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El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 70.

La Purga sin Fin.

Drex miraba por la ventana del coche, contemplando las montañas de Bariloche recortadas contra el cielo mientras se dirigían al barrio El Cóndor. Las cumbres nevadas, que parecían tan serenas desde la distancia, contrastaban brutalmente con el caos y la violencia que estaba a punto de desencadenarse en la operación.

Vambertoken había estado esperándolos en la nueva sede de Purga. Desde el primer momento, había dejado claro que no toleraría más traiciones ni errores. La imagen de los cuerpos de los traidores, colgados en cruces invertidas hasta ser devorados por el sol, aún estaba fresca en la mente de todos.

La calma gélida en el discurso de Vambertoken aquella mañana había puesto a todos en guardia. Las amenazas no eran simples advertencias; eran promesas.

—Cada traidor que atrapemos sufrirá —había dicho Vambertoken, con esa serenidad perturbadora—. Nadie debe dudar de mi capacidad de castigo. La crucifixión fue solo un ejemplo. Si alguien más intenta traicionarnos, prometo que encontraré formas mucho más creativas de hacerlo pagar.

Drex había sentido un nudo formarse en su estómago mientras escuchaba. Sabía que Vambertoken era implacable, pero había algo en su tono que lo hacía más inquietante de lo habitual.

Ahora, junto a Tatiana, Fabián, Julián, y Óscar, Drex se dirigía hacia la oficina separatista en El Cóndor. Vambertoken les había dado instrucciones claras: destruir la oficina sin dejar rastro, asegurarse de que ningún separatista escapara con vida.

Óscar había sido quien había proporcionado la información. Sabía dónde estaba la oficina y cómo operaba, pero su posición en el equipo seguía siendo tensa. Aunque había sido útil en la última operación, todos sabían que estaba en constante riesgo de ser eliminado. Vambertoken no perdonaba errores, y el vampiro había sido culpable de varios.

Tatiana, sentada al volante, mantenía el rostro serio y concentrado, pero Drex podía sentir la tensión en ella. La última misión, el ataque en Ecuador, había sido un golpe para todos, especialmente para ella. Había visto a Drex casi morir, y eso había afectado profundamente su relación con la misión… y con él.

Fabián y Julián iban en silencio en el asiento trasero, sus expresiones imperturbables pero cargadas de preocupación. Ambos sabían que lo que estaban haciendo, aunque necesario, no era del todo correcto. No obstante, el mandato de Vambertoken era claro: limpiar cada rastro de Muerte Plata y sus aliados separatistas de Sudamérica.

—Estamos cerca —dijo Óscar, rompiendo el silencio en el vehículo. Su voz era apenas un susurro, como si temiera llamar demasiado la atención sobre sí mismo.

Tatiana apretó el volante y asintió, sin decir nada. Sabía lo que estaba en juego. No solo para ellos, sino para la Purga en su conjunto.

El plan era sencillo: entrar, destruir todo, y salir sin dejar rastros. Pero Drex sabía que, en este mundo, nada era tan sencillo como parecía.

Mientras el coche doblaba una curva y la oficina separatista finalmente aparecía en la distancia, Drex se preparó mentalmente para lo que venía. Bariloche podía parecer tranquila desde la superficie, pero lo que estaban a punto de enfrentar era todo menos pacífico.

Drex observó la oficina desde el interior del coche mientras Tatiana apagaba el motor. El edificio no era particularmente grande ni imponente. Desde fuera, parecía un negocio cualquiera, como una pequeña agencia de viajes o una oficina administrativa. Pero las apariencias eran engañosas. Sabían que dentro había algo más oscuro.

—Cuatro vampiros sanguijuela, dos humanos y una aprendiz de Wicca —repitió Óscar, bajando la voz como si temiera ser escuchado. Tatiana asintió. El plan había sido trazado, y aunque el número de enemigos era pequeño, sabían que debían proceder con cautela.

—Esto no debería ser difícil —murmuró Julián, mientras ajustaba su estola bendecida. Llevaba consigo una serie de frascos de agua bendita y crucifijos, listo para enfrentarse a los vampiros y la bruja.

Fabián asintió en silencio. Ambos sabían que su papel sería contener cualquier fuerza sobrenatural que intentara intervenir, mientras Drex, Tatiana, y Óscar se encargaban de los enemigos más mundanos.

—Deberíamos entrar en silencio —dijo Drex, su voz grave y autoritaria. Su cuerpo entero ya estaba tenso, listo para la acción. Sabía que transformarse en ese momento atraería demasiada atención. Todavía no.

Tatiana echó una mirada rápida a Óscar, asegurándose de que estaba listo. Aunque confiaba en él por su utilidad, no podía olvidar su traición anterior. Pero si alguien debía caer en una trampa o morir en esta operación, prefería que fuera Óscar antes que Drex o cualquier otro miembro del equipo.

—Vamos —ordenó Tatiana, y todos salieron del coche en completo silencio.

El equipo se movió rápido y eficientemente, rodeando la pequeña oficina. Fabián y Julián se posicionaron cerca de la entrada, mientras Drex y Tatiana se acercaron por el flanco izquierdo, buscando una manera de entrar sin alertar a todos de su presencia. Óscar se quedó atrás, esperando órdenes de Tatiana.

—Recuerda, si algo sale mal, quiero que seas el primero en entrar —le murmuró Tatiana a Óscar, con un tono frío y sin emociones.

El vampiro asintió. Sabía que esa no era una sugerencia; era una orden directa.

Drex miró a Tatiana por un breve momento. Podía ver la frialdad en sus ojos, algo que no había visto antes, o al menos no de esta manera. La influencia de Vambertoken se hacía cada vez más evidente en ella, y aunque eso lo inquietaba, sabía que no era el momento de abordar ese tema.

Tatiana forzó una puerta lateral, y el equipo entró al edificio. El interior estaba iluminado de manera tenue, con papeles y cajas desordenadas por todas partes. Claramente, esta era una operación improvisada, no una base bien organizada. Pero eso no significaba que no fuera peligrosa.

Se movieron con sigilo, avanzando por los pasillos estrechos de la oficina. El primer vampiro sanguijuela que encontraron estaba distraído, sentado en un escritorio pequeño, revisando documentos sin prestarle mucha atención a su entorno. Drex se acercó por detrás y, con una rapidez abrumadora, lo inmovilizó con una mano, mientras que con la otra apuñalaba su cuello con una estaca de plata.

El vampiro apenas tuvo tiempo de emitir un gruñido antes de caer al suelo, disolviéndose en polvo.

—Uno menos —susurró Drex, mientras miraba a Tatiana, quien asintió en silencio.

Continuaron moviéndose por el edificio. El segundo vampiro los descubrió, pero no tuvo tiempo de reaccionar antes de que Julián y Fabián lo enfrentaran. Julián lanzó una botella de agua bendita directamente sobre el vampiro, mientras Fabián recitaba oraciones en voz baja. El cuerpo del vampiro se contorsionó y retorció, emitiendo gritos de agonía mientras la carne se quemaba bajo el poder sagrado.

El siguiente objetivo era uno de los humanos. Tatiana se movió rápidamente, usando sus dos pistolas modificadas para disparar una ráfaga letal. Las balas de plata no fueron necesarias en este caso, ya que el humano cayó inmediatamente tras el primer disparo.

El último humano intentó correr, pero Óscar lo alcanzó antes de que pudiera huir. Su velocidad vampírica le permitió interceptarlo rápidamente, rompiéndole el cuello con un movimiento preciso y brutal.

Todo parecía ir según el plan, hasta que llegaron a la parte trasera de la oficina. La aprendiz de Wicca estaba esperando. Tatiana se detuvo, reconociendo el peligro.

—Ten cuidado —advirtió Tatiana, mientras alzaba una mano para detener a Drex.

La joven bruja comenzó a murmurar palabras en un idioma antiguo, y Drex sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. La temperatura en la habitación bajó de golpe, y las sombras comenzaron a moverse de manera extraña.

—Nigromancia —susurró Fabián, mientras sacaba un crucifijo. Pero antes de que pudiera avanzar, la bruja lanzó un grito y las sombras cobraron vida.

Tatiana fue la primera en reaccionar, disparando sus pistolas hacia la bruja. Las balas de mercurio y plata cruzaron el aire, pero las sombras se interpusieron, deteniéndolas en seco.

—¡Drex! —gritó Tatiana, mientras retrocedía ante el poder oscuro que emanaba de la Wicca.

Drex sabía que no había tiempo que perder. Se lanzó hacia adelante, transformándose en licántropo en pleno movimiento. Su fuerza y velocidad aumentaron exponencialmente. Saltó sobre las sombras que protegían a la bruja y con un rugido desgarrador, rompió su barrera mágica.

La bruja, sorprendida por la velocidad y brutalidad del ataque, apenas pudo murmurar un último conjuro antes de que Drex la alcanzara. Con un golpe de sus garras, la arrojó contra la pared, haciendo que su cuerpo se desplomara al suelo, inerte.

El resto de las sombras se desvaneció inmediatamente, y el silencio llenó la habitación.

Tatiana se acercó a Drex, respirando con dificultad.

—¿Está… muerta? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

Drex, aún en su forma de licántropo, asintió lentamente antes de volver a su forma humana.

—Sí —respondió Julián, mientras se acercaba para examinar el cuerpo—. Está muerta. Esto fue más fácil de lo que pensaba, pero… —Se interrumpió, mirando los restos de la Wicca—. ¿Qué hacía aquí una aprendiz tan poderosa?

Tatiana miró a Óscar, que observaba en silencio. Aún había muchas preguntas sin respuesta.

—Regresemos —ordenó Tatiana—. Tenemos lo que necesitamos.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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