que alguna vez se resistieron ahora se presentan ante mí por voluntad propia. Es… conmovedor.

Pero al fijar su mirada en Fabián, la expresión de Asha se volvió inquisitiva. —Dime, ¿qué fue lo que llevó a Andrés a tomar esta decisión?

Fabián sintió un escalofrío. Sabía que cada palabra sería usada por los vampiros para manipularlo aún más. —Fue el aullido… —susurró—. El rugido de Drex, bajo el poder del Tótem, amplificó la pesadilla que le habías puesto. Lo hizo imposible de soportar.

Los labios de Asha Latshiktor Vambertoken se curvaron en una sonrisa de deleite, como si acabara de recibir un regalo perfecto. —Ah, qué confirmación tan exquisita. Saber que el poder de mi querido Drex puede resonar tan profundamente en las almas atormentadas… —Giró su rostro hacia su amado Seraph Vambertoken Latshiktor, buscando su mirada.

Vambertoken mantuvo su postura fría, pero su mirada dejó ver un destello de satisfacción calculada. Asha, al recibir esa aprobación sutil, mostró una alegría refinada, como la de una cortesana complacida por la atención de su señor.

—Querida María, —murmuró Asha con una suavidad que parecía teñida de veneno—, acércate. —María avanzó con una obediencia vacía, su rostro sin rastro de emoción—. Demuéstrale a tu amado Fabián lo que significa pertenecerme.

María, con los ojos fijos en los de Fabián, se inclinó. —Fabián, siempre te has creído un hombre de fe, pero mírate ahora. —Su tono, aunque suave, era letal—. No eres más que un siervo de Asha Latshiktor Vambertoken y de Seraph Vambertoken Latshiktor. Un instrumento que existe únicamente para complacer sus deseos y seguir sus designios. —Las palabras cayeron como cuchillos—. Eres una sombra de lo que alguna vez fuiste, condenado a servir y obedecer por la eternidad.

Cada palabra lo hería profundamente, pero lo que más le dolía era ver la mirada ausente de María, tan distante de la mujer que él amaba. Ella se arrodilló lentamente frente a él, en un gesto cargado de humillación.

—Por siempre serás esto, Fabián, nada más. —Susurró, con un tono que combinaba la frialdad con la certeza absoluta—. Un siervo eterno.

Asha, visiblemente complacida, hizo un gesto elegante con la mano. —María, querida, saca las cajas.

María, con la precisión mecánica de quien obedece sin voluntad, sacó dos cajas de terciopelo oscuro. Eran preciosas, adornadas con intrincados detalles dorados. Al abrirlas, las pequeñas botellas del elixir brillaron con un resplandor tenue. Las colocó con cuidado en las manos de Fabián y Asha.

—Querido Fabián, aquí tienes —dijo Asha, mientras le extendía su frasco—. Un sorbo cada cuarenta minutos durante treinta horas. Un proceso largo, para que cada instante sea un recordatorio de la eternidad que ahora te pertenece. —Sonrió, con la elegancia de quien sabe que ha ganado.

Fabián tomó el frasco, sintiendo cómo su mano temblaba ligeramente. Bebió el primer sorbo, y el líquido frío le recorrió la garganta como un veneno lento.

—Ahora tú, querida María —ordenó Asha. María tomó su propio frasco, bebió el elixir y se arrodilló con sumisión, replicando el gesto de Fabián.

Asha Latshiktor Vambertoken sonrió con satisfacción, sus ojos se dirigieron a su amado Seraph Vambertoken Latshiktor, quien asintió levemente, aprobando la humillación absoluta que su amada le ofrecía como tributo. —Perfecto, mis queridos. Ahora, vivan su amor en la eternidad que les he otorgado, pero nunca olviden… —dijo, con una voz tan suave que dolía— que yo, Asha Latshiktor Vambertoken, y mi amado Seraph, Vambertoken Latshiktor, somos sus amos por siempre. Que disfruten de su amor, pero siempre bajo nuestra sombra.

La sonrisa de Vambertoken era invisible, la de un maestro titiritero, complacido al ver cómo su obra se desarrollaba perfectamente bajo su dirección. Asha, siempre la ejecutora de sus designios, disfrutaba el placer de servir a su Seraph, asegurándose de que cada alma que caía bajo su dominio recordara que no había escape, solo la eternidad bajo sus reglas y caprichos.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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