El campo de batalla estaba en calma, pero las cenizas aún flotaban en el aire. Los cuerpos de los Vampiros Sanguijuela se desintegraban en polvo que se mezclaba con el viento. Las tropas de la Purga se reagrupaban, algunos atendiendo heridas menores, otros revisando sus armas, pero en el aire se sentía la tensión residual de un combate feroz.
Andrés, apartado del grupo, permanecía de pie junto a una roca. Sus manos temblaban, no por el esfuerzo de la lucha, sino por las dudas que lo invadían. He arriesgado mi vida por estas personas que apenas conozco, pensó. Personas que me miran con desconfianza, y a quienes yo también miro con recelo. Había algo en esa experiencia que se le clavaba en el pecho, como un filo invisible. La realidad de luchar al lado de extraños, día tras día, comenzaba a pesarle más de lo que imaginaba.
La Conversación con Julián: El Nuevo Andrés.
Julián, quien había estado observando a Andrés desde lejos, decidió acercarse. Sabía que algo profundo estaba ocurriendo en la mente de aquel hombre, un proceso de cambio que no había anticipado. A medida que se acercaba, veía la sombra de las dudas en los ojos de Andrés, una sombra que no reconocía del hombre que había sido antaño.
—”Andrés” —llamó Julián, con su voz baja pero firme, como si se tratara de un maestro acercándose a un alumno perdido.
Andrés levantó la mirada y asintió levemente en señal de respeto, pero sus ojos estaban turbados. —”Julián… ¿Alguna vez has sentido que no encajas en un lugar? Que por mucho que luches, todo sigue sintiéndose vacío.”
Julián no respondió de inmediato. Dejó que el silencio entre ellos se asentara mientras observaba las cenizas que caían del cielo, como un recordatorio de las batallas que habían librado. —”Entiendo lo que sientes. Pero hay algo que debes saber. Estar en la Purga es más que luchar contra monstruos. Es encontrar algo por lo cual estar dispuesto a morir, algo que nos una.”
Andrés frunció el ceño, aún confundido. —”He combatido muchas veces en nombre de Dios, pero… aquí es distinto. Fabián confió en mí, y aún no entiendo por qué. Yo era un monstruo.”
Julián lo miró con la intensidad de alguien que había visto la peor oscuridad y la más pura de las luces. —”Fabián vio lo que podías ser, no lo que eras. Eso es lo que diferencia a un líder de un soldado. Su fe… su misericordia, es algo que no todos poseen. En México, cuando era mi aprendiz, ya mostraba esa luz que lo guía ahora. Y ahora, con el tiempo, se ha convertido en algo más. Un verdadero faro.”
Andrés sintió cómo sus palabras calaban hondo, como una herida que comenzaba a sanar. —”Entonces, ¿crees que realmente soy digno? ¿Que puedo ser parte de esto?”
Julián dejó escapar una leve sonrisa, con un brillo de orgullo en sus ojos. —”No tengo dudas. La misericordia de Fabián es grande, y no se concede a cualquiera. Su espíritu es guiado por algo superior, y ver en ti ese cambio me confirma que el Espíritu Santo lo rodea. Nunca estuve tan seguro como ahora. Él, mi aprendiz, ha logrado lo que parecía imposible: convertir a un cazador de monstruos en un hombre de fe.”
Andrés respiró profundamente, sintiendo una chispa de esperanza. Por primera vez, veía en Julián algo más que un superior; lo veía como un aliado, alguien que compartía la misma fe en Fabián.
La Reflexión de Tiranus y Diana: La Aceptación de Olfuma.
Cerca de ellos, Tiranus y Diana se sentaron bajo un árbol, observando cómo Olfuma conversaba con Anuel y otros miembros del equipo. Diana, con su mirada astuta, siguió cada movimiento de Olfuma mientras limpiaba sus armas y compartía una risa con los demás.
—”Es interesante verla así” —comentó Diana, su tono lleno de curiosidad—. “No es como nosotros, pero hoy demostró que es alguien en quien podemos confiar.”
Tiranus asintió, pensativo. —”Ella luchó por nosotros. Nos protegió y puso su vida en riesgo. No sé qué fue en el pasado, y no me interesa saberlo. Lo que importa es lo que hizo hoy.”
Diana sonrió levemente, como si hubiera llegado a la misma conclusión. —”Creo que es nuestra, Tiranus. La manada no siempre es de sangre. A veces, se trata de aquellos que están dispuestos a luchar a nuestro lado, sin importar su origen.”
Tiranus miró a Olfuma con una nueva luz en sus ojos. —”Sí, es parte de la familia. Puede que no sea una licántropa, pero lo que importa es que es de los nuestros.”
En ese momento, Olfuma giró la cabeza y atrapó la mirada de ambos licántropos. Sus ojos mostraron una mezcla de gratitud y sorpresa, como si no hubiera esperado esa aceptación. Diana y Tiranus le devolvieron una mirada de aprobación, y, sin palabras, un entendimiento se formó entre ellos.
La Decisión de Andrés: El Camino Hacia la Redención.
Andrés, observando la dinámica del equipo desde su lugar, sintió algo cambiar en él. Había llegado a la Purga buscando redimirse, siguiendo la fe que Fabián había puesto en él, pero ahora veía que no se trataba solo de eso. Se trataba de encontrar una familia, una razón para arriesgar la vida más allá del deber.
—”Fabián, mi guía… mi mesías” —murmuró para sí mismo, mientras la brisa levantaba cenizas a su alrededor—. “Haré lo que sea necesario para demostrar que soy digno.”
Julián lo observó y vio en él algo que no había visto en años: un hombre que había dejado de ser un cazador para convertirse en alguien con una misión mayor. —”Esa determinación es todo lo que necesitas. No olvides que estás aquí por un propósito.”
El viento continuó soplando, y Andrés, con un nuevo sentido de pertenencia, supo que había encontrado algo más que una misión; había encontrado un hogar.
Fabián salió de los aposentos de Vambertoken, su rostro serio pero sereno, como si las palabras y las manipulaciones que acababa de recibir no lo afectaran. Caminó por los pasillos hasta encontrar a Andrés en la sala de entrenamiento, donde el ex cazador se encontraba afilando su espada, perdido en sus pensamientos.
—”Andrés,” —llamó Fabián suavemente, haciendo que el hombre levantara la vista—, “tenemos que prepararnos. Partiremos al Vaticano pronto.”
Andrés asintió, pero su expresión mostraba un peso que iba más allá de la simple preocupación por una misión. —”Fabián,” —dijo, bajando la mirada—, “estoy intentando cumplir con mi misión, expiar mis pecados… Pero todo esto, este dolor, no se detiene. Me persigue, y a veces no sé si soy capaz de resistir.”
Fabián lo observó en silencio, comprendiendo la lucha interna de Andrés. —”El dolor es parte de tu camino, Andrés. Recuerda que, en cada paso, el sufrimiento no es más que una prueba de tu fe y de tu propósito. Cristo soportó la cruz, y tú también debes soportar la tuya.”
Andrés apretó la empuñadura de su espada, sus ojos reflejando la intensidad de su devoción. —”A veces pienso que estoy cumpliendo con la obra de Dios, que cada herida y cada día que paso con esta carga es un paso más hacia la redención… Pero, ¿y si no soy lo suficientemente fuerte? ¿Y si caigo antes de llegar?”
Fabián dio un paso más cerca y posó una mano en el hombro de Andrés. —”Dios nunca te da una carga que no puedas soportar. Si estás aquí, es porque tienes la fuerza para llevarla. Confía en el plan divino, incluso cuando todo parezca perdido. Tu sufrimiento purifica tu alma, y cada prueba te acerca más a cumplir tu misión.”
Las palabras de Fabián resonaron en Andrés, y aunque la duda seguía presente en su mirada, asintió, encontrando un momento de paz en la certeza del caballero santo. —”Gracias, Fabián. A veces… es difícil ver el propósito en medio de tanto dolor.”
Fabián asintió y, después de un momento, indicó que era hora de reunirse con Julián. Andrés, ya más sereno, lo siguió.
La Reunión con Julián.
Al llegar a la biblioteca de la base, encontraron a Julián, quien estaba revisando un mapa del Vaticano y las rutas que tomarían. Fabián lo saludó con un gesto de cabeza.
—”Julián, es hora. Nos dirigiremos al Vaticano con Andrés para el evento. Necesitamos asegurarnos de que todo esté en orden.”
Julián asintió, levantando la mirada para observar a ambos. —”Entendido. Debemos cumplir con nuestras responsabilidades y hacer lo que se nos ha encomendado. ¿Estás listo, Andrés?”
Andrés asintió, más seguro tras la conversación con Fabián. —”Sí, estoy listo.”
Fabián se colocó al lado de Julián, observando los mapas mientras trazaban los planes para su partida. Sabía que la misión era más que un simple acto protocolario; era una prueba para todos ellos, y para Andrés en particular, sería otra oportunidad de enfrentar su camino de mártir.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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