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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 210. Cuentos de Hombres Lobos

El Renacer de Olfuma.

El grito de Olfuma seguía resonando en las profundidades de la mente de María. Aquel eco torturante, esa mezcla de dolor y desesperación que había brotado de la garganta de Fabiola la perseguía, incluso cuando se refugiaba en los brazos de Fabián durante sus momentos de libertad. Fabián, con su fe siempre inquebrantable, había sentido algo, una sacudida en su fe imperturbable. El grito había roto algo, aunque solo fuese por un segundo.

Cuando llegaron a la sede de la Purga, María ya sentía cómo su libertad se desvanecía. El beso que compartió con Fabián selló el final de ese momento y dio paso a la voluntad de Asha. Ahora, bajo esa misma voluntad, María caminaba junto a los demás hacia la sala de operaciones.

Al entrar, el panorama era tan imponente como perturbador. Vambertoken y Asha, sentados en sus tronos como los dioses oscuros que eran, observaban a la figura frágil y rota que se encontraba frente a ellos. Olfuma —o quizá aún Fabiola, nadie lo sabía con certeza— estaba arrodillada, completamente desnuda, con su cuerpo tembloroso y lágrimas silenciosas deslizándose por su rostro. No emitía ningún sonido, como si el grito del día anterior hubiera agotado toda su capacidad para emitir más dolor.

Tatiana, Drex, María bajo la voluntad de Asha, Fabián, Julián, Oscar, Lía, Tiranus, Diana, Raúl y Anuel se reunieron en silencio, presenciando la escena con una mezcla de incomodidad y respeto. La atmósfera en la sala era densa, cargada de una tensión que parecía atravesar la piel de todos los presentes.

Vambertoken observaba en silencio, como siempre, su mirada fija en Fabiola, como si esperara el último paso en su transformación. Pero fue Asha quien rompió el silencio, su voz dulce y venenosa llenando la sala como una brisa cargada de veneno.

—”Querida Fabiola…” —dijo Asha, inclinándose ligeramente desde su trono—, “¿qué es lo que deseas en este momento?”

Fabiola levantó la mirada, sus ojos desbordados de dolor y angustia. Ya no quedaba odio ni rabia en ella. Solo una sombra de lo que había sido.

—”No quiero… no quiero ser más Fabiola,” —dijo con la voz rota, cada palabra saliendo de sus labios como una súplica. —”Quiero olvidar… todo. Quiero ser Olfuma. Quiero… servir a Vambertoken. No quiero más este dolor… quiero que lo destruyan… que destruyan todo lo que queda de Fabiola.”

La súplica desgarró el aire de la sala, y por un momento, todos contuvieron el aliento. Asha, con una sonrisa de condescendencia fingida, se levantó de su trono y se acercó a la mujer arrodillada. Colocó una mano sobre su cabeza, casi con ternura.

—”Oh, querida, qué alivio escuchar eso,” —dijo Asha con una dulzura venenosa—. “Al final, hemos encontrado el camino juntas, ¿verdad? Me alegra saber que hemos llegado a este punto… que finalmente, podemos ser amigas.”

El sarcasmo en las palabras de Asha era innegable, pero en la mente rota de Fabiola, no había lugar para entenderlo. Solo asentía, completamente entregada, suplicando la liberación que solo Asha podía ofrecerle.

Asha se volvió hacia María, su fiel aprendiz. —”María, querida, ahora es tu turno. Destruye lo que queda de Fabiola. Conviértela en la herramienta que quiere ser. Será fácil, rápido… ahora que su voluntad ha sido entregada.”

María, bajo la influencia total de Asha, asintió sin vacilar. Se acercó a Fabiola, colocándose frente a ella, y sin decir una palabra, comenzó el proceso. Con cada gesto, con cada toque de la mano de María, los restos de Fabiola fueron desvaneciéndose. Lo que quedaba de sus recuerdos, de su identidad, de su vida anterior, se fue desmoronando en la oscuridad, reemplazado por una sumisión absoluta, una voluntad de ser simplemente un instrumento, una cosa.

Fabiola ya no era. Solo quedaba Olfuma.

En cuestión de minutos, lo que había sido una mujer poderosa y temida ahora era solo una sombra, una herramienta perfecta para la voluntad de Vambertoken y Asha. Olfuma estaba lista para ser usada.

Asha sonrió satisfecha, y Vambertoken, sin pronunciar palabra, asintió en aprobación. La sala permaneció en silencio, todos observando el fin de Fabiola y el nacimiento completo de Olfuma.

Tatiana, con su mirada fría y calculadora, sabía que esta nueva herramienta sería poderosa. Pero algo dentro de ella le decía que el precio de esta creación era más alto de lo que cualquiera de ellos había anticipado.

Olfuma, la creación más retorcida y perfecta de Asha Latshiktor Vambertoken, permanecía en pie en el centro de la sala, desnuda, pero completamente indiferente a su estado. Su mente ya no era un caos. Ya no había fragmentos de Fabiola, la Bruja Roja. Los recuerdos rotos, los tormentos, los gritos ahogados de su antigua vida se habían desvanecido por completo.

Con una calma casi sobrenatural, Olfuma levantó la vista y vio a Drex. Ya no sentía el pánico que la había paralizado en encuentros previos. Donde antes había terror puro al verlo, ahora solo había una frialdad serena, como si Drex fuera una sombra más en la vasta oscuridad de su mente recién purificada.

Su mirada se movió hacia María, y por primera vez en mucho tiempo, Olfuma no sintió miedo. El recuerdo de la tortura, del dolor y de las crueles manipulaciones, se había esfumado. María, bajo la voluntad de Asha, solo era una figura más en el panorama. La presencia de María, quien había sido parte activa de su transformación, ya no provocaba escalofríos ni agonía. Todo era parte de una nueva realidad, una en la que el miedo había dejado de existir.

Finalmente, sus ojos se posaron en Asha, la artífice de su nuevo ser. Asha, la que la había destruido y vuelto a construir. Y, sorprendentemente, Olfuma no sentía nada. Ni rencor, ni adoración, solo una especie de indiferencia gélida. Su maestra había hecho lo que debía hacer, y Olfuma había renacido.

Volvió la cabeza hacia Tatiana, quien estaba a su lado. Tatiana había sido la única que le había mostrado un vestigio de humanidad. Aunque Olfuma no entendía del todo qué había pasado o cómo había llegado a este punto, sabía que Tatiana había estado allí, velando por ella. De alguna manera, en lo más profundo de su ser, suponía que Tatiana había arreglado las cosas. El miedo que la había consumido durante tanto tiempo se había desvanecido.

Tatiana, con una expresión que mostraba una mezcla de resignación y aceptación, extendió un manto y cubrió a Olfuma. Era un acto simple, pero suficiente para sellar su nueva existencia. Olfuma era ahora la obra maestra perfecta de Asha. Sin miedos, sin emociones que la ataran a su pasado. Solo una herramienta, lista para ser usada.

Olfuma inclinó la cabeza ligeramente hacia Tatiana, una señal muda de agradecimiento, aunque no del todo consciente. Estaba completamente sana y recuperada de todos sus traumas. Ya no era Fabiola, la Bruja Roja. Había dejado de serlo hace tiempo. Ahora, era simplemente Olfuma, el arma perfecta.

Asha observaba todo con una sonrisa satisfecha, contemplando su obra completa. La perfección no era un objetivo, era una realidad que había logrado con su propio arte.

El silencio en la sala era casi religioso. El ciclo estaba cerrado. Olfuma había renacido de las cenizas de su antiguo ser. Y aunque nunca lo dirían en voz alta, todos sabían que estaban presenciando la culminación de la voluntad absoluta de Asha.

La Purga tenía una nueva arma. Y ya nada sería igual.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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