Cuentos de Hombres Lobos 205 La Presentación de Olfuma

El cazador de almas perdidas – Creepypasta 205. Cuentos de Hombres Lobos

La Presentación de Olfuma.

María estaba en sus propios pensamientos cuando Asha le concedió el día libre. La maestra la miró con esa sonrisa fría y satisfecha, reconociendo el buen trabajo de su aprendiz. Pero María no podía moverse, no podía simplemente alejarse. ¿Qué sentido tenía el día libre sin Fabián? Su corazón latía con un ritmo pesado, sabiendo que, sin él, ese día sería irrelevante.

Asha, con su mirada siempre aguda, lo notó de inmediato.

—”No te preocupes, querida,” —dijo Asha con su tono suave y enigmático—. “Mi Seraph solo tiene interés en presentar a Olfuma. Será breve. Después, la pondrá a las órdenes de Tatiana, y el día habrá terminado para todos.”

María asintió en silencio. El torbellino de emociones dentro de ella era abrumador: las voces de Fabiola resonaban en su mente, los gritos de su tortura, la transformación que había presenciado. Y, sin embargo, decidió seguir a su maestra. Esta vez no lo hacía bajo la presión de la voluntad de Asha, sino libremente. Sabía que después de la presentación de Olfuma, podría estar con Fabián, y eso la mantenía firme.

Antes de salir, Asha le entregó una pequeña caja decorada con símbolos arcánicos.

—”Estas son pociones de lujuria,” —dijo Asha, con un guiño sutil—. “Sé que las usas todas las noches, así que imagino que ya debes estar quedándote sin. Además, dale una caja a Tatiana de mi parte. A veces, ser la directora de Oricalco puede ser estresante, y ella podría… necesitarlas.”

María guardó la caja sin hacer preguntas, aunque una parte de ella se sentía incómoda. Asha siempre tenía maneras de recordarle su dependencia, incluso en los momentos de aparente generosidad. Sin embargo, la siguió al centro de operaciones, dispuesta a enfrentar lo que viniera.

En el centro de operaciones, Vambertoken esperaba, su presencia imponente llenando la sala. A su lado estaba Olfuma, la creación de la obra maestra de Asha. Ya no quedaba nada de Fabiola en esa figura. Era un cascarón vacío, una marioneta sin alma. Olfuma no conocía a nadie ni a nada. Solo sabía que Vambertoken era su dueño, y eso lo reflejaba en su postura sumisa, sin siquiera un rastro de lo que una vez fue.

Julián, quien acababa de llegar del Vaticano, observaba la escena sin comprender del todo lo que estaba pasando. No conocía la historia de Fabiola, ni el proceso que la había convertido en Olfuma. Fabián, notando la confusión de Julián, se le acercó con discreción.

—”Te has perdido mucho mientras estabas en el Vaticano,” —dijo Fabián en voz baja—. “Lo que ves frente a ti es Olfuma. Antes era Fabiola, la Bruja Roja… pero Asha y María la han transformado en esto. Ya no recuerda nada de su vida anterior, ni siquiera su propio nombre. Ahora, solo es una herramienta para Vambertoken.”

Julián parpadeó, asimilando lentamente la información. —”¿Una herramienta?” —repitió, sin poder ocultar su asombro.

Fabián asintió, con una expresión sombría. —”Sí. Un cascarón vacío, una cosa. No reconoce a nadie, no siente nada, excepto un miedo primitivo hacia Drex.”

Como si sus palabras hubieran sido un presagio, Olfuma levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de Drex. Su reacción fue inmediata y visceral: sus manos comenzaron a temblar, su respiración se volvió errática, y un terror profundo se apoderó de su ser. Aunque no recordaba nada, algo en su instinto le decía que Drex era una amenaza que debía temer. Se acurrucó sobre sí misma, incapaz de apartar la mirada del licántropo.

Drex, con su porte tranquilo y severo, no mostró ninguna emoción visible. Simplemente la observaba, consciente de que su mera presencia era suficiente para quebrar lo poco que quedaba de la psique de Olfuma.

—”No lo reconoce, pero sabe que debe temerle,” —murmuró Fabián a Julián—. “Es como si su instinto más profundo le dijera que Drex es lo que más debe temer en este mundo.”

Vambertoken, observando todo con su fría serenidad, finalmente habló.

—”Olfuma será presentada hoy a Tatiana. Ella estará bajo su mando directo, al servicio de Oricalco. Esta… cosa,” —dijo, señalando a Olfuma con desdén—, “será útil en nuestras próximas misiones. Es el producto final de la obra maestra de mi amada esposa.”

Asha sonrió, claramente satisfecha. Sabía que su creación había cumplido con sus expectativas, y la reacción de Olfuma hacia Drex era una delicia para su retorcido sentido del arte.

—”María,” —dijo Asha, volteándose hacia su aprendiz—, “asegúrate de que Tatiana reciba sus pociones. Y luego, disfrútalo. Hoy es tu día libre, querida.”

María, con el peso de todo lo que había presenciado, solo asintió. Sabía que el día libre que Asha le había otorgado no sería suficiente para borrar los ecos de los gritos de Fabiola, ahora Olfuma, de su mente. Pero al menos, pensó, podría estar con Fabián.

Mientras tanto, Julián, aunque ahora actualizado, no pudo evitar sentir una profunda inquietud al observar a Olfuma, una mujer que había sido destruida en todos los aspectos posibles, reducida a nada más que una cosa que temblaba ante la mera presencia de Drex.

Y el día recién comenzaba.

Tatiana observaba a Olfuma con una mezcla de resignación y responsabilidad. Sabía bien lo que Asha y María habían hecho con la antigua Fabiola, la Bruja Roja. Ahora, lo que quedaba de ella era Olfuma, una criatura sin identidad propia, transformada en una herramienta de la Purga. Con su magia anti-magia, era poderosa y peligrosa, pero completamente ajena a su pasado. Tatiana, como directora de Oricalco, tenía que tomar una decisión.

—”Olfuma…” —murmuró Tatiana para sí misma, mientras tomaba la determinación de asignarla al equipo de Raúl, el Skinwalker. La magia de Olfuma era útil, pero reunirla con vampiros no sería lo mejor. Podría provocar algún tipo de resentimiento o reacción indeseada, dado lo que Fabiola había sido y hecho en el pasado. Además, el equipo de Raúl, con los licántropos Diana y Tiranus, tenía la capacidad para manejar situaciones extremas como las que Olfuma podría generar.