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En una gran colmena bulliciosa y llena de vida, situada en el corazón de un frondoso bosque, vivía una pequeña abeja llamada Mielita. Mielita era conocida por su gran belleza, energía inagotable y su curiosidad insaciable. Desde que salió de su celda por primera vez, había mostrado un gran interés por todo lo que sucedía a su alrededor. Sus alas zumbaban con entusiasmo mientras volaba de un lado a otro, observando a las abejas obreras recolectar néctar y polen, y a las abejas guardianas proteger la entrada de la colmena.  Todas las abejas querían mucho a Mielita, por su gran carisma, su vocación de siempre ayudar a todas las abejas que ella pudiera

Un día, mientras Mielita exploraba los alrededores de la colmena, se encontró con su amiga Piqui, una abeja un poco mayor que ella. Piqui estaba ocupada recolectando polen de unas flores cercanas. Mielita, siempre ansiosa por aprender, se acercó a Piqui y le preguntó:

—Piqui, ¿puedo ayudarte a recolectar polen hoy?

Piqui sonrió y asintió con la cabeza.

—Claro, Mielita. Pero recuerda, recolectar polen requiere paciencia y cuidado. No debemos apresurarnos.

Mielita asintió con entusiasmo y comenzó a imitar a Piqui, volando de flor en flor y recolectando polen en sus patas traseras. Sin embargo, su entusiasmo pronto la llevó a ser un poco descuidada. En su prisa por recolectar tanto polen como fuera posible, Mielita accidentalmente golpeó a Piqui, haciendo que esta dejara caer todo el polen que había recolectado.

—¡Oh, no! —exclamó Mielita, viendo el polen esparcido por el suelo.

Piqui, aunque un poco molesta, respiró hondo y dijo:

—Está bien, Mielita. Solo ten más cuidado la próxima vez.

Mielita se sintió terrible por lo que había hecho. Sabía que debía disculparse, pero su orgullo le impedía hacerlo. En lugar de pedir perdón, decidió seguir recolectando polen, esperando que Piqui olvidara el incidente.

A medida que el día avanzaba, Mielita no podía dejar de pensar en lo que había sucedido. Cada vez que veía a Piqui, sentía una punzada de culpa en su corazón. Sabía que había cometido un error y que debía hacer algo al respecto. Pero, ¿cómo podría disculparse sin parecer débil?

Esa noche, mientras todas las abejas descansaban en la colmena, Mielita se acercó a su madre, la abeja reina, en busca de consejo. La reina, una abeja sabia y comprensiva, escuchó atentamente la historia de Mielita.

—Mielita, pedir disculpas no es un signo de debilidad —dijo la reina con suavidad—. Al contrario, es un signo de sabiduría y fortaleza. Reconocer nuestros errores y pedir perdón nos ayuda a crecer y a fortalecer nuestras relaciones con los demás.

Mielita asintió, comprendiendo las palabras de su madre. Sabía que tenía que disculparse con Piqui, pero aún sentía un nudo en el estómago al pensar en hacerlo. Sin embargo, decidió que al día siguiente hablaría con su amiga y le pediría perdón.

Al día siguiente, Mielita se despertó con una determinación renovada. Sabía que debía disculparse con Piqui, pero también quería demostrar que había aprendido de su error. Después de desayunar un poco de miel fresca, se dirigió hacia el área donde las abejas recolectaban polen.

Al llegar, vio a Piqui trabajando diligentemente, como siempre. Mielita respiró hondo y se acercó a su amiga.

—Piqui, ¿podemos hablar un momento? —preguntó Mielita con voz temblorosa.

Piqui levantó la vista y asintió, dejando de lado su trabajo por un momento.

—Claro, Mielita. ¿Qué sucede?

Mielita bajó la mirada, sintiendo el peso de la culpa en su corazón.

—Quiero disculparme por lo que pasó ayer. Fui descuidada y te hice perder todo el polen que habías recolectado. Lo siento mucho.

Piqui sonrió con amabilidad y puso una pata sobre el hombro de Mielita.

—Está bien, Mielita. Todos cometemos errores. Lo importante es que aprendamos de ellos y tratemos de no repetirlos.

Mielita se sintió aliviada al escuchar las palabras de Piqui. Sabía que su amiga tenía razón y que pedir disculpas había sido lo correcto. Decidió que, a partir de ese momento, sería más cuidadosa y considerada con los demás.

Con el ánimo renovado, Mielita y Piqui volvieron a trabajar juntas, recolectando polen y disfrutando del cálido sol de la mañana. Mientras volaban de flor en flor, Mielita se dio cuenta de lo afortunada que era por tener una amiga como Piqui, que la comprendía y la apoyaba.

A medida que el día avanzaba, Mielita y Piqui se encontraron con otras abejas de la colmena, incluyendo a Zumbón, una abeja conocida por su sentido del humor, y a Dulce, una abeja muy trabajadora y dedicada. Juntas, las cuatro abejas formaron un equipo formidable, recolectando más polen del que jamás habían imaginado.

Durante una pausa para descansar, Zumbón, siempre dispuesto a hacer reír a sus amigas, comenzó a contar una historia divertida sobre una abeja que había intentado volar al revés. Todas las abejas rieron a carcajadas, y Mielita se sintió más feliz que nunca. Sabía que, aunque había cometido un error, había aprendido una valiosa lección sobre la importancia de pedir disculpas y de trabajar en equipo.

Esa noche, de regreso en la colmena, Mielita se acercó a su madre, la abeja reina, y le contó lo que había sucedido. La reina, orgullosa de su hija, la abrazó con cariño.

—Estoy muy orgullosa de ti, Mielita. Has demostrado ser una abeja sabia y valiente. Pedir disculpas no es fácil, pero es un signo de verdadera sabiduría.

Mielita sonrió, sintiéndose más segura de sí misma. Sabía que, aunque aún tenía mucho que aprender, estaba en el camino correcto. Y con amigas como Piqui, Zumbón y Dulce a su lado, estaba segura de que podría enfrentar cualquier desafío que se le presentara.

Al día siguiente, Mielita se despertó con una sensación de inquietud. Sabía que debía disculparse con Piqui, pero el miedo a ser rechazada la paralizaba. Mientras volaba hacia el campo de flores, recordó las palabras de su madre, la abeja reina: “Pedir disculpas es un signo de sabiduría y fortaleza”. Con un suspiro profundo, decidió que hoy sería el día en que enfrentaría sus temores.

Al llegar al campo, vio a Piqui trabajando diligentemente, recolectando polen con precisión y cuidado. Mielita se acercó lentamente, su corazón latiendo con fuerza. “Hola, Piqui”, dijo con voz temblorosa. Piqui levantó la vista y le sonrió. “Hola, Mielita. ¿Cómo estás hoy?”

Mielita tragó saliva y, con valentía, comenzó a hablar. “Piqui, quiero disculparme por lo que pasó ayer. Sé que fue un accidente, pero me siento muy mal por haber hecho que perdieras todo el polen que recolectaste. No debí haber sido tan descuidada.”

Piqui la miró con ternura y asintió. “Mielita, te perdoné ayer porque sé que no lo hiciste a propósito. Todos cometemos errores. Lo importante es aprender de ellos y seguir adelante.”

Las palabras de Piqui aliviaron el corazón de Mielita. Se sintió más ligera, como si una gran carga se hubiera levantado de sus hombros. “Gracias, Piqui. Prometo ser más cuidadosa en el futuro.”

Juntas, comenzaron a trabajar de nuevo, esta vez con una conexión más fuerte y una comprensión mutua. Mientras recolectaban polen, Mielita se dio cuenta de que pedir disculpas no solo había fortalecido su amistad con Piqui, sino que también la había hecho sentir más segura de sí misma.

Durante una pausa, se unieron a otras abejas en una flor grande y colorida. Zumbón, la abeja conocida por su sentido del humor, comenzó a contar una historia divertida sobre una abeja que se había perdido en un jardín de girasoles. Todas las abejas rieron a carcajadas, y Mielita se sintió feliz y agradecida por estar rodeada de amigas tan comprensivas y alegres.

Esa noche, Mielita volvió a casa y le contó a su madre lo sucedido. La abeja reina la escuchó con atención y, al final, la abrazó con orgullo. “Estoy muy orgullosa de ti, Mielita. Has demostrado una gran sabiduría y valentía al pedir disculpas. Recuerda siempre que reconocer nuestros errores y disculparnos nos hace más fuertes y nos ayuda a crecer.”

Mielita se fue a dormir esa noche con una sonrisa en el rostro, sabiendo que había dado un gran paso hacia la madurez. Aunque aún tenía mucho que aprender, estaba en el camino correcto, rodeada de amigas que la apoyaban y una madre que la guiaba con amor y sabiduría.

Después de la conversación con Piqui, Mielita se sintió más segura y decidida a ser una mejor amiga y trabajadora. Sin embargo, el día siguiente trajo nuevos desafíos. Mientras las abejas trabajaban juntas, una fuerte ráfaga de viento sopló a través del campo de flores, dispersando el polen y causando caos entre las abejas.

Mielita y Piqui se miraron con preocupación. “¡Tenemos que actuar rápido!” exclamó Piqui. Sin perder tiempo, las dos abejas comenzaron a coordinar a sus compañeras para recolectar el polen antes de que se perdiera por completo. Mielita, recordando su promesa de ser más cuidadosa, trabajó con precisión y calma, asegurándose de no repetir su error anterior.

Mientras tanto, Zumbón, con su habitual buen humor, trataba de mantener el ánimo alto entre las abejas. “¡Vamos, chicas! ¡Podemos hacerlo!” gritaba, haciendo que todas se rieran a pesar de la situación. La risa y el trabajo en equipo ayudaron a las abejas a recuperar gran parte del polen perdido.

Sin embargo, no todo fue fácil. En medio del caos, una abeja joven llamada Dulce se sintió abrumada y comenzó a llorar. Mielita, al verla, voló rápidamente hacia ella. “Dulce, no te preocupes. Estamos todas juntas en esto. Te ayudaré a recolectar tu polen.”

Con la ayuda de Mielita, Dulce recuperó la confianza y juntas lograron recolectar una buena cantidad de polen. Mielita se dio cuenta de que no solo había aprendido a pedir disculpas, sino que también estaba aprendiendo a ser una líder y a apoyar a sus compañeras en momentos difíciles.

Al final del día, las abejas se reunieron para evaluar el daño. Aunque habían perdido algo de polen, la mayoría había sido recuperado gracias al esfuerzo conjunto. La abeja reina, al enterarse de lo sucedido, felicitó a todas por su valentía y trabajo en equipo.

“Hoy hemos aprendido una valiosa lección”, dijo la reina. “No solo sobre la importancia de pedir disculpas, sino también sobre cómo enfrentar los desafíos juntos y apoyarnos mutuamente.”

Mielita se sintió orgullosa de sí misma y de sus amigas. Había enfrentado sus miedos, pedido disculpas y demostrado que podía ser una líder en tiempos de crisis. Esa noche, mientras se preparaba para dormir, pensó en todo lo que había aprendido y en cómo seguiría creciendo y mejorando cada día.

La abeja reina, al ver a Mielita tan pensativa, se acercó y le dio un suave abrazo. “Estoy muy orgullosa de ti, Mielita. Has demostrado una gran sabiduría y fortaleza. Recuerda siempre que, aunque enfrentemos desafíos, juntos podemos superarlos.”

Mielita sonrió y cerró los ojos, sintiéndose más segura y feliz que nunca. Sabía que, con el apoyo de sus amigas y su madre, podía enfrentar cualquier cosa que se le presentara. Y así, con el corazón lleno de gratitud y esperanza, se quedó dormida, soñando con nuevas aventuras y lecciones por aprender.

Al día siguiente, Mielita se despertó con una sensación de satisfacción y orgullo. Había aprendido una valiosa lección sobre la importancia de pedir disculpas y trabajar en equipo. Mientras se preparaba para un nuevo día de trabajo en el campo de flores, recordó las palabras de su madre, la abeja reina: “Pedir disculpas no solo muestra sabiduría, sino también fortaleza y humildad.”

Mielita voló hacia el campo de flores, donde sus amigas ya estaban trabajando diligentemente. Al llegar, fue recibida con sonrisas y saludos cálidos. Piqui, su amiga cercana, se acercó y le dio un abrazo. “¡Buenos días, Mielita! ¿Lista para otro día de aventuras?”, preguntó Piqui con entusiasmo.

“¡Claro que sí!”, respondió Mielita con una sonrisa. “Hoy será un gran día.”

Mientras las abejas trabajaban juntas, una nube oscura comenzó a formarse en el horizonte. El viento empezó a soplar con fuerza, y las flores se mecían violentamente. Las abejas sabían que debían actuar rápidamente para proteger el polen recolectado. Mielita, recordando su experiencia del día anterior, tomó la iniciativa.

“¡Abejas, escuchen!”, gritó Mielita para hacerse oír sobre el rugido del viento. “Debemos trabajar juntas para asegurar el polen. Piqui, tú y Zumbón coordinen a las abejas en el lado norte del campo. Dulce, tú y yo nos encargaremos del lado sur.”

Las abejas se movieron rápidamente, siguiendo las instrucciones de Mielita. Piqui y Zumbón trabajaron en perfecta sincronía, asegurando el polen en el lado norte. Mientras tanto, Mielita y Dulce luchaban contra el viento en el lado sur. Dulce, aún un poco nerviosa, miró a Mielita en busca de apoyo.

“No te preocupes, Dulce”, dijo Mielita con una voz calmada. “Juntas podemos hacerlo. Solo sigue mi ejemplo.”

Con renovada confianza, Dulce siguió las instrucciones de Mielita. Las dos abejas trabajaron incansablemente, asegurando cada grano de polen. A pesar de la tormenta, las abejas lograron proteger la mayor parte del polen recolectado.

Cuando la tormenta finalmente pasó, las abejas se reunieron para evaluar los daños. Aunque habían perdido una pequeña cantidad de polen, la mayoría había sido salvada gracias a su trabajo en equipo y liderazgo. La abeja reina, observando desde una distancia, se acercó para felicitar a las abejas.

“Estoy muy orgullosa de todas ustedes”, dijo la abeja reina con una sonrisa. “Hoy han demostrado una vez más la importancia de trabajar juntas y apoyarse mutuamente. Mielita, tu liderazgo y valentía han sido ejemplares.”

Mielita se sonrojó ante las palabras de su madre. “Gracias, madre. Pero no podría haberlo hecho sin la ayuda de todas mis amigas.”

La abeja reina asintió. “Eso es lo que hace a una verdadera líder, Mielita. Reconocer que el éxito es el resultado del esfuerzo conjunto.”

Esa noche, mientras las abejas descansaban después de un día agotador, Mielita reflexionó sobre todo lo que había aprendido. Había enfrentado sus miedos, pedido disculpas y demostrado que podía ser una líder en tiempos de crisis. Con una sonrisa en su rostro, se acurrucó en su cama, sabiendo que estaba rodeada de amigas que la apoyaban y una madre que la guiaba con amor y sabiduría.

A la mañana siguiente, las abejas se despertaron con una sensación de alivio y satisfacción. Habían superado la tormenta y protegido la mayor parte del polen gracias a su trabajo en equipo. Mielita, aún emocionada por las palabras de su madre, se preparó para un nuevo día en el campo de flores.

Mientras volaba hacia el campo, Mielita notó que Dulce estaba un poco apartada del grupo, mirando pensativa hacia el horizonte. Preocupada, Mielita se acercó a ella. “¿Estás bien, Dulce?”, preguntó con suavidad.

Dulce suspiró y asintió lentamente. “Sí, Mielita. Solo estaba pensando en todo lo que ha pasado. Ayer fue un día muy difícil, pero también aprendí mucho. Gracias por tu apoyo.”

Mielita sonrió y le dio un abrazo a Dulce. “No tienes que agradecerme. Somos un equipo y siempre estaremos aquí para apoyarnos mutuamente. Además, tú también fuiste muy valiente ayer.”

Dulce sonrió tímidamente. “Gracias, Mielita. Eso significa mucho para mí.”

Las dos abejas se unieron al resto del grupo y comenzaron su trabajo diario. Mientras recolectaban polen, Mielita notó que las flores estaban más hermosas que nunca, como si la tormenta hubiera limpiado el aire y revitalizado el campo. Las abejas trabajaban con entusiasmo, sabiendo que cada grano de polen era importante para su colmena.

A medida que avanzaba el día, Mielita y sus amigas se encontraron con un nuevo desafío. Un grupo de avispas había invadido el campo de flores, buscando robar el polen recolectado por las abejas. Las avispas eran conocidas por ser agresivas y territoriales, y las abejas sabían que debían actuar con cautela.

Mielita, recordando las lecciones de su madre sobre la importancia de la diplomacia y la comunicación, decidió intentar hablar con las avispas. “¡Esperen!”, gritó mientras se acercaba al grupo de avispas. “No queremos problemas. Este es nuestro campo de flores y necesitamos el polen para nuestra colmena. ¿Podemos encontrar una solución pacífica?”

Las avispas, sorprendidas por la valentía de Mielita, se detuvieron y la miraron con curiosidad. La líder de las avispas, una avispa llamada Vespera, se adelantó. “¿Y por qué deberíamos escucharte?”, preguntó con desdén.

Mielita respiró hondo y respondió con calma. “Porque todos necesitamos vivir en armonía. Hay suficiente polen para todos si trabajamos juntos y compartimos. No tiene sentido pelear cuando podemos encontrar una solución que beneficie a ambas partes.”

Vespera, impresionada por la sabiduría de Mielita, consideró sus palabras. “Tal vez tengas razón”, dijo finalmente. “Podemos intentar compartir el campo de flores y ver cómo funciona.”

Las abejas y las avispas comenzaron a trabajar juntas, recolectando polen y aprendiendo a convivir en paz. Aunque al principio hubo algunos desacuerdos, pronto descubrieron que podían lograr mucho más trabajando en equipo. Mielita se sintió orgullosa de haber encontrado una solución pacífica y de haber demostrado que la comunicación y la cooperación eran clave para resolver conflictos.

Esa noche, la abeja reina reunió a todas las abejas y avispas para celebrar su nuevo acuerdo. “Hoy hemos aprendido una valiosa lección sobre la importancia de la paz y la cooperación”, dijo con una sonrisa. “Gracias a Mielita, hemos demostrado que juntos podemos superar cualquier desafío.” y unidas seremos muy fuertes. Además, que habían hecho un lazo de amistad tan grande que ya eran todas familia.

Mielita se sintió abrumada por el orgullo y la gratitud. Había aprendido que pedir disculpas y trabajar en equipo eran signos de verdadera sabiduría. Con una sonrisa en su rostro, se fue a dormir, sabiendo que había hecho una diferencia en su comunidad y que estaba rodeada de amigas y aliados que la apoyaban y que siempre serían sus amigas, que no podría olvidarse nunca de ellas.

La moraleja de esta historia es aprender a pedir disculpas es un signo de sabiduría.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡hasta muy pronto! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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