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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 296.

El Hambre de la Bestia parte 1.

La luz de la mañana se filtraba por las cortinas, bañando la habitación en una suave penumbra, pero Tatiana apenas podía moverse. Su cuerpo estaba agotado, adolorido, y cada músculo le recordaba las horas intensas de la madrugada anterior. Intentó levantarse de la cama, pero sus piernas se negaron a obedecerle. Un placer culposo la invadió cuando se dio cuenta de que su cuerpo no podía moverse por completo. El dolor, mezclado con el agotamiento, se había convertido en una dulce agonía que disfrutaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.

Las marcas que Drex había dejado en su piel ardían, especialmente en sus nalgas, donde las mordidas y los arañazos aún estaban rojos e inflamados. Intentó rodar hacia un lado, pero el dolor la detuvo, enviando una chispa de placer a través de su cuerpo.

—No puedo moverme… —murmuró Tatiana entre jadeos, sonriendo mientras sus dedos rozaban suavemente las marcas en sus muslos—. Me dejaste hecha pedazos, Drex.

Drex, quien ya se encontraba de pie, vistiéndose junto a la cama, la miró con una sonrisa torcida, satisfecho de ver los efectos que la noche anterior había dejado en ella. Sabía que, por más que Tatiana intentara disimularlo, ese estado de dolor y agotamiento era lo que realmente disfrutaba.

—Te gusta no poder moverte, ¿verdad? —dijo Drex, su tono profundo y seguro mientras abotonaba su camisa—. Sabes que puedo ayudarte… pero creo que prefieres quedarte así un poco más.

Tatiana rió suavemente, sus manos temblorosas recorriendo los arañazos en su piel. Sus nalgas todavía ardían intensamente, el dolor era tan vivo que podía sentirlo en cada fibra de su ser.

—Es perfecto… —murmuró, cerrando los ojos por un momento, dejándose hundir más en esa sensación deliciosa de estar tan adolorida—. Podría quedarme así todo el día, disfrutando de cada marca que me dejaste.

Drex se acercó, su mano cálida deslizándose suavemente por su espalda desnuda, tocando cada marca con precisión, sabiendo exactamente lo que eso provocaba en Tatiana. Ella gimió suavemente, su cuerpo respondiendo de inmediato al simple contacto, su piel sensible.

—Vamos, Tatiana —dijo Drex, acariciando suavemente sus nalgas con una sonrisa—. Hoy tenemos que vernos con la manada. Y sé que también quieres hablar con Diana y Olfuma. Aunque… —se inclinó para susurrarle al oído— no me molestaría pasar todo el día aquí contigo.

Tatiana soltó una risa entrecortada, disfrutando de esa propuesta tentadora, pero sabía que tenían cosas importantes que hacer. La conversación con Diana y Olfuma era crucial. Drex se apartó, dándole espacio para que pudiera levantarse.

Con un esfuerzo enorme, Tatiana intentó levantarse de nuevo, pero sus piernas temblaban al hacer contacto con el suelo. El ardor en sus muslos y en sus nalgas la hizo jadear mientras intentaba sostenerse.

—Maldita sea… —dijo con una sonrisa, mirando a Drex desde el rabillo del ojo—. Me dejaste destruida.

Drex sonrió, orgulloso de lo que habían compartido.

—Ese era el plan.

Tatiana, con lentitud y disfrutando de cada punzada de dolor, finalmente se puso de pie, sus piernas aún tambaleándose mientras se dirigía al baño. Miró su reflejo en el espejo, admirando las marcas rojas que adornaban su piel. Podía ver cómo cada mordida y cada arañazo formaban un mapa de placer que solo Drex y ella entendían.

—No hay nada mejor que esto —murmuró, pasando los dedos por las marcas—. Ver lo que me haces, sentirlo… es todo lo que quiero.

Drex se acercó, deteniéndose a su lado mientras ambos se miraban en el espejo.

—Y habrá más —le dijo, su mano acariciando suavemente su cintura—. Pero hoy es un día para otras cosas. La manada nos espera.

Tatiana asintió, sabiendo que el día traía consigo conversaciones importantes, pero también sabiendo que la conexión que había desarrollado con Drex era lo que la mantenía más fuerte. Se preparó, aún adolorida pero satisfecha, mientras ambos se alistaban para reunirse con la manada. Había mucho que discutir, y aunque el placer y el dolor seguían ardiendo en su cuerpo, sabía que la próxima fase del día sería crucial para entender más de lo que estaba sucediendo dentro de ella.

Juntos, salieron de la habitación, listos para lo que el día les tenía preparado, sabiendo que las marcas en la piel de Tatiana eran solo el comienzo de algo mucho más profundo.

El eco del motor de la moto de Tatiana se apagó al llegar al claro entre las montañas de El Quinche. El viento fresco envolvía el lugar, mientras el crepitar de la fogata resonaba suavemente, dándole al ambiente una sensación de tranquilidad y camaradería. Diana, Olfuma, y Tiranus ya estaban allí, cómodos, con botellas de cerveza en las manos. La luz de las llamas bailaba en sus rostros, iluminando el círculo donde la manada se reunía a menudo para estos momentos de desconexión.

Tatiana bajó de la moto con algo de esfuerzo. El dolor en sus muslos y nalgas era un recordatorio constante de lo que había pasado la noche anterior con Drex. Cada movimiento que hacía era como una chispa que recorría su cuerpo, encendiendo esa mezcla de dolor y placer que tanto le gustaba. Drex, a su lado, no necesitaba preguntar si estaba bien. Sabía perfectamente que Tatiana disfrutaba de ese estado.

—Te tardaste un poco en bajar, ¿no? —dijo Olfuma con una sonrisa traviesa, captando el olor que Tatiana llevaba consigo.

Tatiana sonrió, dejándose caer con cuidado sobre una roca cerca de la fogata. El frío de la piedra hizo que el ardor en sus nalgas y muslos se intensificara, y soltó un pequeño gemido que no intentó disimular.

—Digamos que fue una noche intensa —respondió, mirando a Olfuma y Diana con complicidad.

Diana arqueó una ceja y le pasó una botella de cerveza.

—Se nota. Pero apuesto a que no estás aquí solo por eso, ¿verdad? —dijo Diana mientras bebía un sorbo de su cerveza.

Drex intercambió una mirada con Tiranus, quien se levantó tranquilamente, haciendo un gesto hacia los árboles cercanos.

Drex, ven, quiero hablar contigo un rato —dijo Tiranus, sin explicaciones, con un tono casual.

Drex asintió, siguiendo a Tiranus sin darle mayor importancia. No sabía de qué quería hablar, pero tampoco lo cuestionó. Mientras los dos se alejaban, Tatiana sintió que el ambiente junto a la fogata se volvía más íntimo. Sabía que ese era el momento perfecto para hablar de lo que la inquietaba.

Diana y Olfuma la miraban, esperando que dijera algo más.

Tatiana tomó un trago largo de su cerveza antes de hablar.

—Últimamente he estado sintiendo algo diferente —comenzó, sus palabras saliendo con lentitud mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas—. No es solo el dolor… es como si algo dentro de mí estuviera despertando. Una hambre que no puedo controlar del todo.

Diana la observó con atención, asintiendo mientras Tatiana hablaba. Sabía perfectamente de lo que estaba hablando.

—Eso tiene sentido —dijo Diana, en su tono directo de siempre—. Lo que sientes no es solo deseo o placer. Es la influencia de la bestia. Aunque no puedas transformarte, Drex te ha acercado a ella, y esa hambre está despertando dentro de ti. Pero, Tatiana, si no la controlas, puede consumirte. —Diana hizo una pausa, su mirada penetrante—. En mi caso, es diferente. Mi hambre no es de placer. Es de matar. El frenesí es lo que me mantiene viva, pero también es lo que me ha hecho ganarme el apodo de “La Desquiciada”. Si no lo manejo, me consume.

Tatiana asintió, sintiendo la gravedad de lo que Diana le estaba diciendo. Sabía que su experiencia era distinta, pero había algo en común: esa sensación de estar al borde de algo que no podía controlar del todo.

—¿Y tú, Olfuma? —preguntó Tatiana, girándose hacia la joven—. ¿Cómo lo manejas tú?

Olfuma, aún aprendiendo a vivir con su transformación, se inclinó un poco hacia adelante, sus ojos llenos de una mezcla de comprensión y temor.

—A veces es difícil. Siento como si la bestia quisiera más de lo que puedo darle. Pero gracias a Diana, estoy aprendiendo que esa hambre no es solo una maldición. Es parte de lo que soy ahora. Si aprendo a convivir con ella, si la acepto en lugar de temerla, puedo usarla a mi favor.

Tatiana absorbió las palabras de Olfuma. Había una conexión entre ellas. Ambas estaban en un viaje para entender esa hambre, para aceptarla en lugar de luchar contra ella.

—Entonces se trata de aceptación —murmuró Tatiana, mirando las llamas de la fogata—. No es solo una lucha. Es encontrar un equilibrio.

Mientras tanto, en otro rincón del bosque, Tiranus caminaba en silencio junto a Drex, hasta que finalmente se detuvo, girándose hacia él.

—Siempre me he preguntado cómo diablos lograste sobrevivir tanto tiempo sin una manada —dijo Tiranus de repente, su tono relajado pero curioso—. No muchos lo logran, y menos con la fuerza que tienes ahora.

Drex suspiró, sabiendo que tarde o temprano alguien en la manada preguntaría por su pasado.

—No fue fácil —respondió finalmente—. Pero tuve suerte de encontrar a Auxplex, un chamán peruano. Viví con él y su gente durante casi un año. Ellos me enseñaron a controlar a la bestia, a no perderme en ella. Aprendí a alimentarme solo de los culpables, a mantener un código. Si no hubiera sido por ellos, no estaría aquí.

Tiranus asintió, impresionado.

—Eso explica muchas cosas. No es algo común, pero parece que aprendiste bien. Quizá sea hora de que visites a Auxplex de nuevo. Puede que aún tengas más que aprender.

Drex no respondió de inmediato, pero asintió en silencio. Sabía que Tiranus tenía razón.

De vuelta junto a la fogata, Tatiana, Diana, y Olfuma continuaban su conversación, sus palabras fluyendo con naturalidad, compartiendo secretos, experiencias y miedos bajo la luz de las estrellas. Tatiana sabía que no estaba sola en su viaje, que tenía a la manada para apoyarla en lo que fuera que estaba por venir.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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