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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 211. Cuentos de Hombres Lobos

El Asalto a Cochabamba: Parte 1.

La niebla helada que envolvía la sede principal de Ragnarok en Cochabamba parecía anticipar el caos que se desataría. Los movimientos de Pumapunku seguían en marcha, y la Purga, aunque debilitada, no tenía otra opción que atacar ahora. Tatiana, con su habitual eficiencia táctica, ya había organizado a los 15 escuadrones de Oricalco. Sabía que esta batalla sería decisiva, y aunque sus fuerzas eran limitadas, contaba con los mejores: Drex, Fabián, Julián, Raúl, Lía, Diana, Tiranus, Anuel y ahora Olfuma, quien se había convertido en una herramienta impecable después de su “renacimiento”.

La sede de Ragnarok en Cochabamba no era cualquier fortaleza. No solo estaba fuertemente defendida por hordas de vampiros y licántropos devorados, sino que también albergaba a una amenaza monstruosa: Sergio Pedroza, “El Brujo”. Este traidor a su tribu, un ser de habilidades místicas brutales, dominaba tanto la brujería africana como la haitiana. Se rumoreaba que se había vuelto casi un medio demonio tras formar un pacto con un demonio de hielo. Además, las hermanas arcanas que servían como su guardia personal eran tan letales como impredecibles. Si no jugaban bien sus cartas, la Purga sería aniquilada en cuestión de minutos.

Tatiana dio la señal, y los escuadrones comenzaron su avance hacia la fortaleza. Raúl lideraba a los primeros siete escuadrones de Oricalco, entre ellos Diana y Tiranus, dos de sus mejores armas. Lía, por su parte, encabezaba a los otros siete escuadrones, junto a Drex, Julián y Oscar. Anuel, la druida, se encontraba con Raúl, su magia vital sería clave para mantener con vida a sus tropas en medio del caos. Olfuma, bajo el mando de Tatiana, estaba lista para enfrentar cualquier amenaza de magia de sangre que apareciera.

El primer grupo, encabezado por Raúl, llegó al perímetro exterior de la sede, donde se encontraron con un batallón de licántropos devorados, más de 50 criaturas rugiendo bajo la luz mortecina de la luna. Cada uno de ellos era una bestia imparable, sin control sobre su forma ni su humanidad. Se lanzaron hacia los escuadrones de Oricalco con una furia descomunal.

Diana fue la primera en transformarse. Su velocidad y agilidad, combinadas con su instinto depredador, la convertían en una sombra que se movía entre los devorados. Golpeó con una precisión letal, desgarrando gargantas y aplastando corazones. A su lado, Tiranus, envuelto en llamas piro cinéticas, se lanzó con un rugido que estremeció a sus enemigos. Usaba tanto su fuego como su telequinesis para empujar a los devorados y despejar el camino para sus compañeros.

—”¡Manténganse juntos!” —gritó Raúl, mientras bloqueaba un ataque con su espada envuelta en energía. Sabía que no podían permitirse perder a ningún soldado.

Anuel, mientras tanto, canalizaba su magia druídica para fortalecer a los escuadrones cercanos, aumentando su resistencia y curando heridas superficiales casi de inmediato. Aunque era una de las luchadoras más poderosas del grupo, sabía que su verdadero poder residía en mantener la cohesión del equipo.

En el otro flanco, Lía lideraba el ataque junto a Drex, quien permanecía en su forma humana por el momento. Con su chokuto en una mano y su pistola 9mm en la otra, Drex disparaba con precisión mortal, cada bala de mercurio y plata atravesando cráneos y corazones. Sabía que debía reservar su transformación para el momento adecuado. El campo de batalla era un caos de gritos, disparos y rugidos, pero Drex, con su sincronía perfecta con la bestia, se movía como si fuera parte del viento, rápido y letal.

Julián y Fabián, luchando codo a codo, canalizaban su fe para desatar energía divina sobre los devorados y los vampiros sanguijuela que comenzaban a emerger de la fortaleza. Fabián, recitando pasajes de la Biblia con una calma inquebrantable, enviaba ondas de energía sagrada que quemaban a los vampiros en su camino.

—”El Señor es mi pastor, nada me faltará…” —murmuraba Fabián mientras levantaba su mano y un rayo de luz descendía sobre un grupo de sanguijuelas, reduciéndolos a cenizas en un instante.

Julián, aunque menos poderoso que Fabián, era igual de letal. Usaba su fe para generar campos de protección alrededor de los escuadrones, bloqueando ataques que de otra manera habrían diezmado sus filas.

—”Mantente firme, hermano. Dios está con nosotros,” —le dijo Fabián a Julián mientras se lanzaban hacia otro grupo de vampiros sanguijuela.

Olfuma, que se mantenía cerca de Tatiana, ya había comenzado a canalizar su magia anti-sangre. Cada vez que un vampiro intentaba usar sus poderes, Olfuma levantaba su mano y anulaba el hechizo al instante. Era un poder implacable, que dejaba a los vampiros vulnerables, y permitía a los escuadrones de Oricalco eliminarlos con facilidad.

Tatiana, por su parte, observaba el campo de batalla con ojos de estratega. Sabía que Sergio Pedroza, “El Brujo”, aún no había hecho su aparición, y temía lo que eso significaba. Mientras tanto, debía asegurarse de que sus fuerzas no se dispersaran. Sabía que lo peor estaba por venir.

El primer asalto fue brutal, pero efectivo. A medida que los devorados y los vampiros sanguijuela caían, los escuadrones de Oricalco comenzaban a avanzar hacia la fortaleza.

—”Nos estamos acercando,” —dijo Tatiana, ajustando sus armas mientras Drex, aún en su forma humana, la miraba con una sonrisa de confianza.

Pero el verdadero desafío aún no había comenzado. Dentro de la fortaleza, Sergio Pedroza, las hermanas arcanas, y sus hordas aguardaban. La batalla solo estaba empezando.

La noche aún no había alcanzado su punto más oscuro cuando Tatiana, desde su posición estratégica, observaba la disposición del campo de batalla. Había sido un buen comienzo, pero la verdadera prueba estaba por venir. Los escuadrones de Oricalco estaban avanzando, pero ya se enfrentaban a resistencia más fuerte conforme se acercaban a la fortaleza principal. Tatiana sabía que este sería el momento para aprovechar al máximo su capacidad táctica y la clarividencia de María.

—”María, ¿puedes ver algo más allá de las murallas?” —preguntó Tatiana, su voz firme pero cargada de tensión controlada.

María, bajo la voluntad de Asha, cerró los ojos y extendió su mente hacia el caos. Su clarividencia era cada vez más precisa, cada vez más afinada, y en ese momento, fue capaz de ver un fragmento del futuro inmediato.

—”Vienen…” —susurró María, su voz débil, pero clara—. “Los nigromantes están comenzando a preparar a los devorados. Y veo a Sergio Pedroza… está dirigiendo los rituales… Está usando sus brujas para mantener a raya a las fuerzas de Oricalco. Pero… hay un punto débil.”

Tatiana la miró intensamente. —”¿Dónde, María? ¿Dónde está ese punto débil?”

—”Al suroeste… las barreras no están del todo completas. Si podemos flanquear por esa dirección, podríamos llegar más rápido al núcleo de la fortaleza antes de que los rituales se completen.”

Tatiana asintió rápidamente, sabiendo que María estaba siendo precisa. —”¡Raúl, Drex, cambien de posición al suroeste!” —ordenó con rapidez a través del comunicador, mientras ajustaba el resto de sus fuerzas—. “Lía, mantén la línea frontal, no dejes que los devorados avancen más allá de la segunda línea de defensa. Los vampiros sanguijuela no deben romper formación.”

Lía y Raúl se movieron al unísono. Drex, junto a Diana y Tiranus, se dirigió hacia la nueva dirección, sabiendo que el tiempo era esencial. Tatiana confiaba en ellos, pero sabía que esta era una jugada arriesgada. Podían estar corriendo directamente hacia una trampa, pero el riesgo era necesario.

—”Tatiana…” —dijo Fabián con una calma inusual, acercándose a ella—. “Asegúrate de que tus decisiones estén alineadas con el propósito que Dios tiene para ti. El caos a veces es solo un velo que debemos atravesar con fe.”

—”Mi fe está en mi estrategia, Fabián,” —respondió Tatiana, aunque en el fondo reconocía el poder que irradiaba Fabián, ahora más que nunca. Lo necesitarían pronto.

En el flanco suroeste, Raúl lideraba la avanzada. Los devorados comenzaron a atacarlos con más ferocidad, pero la coordinación entre los escuadrones de Oricalco fue impecable. Diana, en su forma de licántropo, esquivaba sus ataques con su velocidad inhumana, mientras que Tiranus, utilizando su telequinesis, lanzaba a los devorados contra las paredes de la fortaleza con brutal fuerza.

—”¡Empujen hacia adentro!” —gritó Raúl, mientras conjuraba un escudo de energía para proteger a su equipo de un ataque arcano que venía desde el interior.

Mientras tanto, en la línea frontal, Lía, Drex, y Julián luchaban contra las hordas de vampiros sanguijuela que intentaban romper la formación. Drex, aún en su forma humana, manejaba su chokuto con una destreza mortal, cortando cabezas y atravesando corazones con una precisión implacable. Sabía que aún no era el momento de desatar su verdadera forma, pero la tensión crecía.

Julián y Fabián, combatiendo con una sincronía que solo hermanos de fe podían lograr, lanzaban rezos y pasajes bíblicos que convertían sus palabras en rayos de luz pura. Cada vampiro que intentaba acercarse a ellos era reducido a cenizas por la fuerza de su fe. Julián, con un campo protector a su alrededor, mantenía a raya a los más fuertes.

—”Aunque camine por el valle de sombra y de muerte…” —murmuró Fabián—, “no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo…”

El impacto de sus palabras se sintió en el campo de batalla, como si la misma tierra se estremeciera bajo el poder de su fe.

Tatiana, observando desde su posición, notaba que la batalla se volvía más intensa. Los devorados, más desesperados y feroces, estaban siendo manipulados por los nigromantes, pero el verdadero peligro aún no había surgido: Sergio Pedroza.

—”María, ¿puedes ver algo más sobre Pedroza?” —preguntó Tatiana, mientras su mente calculaba las próximas jugadas.

María, forzando su clarividencia una vez más, logró ver una imagen fugaz. —”Está preparando un ritual de sangre… planea vincular a los devorados y los vampiros sanguijuela en un solo ataque masivo… pero necesita tiempo.”

—”No le daremos ese tiempo,” —respondió Tatiana—. “Drex, Raúl, todos, tenemos que acabar con esos nigromantes antes de que puedan terminar sus rituales. ¡Nos estamos quedando sin tiempo!”

Drex, sintiendo la urgencia de la situación, miró a Tatiana y asintió. Era momento de liberar a la bestia. En un abrir y cerrar de ojos, su forma humana se desvaneció y en su lugar apareció su imponente forma de licántropo, más fuerte, más rápido, y más letal que nunca. El rugido que soltó sacudió el campo de batalla, y con una furia incontrolable, Drex se lanzó hacia los devorados y los nigromantes con una velocidad y fuerza sobrehumanas.

Tatiana, viendo cómo Drex se movía, supo que estaban jugando su última carta antes de enfrentarse a lo peor. Sabía que las capacidades de Olfuma, de Diana, y de Fabián serían clave en lo que vendría después. Y con la clarividencia de María guiando cada uno de sus movimientos, tenían una oportunidad real.

La fortaleza de Ragnarok temblaba, y dentro de sus muros, Sergio Pedroza preparaba su próxima jugada.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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