Que tenemos para ti

Lee GRATIS

El cazador de almas perdidas – Creepypasta 229: Cuentos de Hombres Lobos

Conversión en la Sombra del Vaticano.

La Catedral de San Pedro se erigía imponente, bañada en la luz dorada de un atardecer que proyectaba sombras largas y profundas. En su interior, el ambiente estaba cargado de solemnidad y tensión. Los 100 vampiros convertidos, envueltos en túnicas oscuras y protegidos por las ventanas entintadas que bloqueaban los últimos rayos del sol, aguardaban en filas bajo la dirección del Ministerio de los Vampiros, liderado por Laura.

En el centro del altar, los Cazadores de Almas oficiaban la ceremonia. Fabián, el Caballero Santo, vestía una túnica blanca adornada con hilos dorados, destacando entre los demás. A su lado, Julián recitaba los versículos sagrados con voz firme, mientras Andrés, el antiguo cazador, ahora transformado en un escudero humilde, mantenía la cruz en alto, sus ojos fijos en el altar. Laura, con una expresión solemne y tranquila, lideraba la procesión de los convertidos, guiándolos en este nuevo camino de redención.

Desde un lugar elevado, el Cardenal Bellini observaba el acto con una mirada penetrante. Su presencia era imponente, pero su rostro reflejaba una mezcla de vigilancia y esperanza. La conversión de 100 almas malditas al cristianismo era un evento sin precedentes, un testimonio de la fuerza y la misericordia de la fe.

Fabián, imperturbable, recitó las palabras de Romanos 6:4:
“Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que, como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.”
La voz de Fabián resonó en el recinto, y las velas que adornaban el altar parecieron iluminarse con mayor intensidad, bañando el lugar en un aura de misticismo.

En ese momento, uno de los vampiros, un anciano de cabello canoso y rostro marcado por los siglos, dio un paso adelante. Sus ojos, antes llenos de tormento, brillaban ahora con una emoción renovada.

—”Durante siglos, he vagado en la oscuridad, temiendo la luz y rechazando la redención. Hoy, bajo la guía de este ministerio, renazco en fe, buscando la luz que antes temía.”

Las palabras del vampiro fueron recibidas con un silencio solemne. Andrés mantuvo la cruz en alto, y Julián asintió lentamente, recitando una bendición en latín mientras los convertidos inclinaban la cabeza en oración.

En una plataforma lateral, la periodista Valeria Dupont seguía cada detalle de la ceremonia, sus ojos fijos en Fabián. En un momento, sonrió y asintió, como si intentara captar su atención. Fabián, sin embargo, permaneció sereno, con la mirada fija en el altar. La devoción que irradiaba era palpable, y aunque Valeria era conocida por su belleza y encanto, su intento de conectar con él no logró romper su fe imperturbable.

En un rincón apartado de un restaurante discreto, María observaba la transmisión privada en el móvil que Tatiana sostenía. Drex se mantenía en silencio a su lado, captando la tensión en cada gesto de María. Los ojos de ella seguían fijos en la pantalla, donde Valeria Dupont narraba la ceremonia desde el Vaticano.

En el dispositivo, la voz de Valeria resonaba suave y profesional, pero sus ojos y sonrisas cargaban una calidez que María encontraba insoportable.

—”Este evento,” —comenzó Valeria, dirigiéndose a la cámara con la elegancia que la caracterizaba—, “es un testimonio del poder transformador de la fe. Y en el centro de este milagro, no podemos olvidar la figura de Fabián, el Caballero Santo. Un hombre cuya devoción y humildad han inspirado no solo a aquellos que reciben hoy el sacramento, sino también a sus propios compañeros.”

María apretó los puños, sintiendo cómo su ira se intensificaba con cada palabra. La periodista sonreía, sus ojos azules captando la luz de las velas que adornaban la catedral en la distancia, mientras hablaba de Fabián con una admiración que parecía ir más allá de lo profesional.

—”Es particularmente asombroso,” —continuó Valeria, dirigiendo una mirada llena de significado hacia la cámara—, “cómo la fe de Fabián ha logrado algo que muchos consideraron imposible: la transformación de Andrés, un cazador que en su momento fue uno de los más implacables, en este nuevo hombre que hoy se alza frente a nosotros, sosteniendo la cruz con humildad y devoción. Un hombre que, gracias al ejemplo y guía del Caballero Santo, ha encontrado un propósito superior.”

En la pantalla, la imagen se enfocó en Andrés, quien mantenía la cruz en alto, su rostro sereno y transformado. Sin embargo, María apenas pudo concentrarse en él, ya que Valeria volvía a llenar la pantalla, sus ojos brillando mientras continuaba:

—”No es solo la misión de Fabián lo que inspira, sino su compasión, su humanidad. Un hombre que da todo de sí mismo, sin esperar reconocimiento. Y mientras observamos este momento tan sagrado en el que cien almas encuentran la redención en el cristianismo, no podemos evitar sentir que todo esto no sería posible sin él.”

María sintió cómo sus dientes se apretaban y su pecho se contraía de frustración. No solo Valeria seguía haciendo énfasis en Fabián, sino que lo hacía con una cercanía que parecía romper cualquier barrera profesional. Esa sonrisa suave, esa manera de hablar de él como si fuese el único en esa catedral.

—”Siempre ella…” —murmuró María, sus ojos ardiendo de celos. Sus manos temblaban mientras seguía mirando, obligándose a no apartar la vista. “Siempre buscando el momento perfecto para destacarse, para ponerse a su lado.”

Tatiana, con una mirada preocupada, trató de calmarla. —”Tranquila, María. Sabes que esto es parte de su trabajo. Y sabes que Fabián es inquebrantable.”

María apretó los labios, sabiendo que Tatiana tenía razón, pero la rabia dentro de ella era imposible de contener. Sus pensamientos regresaron a aquella entrevista pasada, en la que había tenido que hacerse pasar por la secretaria de Fabián, viendo cómo Valeria se inclinaba cerca de él, cómo le dirigía miradas cargadas de algo que a María le costaba ignorar.

—”Mírala, otra vez haciéndose la devota mientras aprovecha para ensalzar a Fabián como si fuera suyo…” —dijo entre dientes, sus ojos fijos en la pantalla.

En la transmisión, Valeria hizo una pausa, mirando directamente a la cámara mientras sus labios se curvaban en una sonrisa sutil.

—”Es un honor cubrir este evento y compartir con el mundo la historia de un hombre cuya devoción nos recuerda que siempre hay esperanza, incluso en las almas más perdidas. Fabián, el Caballero Santo, nos muestra que, en la fe, todo es posible.”

María sintió una mezcla de ira y dolor que la recorrió entera. Cada palabra de Valeria, cada gesto en la transmisión, era un recordatorio de la distancia que la separaba de Fabián, y de cómo, en la luz de la Iglesia, su amor debía permanecer oculto.

Drex notó cómo los nudillos de María se volvían blancos. —”María,” —le dijo en voz baja, sin apartar la mirada de la pantalla—, “ten cuidado. No permitas que esto te nuble el juicio.”

Ella respiró hondo, tratando de calmar el fuego dentro de sí. Sabía que Fabián estaba enfocado en su misión, que su fe era inquebrantable. Pero eso no borraba el hecho de que Valeria estaba siempre ahí, lista para aprovechar cualquier oportunidad de acercarse, de ocupar un lugar que no le pertenecía.

María observaba el final de la ceremonia en la pantalla del celular, apretando los labios al ver cómo los 100 vampiros convertidos se arrodillaban en señal de humildad. Las palabras de Julián, Andrés y Laura resonaban mientras bendecían a cada uno, sellando su pacto de fe. Fabián, en su papel de Caballero Santo, recitaba las últimas oraciones, su voz reverberando con fuerza y devoción. Era un momento solemne y poderoso, la culminación de un ritual que había sido un milagro en sí mismo.

Valeria Dupont, que había seguido la ceremonia con profesionalismo, aprovechó el momento para acercarse a Fabián. Con la cámara enfocada en ella y un micrófono en la mano, se aproximó con una sonrisa encantadora, sus movimientos calculados para no interrumpir la solemnidad, pero suficientemente audaces para captar su atención.

—”Caballero Santo,” —dijo Valeria, su tono suave, pero cargado de una admiración palpable—, “¿podríamos tener unas palabras suyas? Sabemos que este es un momento histórico. Este pequeño ministerio, que muchos dudaron en sus inicios, se ha convertido en un faro de esperanza que rompe las barreras entre Dios y las criaturas de la noche. Todo, claro, gracias a su trabajo incansable.”

Fabián, que había mantenido su mirada en el altar, giró hacia ella con calma, sus ojos serenos. Asintió con cortesía, aceptando la entrevista. La cámara enfocó su rostro mientras Valeria se acercaba un poco más, sin perder su sonrisa seductora.

—”Valeria,” —comenzó Fabián, su tono tranquilo e imperturbable—, “el mérito no es mío, sino de la fe que nos une a todos. Este ministerio es una prueba de que Dios no hace distinciones entre humanos y criaturas de la noche; todos somos bienvenidos en su gracia, siempre y cuando busquemos la redención con sinceridad.”

Valeria, sin apartar sus ojos de los de Fabián, sonrió, encantada con su respuesta. Se inclinó levemente hacia él, acercando el micrófono más cerca, y susurró con una suavidad calculada, para que solo él la escuchara.

—”Y sin embargo, muchos dicen que es su devoción la que inspira tanto a los hombres como a las criaturas, a devotos y pecadores, a justos y traidores. Pareciera que su fe es un faro, Caballero Santo.”

María, en el restaurante, observó con furia cómo Valeria se inclinaba hacia Fabián, buscando cualquier excusa para acortar la distancia entre ellos. Sentía como si la periodista estuviera marcando su territorio, utilizando sus gestos delicados y sus palabras dulces para captar la atención de Fabián. Su ira crecía, incendiando su interior.

Fabián mantuvo su postura firme, asintiendo con respeto, pero sin ceder un centímetro. —”El verdadero faro es la palabra de Dios, y si a través de mi fe otros encuentran su camino, entonces estoy cumpliendo mi propósito.”

La cámara captó cada detalle de la interacción, y Valeria, con una sonrisa que mezclaba gratitud y algo más, se atrevió a colocar su mano en el brazo de Fabián. Fue un toque ligero, pero intencional, como si quisiera dejar una marca en ese momento sagrado.

—”Es un honor cubrir esta historia y ser testigo de su obra,” —dijo Valeria, sus palabras fluyendo con una suavidad que buscaba romper la calma del Caballero Santo—. “Estoy segura de que muchos, viendo esta transmisión, sentirán el deseo de unirse a su causa.”

María sintió cómo su corazón latía con fuerza, su mente regresando a aquel día de la entrevista pasada, donde había tenido que morderse la lengua al ver el mismo tipo de gestos. En aquel entonces, se había dicho que era solo profesionalismo, parte del trabajo de Valeria. Pero ahora, viendo cómo aprovechaba cada oportunidad para acercarse a Fabián, le costaba contener

María apretó los labios hasta que la sangre casi brotó de ellos. Los dedos temblorosos, blancos de la tensión, se aferraron con fuerza al borde de la mesa del restaurante. Sus ojos no podían apartarse de la pantalla del celular que Tatiana sostenía frente a ellas. Allí, en alta definición, Valeria Dupont se acercaba a Fabián, su sonrisa perfecta iluminando la cámara mientras extendía su mano para tocarle el brazo. Un toque suave, aparentemente inocente, pero María lo veía por lo que realmente era: una provocación, un desafío.

—”¿Cómo se atreve…?” —murmuró, con la voz ahogada en furia. Sentía que las venas le ardían y el calor subía por su cuello. Esa bruja estaba jugando con fuego, y cada centímetro que se acercaba a Fabián era una puñalada para ella.

La imagen se transformó en su mente. El recuerdo de aquella entrevista meses atrás, en la que María había tenido que soportar, con una sonrisa fingida, ver a Valeria acercarse a Fabián, taladró sus pensamientos. Recordaba cómo se había disfrazado de secretaria, obligada a permanecer al margen para no levantar sospechas sobre su relación. Pero sus ojos lo habían visto todo. Recordaba perfectamente cómo Valeria se inclinó demasiado cerca de Fabián, cómo sus dedos se posaron en su hombro mientras reía suavemente ante sus respuestas.

María había estado de pie a un lado, sus uñas clavándose en las palmas de sus manos, tratando de no perder la compostura. Sentía las palabras arder en su garganta, deseando saltar sobre Valeria y arrancarle esa sonrisa falsa. Había visto cómo esa mujer buscaba cualquier excusa para rozar la piel de Fabián, susurrando preguntas en un tono bajo y seductor, como si no hubiera cámaras alrededor. Aquel día, había sentido que sus celos eran un monstruo que la devoraba desde dentro, pero se había contenido, diciéndose que era parte del trabajo.

Pero ahora, en esa transmisión, todo era peor. La sonrisa de Valeria, esa maldita sonrisa que pretendía ser humilde, pero estaba cargada de intenciones, la sacaba de quicio. El toque, esa caricia suave sobre el brazo de Fabián, fue el detonante. Podía ver cómo se acercaba, como si no existiera más espacio que el de ellos dos, como si la catedral entera no importara.

—”¡No lo toques!” —escupió entre dientes, sin poder contenerse. Su mirada era pura rabia, sus ojos ardían. En su mente, podía ver cómo cruzaba la distancia, cómo arrancaba a Valeria de su lugar frente a Fabián, cómo la sacaba de la pantalla con las manos enredadas en su cabello. “Esa bruja sabe lo que está haciendo… sabe perfectamente cómo usar esa mirada, esas palabras. ¡Y Fabián…!”

María sintió que algo en su interior se rompía al verlo a él, con esa serenidad inquebrantable, la calma que tanto amaba y odiaba al mismo tiempo. Podía sentir cómo su amor por Fabián la destrozaba en ese momento. Él estaba ahí, tan firme en su fe, tan indiferente al coqueteo de Valeria. Pero para María, el hecho de que la periodista siquiera lo intentara, que se atreviera a ponerle una mano encima, la enfurecía.

—”¡Quisiera ir allí ahora mismo y arrancarle esa sonrisa falsa de la cara!” —continuó, su voz ahora temblando de ira contenida. “Quisiera que viera de quién es Fabián en realidad. Que supiera que esa devoción que tanto admira no es para ella.”

Las palabras salían con un odio puro, un sentimiento que la ahogaba y la arrastraba a un abismo. Tatiana le tocó el brazo, tratando de calmarla, pero María apartó la mano, su mirada fija en la pantalla.

—”Esa sonrisa… esa mirada que le lanza cada vez que está cerca. Ella lo sabe. Sabe que no puedo aparecer y por eso se atreve,” —dijo, los celos y la rabia retorciéndole el estómago—. “Pero si pudiera, te juro que no me importaría nada más… la sacaría del Vaticano de los cabellos.”

El calor en su pecho subió a su rostro, enrojeciendo sus mejillas. Cada vez que Valeria sonreía a Fabián, era como si le clavaran un puñal en el corazón. Sabía que Fabián nunca la traicionaría, que su devoción era intachable. Pero la furia no se debía a él, sino a ella. Esa mujer sabía dónde golpear, sabía cómo plantarse en su vida como una espina que no podía arrancar.

María respiró profundamente, pero el aire no parecía calmar el incendio dentro de ella. Sus ojos permanecían fijos en la pantalla, deseando poder romper esa barrera y estar allí, en la catedral, frente a Valeria. Las palabras se acumulaban en su boca, sin poder gritar lo que realmente sentía.

—”Algún día…” —susurró, con la voz llena de un veneno que no podía ocultar—, “algún día, sabrá lo que pasa cuando se cruza con lo que es mío.”

La pantalla seguía mostrando a Fabián y a Valeria, pero para María, ya no era solo una transmisión. Era una batalla silenciosa, una en la que sentía que cada vez más, tenía que morderse la lengua para no destruir todo a su paso.

En los pasillos ocultos del Vaticano, donde el Ministerio de los Vampiros Convertidos llevaba a cabo sus actividades, la luz era tenue y las paredes, decoradas con símbolos arcanos, estaban impregnadas de un silencio sagrado. Allí, entre registros y pergaminos, Fabián, Julián, Andrés y Laura revisaban en calma los detalles del evento que acababa de suceder. La ceremonia había terminado hace poco, y el eco de las plegarias aún parecía resonar en el aire.

Julián, sabiendo lo escasos que eran estos momentos, aprovechaba la oportunidad para permanecer cerca de su hija, aunque su expresión se mantenía profesional. Laura, a su lado, se enfocaba en los documentos, pero su mirada se desviaba de vez en cuando hacia Julián, como buscando algo más allá de las formalidades. Para ella, estos eran momentos preciosos, pequeños respiros en su existencia eterna y oculta.

Fabián y Andrés se mantenían unos pasos atrás, permitiéndoles ese espacio sin parecer sospechosos. Fabián entendía que, aunque todo aquello era un montaje, un juego de apariencias para mantener las sombras alejadas, la posibilidad de estos instantes valía cada riesgo que tomaban. Andrés, en silencio, observaba a Laura con una calma que antes no existía en él, consciente de que sus propios demonios habían sido apaciguados temporalmente.

—”El evento fue un éxito,” —dijo Laura, rompiendo el silencio mientras giraba una página del documento frente a ella. Sus ojos, sin embargo, mostraban un brillo que solo Julián y Fabián captaron—, “aunque sabemos que todo esto no es más que una fachada. La fe, la ceremonia, las palabras… todos saben lo que realmente pasa aquí.”

Julián asintió, compartiendo una mirada comprensiva con su hija, pero permaneció en silencio. Fue Andrés quien rompió el momento con un comentario que hizo que la tensión se disolviera, aunque solo por un instante.

—”El regalo de Vambertoken fue mucho más que esta ceremonia, lo sabemos.” —Su voz tenía un tono suave, pero cargado de un peso que todos entendieron al instante. “El verdadero regalo fui yo.”

Laura levantó la mirada, sus ojos buscando los de Andrés, analizando cada expresión, cada gesto. Él continuó:

—”Fui un problema para el Vaticano. Mi comportamiento, mi forma de… ‘cazar’, ya no era aceptable. Vambertoken les dio lo que querían: me sacó de su lista de preocupaciones y me puso bajo su control. Ahora, pertenezco a la Purga.”

Por un momento, se hizo un silencio pesado, como si todos reflexionaran sobre las implicaciones de esas palabras. Laura, quien siempre había visto a los cazadores como enemigos, observó a Andrés con una mirada que contenía un brillo distinto, un matiz que no era hostil, sino algo más cercano a la curiosidad. Fabián y Julián intercambiaron una mirada breve, reconociendo la pequeña chispa de algo que surgía entre ambos.

—”Entonces, ese es el verdadero intercambio…” —murmuró Laura, sin apartar la vista de Andrés. Por un momento, su mirada se suavizó, y en ese pequeño segundo, compartieron algo inexplicable: una chispa que, aunque mínima, era palpable. Era un reconocimiento, una pequeña tregua no verbal entre dos seres que alguna vez habrían estado en lados opuestos.

Andrés sostuvo la mirada de Laura, su expresión relajada pero seria. No había odio en sus ojos, solo un entendimiento tácito, una pequeña aceptación de lo que ahora eran, y de lo que había sido antes.

En ese momento, el celular de Fabián vibró, rompiendo el momento de tensión contenida. Fabián miró la pantalla y vio el nombre de María iluminando la pantalla. Sabía que esta llamada era inevitable y que la tormenta de emociones que había sentido en ella antes del evento estaba a punto de desbordarse.

—”Tómate tu tiempo, Fabián,” —dijo Julián, sin apartar la vista de Laura. “Nosotros terminaremos de organizar esto.”

Fabián se apartó un poco, buscando un lugar más privado en el rincón del ministerio. Sabía que María lo llamaba porque no podía contener más sus emociones, y con un suspiro respondió la llamada.

—”María, ¿todo bien?” —preguntó con calma, manteniendo su voz baja.

En el otro lado de la línea, María respiró profundo, pero no pudo evitar el temblor en su voz. Estaba sola en su apartamento, Drex y Tatiana ya se habían ido, y la rabia y los celos la consumían. —”Fabián… ¿todo bien? ¿Cómo salió todo?” —intentó sonar calmada, pero no pudo evitar que su voz traicionara la ira contenida.

—”Todo salió como debía,” —respondió él, sereno—, “el evento fue un éxito, tal como lo habíamos planeado.”

María apretó el teléfono con fuerza. —”¿Y ella? ¿Estaba ahí?”

Fabián supo exactamente a quién se refería. —”Valeria estuvo, sí. Hizo su trabajo, como siempre.”

—”¿Solo eso?” —María intentó mantener el control, pero el veneno en su voz era evidente—. “Porque a veces parece que lo que hace va más allá de su trabajo.”

Fabián cerró los ojos un instante, sabiendo que sus palabras no la calmarían, pero sintiendo la necesidad de decirlas. —”María, sabes que nada de eso importa. Mi devoción es contigo, y lo sabes.”

—”Pero no lo soporto, Fabián,” —dijo María, y su voz tembló, cargada de frustración y un dolor que se sentía en cada palabra—. “Ver cómo se te acerca, cómo te toca, cómo te sonríe como si te conociera… Yo… yo no sé si podré seguir fingiendo que no me importa. Quisiera… quisiera arrancarla de tu lado.”

Fabián suspiró, consciente de la intensidad de las emociones que María sentía. Sabía que para ella no era fácil, que cada vez que Valeria estaba cerca, sus inseguridades y celos se encendían como un fuego imposible de apagar. —”María, confía en mí,” —dijo con una calma que intentaba atravesar la tormenta—. “Valeria no significa nada para mí. Mi misión, y lo que sentimos el uno por el otro, es lo único que importa.”

Pero esas palabras, aunque verdaderas, no calmaron a María. —”Lo sé, Fabián, lo sé… pero me duele verla, verla siempre buscándote. Me imagino esa sonrisa en su cara, esa mirada, y no sé… no sé cómo contener esto.” —María respiró con dificultad, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos—. “Es como si cada vez que ella está cerca, algo en mí se rompiera.”

Fabián se quedó en silencio, permitiendo que María hablara, sintiendo cada palabra como un eco de su amor por él. —”Escucha, María. Nadie se interpondrá entre nosotros. Sé que es difícil, pero nuestra fe y nuestro compromiso son más fuertes que cualquier cosa que Valeria pueda intentar.”

María, en su apartamento, dejó que las lágrimas rodaran por sus mejillas. Sabía que Fabián era sincero, pero eso no era suficiente para calmar la furia y el dolor que la atravesaban. —”Por favor… solo vuelve pronto. No soporto estar tan lejos de ti, sabiendo que ella está ahí.”

Fabián sintió la fragilidad en su voz y su corazón se apretó. —”Volveré pronto, te lo prometo. Y cuando estemos juntos, todo esto se desvanecerá.”

María se secó las lágrimas, aunque la rabia seguía latente. —”Lo sé. Solo… ten cuidado.”

—”Siempre,” —respondió él, y colgó suavemente la llamada.

Fabián regresó al centro del Ministerio de los Vampiros Convertidos, donde Julián, Laura y Andrés lo esperaban en un silencio cargado de comprensión. Laura, observando cómo Fabián guardaba el teléfono, adivinó el conflicto, pero mantuvo su expresión neutra. Andrés, con una breve inclinación de cabeza, pareció entenderlo todo.

Fabián retomó su lugar, uniendo su mirada con la de Andrés, quien se acercó a él lo suficiente como para hablarle en un tono bajo.

—”Ella… ¿está bien?” —preguntó Andrés, sabiendo de sobra lo que aquella llamada significaba.

—”Lo estará,” —respondió Fabián, con un susurro. “Es solo un momento difícil.”

Andrés asintió, y por un instante, cruzó una mirada con Laura. Había una chispa en los ojos de ambos, una breve conexión que parecía trascender los conflictos del pasado. Aunque la historia que compartían vampiros y cazadores era de odio y sangre, en aquel pequeño espacio del Vaticano, bajo la fachada de la fe y el orden, algo nuevo comenzaba a nacer. Una tregua silenciosa, un respiro en medio de la guerra que aún estaba por venir.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

Audio Libro GRATIS

¿Te gustaría disfrutar de este contenido en formato de AUDIO LIBRO GRATIS? Aprovecha!!

Volver a la Lista de Cuentos

Recuerda que siempre puedes volver a consultar nuestros libros en formato de AUDIO LIBRO GRATIS en nuestro canal de Youtube. NO OLVIDES SUSCRIBIRTE

Síguenos en las Redes

Descarga nuestra App

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar sobre Esoterismo, Magia, Ocultismo.

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar para los pequeños grandes del mañana.

Disfruta de la historia de Terror más oscura y MARAVILLOSA que está cautivando al mundo.

Retira en Nequi, Daviplata, Tarjetas Netflix, Bitcoin, Tarjeta Visa Prepagada, ETC.