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En una pequeña escuela situada en el corazón de un pintoresco pueblo, había un grupo de niños que compartían sus días entre risas, juegos y aprendizajes. La escuela, con sus paredes coloridas y su patio lleno de árboles frondosos, era un lugar donde la imaginación y la curiosidad florecían. Entre todos los estudiantes, había dos amigos inseparables: Lucas y Martín.

Lucas era un niño de cabello rizado y ojos brillantes, siempre dispuesto a ayudar a los demás. Su sonrisa era contagiosa y su entusiasmo por la vida, inspirador. Martín, por otro lado, era un poco más reservado. Con su cabello lacio y su mirada profunda, prefería observar antes de actuar. A pesar de sus diferencias, ambos compartían un vínculo especial que los hacía inseparables.

Una mañana, la escuela se llenó de emoción cuando la directora, la señora Valentina, anunció un concurso de talentos. Todos los estudiantes podían participar y mostrar sus habilidades. Lucas y Martín decidieron unirse al concurso, pero no sabían exactamente qué talento presentar. Después de mucho pensar, decidieron que harían una obra de teatro sobre la amistad.

Los días pasaron rápidamente mientras los dos amigos se preparaban para su presentación. Pasaban horas en la biblioteca de la escuela, buscando libros que les ayudaran a escribir su guion. La señora Valentina, siempre atenta y cariñosa, les prestó su apoyo y les dio algunos consejos sobre cómo hacer que su obra fuera especial.

Una tarde, mientras Lucas y Martín ensayaban en el patio de la escuela, se les acercó Ana, una niña nueva que había llegado al pueblo recientemente. Ana era tímida y no conocía a muchos niños en la escuela. Con una voz suave, les preguntó si podía unirse a ellos. Lucas, siempre amable, le sonrió y le dijo que sí. Martín, aunque un poco dudoso al principio, también aceptó.

A medida que los días pasaban, Ana se convirtió en una parte esencial del grupo. Su creatividad y sus ideas frescas añadieron un toque especial a la obra de teatro. Los tres niños trabajaban juntos, riendo y compartiendo momentos inolvidables. La amistad entre ellos crecía cada día más fuerte, demostrando que las barreras no existen cuando se trata de verdaderos amigos.

Sin embargo, no todo era perfecto. Algunos niños en la escuela comenzaron a murmurar y a hacer comentarios malintencionados sobre la nueva amistad entre Lucas, Martín y Ana. Decían que Ana no encajaba en su grupo y que no debería participar en el concurso con ellos. Estos comentarios hirieron a Ana, quien comenzó a dudar de sí misma y de su lugar en la escuela.

Lucas y Martín, al darse cuenta de lo que estaba sucediendo, decidieron enfrentar la situación. Sabían que la verdadera amistad no tiene barreras y que debían apoyar a Ana en estos momentos difíciles. Con valentía, se acercaron a los niños que hacían los comentarios y les explicaron lo importante que era Ana para ellos y para la obra de teatro. Les hablaron sobre la importancia de la amistad y cómo todos deberían ser aceptados tal como son.

Lucas y Martín sabían que no podían dejar que los comentarios negativos afectaran su amistad con Ana. Decidieron organizar una reunión en el patio de la escuela para hablar con todos los niños y explicarles la importancia de la inclusión y la amistad. La señora Valentina, siempre dispuesta a apoyar a sus estudiantes, les ayudó a preparar la reunión y les dio algunos consejos sobre cómo abordar el tema de manera respetuosa y efectiva.

El día de la reunión, todos los estudiantes se reunieron en el patio, curiosos por saber qué tenían que decir Lucas, Martín y Ana. Lucas tomó la palabra primero, con su característica sonrisa y su voz llena de entusiasmo.

—Queridos compañeros —comenzó Lucas—, hoy queremos hablarles sobre algo muy importante: la amistad. Todos sabemos que la amistad es uno de los tesoros más valiosos que podemos tener. Pero, ¿qué significa realmente ser amigos?

Martín, con su mirada profunda y su voz calmada, continuó:

—La amistad no tiene barreras. No importa de dónde vengamos, cómo nos veamos o cuáles sean nuestras habilidades. Lo que importa es cómo nos tratamos unos a otros y cómo nos apoyamos en los momentos difíciles.

Ana, aunque un poco nerviosa, se armó de valor y añadió:

—Cuando llegué a esta escuela, me sentía sola y asustada. No conocía a nadie y tenía miedo de no encajar. Pero Lucas y Martín me dieron la bienvenida con los brazos abiertos y me hicieron sentir parte de algo especial. Gracias a ellos, he aprendido que la verdadera amistad no conoce límites.

Los niños escuchaban atentamente, algunos con expresiones de reflexión en sus rostros. Lucas, Martín y Ana continuaron hablando sobre la importancia de aceptar a los demás tal como son y de no juzgar a nadie por su apariencia o por lo que otros puedan decir.

Después de la reunión, muchos de los niños se acercaron a Lucas, Martín y Ana para disculparse por los comentarios malintencionados y para expresar su apoyo. La señora Valentina, orgullosa de sus estudiantes, les felicitó por su valentía y por haber dado un ejemplo tan positivo a toda la escuela.

Con el apoyo renovado de sus compañeros, Lucas, Martín y Ana continuaron trabajando en su obra de teatro. Cada día, su amistad se fortalecía más y más, demostrando que cuando se trabaja juntos y se apoya a los demás, se pueden superar cualquier obstáculo.

Finalmente, llegó el día del concurso de talentos. El auditorio de la escuela estaba lleno de estudiantes, padres y maestros, todos ansiosos por ver las presentaciones. Lucas, Martín y Ana estaban nerviosos, pero también emocionados por mostrar su obra de teatro y compartir su mensaje sobre la amistad.

Cuando llegó su turno, subieron al escenario con confianza. La obra comenzó con una escena en la que tres amigos, interpretados por ellos mismos, enfrentaban desafíos y aprendían sobre la importancia de la amistad y la inclusión. A medida que la obra avanzaba, el público se emocionaba y aplaudía, conmovido por la sinceridad y el mensaje de los niños.

Al final de la presentación, el auditorio estalló en aplausos. Lucas, Martín y Ana se abrazaron, felices de haber compartido su historia y de haber demostrado que la amistad verdadera no tiene barreras. La señora Valentina, con lágrimas de orgullo en sus ojos, subió al escenario para felicitarles y entregarles un premio especial por su valentía y su dedicación.

La noticia del concurso de talentos había generado gran expectación en la escuela. Todos los estudiantes estaban emocionados y nerviosos, incluyendo a Lucas, Martín y Ana. A medida que se acercaba el día de la presentación, los tres amigos pasaban cada vez más tiempo juntos, ensayando y perfeccionando su obra de teatro. Sin embargo, no todo era fácil. Los comentarios malintencionados de algunos compañeros seguían resonando en la mente de Ana, haciéndola sentir insegura.

Una tarde, mientras ensayaban en el patio de la escuela, Ana se detuvo abruptamente. “No puedo hacerlo”, dijo con voz temblorosa. “¿Y si se ríen de mí? ¿Y si no les gusta nuestra obra?”. Lucas y Martín se miraron preocupados. Sabían que Ana tenía talento y que su participación era crucial para el éxito de la obra, pero también entendían sus miedos.

Lucas, siempre optimista, se acercó a Ana y le puso una mano en el hombro. “Ana, eres increíble. Tu creatividad ha hecho que nuestra obra sea especial. No podemos hacerlo sin ti”. Martín, más reservado, pero igualmente decidido, añadió: “La verdadera amistad no tiene barreras. Estamos juntos en esto, pase lo que pase”.

A pesar de las palabras de aliento de sus amigos, Ana seguía dudando. Esa noche, en casa, no podía dejar de pensar en los comentarios hirientes. Decidió hablar con su madre, quien siempre tenía buenos consejos. “Mamá, no sé si puedo hacerlo. Algunos niños dicen cosas feas sobre mí y mis amigos. ¿Y si tienen razón?”.

La madre de Ana la miró con ternura y le dijo: “Ana, la amistad verdadera es un tesoro. No dejes que las palabras de otros te hagan dudar de ti misma. Tus amigos te apoyan y creen en ti. Eso es lo que importa”. Ana sintió un poco de alivio, pero aún tenía miedo.

Al día siguiente, en la escuela, Lucas y Martín notaron que Ana estaba más callada de lo habitual. Decidieron hacer algo especial para levantarle el ánimo. Durante el recreo, organizaron una pequeña reunión con algunos compañeros en el patio. Lucas tomó la palabra: “Queremos hablar sobre algo importante. La amistad no tiene barreras. Todos somos diferentes, pero eso es lo que nos hace especiales. Ana es nuestra amiga y es increíble. Queremos que todos la apoyen”.

Martín añadió: “La inclusión y el respeto son fundamentales. No deberíamos juzgar a nadie por ser diferente. Todos merecemos ser aceptados tal como somos”. Los compañeros, conmovidos por las palabras de Lucas y Martín, comenzaron a aplaudir. Algunos se acercaron a Ana para disculparse por los comentarios malintencionados y para ofrecerle su apoyo.

Ana, sorprendida y emocionada, sintió cómo su confianza comenzaba a regresar. Se dio cuenta de que no estaba sola y que tenía amigos que la apoyaban incondicionalmente. Esa tarde, durante el ensayo, Ana se mostró más segura y decidida que nunca. Lucas y Martín sonrieron, sabiendo que su amiga había encontrado la fuerza para seguir adelante.

Con la confianza de Ana restaurada, los ensayos continuaron con renovado entusiasmo. Lucas, Martín y Ana trabajaban incansablemente, perfeccionando cada detalle de su obra de teatro. Sin embargo, a medida que se acercaba el día del concurso, surgió un nuevo desafío. La directora Valentina anunció que, debido a un problema técnico, el escenario principal no estaría disponible y tendrían que presentar su obra en el patio de la escuela.

Esta noticia preocupó a los tres amigos. El patio era un lugar abierto, sin las comodidades del escenario, y temían que esto afectara su presentación. “¿Cómo vamos a hacer nuestra obra sin el escenario?”, preguntó Martín, visiblemente preocupado. Lucas, siempre optimista, respondió: “Podemos adaptarnos. Lo importante es el mensaje de nuestra obra, no el lugar donde la presentemos”.

Ana, aunque aún un poco nerviosa, asintió. “Lucas tiene razón. Podemos hacerlo. Solo necesitamos ser creativos”. Decidieron reunirse después de clases para planificar cómo adaptar su obra al nuevo espacio. Pasaron horas discutiendo y probando diferentes ideas hasta que finalmente encontraron una solución que les pareció adecuada.

El día del concurso llegó y el patio de la escuela estaba lleno de estudiantes, maestros y padres. Lucas, Martín y Ana se preparaban detrás de una improvisada cortina hecha con sábanas. A pesar de los nervios, se sentían listos para enfrentar el desafío. La directora Valentina les deseó suerte y les recordó que lo más importante era disfrutar y transmitir su mensaje.

Cuando llegó su turno, los tres amigos salieron al patio con determinación. Lucas comenzó la obra con una introducción sobre la importancia de la amistad y la inclusión. Martín y Ana siguieron con sus diálogos, representando diferentes situaciones en las que la amistad superaba las barreras. A medida que avanzaba la obra, el público se mostraba cada vez más interesado y conmovido.

En un momento crucial de la obra, Ana tuvo que interpretar una escena en la que su personaje enfrentaba las dudas y miedos causados por los comentarios malintencionados. Con una voz firme y segura, Ana transmitió sus emociones de manera tan auténtica que muchos en el público se sintieron identificados. Lucas y Martín, a su lado, reforzaron el mensaje de apoyo y amistad incondicional.

Al finalizar la obra, el patio estalló en aplausos. Los tres amigos se abrazaron, emocionados y aliviados. La directora Valentina subió al improvisado escenario y, con una sonrisa orgullosa, les felicitó por su valentía y dedicación. “Habéis demostrado que la verdadera amistad no tiene barreras y que la inclusión es fundamental. Estoy muy orgullosa de vosotros”, dijo.

Los compañeros de clase, que antes habían hecho comentarios malintencionados, se acercaron a Lucas, Martín y Ana para disculparse y felicitarles por su actuación. Ana, con una sonrisa radiante, agradeció el apoyo y sintió que, finalmente, había encontrado su lugar.

Esa noche, mientras regresaban a casa, Lucas, Martín y Ana reflexionaron sobre todo lo que habían aprendido. “La amistad es realmente poderosa”, dijo Martín. “Sí”, añadió Lucas, “y hemos demostrado que juntos podemos superar cualquier obstáculo”. Ana, sintiéndose más segura que nunca, concluyó: “Gracias por ser mis amigos. No podría haberlo hecho sin vosotros”.

Al día siguiente del concurso, Lucas, Martín y Ana llegaron a la escuela con una nueva energía. La noticia de su conmovedora actuación se había esparcido por toda la escuela, y muchos estudiantes se acercaron a felicitarlos. Incluso aquellos que antes habían hecho comentarios malintencionados ahora los miraban con respeto y admiración.

Durante el recreo, la directora Valentina los llamó a su oficina. Los tres amigos se miraron con curiosidad y un poco de nerviosismo. Al entrar, la directora les sonrió y les ofreció un asiento.

“Quiero felicitarlos nuevamente por su increíble actuación de ayer”, dijo Valentina. “Han demostrado que la amistad y la inclusión son valores fundamentales que todos debemos apreciar. Por eso, he decidido que su obra será presentada en la próxima reunión de padres y maestros para que todos puedan disfrutar de su mensaje.”

Lucas, Martín y Ana se miraron con asombro y alegría. No podían creer que su obra tendría una audiencia aún mayor. Agradecieron a la directora y salieron de la oficina con una sensación de logro y orgullo.

Esa tarde, se reunieron en casa de Ana para planificar cómo mejorar aún más su presentación. Decidieron agregar algunos detalles y ensayar nuevas escenas para hacerla aún más impactante. Mientras trabajaban juntos, se dieron cuenta de que su amistad se había fortalecido aún más a través de esta experiencia.

El día de la reunión de padres y maestros llegó rápidamente. El auditorio estaba lleno de familias y profesores, todos ansiosos por ver la obra. Lucas, Martín y Ana se prepararon detrás del escenario, recordándose mutuamente que lo más importante era transmitir el mensaje de amistad y inclusión.

Cuando salieron al escenario, el silencio se apoderó del auditorio. La obra comenzó y, una vez más, la actuación de Ana fue tan auténtica y emotiva que muchos en el público se conmovieron hasta las lágrimas. Lucas y Martín también brillaron en sus papeles, mostrando la fuerza de su amistad y el apoyo incondicional que se daban mutuamente.

Al finalizar la obra, el auditorio estalló en aplausos. Los padres y maestros se pusieron de pie, aplaudiendo con entusiasmo. La directora Valentina subió al escenario y, con una sonrisa, felicitó a los tres amigos por su increíble actuación y por el poderoso mensaje que habían compartido.

Esa noche, mientras regresaban a casa, Lucas, Martín y Ana reflexionaron sobre todo lo que habían vivido. Se dieron cuenta de que la verdadera amistad no tiene barreras y que, juntos, podían superar cualquier desafío. Ana, sintiéndose más segura que nunca, agradeció a Lucas y Martín por su apoyo incondicional y prometió que siempre estarían ahí el uno para el otro.

Después de la exitosa presentación en la reunión de padres y maestros, Lucas, Martín y Ana se convirtieron en un ejemplo a seguir en la escuela. Su mensaje de amistad e inclusión resonó profundamente en todos, y la directora Valentina decidió implementar un programa de actividades que fomentara estos valores.

Unos días después, la directora Valentina llamó a los tres amigos a su oficina nuevamente. Esta vez, les propuso un desafío aún mayor: representar a la escuela en un festival de teatro intercolegial. Lucas, Martín y Ana aceptaron emocionados, aunque sabían que sería un reto aún más grande.

Comenzaron a trabajar en una nueva obra, esta vez con un enfoque más amplio sobre la diversidad y la aceptación. Pasaron tardes enteras ensayando, investigando y creando escenas que reflejaran las diferentes culturas y experiencias de vida. La dedicación y el esfuerzo de los tres amigos eran evidentes, y su amistad se fortalecía cada día más.

El día del festival llegó, y el auditorio del colegio anfitrión estaba lleno de estudiantes, maestros y familias de diferentes escuelas. Lucas, Martín y Ana se prepararon detrás del escenario, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Sabían que esta era una oportunidad única para compartir su mensaje con un público aún más amplio.

La obra comenzó y, una vez más, la actuación de Ana fue impresionante. Interpretó su papel con una autenticidad que conmovió a todos los presentes. Lucas y Martín también brillaron, mostrando la importancia del apoyo mutuo y la inclusión. Cada escena estaba cuidadosamente diseñada para resaltar la belleza de la diversidad y la fuerza de la amistad.

Al finalizar la obra, el auditorio estalló en aplausos. Los tres amigos se abrazaron emocionados, sabiendo que habían logrado algo increíble. La directora Valentina subió al escenario y, con una sonrisa, felicitó a Lucas, Martín y Ana por su dedicación y por el poderoso mensaje que habían compartido.

Después del festival, los tres amigos fueron abordados por estudiantes y maestros de otras escuelas que querían saber más sobre su obra y cómo podían implementar programas similares en sus propios colegios. Lucas, Martín y Ana se sintieron orgullosos de haber inspirado a otros y de haber contribuido a crear un ambiente más inclusivo y amigable.

Esa noche, mientras regresaban a casa, los tres amigos reflexionaron sobre todo lo que habían vivido. Se dieron cuenta de que la verdadera amistad no tiene barreras y que, juntos, podían superar cualquier desafío. Ana, sintiéndose más segura que nunca, agradeció a Lucas y Martín por su apoyo incondicional y prometió que siempre estarían ahí el uno para el otro.

Con el tiempo, la obra de Lucas, Martín y Ana se convirtió en un símbolo de amistad e inclusión en la comunidad. Su historia fue compartida en otros colegios y eventos, inspirando a muchos a valorar la diversidad y a construir relaciones basadas en el respeto y el apoyo mutuo.

Con el paso del tiempo, la historia de Lucas, Martín y Ana se convirtió en una leyenda en su escuela y en la comunidad. Su obra de teatro no solo fue recordada por su mensaje de amistad e inclusión, sino también por la valentía y dedicación de los tres amigos.

La directora Valentina, inspirada por el impacto positivo de la obra, implementó un programa anual de teatro en la escuela, donde los estudiantes podían explorar temas importantes y compartir sus historias. Lucas, Martín y Ana fueron invitados a ser mentores de los nuevos participantes, guiándolos y apoyándolos en sus propias aventuras teatrales.

Ana, que alguna vez había dudado de su talento, descubrió una pasión por la actuación y decidió seguir una carrera en el teatro. Con el apoyo constante de Lucas y Martín, se inscribió en una academia de artes escénicas y comenzó a trabajar en su sueño de convertirse en actriz profesional.

Lucas, siempre creativo y lleno de ideas, encontró su vocación en la dirección teatral. Empezó a escribir y dirigir sus propias obras, muchas de las cuales se centraban en temas de inclusión y diversidad. Su talento y dedicación lo llevaron a ser reconocido en festivales de teatro juvenil.

Martín, con su espíritu solidario y su habilidad para conectar con las personas, decidió estudiar psicología. Quería ayudar a otros a superar sus miedos y a encontrar su voz, tal como él y sus amigos lo habían hecho. Su experiencia en el teatro le enseñó la importancia de la empatía y el apoyo mutuo.

Años después, los tres amigos se reunieron en su antigua escuela para una función especial. La directora Valentina, ahora jubilada, los recibió con una sonrisa y un abrazo. El auditorio estaba lleno de estudiantes, maestros y familias, todos ansiosos por ver la obra que había iniciado todo.

Lucas, Martín y Ana subieron al escenario una vez más, recordando con cariño los momentos que habían compartido. La obra comenzó y, como siempre, su actuación fue auténtica y conmovedora. Al finalizar, el auditorio estalló en aplausos, y los tres amigos se abrazaron, sabiendo que su amistad había trascendido el tiempo y las barreras.

Esa noche, mientras caminaban juntos bajo las estrellas, Lucas, Martín y Ana reflexionaron sobre todo lo que habían vivido y aprendido. Se dieron cuenta de que la verdadera amistad no tiene barreras y que, juntos, podían superar cualquier desafío. Prometieron seguir apoyándose mutuamente y mantener viva la llama de la amistad y la inclusión en todo lo que hicieran.

Y así, la historia de Lucas, Martín y Ana continuó, inspirando a nuevas generaciones a valorar la amistad, la diversidad y el poder de trabajar juntos para un mundo mejor.

La moraleja de esta historia es que la amistad no tiene barreras.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡hasta muy pronto! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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