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‘El cazador de almas perdidas’. Creepy pasta 45.

 

Bajo las Sombras del Tráfico, La Infiltración.

Drex y Fabián llegaron a Puerto Obaldía con un aire de tensión palpable. El pequeño pueblo fronterizo, a menudo olvidado en los mapas, se encontraba en una encrucijada entre el caos y la calma. Los traficantes de seres sobrenaturales y artefactos sagrados que operaban en la región habían convertido la zona en un punto clave para sus operaciones clandestinas, y Drex y Fabián sabían que no podían permitirse ningún error.

Encuentro con el Cura.

El primer paso en su misión era reunir información sobre el terreno. Aunque ambos estaban acostumbrados a trabajar en entornos hostiles, sabían que la clave del éxito radicaba en conocer a sus enemigos antes de enfrentarlos. Así que, tras dejar su equipaje en un discreto alojamiento, se dirigieron a la iglesia del pueblo, un edificio antiguo que se alzaba en medio de la pequeña comunidad como un recordatorio de tiempos más sencillos.

Al llegar, fueron recibidos por un sacerdote anciano, cuya apariencia reflejaba años de servicio en un lugar olvidado por muchos.

—Buenos días—, saludó el cura, su voz suave pero firme—. Me llamo Padre Hernando. ¿Qué los trae por aquí?

Drex, consciente de que la discreción era vital, decidió tomar la iniciativa.

—Padre Hernando—, comenzó Drex, utilizando un tono respetuoso—, estamos aquí para investigar algunos rumores sobre actividades clandestinas en la zona. Hemos escuchado que usted podría tener información sobre lo que está sucediendo.

El cura frunció el ceño, claramente inquieto por la pregunta.

—He oído rumores—, admitió finalmente—. Se dice que hay gente entrando y saliendo del pueblo en horas extrañas. Nadie sabe con certeza qué están haciendo, pero hay un miedo palpable en el aire. Algunos creen que están involucrados en algo oscuro, algo que va más allá de lo que cualquier hombre común puede comprender.

Fabián intervino, notando la vacilación en las palabras del cura.

—¿Ha visto algo usted mismo, Padre?—, preguntó, su tono gentil pero inquisitivo.

El cura suspiró, su mirada se perdió en el altar durante unos segundos antes de responder.

—No he visto nada con mis propios ojos—, dijo—. Pero he escuchado historias. Historias sobre criaturas que no son de este mundo, sobre objetos que deberían estar escondidos para siempre. Hay algo en este lugar que no está bien. Lo siento cada noche, cuando las sombras parecen volverse más largas y el silencio se vuelve opresivo.

Drex y Fabián intercambiaron miradas, sabiendo que el sacerdote probablemente tenía razón. Había algo en Puerto Obaldía que estaba fuera de lugar, algo que necesitaban desentrañar.

—Gracias, Padre—, dijo Drex finalmente—. Su ayuda es invaluable. Si recuerda algo más, por favor, háganoslo saber.

El cura asintió, aunque la preocupación en su rostro no desapareció.

—Tengan cuidado—, advirtió—. No son solo hombres los que están involucrados en esto. Hay fuerzas oscuras en juego. Fuerzas que no siempre obedecen las reglas del mundo que conocemos.

La Llamada al Regente.

Tras despedirse del sacerdote, Drex y Fabián se dirigieron a un lugar más seguro donde pudieran discutir lo que habían aprendido. Una vez seguros de que estaban fuera de peligro inmediato, Drex decidió que era hora de llamar al Regente de los Licántropos en Bogotá para solicitar su ayuda.

—Necesitamos más información sobre lo que está sucediendo aquí—, dijo Drex, mientras marcaba el número en su teléfono—. No podemos arriesgarnos a entrar a ciegas.

El Regente respondió tras el primer timbrazo, su voz firme y directa como siempre.

—Drex—, saludó—. ¿Qué necesitas?

—Estamos en Puerto Obaldía—, comenzó Drex—. Tenemos información de que hay un grupo traficando seres sobrenaturales y artefactos sagrados por esta frontera. Necesitamos saber quiénes son y qué están planeando. Cualquier información que puedas proporcionarnos sería de gran ayuda.

El Regente permaneció en silencio durante unos momentos, sopesando la situación.

—Tengo algunos contactos en la zona—, dijo finalmente—. Les pediré que te proporcionen la información que necesites. Son licántropos que conocen bien el terreno y que han estado vigilando la región desde hace tiempo. Pueden ayudarte a identificar a los responsables de este tráfico y, si es necesario, a enfrentarlos.

Drex asintió, agradecido por la ayuda.

—Gracias, Regente—, dijo—. Estaremos en contacto.

Reunión con los Licántropos Locales.

Un par de horas después, Drex y Fabián se encontraron en una taberna local con dos licántropos de la zona, enviados por el Regente para asistirlos. Los dos hombres, robustos y con miradas agudas, parecían estar siempre alerta, como si estuvieran listos para transformarse en cualquier momento si la situación lo requería.

—Somos enviados del Regente—, dijo uno de ellos, su voz baja pero firme—. Hemos estado vigilando las actividades en esta área desde hace meses. Sabemos que algo grande está ocurriendo, pero hasta ahora no hemos podido identificar a los cabecillas.

—¿Qué saben exactamente?—, preguntó Drex, interesado en obtener la mayor cantidad de detalles posible.

—Hemos visto cómo llegan camiones cargados en medio de la noche—, respondió el segundo licántropo—. No siempre sabemos qué están transportando, pero hay una clara conexión con fuerzas sobrenaturales. Además, hemos interceptado conversaciones que sugieren que están trabajando para alguien o algo más grande. Quizás Ragnarok o el Consejo Vampírico Colombiano, aunque no hemos podido confirmar nada.

Fabián, siempre analítico, intervino.

—¿Alguna pista sobre dónde están operando?—, preguntó.

El primer licántropo asintió.

—Hay un viejo almacén en las afueras del pueblo—, dijo—. Hemos visto actividad sospechosa allí, pero la seguridad es muy estricta. No hemos podido acercarnos lo suficiente como para ver qué está sucediendo adentro.

Drex y Fabián intercambiaron miradas, sabiendo que ese almacén sería su próximo objetivo.

—Gracias por la información—, dijo Drex—. Nos dirigiremos allí esta noche. Si hay algo más que puedan compartir, ahora es el momento.

Los licántropos se miraron entre ellos antes de asentir.

—Solo esto—, dijo el segundo—. Tengan cuidado. Los hombres que están involucrados en esto no son simples criminales. Están bien organizados, y están preparados para enfrentar cualquier amenaza.

Drex y Fabián asintieron, agradecidos por la advertencia. Sabían que la misión sería peligrosa, pero también sabían que no tenían otra opción que seguir adelante.

La Llamada de Tatiana.

Esa misma tarde, mientras Drex y Fabián se preparaban para investigar el almacén, el teléfono de Drex sonó nuevamente. Al mirar la pantalla, vio que era Tatiana quien llamaba. Sorprendido, pero también intrigado, respondió la llamada.

—Tatiana—, saludó Drex, intentando mantener su tono neutral—. ¿A qué debo esta llamada?

—Drex—, dijo Tatiana, su voz sonaba un poco más preocupada de lo que él estaba acostumbrado—. Maria tuvo una premonición. Algo relacionado contigo y con peligro inminente. Quería avisarte.

Drex frunció el ceño, notando algo extraño en la llamada. Si Maria realmente hubiera tenido una premonición, ¿no habría sido ella quien llamara directamente?

—Entiendo—, respondió Drex, manteniendo su tono suave—. Gracias por avisarme. Pero dime, Tatiana, ¿por qué no me llamó Maria directamente?

Hubo un breve silencio al otro lado de la línea antes de que Tatiana respondiera, su tono un poco vacilante.

—Bueno… Maria estaba ocupada con algo—, dijo finalmente—. Así que pensé que sería mejor llamarte yo.

Drex sonrió para sí mismo, dándose cuenta de que Tatiana simplemente estaba buscando una excusa para contactarlo.

—Lo aprecio, Tatiana—, dijo, dejando que la calidez se filtrara en su voz—. Es bueno saber que te preocupas por mí.

Tatiana, claramente incómoda, intentó cambiar de tema rápidamente.

—De todos modos—, dijo—, ten cuidado. Sabes cómo es Vambertoken, y nunca se sabe lo que podría haber planeado.

—Lo sé—, respondió Drex, su tono firme pero reconfortante—. No te preocupes, estaré bien. Gracias por el aviso.

Tatiana murmuró algo que Drex no logró entender antes de despedirse rápidamente y colgar. Drex guardó su teléfono en silencio, una pequeña sonrisa asomando en sus labios. Aunque Tatiana intentara ocultarlo, era evidente que se preocupaba más de lo que quería admitir. Y, por alguna razón, ese pensamiento le trajo un extraño consuelo.

Fabián, que había estado observando la interacción con curiosidad, levantó una ceja.

—¿Premonición, eh?—, dijo, su tono cargado de ironía—. Parece que has encontrado una nueva admiradora.

Drex se encogió de hombros, aunque la sonrisa no desapareció de su rostro.

—Es solo Tatiana siendo Tatiana—, respondió—. Pero, bueno, no puedo negar que su voz me saca una sonrisa.

Fabián dejó escapar una risa suave, algo que rara vez hacía.

—Será mejor que te concentres en la misión, amigo—, dijo—. No queremos que esa sonrisa te distraiga cuando estemos enfrentando a traficantes sobrenaturales.

Drex asintió, sabiendo que Fabián tenía razón. Pero no podía evitar sentir que la llamada de Tatiana había aligerado la carga que llevaba sobre sus hombros, aunque solo fuera un poco.

Enfrentando a los Traficantes.

Esa noche, Drex y Fabián se dirigieron al almacén que los licántropos locales les habían mencionado. Se movían en silencio, sus pasos amortiguados por la oscuridad que los rodeaba. Sabían que el lugar estaba fuertemente custodiado, pero también sabían que no podían permitir que esos traficantes continuaran con sus operaciones.

Cuando llegaron al lugar, observaron desde una distancia segura. Había dos hombres vigilando la entrada, ambos con una apariencia ordinaria, pero Drex y Fabián sabían que las apariencias engañaban. Estos hombres podrían ser simples humanos o algo más peligroso, y no podían correr riesgos.

—¿Cómo quieres hacer esto?—, susurró Fabián, sus ojos fijos en los guardias.

Drex consideró sus opciones antes de responder.

—Los tomamos por sorpresa—, dijo—. No queremos que alerten a nadie más. Si son solo humanos, será fácil. Si no… bueno, tendremos que adaptarnos.

Fabián asintió, sacando su arma mientras Drex hacía lo mismo. Se movieron en silencio, acercándose a los guardias con la precisión de cazadores experimentados.

En un solo movimiento coordinado, Drex se abalanzó sobre uno de los guardias, derribándolo al suelo y dejándolo inconsciente con un golpe rápido. Fabián hizo lo mismo con el otro, asegurándose de que ninguno de los dos pudiera dar la alarma.

Una vez que ambos hombres estuvieron fuera de combate, Drex y Fabián revisaron sus bolsillos, encontrando identificaciones y radios de comunicación. Al parecer, los guardias eran humanos, empleados de una empresa de encomiendas privada. Esto confirmó sus sospechas de que los traficantes estaban utilizando personas comunes y corrientes para llevar a cabo sus operaciones.

—Perfecto—, dijo Drex, tomando las identificaciones y guardándolas—. Vamos a usar su camioneta para transportar la mercancía. De esta manera, no levantarán sospechas.

Fabián asintió, admirando la eficiencia de Drex.

—Es una buena idea—, dijo—. Pero ¿qué hacemos con estos dos?

Drex miró a los guardias inconscientes antes de responder.

—Los subimos a la camioneta—, dijo—. No queremos que alerten a nadie más. Y, además, nos servirán para guiarnos si necesitamos pasar por algún control.

El Viaje a través de la Frontera.

Con los guardias amarrados y ocultos en la parte trasera de la camioneta, Drex y Fabián se pusieron al volante, tomando el lugar de los traficantes que habían capturado. Se dirigieron hacia la frontera con Panamá, conscientes de que cualquier error podría delatarlos.

A lo largo del camino, usaron las radios de los guardias para mantenerse en contacto con los otros miembros del grupo, asegurándose de que su tapadera no fuera descubierta. Los guardias, una vez que despertaron, se mostraron reticentes a hablar, pero después de unas pocas amenazas y la promesa de que no serían lastimados si cooperaban, comenzaron a darles las indicaciones necesarias para cruzar la frontera.

—Nos van a pedir contraseñas en algunos puntos—, dijo uno de los guardias, claramente asustado—. Solo díganles lo que les indiquemos, y no habrá problemas.

Drex asintió, su rostro imperturbable mientras continuaba conduciendo.

—Más les vale que no estén mintiendo—, advirtió—. No dudaré en hacerles pagar si esto se complica.

Los guardias asintieron, sabiendo que no tenían otra opción que cooperar.

El viaje a través de la frontera fue tenso, pero gracias a la ayuda de los guardias y la habilidad de Drex y Fabián para manejar la situación, lograron pasar por los controles sin levantar sospechas. Cada vez que se les pedía una contraseña, los guardias se las susurraban, y Drex o Fabián las repetían con la calma y autoridad necesarias para no despertar sospechas.

Finalmente, llegaron al destino en territorio panameño, un almacén aislado en una zona remota. Drex estacionó la camioneta y bajó, seguido de Fabián, quienes se aseguraron de que todo estaba en orden antes de proceder.

El Pago por el Transporte.

Al entrar en el almacén, fueron recibidos por un hombre vestido con un traje elegante, claramente el encargado de recibir la mercancía. Sin perder tiempo, les entregó un sobre con dinero, agradeciéndoles por su trabajo.

—Buen trabajo, muchachos—, dijo el hombre con una sonrisa fría—. Siempre es un placer trabajar con profesionales como ustedes.

Drex y Fabián intercambiaron miradas antes de tomar el sobre. Sabían que el trabajo estaba lejos de terminar, pero por ahora, habían cumplido con la misión. Los guardias que habían capturado no sabían lo que transportaban, y eso les daba una ventaja. Pero también sabían que lo que habían entregado no era algo ordinario.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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