Que tenemos para ti

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En un rincón mágico del mundo, donde los árboles susurran secretos y los ríos cantan melodías antiguas, se encontraba el Mundo de los Sentimientos. Este Mundo era especial, pues cada criatura que vivía allí tenía la capacidad de sentir y comprender las emociones de los demás. Entre sus habitantes se encontraban animales de todo tipo: desde el sabio búho Olmo hasta la alegre ardilla Lila, pasando por el tímido erizo Tito y la valiente rana Rina.

Un día, mientras el sol se levantaba y bañaba el Mundo con su luz dorada, Tito el erizo se despertó sintiéndose más solo que nunca. Aunque tenía muchos amigos, siempre se sentía diferente debido a sus espinas. A menudo, los otros animales evitaban acercarse demasiado por miedo a pincharse, y esto hacía que Tito se sintiera triste y aislado.

Decidido a cambiar su situación, Tito salió de su madriguera y se dirigió al claro del Mundo, donde todos los animales solían reunirse para compartir historias y jugar. Al llegar, vio a Lila la ardilla saltando de rama en rama, a Rina la rana practicando sus saltos y a Olmo el búho observando todo desde lo alto de un roble.

Tito respiró hondo y se acercó a sus amigos. “Hola, Lila, Rina, Olmo,” dijo con una voz temblorosa. “¿Puedo jugar con ustedes hoy?”

Lila, siempre tan alegre y despreocupada, se detuvo en seco y miró a Tito con una sonrisa. “¡Claro que sí, Tito! Ven, vamos a jugar a atrapar nueces.”

Rina, que estaba a punto de dar un gran salto, también se detuvo y croó con entusiasmo. “¡Sí, Tito! Será divertido.”

Olmo, desde su rama, asintió con sabiduría. “Es una buena idea, Tito. Todos somos amigos aquí.”

Tito se sintió un poco mejor al escuchar las palabras de sus amigos, pero aún tenía dudas. “¿No les molesta que tenga espinas? No quiero lastimarlos.”

Lila se acercó con cuidado y le dio una pequeña nuez. “No te preocupes, Tito. Sabemos que no quieres lastimarnos. Solo tenemos que ser un poco más cuidadosos, y todo estará bien.”

Rina saltó cerca de Tito y le dio un suave empujón con su pata. “¡Vamos, Tito! Eres uno de nosotros. Juguemos juntos.”

Con el corazón un poco más ligero, Tito se unió a sus amigos en el juego. Mientras corrían y reían, Tito comenzó a darse cuenta de que, aunque era diferente, sus amigos lo aceptaban tal como era. Poco a poco, la tristeza que había sentido esa mañana empezó a desvanecerse, reemplazada por una cálida sensación de pertenencia y amistad.

Mientras Tito jugaba con sus amigos, no pudo evitar notar que, a pesar de sus esfuerzos por ser cuidadoso, algunos animales aún se mostraban reacios a acercarse demasiado. Esto le hizo recordar todas las veces que había intentado hacer nuevos amigos y había sido rechazado por sus espinas. Aunque Lila, Rina y Olmo eran amables y comprensivos, Tito sabía que no todos en el Mundo compartían la misma actitud.

Esa tarde, mientras el sol comenzaba a ponerse y el cielo se teñía de tonos naranjas y rosados, Tito decidió dar un paseo por el Mundo para despejar su mente. Caminó lentamente, disfrutando del suave crujido de las hojas bajo sus patas y del canto de los pájaros que regresaban a sus nidos. Sin embargo, no podía dejar de pensar en cómo podría hacer para que todos en el Mundo lo aceptaran tal como era.

De repente, escuchó un suave sollozo proveniente de un arbusto cercano. Tito se acercó con cautela y descubrió a una pequeña liebre llamada Luna, que lloraba desconsoladamente. “¿Qué te pasa, Luna?” preguntó Tito con preocupación.

Luna levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas. “Es que… me siento muy sola,” respondió entre sollozos. “Los otros animales siempre se burlan de mí porque soy muy tímida y no me gusta hablar mucho.”

Tito sintió una punzada de empatía en su corazón. Sabía exactamente cómo se sentía Luna. “No te preocupes, Luna. Yo también me he sentido solo muchas veces. Pero he aprendido que siempre hay alguien dispuesto a ser nuestro amigo, solo tenemos que encontrarlo.”

Luna lo miró con curiosidad. “¿De verdad crees eso, Tito?”

“Sí,” respondió Tito con una sonrisa. “Mira, yo tengo espinas y a veces los otros animales tienen miedo de acercarse a mí. Pero he encontrado amigos que me aceptan tal como soy. Estoy seguro de que tú también encontrarás amigos que te quieran por quien eres.”

Luna dejó de llorar y esbozó una pequeña sonrisa. “Gracias, Tito. Eres muy amable.”

Tito se sintió feliz de haber podido ayudar a Luna. “¿Te gustaría venir conmigo al claro del Mundo? Mis amigos están allí y estoy seguro de que les encantaría conocerte.”

Luna asintió tímidamente y siguió a Tito hasta el claro. Al llegar, Lila, Rina y Olmo los recibieron con entusiasmo. “¡Hola, Luna! ¡Qué bueno verte!” exclamó Lila, saltando de alegría.

Rina croó con entusiasmo. “¡Sí, Luna! Ven a jugar con nosotros.”

Olmo, desde su rama, observó la escena con una sonrisa. “Bienvenida, Luna. Aquí todos somos amigos.”

Luna se sintió abrumada por la calidez de la bienvenida. “Gracias a todos,” dijo con timidez. “Me alegra estar aquí.”

Mientras jugaban juntos, Tito se dio cuenta de que, al ayudar a Luna, también había encontrado una nueva amiga. Comprendió que la empatía no solo nos conecta con los sentimientos de otros, sino que también nos ayuda a encontrar nuestro lugar en el mundo.

En el claro del Mundo de los Sentimientos, Tito y sus amigos jugaban alegremente. Luna, la liebre, comenzaba a sentirse más cómoda y menos tímida gracias a la calidez del grupo. Sin embargo, mientras jugaban a las escondidas, Tito notó que algo no estaba bien. Lila, la ardilla, estaba sentada a un lado, con una expresión de tristeza en su rostro.

Tito se acercó con cuidado, consciente de sus espinas, y le preguntó a Lila qué le pasaba. Lila suspiró y explicó que había tenido una discusión con su hermano mayor, quien no entendía por qué ella pasaba tanto tiempo con sus amigos en el claro. Se sentía incomprendida y herida por las palabras de su hermano.

Tito, recordando cómo se había sentido cuando conoció a Luna, decidió que era momento de mostrar empatía. Se sentó junto a Lila y le dijo: “Lila, entiendo cómo te sientes. A veces, las personas que más queremos no comprenden nuestras elecciones, y eso duele. Pero recuerda que aquí tienes amigos que te apoyan y te quieren tal como eres.”

Lila levantó la mirada y sonrió débilmente. “Gracias, Tito. A veces es difícil recordar eso cuando estoy triste.”

En ese momento, Rina la rana y Olmo el búho se acercaron, notando la conversación. Rina, con su voz suave y calmada, añadió: “Lila, todos tenemos días difíciles. Lo importante es que no estás sola. Estamos aquí para ti.”

Olmo, con su sabiduría habitual, dijo: “Quizás podrías hablar con tu hermano y explicarle cómo te sientes. A veces, las personas necesitan escuchar nuestras emociones para entendernos mejor.”

Lila asintió, sintiéndose un poco más animada. “Tienen razón. Hablaré con él esta noche.”

Mientras el grupo retomaba su juego, Tito se sintió orgulloso de haber ayudado a Lila. Comprendió que la empatía no solo era consolar a alguien, sino también ofrecer apoyo y soluciones. Esa tarde, el claro del Mundo se llenó de risas y juegos, y Tito se dio cuenta de que, aunque sus espinas seguían allí, su corazón se había vuelto más suave y comprensivo.

Esa noche, después de un día lleno de juegos y risas, Tito se quedó pensando en lo que había sucedido con Lila. Se dio cuenta de que la empatía no solo era importante en momentos de tristeza, sino también en la vida cotidiana. Decidió que quería aprender más sobre cómo ser un buen amigo y apoyar a los demás.

Al día siguiente, Tito se levantó temprano y fue a buscar a Olmo, el búho sabio. Sabía que Olmo siempre tenía buenos consejos. Cuando lo encontró, Tito le explicó sus pensamientos y le pidió orientación sobre cómo ser más empático.

Olmo, con su voz profunda y calmada, le dijo: “Tito, la empatía es como una semilla que debemos cuidar y nutrir. No solo se trata de entender los sentimientos de los demás, sino también de actuar con bondad y consideración. A veces, una pequeña acción puede hacer una gran diferencia en la vida de alguien.”

Tito asintió, comprendiendo las palabras de Olmo. Decidió que quería poner en práctica lo que había aprendido. Esa tarde, mientras jugaban en el claro, Tito observó a sus amigos con más atención. Notó que Rina, la rana, parecía un poco distraída y preocupada.

Se acercó a ella y le preguntó suavemente: “Rina, ¿estás bien? Te veo un poco preocupada.”

Rina suspiró y le explicó que estaba nerviosa por una competencia de saltos que se acercaba. Aunque era una excelente saltadora, siempre se ponía muy nerviosa antes de las competencias y temía no hacerlo bien.

Tito, recordando las palabras de Olmo, decidió ofrecer su apoyo. “Rina, eres una gran saltadora y todos lo sabemos. Pero entiendo que te sientas nerviosa. ¿Hay algo que podamos hacer para ayudarte a sentirte más segura?”

Rina sonrió agradecida. “Gracias, Tito. Tal vez podríamos practicar juntos. Me sentiría más segura si sé que mis amigos están conmigo.”

Tito asintió con entusiasmo y llamó a Lila y Luna para que se unieran a la práctica. Juntos, pasaron la tarde saltando y animando a Rina. Con cada salto, Rina se sentía más confiada y segura de sí misma.

Mientras practicaban, Tito se dio cuenta de que la empatía también significaba estar presente y ofrecer apoyo en los momentos importantes. No solo se trataba de consolar a alguien cuando estaba triste, sino también de celebrar sus logros y ayudarles a superar sus miedos.

Al final del día, Rina se sentía mucho más preparada para la competencia. Agradeció a sus amigos por su apoyo y les prometió que daría lo mejor de sí misma. Tito, por su parte, se sintió orgulloso de haber podido ayudar a Rina y de haber aprendido una valiosa lección sobre la empatía.

Esa noche, mientras se preparaban para dormir, Tito reflexionó sobre todo lo que había aprendido. Comprendió que la empatía era una herramienta poderosa que podía transformar vidas y fortalecer amistades. Se prometió a sí mismo seguir practicando la empatía y ser un buen amigo para todos en el Mundo de los Sentimientos.

Al día siguiente, el Mundo de los Sentimientos amaneció con un aire de emoción y expectativa. Era el día de la gran competencia de saltos, y todos los animales se reunieron alrededor del claro para animar a sus amigos. Tito, Lila, Olmo y Luna estaban especialmente emocionados por apoyar a Rina, quien había estado practicando arduamente.

Rina, con una mezcla de nervios y entusiasmo, se preparaba para su turno. Tito, notando su inquietud, se acercó y le dijo con una sonrisa: “Recuerda, Rina, estamos todos aquí para apoyarte. No importa el resultado, lo importante es que te diviertas y des lo mejor de ti.”

Las palabras de Tito llenaron a Rina de confianza. Con un profundo suspiro, se dirigió a la línea de salida. Los otros competidores también estaban listos, y el ambiente se llenó de murmullos de anticipación. El juez, un viejo búho sabio, dio la señal de inicio, y Rina comenzó su primer salto.

Con cada salto, Rina se sentía más segura. Recordaba las palabras de Tito y el apoyo de sus amigos, lo que le daba fuerzas para seguir adelante. Los espectadores aplaudían y vitoreaban, creando una atmósfera de camaradería y alegría.

En su último salto, Rina se concentró profundamente. Visualizó el apoyo de sus amigos y, con un gran esfuerzo, realizó un salto impresionante que dejó a todos boquiabiertos. Al aterrizar, el claro estalló en aplausos y vítores. Rina había dado lo mejor de sí misma, y eso era lo que realmente importaba.

Tito, Lila, Olmo y Luna corrieron hacia Rina, abrazándola y felicitándola por su increíble desempeño. “¡Lo hiciste genial, Rina!” exclamó Tito. “Estamos muy orgullosos de ti.”

Rina, con una sonrisa radiante, agradeció a sus amigos. “No podría haberlo hecho sin ustedes. Su apoyo y empatía me dieron la fuerza que necesitaba.”

El viejo búho sabio se acercó y, con una voz profunda y amable, dijo: “Rina, has demostrado no solo habilidad, sino también el poder de la empatía y el apoyo mutuo. Este es un gran ejemplo para todos nosotros.”

Mientras el sol se ponía, los amigos se reunieron alrededor de una fogata para celebrar. Compartieron historias, risas y reflexiones sobre lo que habían aprendido. Tito, mirando las llamas danzantes, pensó en cómo la empatía había transformado su día y el de sus amigos.

“Hoy hemos aprendido que la empatía no solo nos conecta con los sentimientos de otros, sino que también nos fortalece como comunidad,” dijo Tito. “Estoy agradecido por tener amigos como ustedes.”

Los demás asintieron, sintiendo una profunda conexión y gratitud. El Mundo de los Sentimientos se llenó de una calidez especial, sabiendo que, con empatía y apoyo, podían superar cualquier desafío juntos.

Después de la competencia, mientras el cielo se teñía de tonos anaranjados y rosados, los amigos decidieron dar un paseo por el Mundo. Querían disfrutar del momento y reflexionar sobre lo que habían vivido. Tito, Lila, Olmo, Luna y Rina caminaban juntos, sintiendo la brisa suave y escuchando el canto de los pájaros.

Rina, aún emocionada por su desempeño, dijo: “Nunca imaginé que podría saltar tan alto. Pero lo que más me alegra es haber sentido el apoyo de todos ustedes. Me hizo darme cuenta de lo importante que es la empatía.”

Lila asintió y agregó: “Sí, la empatía nos conecta de una manera especial. Cuando Tito me consoló el otro día, me sentí comprendida y apoyada. Eso me dio la fuerza para hablar con mi hermano y resolver nuestras diferencias.”

Olmo, siempre sabio, comentó: “La empatía es como un puente que une nuestros corazones. Nos permite entender y compartir los sentimientos de los demás, y eso nos hace más fuertes como comunidad.”

Tito, con una sonrisa, recordó las palabras de Olmo sobre la semilla de la empatía. “Es cierto, Olmo. La empatía es una semilla que debemos cuidar y nutrir. Hoy hemos visto cómo pequeñas acciones pueden tener un gran impacto.”

Mientras caminaban, encontraron a otros animales del Mundo que también querían compartir sus experiencias. Un pequeño conejo llamado Nico se acercó y dijo: “Vi cómo apoyaron a Rina y me inspiraron a ser más empático con mis amigos. Hoy ayudé a un compañero que estaba triste, y se sintió mucho mejor.”

Luna, con su voz suave, añadió: “La empatía no solo nos ayuda a consolar a los demás, sino que también nos enseña a celebrar juntos los momentos de alegría. Hoy hemos aprendido una lección valiosa.”

El grupo continuó su paseo hasta llegar a un claro donde el sol se ponía lentamente. Se sentaron en círculo y comenzaron a compartir historias y reflexiones. Cada uno habló sobre cómo la empatía había cambiado su perspectiva y fortalecido sus lazos de amistad.

Tito, mirando a sus amigos, sintió una profunda gratitud. “Estoy muy agradecido por tener amigos como ustedes. Hoy hemos demostrado que, con empatía y apoyo, podemos superar cualquier desafío y celebrar juntos nuestras victorias.”

Los demás asintieron, sintiendo una conexión especial. El Mundo de los Sentimientos se llenó de una calidez única, sabiendo que habían aprendido una lección importante que llevarían consigo para siempre.

Con el sol desapareciendo en el horizonte, los amigos se despidieron y regresaron a sus hogares, llevando en sus corazones la lección de la empatía. Tito, al llegar a su casa, se sentó junto a la ventana y miró las estrellas que comenzaban a brillar en el cielo nocturno.

“Hoy ha sido un día increíble,” pensó Tito. “He aprendido que la empatía no solo nos conecta con los sentimientos de otros, sino que también nos fortalece como comunidad. Prometo seguir practicando la empatía y ser un buen amigo para todos en el Mundo de los Sentimientos.”

Con una sonrisa en el rostro, Tito se acostó y cerró los ojos, sintiendo una paz profunda. Sabía que, con empatía y apoyo, podían enfrentar cualquier desafío y celebrar juntos cada momento especial.

Y así, el Mundo de los Sentimientos se convirtió en un lugar donde la empatía florecía, uniendo a todos sus habitantes en una comunidad fuerte y amorosa. Tito y sus amigos continuaron practicando la empatía, sabiendo que, al hacerlo, estaban construyendo un mundo mejor para todos y que la empatía los estaba uniendo con el sentir de los demás.

La moraleja de esta historia es que la empatía nos conecta con los sentimientos de otros.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡hasta muy pronto! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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