El eco de la batalla resonaba en la vasta caverna subterránea de Puma Punku. Las fuerzas de Oricalco luchaban con ferocidad contra las criaturas invocadas por Sergio Pedroza. Alimentado por el poder de un Nephilim y un Eldritch, el brujo desataba olas de magia oscura que intentaban sofocar cualquier intento de avance.
Drex y Tyrannus, al frente, enfrentaban las embestidas con todas sus fuerzas. Tyrannus, en su forma licántropa recubierta de llamas piroquinéticas, atacaba brutalmente con sus garras, mientras las llamas envolvían y quemaban a las criaturas que intentaban acercarse. Drex, por su parte, se movía con una velocidad letal, aprovechando su agilidad sobrehumana y sus garras para rasgar las sombras y los cuerpos que se cruzaban en su camino.
Desde el punto logístico, Tatiana observaba la situación, su rostro tenso al ver cómo las fuerzas de Ragnarok parecían multiplicarse. —Es ahora o nunca —murmuró, consciente de que solo un ataque decisivo podría cambiar el rumbo de la batalla.
María, conectada con sus visiones, habló con urgencia. —Tatiana, Sergio está preparando un ataque final. Si no activas el poder del tótem ahora, todos caerán.
Tatiana asintió, sabiendo que debía activar el quinto sello del collar. Esto requería que reviviera uno de los momentos más dolorosos de su vida: el instante en que pensó que perdería a Drex para siempre durante el ritual del tótem, cuando sacrificaron los 350 corazones. Cerró los ojos y dejó que la memoria la envolviera, reviviendo el dolor y la desesperación, pero también el momento en que Drex recuperó su humanidad gracias a su amor.
El collar brilló con una luz dorada intensa, y el quinto sello se rompió. Una oleada de energía recorrió la caverna, canalizándose a través de Tatiana y fluyendo hacia Drex. —¡Drex, libera el poder del tótem! —gritó, mientras su voz resonaba en el lugar.
Drex sintió la energía fluir por sus venas, amplificada por el collar y el tótem. Con un rugido ensordecedor, desató el poder contenido. De las sombras y las grietas en el suelo, emergieron lobos espectrales, proyecciones que brillaban en tonos dorados y azules, cada uno tan poderoso como él mismo.
—Querido Drex, muéstrales de lo que eres capaz —murmuró Asha desde el punto logístico, observando con satisfacción.
Fabián, al ver el poder desatado, recitó: —”El Señor es mi pastor; nada me faltará” —. La luz de sus palabras se fusionó con la energía de los lobos espectrales, intensificando el brillo que iluminaba la caverna.
Los lobos espectrales, en sincronía perfecta con Drex, se lanzaron sobre las fuerzas de Sergio. Desgarraron a las sombras, eliminaron a los enemigos, y abrieron un camino a través del caos. Los rugidos de los espectros llenaron el aire, y su impacto resonó en todo el lugar, arrasando con todo lo que intentaba resistir.
Tatiana, al ver el efecto de su activación, sintió una mezcla de alivio y orgullo. La oportunidad que necesitaban estaba allí.
—¡Todos, avancen ahora! —ordenó, viendo cómo el poder de Drex y los lobos espectrales equilibraba la balanza.
Diana, con su agilidad sobrehumana, se movió en sincronía con los lobos, cortando con sus garras y derribando a las brujas que intentaban canalizar sus hechizos. Andrés, cubriendo su avance, bloqueó los ataques que se acercaban, mientras Raúl, en su forma Skywalker, usaba la agilidad de un lince para moverse por las paredes y atacar desde ángulos inesperados.
Anuel, con las dríades a su alrededor, invocó las fuerzas de la naturaleza para debilitar las energías de Sergio. Sus figuras de madera atacaron con furia, destruyendo las runas y debilitando las defensas de los enemigos.
En el centro, Fabián y Julián unieron sus fuerzas y desataron una ráfaga de luz sagrada, atacando directamente el muñeco vudú que Sergio Pedroza sostenía en sus manos. La energía divina impactó, haciendo que las sombras se disiparan momentáneamente.
Pero Sergio, en un intento desesperado por mantener el control, levantó el muñeco y canalizó las últimas reservas de poder oscuro. Las sombras se elevaron en un ataque masivo, intentando envolver y aplastar al equipo de Oricalco.
María vio la visión clara como el agua y advirtió: —Si no lo detenemos ahora, se liberará algo peor. ¡Tatiana, es todo o nada!
Tatiana dio la orden final: —¡Drex, suelta a los lobos! ¡Todos, aseguren las líneas y presionen hasta el final!
Drex, sintiendo el vínculo con los lobos espectrales, los guió con un rugido, y la manada de espectros se lanzó contra Sergio. Atravesaron la barrera de sombras, y con un último esfuerzo, los lobos atacaron el muñeco vudú, destrozándolo en un estallido de luz y energía oscura.
La caverna se iluminó con el destello final, y el grito de Sergio se desvaneció en una nube de sombras dispersas. Las criaturas de Ragnarok caían, sus cuerpos desintegrándose en el aire mientras el poder de los lobos espectrales los eliminaba.
Asha, sonriendo desde el punto logístico, comentó: —Querida Tatiana, querido Drex, un despliegue fascinante, pero no olviden que esto aún no termina.
El brillo de los lobos espectrales iluminaba las profundidades de Puma Punku mientras estos espectros desataban su furia, destruyendo a las criaturas que quedaban en pie y desintegrando las sombras que Sergio intentaba usar para restaurar el control. El eco de los rugidos y los gritos se expandía, rebotando en las paredes, y el equipo de Oricalco avanzaba en formación, tomando ventaja del caos y el pánico que se desataba entre las filas de Ragnarok.
Tatiana, aún conectada al poder del collar, dirigía a sus compañeros con precisión. —¡Raúl, cubre la izquierda! Diana y Tyrannus, despejen el camino principal. Fabián, Julián, mantengan el escudo mientras avanzamos hacia la cámara central. ¡No le demos respiro a sus defensas!
Drex, en su forma licántropa, se movía como un relámpago entre las ruinas, sus garras y colmillos desgarrando a cualquier enemigo que se cruzara en su camino. Los lobos espectrales, que se movían en perfecta sincronía con él, seguían cada uno de sus gestos, convirtiendo el campo de batalla en un torbellino de ataques feroces. El tótem amplificaba cada movimiento, cada instinto, dándole un poder tan brutal que nada parecía poder contener su avance.
Diana, a su lado, transformada en su forma bestial, se desplazaba con agilidad, cortando enemigos con garras afiladas mientras cubría a Tyrannus, quien usaba su forma envuelta en fuego para desintegrar cualquier amenaza que intentaba flanquearlos. Cada paso que daban abría una brecha más grande en las defensas de Ragnarok.
En el centro del domo, Sergio Pedrosa se aferraba al último vestigio de poder que le quedaba. Sus ojos brillaban con odio y desesperación mientras intentaba conjurar un hechizo final, uno que desataría un torrente de sombras sobre todo el equipo. —¡No permitiré que me arranquen este triunfo! —rugió, su voz distorsionada por la magia oscura.
Fabián y Julián, conscientes del peligro, se colocaron al frente, elevando sus manos y recitando en voz alta: —”Jehová es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré?” —. La luz se expandió en un haz dorado que golpeó directamente el centro del hechizo de Sergio, debilitándolo y rompiendo el círculo que lo mantenía en pie.
María, a través de sus visiones, vio la apertura. —¡Ahora, es el momento final! —gritó. —¡Tatiana, avancen y desaten todo su poder!
Tatiana, viendo la oportunidad, transmitió la orden final. —¡Drex, Tyrannus, Diana, al frente! ¡Es la hora de acabar con esto!
Drex y sus lobos espectrales se lanzaron en un ataque brutal. Los espectros avanzaban como sombras vivientes, y cada mordida era un estallido de energía que desgarraba las defensas de Ragnarok. Tyrannus, aún envuelto en fuego, atacó desde el flanco derecho, sus garras incandescentes atravesando las sombras que intentaban cubrir a Sergio. Diana, por su parte, saltó con agilidad sobre las ruinas, sus colmillos brillando mientras eliminaba cualquier resistencia restante.
Raúl, transformado en su forma de guepardo, se movió por las paredes, utilizando su velocidad para desarmar a los separatistas que intentaban posicionarse. Anuel, con las dríades, continuaba protegiendo al equipo desde el centro, desatando raíces que atrapaban y neutralizaban cualquier hechizo restante.
Con las defensas de Sergio debilitándose y las fuerzas de Oricalco avanzando implacables, Sergio Pedroza comprendió que la batalla estaba perdida. Sus ojos brillaron con una mezcla de furia y terror mientras murmuraba un último conjuro, y en un destello de magia oscura, desapareció en una nube de sombras, dejando atrás un eco siniestro que se disipó en el aire.
El campo de batalla quedó en silencio por un instante. Tatiana bajó los hombros, consciente de que Sergio había logrado escapar, pero que habían ganado terreno en el corazón de Ragnarok. —Lo hizo de nuevo… escapó. Pero la batalla aún no termina —murmuró con un suspiro.
—Hemos neutralizado sus fuerzas y destruido su conexión con el Nephilim y el Eldritch. Es una victoria —añadió Fabián, bajando la espada mientras evaluaba los rostros de sus compañeros.
Drex, en su forma licántropa y aún rodeado por sus lobos espectrales, observó el terreno en silencio, sus ojos brillando con una luz salvaje. A pesar de que el enemigo había huido, sentía la necesidad de marcar su territorio, de dejar claro quién dominaba esas tierras.
Tatiana, viendo la intensidad en los ojos de Drex, le dio una última orden: —Hazlo, querido Drex. Que todos sepan que la caza ha terminado y quiénes son los cazadores aquí.
Drex, alzando su cabeza, dejó escapar un aullido que resonó en cada rincón de la caverna. El aullido se unió a los rugidos de sus lobos espectrales, creando un sonido que vibró en las ruinas, subió por las grietas y se extendió hacia la superficie. Las paredes mismas parecieron temblar con la fuerza del grito de Drex, y las piedras antiguas vibraron como si respondieran al llamado.
El eco del aullido de Drex se expandió por la caverna subterránea de Puma Punku, vibrando como una onda que parecía estremecer las raíces de la tierra misma. Los lobos espectrales, en perfecta sincronía con él, levantaron sus cabezas y aullaron al unísono, creando un coro salvaje y primigenio que sacudió las ruinas con un estruendo ancestral. El suelo tembló, y las paredes de piedra, grabadas con símbolos de tiempos antiguos, respondieron con un brillo tenue, como si el mismo espíritu de Puma Punku despertara ante el llamado.
Drex, transformado en su forma más bestial, se lanzó con fuerza hacia las ruinas superiores, escalando con garras que se clavaban en la roca, ascendiendo como un relámpago. El brillo de sus ojos, lleno de poder y furia, iluminaba su rostro mientras alcanzaba el punto más alto de la estructura, una plataforma en lo alto de las ruinas. Al llegar a la cima, sus lobos espectrales lo siguieron, proyectándose en las piedras y saliendo de las sombras para rodearlo, cada uno brillando con un aura de energía mística, amplificada por el tótem que Drex había liberado.
La manada, formada por Diana, Tyrannus, y Olfuma, se unió a Drex en la cumbre. Diana, en su forma bestial, se colocó a su derecha, con los ojos feroces, brillando como antorchas en la oscuridad. Tyrannus, con su forma licántropa aún recubierta en llamas piroquinéticas, se situó al otro lado, sus garras humeantes y sus fauces abiertas, emitiendo rugidos de fuego y furia. Olfuma, aunque aún en su forma humana, alzó sus brazos al cielo, dejando que su magia anti-sangre se uniera al coro de aullidos y se proyectara en un resplandor oscuro que se integraba con la fuerza de la manada.
Desde las alturas de Puma Punku, Drex dejó escapar un aullido ensordecedor que atravesó el cielo nocturno. La energía del tótem amplificó su voz, y la resonancia de su llamado rompió la barrera de la caverna, ascendiendo a la superficie y extendiéndose en todas direcciones. La fuerza de ese aullido marcaba el territorio de los licántropos, un recordatorio de su poder desatado. Las ruinas, bajo la luz de la luna, parecieron cobrar vida, sus piedras vibrando en respuesta mientras los ecos del grito viajaban más allá, cruzando el horizonte.
El coro de aullidos y rugidos de la manada se amplificó, como una ola imparable que atravesó las montañas y se extendió por el aire helado. Desde las cumbres de los Andes hasta las vastas llanuras de Bolivia, el llamado retumbó. Las criaturas de la noche, que escuchaban desde la distancia, sintieron un estremecimiento de miedo, y las bestias ocultas en los rincones más oscuros de la tierra reconocieron el dominio de los licántropos de Oricalco. Los ecos viajaron más allá de las fronteras, cruzando ríos y montañas, llegando hasta el mismísimo Perú.
En el centro de operaciones, Asha observaba con una sonrisa cautivadora, sus ojos brillando como gemas oscuras. —Querido Drex, has demostrado que la caza es tu dominio. El mundo debe saber quién gobierna aquí. —Tatiana, al escuchar el eco resonar en la distancia, supo que habían marcado territorio y habían demostrado su poder de forma incuestionable.
Fabián, de pie en las ruinas inferiores, sintió el impacto de la energía. La vibración era tan fuerte que se manifestaba en su propia fe, un recordatorio de las fuerzas que luchaban en ambos lados, y de los aliados y enemigos que se alzaban en la oscuridad. Con la luz divina aún brillando en sus manos, miró a María, quien, con sus ojos brillando por las visiones, compartió el momento con él.
—Fabián, hemos tomado el control de este lugar, pero la guerra no termina aquí —dijo María, con un tono que revelaba las futuras batallas que se avecinaban.
—No lo hará, pero hoy hemos dado un paso —respondió Fabián, con una voz cargada de fe.
En lo alto de las ruinas, Drex y su manada continuaron con el coro. Los lobos espectrales aullaban con ellos, y las vibraciones generadas hicieron que las montañas cercanas resonaran, como si las mismas entrañas de la tierra respondieran a su llamado. El eco del aullido alcanzó las aldeas y ciudades, y quienes lo escucharon, humanos o criaturas, sintieron el poder primitivo que anunciaba la victoria de los cazadores.
Los lobos espectrales, como centellas de luz, se dispersaron en todas direcciones, corriendo hacia los límites del territorio que marcaban, mientras el cielo se iluminaba con su estela. La luz de sus cuerpos espectrales se elevó como relámpagos que partían la oscuridad, y el aullido que se expandió se convirtió en un rugido que sobrepasó a lo épico. Desde lo alto, Drex se alzó sobre las ruinas, con la luna llena brillando detrás de él, su silueta marcando un hito en la cacería que retumbaría en las leyendas.
Al fin, el llamado alcanzó su clímax, y el suelo de las ruinas de Puma Punku respondió con una explosión de energía que ascendió hasta las estrellas. Drex y su manada habían reclamado el dominio de las tierras, y el eco de su cacería seguiría resonando por generaciones.
El eco del aullido se desvaneció lentamente mientras las energías místicas de los lobos espectrales se disipaban en el aire, dejando un silencio denso y pesado en las ruinas. La luz de la luna bañaba la silueta de Drex, aún en lo alto de las estructuras de Puma Punku, con los restos de las sombras y las energías dispersas a sus pies.
Desde el punto logístico, Tatiana lo observaba con una mezcla de orgullo y temor. Sabía que desatar el poder del tótem era arriesgado, y por un momento, sintió la duda. —Querido Drex, es suficiente… vuelve a mí —dijo en un susurro que fue llevado por el viento, esperando que él respondiera.
Las ruinas quedaron en silencio, y el brillo en los ojos de Drex permaneció fijo, como si estuviera atrapado en su forma bestial, conectado a la energía primigenia que había desatado. Tatiana sintió su corazón acelerarse, y un frío le recorrió la espalda ante la posibilidad de haberlo perdido. Pero entonces, en un instante, los ojos de Drex, brillantes y feroces, se encontraron con los de ella.
Con un rugido bajo, Drex saltó de la plataforma en lo alto de las ruinas y corrió hacia Tatiana, sus pasos resonando en la piedra antigua. Los lobos espectrales, sintiendo la llamada de su líder, se desvanecieron uno por uno, disolviéndose en un destello de luz que se desintegraba con cada paso que Drex daba en su retorno a ella.
Tatiana sintió la conexión entre ellos vibrar a través del collar y el tótem, mientras el poder se disipaba lentamente. El cuerpo de Drex, que antes era una máquina de furia y destrucción, comenzó a cambiar de forma, sus músculos y garras transformándose mientras regresaba a su forma humana. Cada paso lo traía más cerca de su humanidad, y las energías espectrales que lo rodeaban se desvanecían en el aire, dejando una estela dorada.
Cuando llegó a ella, Drex ya estaba en su forma humana, el sudor perlaba su frente y su respiración era pesada, pero su mirada era clara y llena de calma. El collar de los cinco sellos, que brillaba intensamente, fue apagándose poco a poco, hasta quedar en su estado inactivo. Tatiana extendió una mano hacia él, sintiendo la conexión, pero también el peso de la energía mágica que le había costado controlarlo. Se tambaleó por un momento, el agotamiento apoderándose de ella.
—Lo lograste —murmuró, y en sus ojos se leía una mezcla de alivio y agotamiento—. El control… perfecto.
Drex, respirando con dificultad, tomó su mano y la acercó, sosteniéndola firmemente. —Siempre vuelvo a ti —respondió, sus palabras firmes, pero sus ojos mostraban un rastro de humanidad y control que antes no había tenido.
Las ruinas, ahora en silencio, se sintieron como un testigo de la batalla que había transcurrido. La energía del tótem y del collar se aquietó, como si hubieran satisfecho su sed de poder, pero Tatiana sintió el agotamiento arremeter con fuerza, como una marea que la empujaba al límite. Drex la sostuvo, asegurándose de que no cayera.
—Es hora de regresar al centro de operaciones —dijo Drex con voz serena, mientras la sostenía—. El trabajo aquí ha terminado.
Con paso lento, el equipo de Oricalco se reagrupó. Diana, Tyrannus, y Olfuma, aún con la adrenalina en sus cuerpos, descendieron de las ruinas y se unieron a Raúl, Anuel, Fabián, Julián, Óscar, y Lía, quienes revisaban las últimas defensas de las ruinas para asegurar el área. Las miradas de todos se cruzaron con satisfacción y cansancio; sabían que, aunque habían ganado esta batalla, aún quedaba mucho por hacer.
En el centro de operaciones, Asha y Seraph Vambertoken los esperaban. Los ojos de Asha brillaban con una mezcla de satisfacción y un placer casi infantil. —Querida Tatiana, querido Drex, un espectáculo digno de recordar. —Sus palabras eran suaves, pero cargadas de un tono que recordaba que, al final, todo era un juego para ella.
Seraph Vambertoken, con su mirada calculadora, asintió levemente. —El poder del tótem se ha demostrado, y las ruinas han sido marcadas. Ragnarok entenderá que la purga ha tomado este territorio.
Tatiana, aunque agotada, mantuvo la compostura. —Sergio Pedroza escapó. No es una victoria completa hasta que lo neutralicemos.
Asha, con una sonrisa que ocultaba una chispa de diversión oscura, respondió: —La purga irá por él, querida. No escapará para siempre.
María, con sus visiones más claras que nunca, afirmó: —No se esconderá por mucho. Ya no tiene las fuerzas que tenía antes, y los rastros que dejó en Puma Punku nos guiarán hacia él.
El equipo, aunque sabían que la batalla aún continuaba, sintieron la satisfacción de haber liberado el poder del tótem y marcado su territorio. Las fuerzas de Oricalco se replegaron, regresando a sus posiciones en el centro de operaciones, donde prepararían la siguiente etapa de la caza. Pero ahora, sabían que tenían algo que Ragnarok temería: un poder desatado, una manada unida, y la furia de los cazadores marcando el inicio de una guerra que solo acababa de comenzar.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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