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El Cazador de Almas Perdidas – Creepypasta 5

El Ritual de Nazca

Noticias en la Frontera

Drex Holcux se encontraba en la frontera de Perú, en un pequeño pueblo cuyo nombre apenas recordaba, aunque no importaba mucho. Estaba en uno de esos cafés de carretera, modestos y polvorientos, donde los camioneros y viajeros solitarios se detenían a descansar antes de continuar sus trayectos. El lugar estaba iluminado por la tenue luz de unas lámparas antiguas, y el sonido de un televisor barato resonaba en el fondo, transmitiendo noticias locales.

Drex sorbía su café, su atención dividida entre el murmullo de los comensales y las imágenes que aparecían en la pantalla. Fue entonces cuando algo captó su atención: un informe sobre un ataque salvaje en Caacupé, donde una banda de ladrones había sido brutalmente eliminada. Los detalles eran escasos, pero las autoridades especulaban que se trataba de un ajuste de cuentas entre criminales.

Las imágenes mostraban el almacén abandonado que había servido como refugio de los ladrones, ahora un lugar de muerte y desolación. Las palabras de los reporteros hablaban de una carnicería, de cuerpos destrozados y corazones arrancados, aunque se evitaban los detalles más gráficos. Para Drex, sin embargo, no había necesidad de más explicaciones. Conocía muy bien la escena; era su obra, el rastro que había dejado atrás después de alimentarse.

Mientras observaba las imágenes, Drex no pudo evitar una leve sonrisa. Había sido un trabajo limpio, y los medios de comunicación lo atribuían a la violencia entre criminales, lo cual era perfecto para mantener su rastro oculto.

Pagó su café y se levantó, listo para continuar su camino. Sabía que no podía quedarse mucho tiempo en un solo lugar, especialmente después de un trabajo tan reciente. Sin embargo, justo cuando estaba saliendo del café, su teléfono vibró en el bolsillo. Al sacar el dispositivo y ver el nombre en la pantalla, sus cejas se alzaron ligeramente en sorpresa.

Era Auxplex, su viejo amigo chamán de Perú. Hacía mucho tiempo que no hablaban, pero la llamada no lo tomó completamente desprevenido. Sabía que Auxplex siempre tenía un motivo cuando lo contactaba.

Drex salió al exterior, donde la brisa fría de la noche lo recibió, y contestó la llamada.

—¿Qué has hecho ahora, Holcux? —fue lo primero que escuchó al otro lado de la línea, la voz profunda y un tanto burlona de Auxplex.

Drex sonrió para sí mismo.

—Nada fuera de lo normal, viejo amigo —respondió Drex con un tono tranquilo—. Solo resolviendo algunos problemas en la carretera.

—Vi las noticias —replicó Auxplex—. No hay muchas criaturas en este continente que dejen una firma como esa. Sabía que eras tú.

Drex no se molestó en negar la acusación. Sabía que Auxplex lo conocía demasiado bien.

—¿Qué necesitas, Auxplex? —preguntó Drex, yendo al grano. Aunque eran amigos, Drex sabía que el chamán no lo contactaría sin una buena razón.

—Tenemos que vernos —dijo Auxplex—. Estoy en Perú, cerca de Nazca. Hay algo grande en marcha, y necesito a alguien con tus habilidades. Además, hace demasiado tiempo que no nos vemos.

Drex sintió una mezcla de curiosidad y nostalgia. Auxplex había sido uno de sus pocos amigos verdaderos, alguien en quien podía confiar. Y si el chamán lo necesitaba, debía ser algo serio.

—¿De qué se trata? —preguntó Drex, aunque ya sabía que no obtendría todos los detalles por teléfono.

—Es un asunto delicado —dijo Auxplex—. Unos europeos han convencido al líder de los chamanes de Nazca para que realice un ritual especial, algo que les permitirá respirar bajo el agua. Necesitamos alguien con tu experiencia para conseguir ciertos materiales y, lo más importante, para asegurarnos de que esos extranjeros no intenten nada estúpido. Ya sabes cómo son. Y sí, sé que no lo haces por dinero, pero te pagarán bien. Los indígenas aquí tienden a ser más generosos que los vampiros.

Drex asintió, aunque sabía que Auxplex no podía verlo.

—Dime dónde y cuándo —dijo simplemente.

—Nos vemos en Nazca, en el mirador de las Líneas —respondió Auxplex—. Será un buen lugar para ponernos al día y discutir los detalles. Te estaré esperando.

Drex colgó el teléfono y guardó el dispositivo en su bolsillo. La brisa nocturna lo envolvió mientras contemplaba las sombras que se alargaban sobre la carretera. Sabía que este encuentro con Auxplex no sería solo una reunión de viejos amigos. Había algo más en juego, algo que podría tener consecuencias más grandes de lo que podía prever.

Encendió el motor de su camioneta y se dirigió hacia el sur, hacia Nazca, con la luna llena iluminando su camino. Sabía que, en el mundo que habitaba, las reuniones nunca eran casuales, y siempre había un precio por la ayuda que ofrecía.

Encuentro en Nazca: El Mirador de las Líneas

El viaje hasta Nazca fue tranquilo, aunque Drex no dejó de estar alerta en todo momento. Sabía que en este mundo, la tranquilidad podía ser una trampa. Sin embargo, su llegada a Nazca fue sin incidentes, y pronto se encontró conduciendo por el desierto, acercándose al famoso mirador de las Líneas de Nazca.

El lugar estaba casi desierto a esa hora, con solo unos pocos turistas que se habían aventurado a ver las enigmáticas figuras desde el alto mirador. Drex estacionó su camioneta y bajó, permitiendo que el viento del desierto lo envolviera. Había algo místico en ese lugar, una energía antigua que parecía vibrar en el aire, y Drex no pudo evitar sentir una conexión con lo que lo rodeaba.

Fue entonces cuando vio a Auxplex, esperando en la base del mirador. El chamán no había cambiado mucho desde la última vez que lo vio; seguía siendo un hombre de estatura media, con una barba gris bien cuidada y ojos oscuros que parecían ver más allá del mundo físico. Llevaba una túnica ligera y un sombrero de ala ancha, lo que le daba un aire de sabiduría ancestral.

—Holcux —dijo Auxplex, extendiendo la mano con una sonrisa—. Siempre es un placer verte.

Drex estrechó la mano de su amigo, notando la calidez en su gesto.

—Igualmente, Auxplex. Aunque me imagino que no me llamaste solo para una reunión amistosa.

Auxplex rió, un sonido bajo y reconfortante.

—Sabes cómo es en nuestro mundo, amigo. Siempre hay algo más. Pero ven, subamos al mirador. La vista es mejor desde arriba, y será un buen lugar para hablar.

Los dos hombres subieron las escaleras del mirador, y cuando llegaron a la cima, la vista que se extendía ante ellos era impresionante. Las líneas de Nazca, esas antiguas figuras geométricas y representaciones de animales, se extendían en el desierto, dibujando patrones que desafiaban el tiempo.

Auxplex se apoyó en la barandilla, mirando hacia el horizonte.

—Este lugar siempre me ha fascinado —dijo en voz baja—. Hay algo en estas líneas, algo que va más allá de lo que podemos comprender. Pero hoy no estamos aquí para discutir sobre arqueología.

Drex asintió, esperando a que Auxplex continuara.

—Los europeos —comenzó Auxplex—. Son un grupo peculiar. Han venido aquí buscando algo más que las líneas. Han logrado convencer al líder de los chamanes de Nazca para que realice un ritual antiguo, uno que les permitirá respirar bajo el agua. No estoy seguro de sus intenciones, pero no me gusta la idea de que forasteros tengan acceso a ese tipo de poder.

—¿Qué necesitas de mí? —preguntó Drex, yendo al grano.

—Necesitamos ciertos materiales para realizar el ritual —explicó Auxplex—. Algunos de ellos no son fáciles de conseguir, y otros están protegidos por fuerzas que prefiero no enfrentar sin ayuda. Y luego está la cuestión de los europeos. Necesitamos asegurarnos de que no intenten nada que ponga en peligro a los chamanes o a los rituales. Ya sabes cómo son estos tipos cuando sienten que tienen algo de poder.

Drex asintió, comprendiendo la situación.

—¿Dónde consigo esos materiales? —preguntó.

Auxplex sonrió.

—Ya te dije que no sería fácil, Holcux. Algunos de los materiales están en las profundidades del desierto, otros en lugares protegidos por viejas maldiciones. Pero tengo confianza en ti. No sería la primera vez que enfrentamos algo así juntos.

Drex observó las líneas de Nazca, sintiendo la conexión entre el lugar y la tarea que tenía por delante. Sabía que no podía dejar a Auxplex solo en esto. Habían pasado por demasiadas cosas juntos como para rechazarlo ahora.

—Estoy dentro —dijo Drex finalmente—. Dime qué necesitas, y lo conseguiremos.

Auxplex asintió, satisfecho.

—Sabía que podía contar contigo. Mañana comenzaremos. Prepárate, porque este viaje no será—…fácil —continuó Auxplex, su mirada fija en las líneas de Nazca—. Pero estoy seguro de que lo lograremos juntos.

Drex se recostó contra la barandilla, dejando que la brisa del desierto acariciara su rostro mientras contemplaba la tarea que tenía por delante. Sabía que, aunque Auxplex lo había llamado porque confiaba en él, lo que estaban a punto de enfrentar no sería un simple paseo.

—Entonces, ¿por dónde empezamos? —preguntó Drex, su tono serio.

Auxplex sacó un pequeño mapa de su bolsa, desplegándolo sobre la barandilla. Era un mapa antiguo, con marcas y anotaciones que solo alguien con un conocimiento profundo de la región podría comprender. Auxplex señaló tres puntos específicos en el mapa.

—Estos son los lugares donde encontraremos lo que necesitamos —explicó, su voz grave—. El primero está al norte, en un cañón olvidado por el tiempo. Allí crece una planta conocida como Flor de la Sombra. Necesitamos sus pétalos para estabilizar el ritual. El segundo lugar es una cueva en las montañas, donde se encuentran cristales que absorben la luz de la luna llena. Y el tercero es el más peligroso; en las profundidades del desierto, donde duerme un antiguo espíritu guardián. Allí se encuentra una fuente de agua sagrada, pero no será fácil obtenerla.

Drex observó los puntos en el mapa, comprendiendo la dificultad de cada tarea. Pero también sabía que no había lugar para la duda. Si Auxplex confiaba en él para esto, él no iba a fallar.

—Primero vamos por la Flor de la Sombra —dijo Drex, señalando el punto al norte—. Es mejor comenzar con lo más sencillo y asegurarnos de que tenemos todo lo que necesitamos antes de enfrentarnos al espíritu guardián.

Auxplex asintió, satisfecho con la decisión.

—De acuerdo. Nos dirigimos al cañón al amanecer. Descansa mientras puedas, Drex. Vas a necesitar todas tus fuerzas.

Drex sabía que Auxplex tenía razón. Bajaron del mirador y se dirigieron a un pequeño refugio en las afueras de Nazca, donde pasaron la noche en un silencio cargado de expectativas.

El Cañón de las Sombras

El amanecer los encontró en camino hacia el cañón. La camioneta de Drex avanzaba por un camino polvoriento, con el sol naciente proyectando largas sombras sobre el paisaje árido. Auxplex, sentado a su lado, mantenía un silencio concentrado, su mente ya enfocada en la tarea que tenían por delante.

Después de varias horas de viaje, llegaron a la entrada del cañón. Era un lugar inhóspito, con paredes de roca que se elevaban hacia el cielo y una sensación de opresión que parecía emanar del propio suelo. Drex apagó el motor y ambos descendieron del vehículo, observando el cañón que se extendía ante ellos.

—La Flor de la Sombra crece en las grietas de estas rocas —explicó Auxplex, señalando las paredes del cañón—. Solo florece en la oscuridad total, por eso tendremos que adentrarnos hasta las profundidades para encontrarla.

Drex asintió, ajustando su equipo antes de comenzar a caminar. Sabía que, aunque la tarea parecía sencilla, el cañón podía ocultar peligros que no se veían a simple vista.

El avance por el cañón fue lento, con Drex y Auxplex moviéndose con cautela por el terreno irregular. La luz del sol apenas penetraba en las profundidades, y pronto se encontraron en una penumbra casi total, con solo el eco de sus pasos y el susurro del viento como compañía.

Finalmente, Auxplex se detuvo junto a una grieta en la roca, donde una tenue luz azulada brillaba en la oscuridad.

—Aquí está —dijo en voz baja, señalando la pequeña planta que crecía entre las rocas. La Flor de la Sombra era hermosa y frágil, con pétalos que parecían hechos de pura sombra, reflejando la luz de manera extraña.

Drex se inclinó, sacando una pequeña navaja para cortar los pétalos con cuidado, asegurándose de no dañar la planta.

—Esto debería ser suficiente —dijo Drex mientras guardaba los pétalos en un recipiente seguro.

Auxplex asintió, complacido.

—Buen trabajo, Holcux. Ahora, volvamos a la camioneta. Tenemos un largo camino por delante, y el próximo destino no será tan indulgente.

La Cueva de los Cristales de Luna

Después de asegurar los pétalos de la Flor de la Sombra, Drex y Auxplex continuaron su viaje hacia las montañas. El segundo destino era una cueva oculta en lo alto, un lugar conocido por sus cristales que absorbían la luz de la luna llena, un ingrediente esencial para el ritual que planeaban realizar.

El ascenso a la montaña fue arduo, con caminos estrechos y rocosos que parecían desafiar cada paso. Drex, con su fuerza sobrehumana, lideraba el camino, mientras Auxplex, aunque más frágil en comparación, se movía con la determinación de alguien que había recorrido esos senderos antes.

Cuando finalmente llegaron a la entrada de la cueva, el sol ya comenzaba a ponerse, y la luna llena se alzaba lentamente en el horizonte. La cueva estaba oculta detrás de una cascada, cuyo flujo de agua creaba un velo natural que apenas dejaba ver el interior.

—La entrada está protegida por un antiguo encantamiento —dijo Auxplex mientras se acercaba a la cascada—. Solo aquellos con la intención pura pueden atravesarla. Pero no debería ser un problema para nosotros.

Drex asintió y avanzó, atravesando el velo de agua sin resistencia. El interior de la cueva estaba iluminado por la luz de la luna que se filtraba a través de una grieta en el techo, reflejándose en los cristales que adornaban las paredes y el suelo.

—Son más de lo que esperaba —dijo Drex, admirando los cristales que emitían un suave resplandor.

—Pero necesitamos los más grandes y puros —respondió Auxplex, señalando el centro de la cueva—. Están allí, justo donde la luz de la luna es más fuerte.

Drex caminó hacia el centro, donde un grupo de cristales más grandes sobresalía del suelo. Utilizando una herramienta especial que Auxplex le había proporcionado, comenzó a extraer los cristales con cuidado, asegurándose de no dañarlos.

El proceso tomó tiempo, pero finalmente, Drex logró extraer varios cristales grandes, todos ellos brillando con la luz de la luna. Los guardó en un saco de cuero que Auxplex había preparado, protegiéndolos del daño.

—Eso es todo —dijo Drex, sintiendo una ligera satisfacción—. Dos de tres.

Auxplex sonrió, aunque había una sombra de preocupación en su mirada.

—Sí, pero lo más difícil aún está por venir —dijo, su tono serio—. El espíritu guardián no permitirá que tomemos el agua sagrada sin una pelea.

El Desierto y el Espíritu Guardián

El último destino los llevó al corazón del desierto, donde la tierra parecía arder bajo el sol abrasador. A medida que se acercaban al lugar donde se encontraba la fuente de agua sagrada, Drex y Auxplex podían sentir la creciente presencia de una fuerza antigua, algo que había estado esperando durante siglos.

—Aquí es donde las cosas se ponen realmente peligrosas —dijo Auxplex mientras la camioneta se detenía en medio del desierto—. El espíritu guardián es antiguo, mucho más que las leyendas de Nazca. Fue puesto aquí para proteger la fuente de agua sagrada, y no nos dejará llevarnos lo que buscamos sin enfrentarnos.

Drex salió del vehículo, sintiendo el calor del sol en su piel y la energía latente en el aire.

—¿Qué tipo de enfrentamiento estamos esperando? —preguntó, su tono neutral pero preparado para lo que fuera.

—El espíritu guardián es una entidad de pura energía —explicó Auxplex—. Su forma cambia según la amenaza que perciba. Tendremos que estar listos para cualquier cosa. Pero no te preocupes, Holcux, no estarás solo en esto.

Auxplex sacó un pequeño saco de su túnica y comenzó a trazar un círculo en la arena con una sustancia blanca que Drex no reconoció de inmediato. Luego, se sentó en el centro del círculo y comenzó a murmurar en un idioma antiguo, sus palabras cargadas de poder.

El suelo comenzó a vibrar bajo los pies de Drex, y la temperatura en el aire pareció bajar drásticamente. Del centro de la tierra, una figura comenzó a emerger, una forma hecha de sombras y viento, con ojos que brillaban con una luz azulada. El espíritu guardián se alzó frente a ellos, su presencia imponente y aterradora.

Drex no esperó a que la criatura atacara primero. Sacó su chokuto y se lanzó hacia adelante, sus movimientos rápidos y precisos mientras intentaba cortar la figura. Pero el espíritu guardián no era una criatura de carne y hueso; cada corte parecía pasar a través de su cuerpo como si fuera aire.

La entidad lanzó un rugido ensordecedor y golpeó a Drex con una fuerza invisible, lanzándolo varios metros hacia atrás. Auxplex, aún sentado en el círculo, continuó su cántico, canalizando energía hacia Drex, dándole la fuerza que necesitaba para continuar la lucha.

Drex se levantó, sabiendo que la fuerza bruta no sería suficiente para derrotar al guardián. Necesitaba una estrategia diferente, algo que pudiera neutralizar al espíritu. Mientras pensaba en su siguiente movimiento, recordó las enseñanzas de Auxplex sobre las antiguas defensas espirituales.

—¡El agua sagrada! —gritó Auxplex, su voz cortando a través del ruido del combate—. Es la única manera de debilitarlo.

Drex comprendió de inmediato. Necesitaba llegar a la fuente de agua sagrada y usarla contra el espíritu. Pero el guardián no lo dejaría pasar tan fácilmente.

Con un esfuerzo sobrehumano, Drex se lanzó de nuevo hacia el espíritu, esquivando sus ataques con agilidad. Esta vez no intentó herirlo, sino que buscó una apertura, un camino hacia la fuente que sabía estaba cerca.

Finalmente, vio una pequeña cueva en la base de una duna, de donde emanaba un débil resplandor. Sabía que la fuente estaba allí. Con un último empujón, se lanzó hacia la cueva, sintiendo el aire cortante del desierto rasgar su piel mientras corría.

El espíritu guardián lo persiguió, pero Drex fue más rápido. Entró en la cueva y encontró la fuente: un pequeño manantial de agua cristalina que brillaba con una luz propia. Sin pensarlo dos veces, sumergió su mano en el agua y la sintió arder con energía pura.

Drex se giró justo a tiempo para ver al espíritu guardián entrar en la cueva, su figura ocupando todo el espacio. Sin dudarlo, lanzó un chorro de agua sagrada directamente a la criatura. El efecto fue inmediato; el espíritu rugió en agonía mientras su forma comenzaba a desvanecerse, disolviéndose en el aire hasta desaparecer por completo.

El silencio que siguió fue abrumador, pero Drex sabía que había ganado.

La Última Tarea

Con el espíritu guardián neutralizado, Drex llenó un contenedor con el agua sagrada, asegurándose de que estaba bien sellado antes de salir de la cueva. Afuera, Auxplex lo esperaba, su rostro cansado pero lleno de alivio.

—Lo lograste —dijo Auxplex, con una sonrisa cansada.

Drex asintió, entregando el contenedor a su amigo.

—Aquí tienes. Ahora tenemos todo lo que necesitamos.

Auxplex tomó el contenedor con cuidado, sabiendo lo que significaba.

—El ritual está casi listo —dijo, mirando a Drex con gratitud—. No podría haber hecho esto sin ti, Holcux.

Drex se encogió de hombros, siempre modesto en sus logros.

—Sabes que siempre puedes contar conmigo, Auxplex.

Los dos hombres intercambiaron una mirada de comprensión antes de regresar a la camioneta. Habían enfrentado desafíos formidables y habían salido victoriosos, pero Drex sabía que lo más difícil aún estaba por venir. La verdadera prueba sería en el ritual, cuando los europeos llegarán y las tensiones se dispararán.

Pero por ahora, Drex estaba satisfecho con lo que habían logrado. Se recostó en el asiento mientras Auxplex conducía de regreso a la civilización, dejando atrás el desierto y todo lo que representaba. Sabía que el próximo capítulo de su aventura lo pondría a prueba de nuevas maneras, pero estaba listo.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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