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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 212. Cuentos de Hombres Lobos

El Asalto a Cochabamba: Parte 2.

El rugido ensordecedor de Drex resonaba aún en el campo de batalla cuando Tatiana, con la mente afilada, observó algo extraño en el comportamiento de Sergio Pedroza. Sus movimientos eran precisos, pero había algo en ellos que no cuadraba. Mientras él lanzaba hechizos y coordinaba a los nigromantes y brujas gritonas, su energía no parecía tan intensa como ella habría esperado de alguien con su poder. María, forzando su clarividencia al límite, lo notó también.

—”Tatiana…” —dijo María con la voz tensa—. “Eso no es Sergio Pedroza… no está aquí. Es… un muñeco vudú.”

Tatiana entrecerró los ojos. —”Así que solo nos está usando como distracción. Debemos aprovechar esto.”

La batalla había alcanzado un punto álgido. Drex, en su forma de licántropo, había derribado a varios devorados, pero el campo de batalla aún estaba plagado de enemigos. Los vampiros sanguijuela estaban siendo mantenidos a raya por Lía y su equipo, mientras Fabián y Julián, con sus rezos sagrados, repelían las maldiciones lanzadas por los nigromantes y las brujas gritonas.

—”Tenemos que destruir ese cadáver vudú,” —gritó Tatiana, activando su comunicador—. “¡Raúl, Drex, Fabián! Apunten a Sergio. No es él, pero si destruimos ese muñeco, cortaremos sus manipulaciones.”

Raúl, con un movimiento rápido, ordenó a su escuadrón redirigir su ataque hacia Pedroza. Drex, con sus garras cubiertas de sangre, corrió hacia el centro de la fortaleza, abriéndose paso entre los devorados como si fueran papel. Tiranus, utilizando su telequinesis, lanzó una oleada de cadáveres reanimados contra las murallas, dándoles tiempo a avanzar.

—”Fabián, Julián, necesitamos un ataque masivo,” —gritó Raúl.

Fabián, sin vacilar, levantó su cruz y comenzó a recitar con una fe inquebrantable. —”¡El Señor destruirá a los impíos y los malvados perecerán ante su luz!” —Una explosión de luz divina estalló desde su cruz, incinerando a los vampiros sanguijuela cercanos y debilitando a los nigromantes que intentaban continuar sus rituales.

Julián, con una concentración intensa, amplió el campo de energía alrededor de su equipo, protegiéndolos de los ataques mágicos mientras sus palabras se entrelazaban con las de Fabián, creando una muralla divina de luz y fe.

Tatiana observaba la escena desde su posición, coordinando los movimientos de cada escuadrón de Oricalco. Sabía que estaban ganando terreno, pero aún no habían llegado al muñeco vudú.

—”Drex, ahora es tu momento,” —ordenó Tatiana—. “Destrúyelo.”

Drex, con su enorme figura de licántropo, llegó al centro donde estaba “Sergio”. Con un rugido feroz, lanzó sus garras hacia el muñeco vudú que sostenía el espíritu de Pedroza. Justo antes de que Drex lo destrozara, un destello de magia negra envolvió al muñeco, y por un instante, la verdadera esencia de Pedroza se manifestó.

—”Crees que puedes destruirme tan fácilmente, bestia,” —dijo Pedroza con una voz escalofriante—. “Esto solo es el comienzo.”

Pero antes de que pudiera hacer algo más, Drex, implacable, atravesó el muñeco con sus garras, rasgando la magia negra que lo mantenía activo. Con un chasquido audible, el muñeco se desplomó al suelo, inerte.

El campo de batalla quedó en silencio por un momento. Los devorados y los vampiros sanguijuela titubearon, como si sus conexiones con la magia oscura se hubieran debilitado. Los escuadrones de Oricalco aprovecharon el momento y arremetieron con todo su poder. Las brujas gritonas intentaron un último ataque, pero Diana y Tiranus las eliminaron antes de que pudieran causar más daño.

Raúl, con su equipo aún en pie, se acercó a Drex, que estaba jadeando después de la intensa lucha.

—”Buen trabajo, Drex,” —dijo Raúl con una sonrisa satisfecha—. “Pero esto aún no ha terminado.”

Tatiana, desde su posición, sentía que algo no estaba bien. Aunque habían destruido el muñeco, sabía que Pedroza aún estaba en algún lugar, observando y esperando. Esta victoria era solo un paso hacia algo más grande.

—”María, ¿puedes ver algo más?” —preguntó Tatiana, todavía alerta.

María, agotada pero determinada, cerró los ojos nuevamente. Su visión fue borrosa al principio, pero luego un destello de la verdad apareció. —”Pedroza… él no está aquí. Pero está preparando algo. No puedo ver claramente, pero algo mucho más grande está por venir.”

Tatiana asintió, su mente ya trabajando en los próximos movimientos. Esta misión había sido un éxito, pero el verdadero desafío aún estaba por delante.

La atmósfera en la fortaleza de Ragnarok era densa. Aunque habían destruido el muñeco vudú que contenía parte del poder de Sergio Pedroza, Tatiana no podía sacudirse la sensación de que algo andaba mal. El silencio que había caído sobre el campo de batalla era inquietante, como si todo estuviera demasiado tranquilo.

—”Esto no ha terminado,” —murmuró Tatiana para sí misma, mientras coordinaba los movimientos de los escuadrones restantes—. “Hay algo más, y lo estamos ignorando.”

Drex, que aún estaba en su forma de licántropo, olfateaba el aire, sus sentidos aumentados detectaban algo que sus compañeros no podían percibir. —”Huele a trampa,” —gruñó, mirando a Raúl y a Tiranus.

De repente, un sonido mecánico reverberó en el aire. Los muros de la fortaleza comenzaron a temblar, y unas enormes puertas metálicas se abrieron en las profundidades de la fortaleza, revelando una cámara oculta. Un escalofrío recorrió la columna de Tatiana. La cámara estaba vacía, o al menos, eso parecía a simple vista. Pero algo en su clarividencia le decía que se estaban acercando a un peligro mayor.

María, que estaba a su lado, intentó concentrarse, pero una oleada de oscuridad nubló su visión. —”Tatiana… no puedo ver nada,” —dijo con una voz preocupada—. “Es como si algo estuviera bloqueando mi visión.”

—”Es una trampa,” —confirmó Tatiana, sus ojos centelleando con preocupación—. “Pedroza no está aquí, pero nos está esperando.”

De repente, el suelo de la fortaleza comenzó a moverse bajo sus pies. Un estruendo sacudió la estructura mientras una serie de mecanismos ocultos activaban trampas por todo el lugar. Las paredes comenzaron a cerrarse lentamente, sellando las salidas. Los vampiros sanguijuela y los devorados que aún quedaban en la fortaleza parecían volverse locos, atacando con una ferocidad renovada.

—”¡Es una maldita trampa!” —gritó Raúl, mientras sus soldados de Oricalco trataban de mantener la línea.

En el centro de la cámara oculta, un gran símbolo de magia arcana brillaba con un resplandor oscuro. Tatiana sintió la energía fluir hacia ella, como una corriente imparable que drenaba su propia fuerza. —”¡Es un sello!” —exclamó—. “Están intentando encerrarnos aquí dentro.”

Fabián, viendo la desesperada situación, levantó su cruz y comenzó a recitar con una voz firme. —”No temeré al mal, porque Tú estás conmigo.” —La luz sagrada de su fe llenó la cámara, empujando hacia atrás las energías oscuras que trataban de rodearlos. Pero aún así, el sello permanecía intacto.

—”Necesitamos destruir ese sello,” —dijo Tatiana mientras apuntaba hacia el símbolo arcano—. “María, Drex, necesitamos que lleguen al centro y lo destruyan.”

—”¡De inmediato!” —gruñó Drex, lanzándose hacia adelante con su agilidad bestial.

Pero justo cuando Drex y María se acercaban, los mecanismos ocultos revelaron una nueva amenaza. Desde las sombras, una decena de nigromantes avanzaron hacia ellos, levantando a los muertos con una velocidad aterradora. Las brujas gritonas, que habían permanecido en la retaguardia, comenzaron a emitir sus agudos gritos, debilitando a los licántropos.

—”¡Los devorados están volviendo!” —gritó Tiranus, utilizando su telequinesis para desviar los cuerpos reanimados que se lanzaban hacia ellos.

Lía, mientras tanto, organizaba a su equipo para mantener la posición. —”No podemos permitir que nos rodeen,” —ordenó, disparando a los vampiros sanguijuela que intentaban romper las líneas.

Drex, con una velocidad que asombraba incluso a sus compañeros, derribó a varios de los nigromantes, pero el sello seguía intacto.

—”¡El sello no se destruye con fuerza bruta!” —gritó Tatiana, su mente calculando todas las posibilidades.

María, con el corazón acelerado, se arrodilló frente al símbolo. Su clarividencia, aunque bloqueada en parte por la magia oscura, comenzó a revelar una solución. —”Es un sello de sacrificio…” —susurró—. “Pedroza lo diseñó para que requiera una ofrenda de sangre, pero no cualquier sangre.”

Tatiana lo entendió de inmediato. —”Necesitamos a Olfuma. Ella es la clave.”

Raúl, que estaba defendiendo la entrada junto a sus licántropos, se giró hacia Olfuma. —”¡Es tu turno!”

Olfuma, sin un solo rastro de miedo ya, avanzó rápidamente hacia el centro de la sala. Tatiana le indicó dónde debía colocar su mano. La sangre de Olfuma, infundida con los recuerdos y las torturas a las que había sido sometida como Fabiola, tenía un poder especial.

—”Hazlo, Olfuma,” —le dijo Tatiana con un tono calmado—. “Tú eres nuestra salvación.”

Olfuma no vaciló. Colocó su mano sobre el sello, y al instante, el símbolo arcano comenzó a brillar con una luz roja intensa. El sello crujió, y de repente, todo el campo de batalla quedó en silencio. Los devorados se detuvieron en seco, las brujas gritonas se desvanecieron, y los vampiros sanguijuela cayeron al suelo como si sus hilos invisibles hubieran sido cortados.

Tatiana, exhausta pero satisfecha, observó cómo el sello se desmoronaba ante ellos. El peligro había pasado, pero Pedroza seguía libre. Y sabían que esta victoria solo era temporal.

—”Esto no ha terminado,” —dijo Tatiana con seriedad—. “Pedroza aún está allá afuera, y esto solo fue una distracción.”

Vambertoken, observando desde las sombras, sonrió ligeramente, sabiendo que habían superado otro desafío. Olfuma, ahora completamente transformada, se había convertido en un arma crucial.

El caos en la sede principal de Ragnarok en Cochabamba alcanzaba su punto más álgido. Los escuadrones de Oricalco habían luchado con fiereza, pero el enemigo era numeroso y sus fuerzas estaban completamente agotadas. Las hordas de vampiros sanguijuelas y los licántropos devorados los rodeaban por todos lados. Los ataques eran implacables, y aunque Tatiana había dirigido con una precisión táctica increíble, y la clarividencia de María había salvado varias vidas, no había sido suficiente para proteger a todos.

Con el humo aún en el aire, Tatiana dio la orden de retirada parcial. Los devorados habían diezmado dos escuadrones completos de Oricalco. Mientras la batalla rugía, el informe llegó rápido. Raúl, su Skywalker, reportó que sus hombres habían sido superados. Los devorados, con su brutalidad, habían atacado sin piedad, acabando con un escuadrón entero, dejando solo escombros y sangre a su paso. Un segundo escuadrón, bajo el mando de Lia, también había sido completamente destruido en un enfrentamiento con los brujos gritonas. Las ondas de sus gritos eran tan intensas que muchos licántropos en forma humana habían quedado paralizados, antes de ser brutalmente asesinados.

Tatiana, aún procesando la magnitud de las bajas, sintió un peso inmenso sobre sus hombros, pero supo que no había otra opción que seguir adelante. No podía permitirse el lujo de mostrar dudas o debilidad.

Finalmente, los nigromantes y los magos arcanos cayeron uno a uno ante la fuerza combinada del equipo. Drex, en su forma licántropa completa y bajo el poder del Tótem, había destrozado a tres vampiros devorados en menos de diez segundos. El cadáver de Sergio Pedroza cayó ante los pies de Lia después de un arduo enfrentamiento, pero Tatiana sabía que no era el verdadero Sergio. “Solo una marioneta,” murmuró para sí misma, con los puños apretados. El verdadero Brujo estaba en algún lugar, todavía moviendo los hilos.

El campo de batalla quedó cubierto de cuerpos y sangre, pero la sede de Ragnarok había caído. Las pérdidas eran reales, dos escuadrones enteros de Oricalco habían sido eliminados. La victoria tenía un costo alto.

Cuando el equipo regresó a la sede de la Purga, Vambertoken y Asha los esperaban. La satisfacción en sus ojos no se podía negar, aunque la solemnidad de las bajas se sentía en el aire. La victoria era indiscutible, pero la guerra aún no había terminado. Las bajas eran una cruda realidad de lo que significaba enfrentarse a la oscuridad.

Con el informe completo entregado, Vambertoken levantó la mano en señal de cierre para la jornada. Asha, como siempre, tenía una sonrisa retorcida en su rostro, observando a su equipo con una mezcla de orgullo y expectación. Olfuma, completamente renovada, permanecía en silencio, una herramienta perfecta para la Purga, lista para su próximo uso.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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