El cazador de almas perdidas – Creepypasta 295.
La Sincronía del Tótem.
El motor de la camioneta ronroneaba suavemente mientras Drex conducía por la carretera oscura, rumbo a casa junto a Tatiana. La noche había sido larga y agotadora, pero finalmente estaban solos, lejos de la presión y las responsabilidades que los asfixiaban en la sede de la Purga. Tatiana, sentada en el asiento del copiloto, se dejaba llevar por el silencio, aunque Drex podía sentir el desgaste físico y emocional que llevaba encima.
Tatiana había mantenido su máscara impecable durante todo el día, sin mostrar ni una sola grieta en su fachada. Drex lo había notado, la forma en que caminaba, lideraba, y comandaba a los equipos sin fallar, a pesar de que él sabía perfectamente que aquella misma mañana le había costado más de quince minutos poder levantarse de la cama. Cada músculo de su cuerpo debía estar gritando de dolor, pero eso solo la hacía más irresistible para él. Ver a Tatiana mantener su compostura y su fuerza, aun cuando sabía que su cuerpo estaba al límite, lo excitaba profundamente.
—¿Estás bien? —preguntó Drex finalmente, rompiendo el silencio.
Tatiana giró lentamente la cabeza hacia él, y por primera vez en todo el día, dejó caer la máscara. Sus labios se curvaron en una sonrisa agotada, sus ojos mostrando una mezcla de placer y sufrimiento que solo Drex podía entender.
—No tienes idea de lo duro que ha sido el día… —murmuró Tatiana, dejando que las palabras se deslizaran con un suspiro—. Cada vez que me sentaba en mi silla, cada vez que me acomodaba… ardía como nunca antes. No podía dejar de sentirlo, Drex, tus colmillos, el dolor, el placer… —cerró los ojos por un momento, reviviendo esas sensaciones intensas—. Era lo único que podía usar para curar el veneno de Asha, el dolor delicioso de tus mordidas en mi entrepierna. Me hacía recordar que, aunque Asha intentara controlarme, tú eres el que tiene mi cuerpo y mi alma.
Drex la escuchaba en silencio, sus manos firmemente aferradas al volante mientras procesaba sus palabras. La intensidad de lo que Tatiana describía lo hacía sentirse orgulloso, pero también lo inquietaba. El día había sido una tortura interminable para ella, y aun así, Tatiana lo disfrutaba, lo abrazaba como una parte de ella misma. Pero había algo más que no terminaba de encajar.
—Hablé con Tiranus y Diana sobre… lo que estás sintiendo, Tatiana —dijo Drex con cuidado, observando de reojo su reacción—. Esta hambre que estás desarrollando, la voracidad… Ninguno de ellos había oído de algo así en un humano. Y eso me preocupa.
Tatiana lo miró por un momento, sus ojos suavizándose. Sabía que Drex estaba preocupado por ella, pero lo que él no entendía aún era que ella ya conocía la respuesta a esas inquietudes. Con una sonrisa calmada, Tatiana bajó la guardia por completo.
—No tienes de qué preocuparte, Drex —respondió Tatiana con una calma que lo desconcertó—. Sé lo que está pasando. Asha… por mucho que la deteste, sabe lo que hace. El libro que nos regaló como regalo de bodas… ese libro atlante, ha respondido todas mis dudas.
Drex frunció el ceño. No había puesto mucha atención en aquel regalo de Asha, pero ahora se daba cuenta de lo crucial que había sido.
—¿Qué tiene que ver el libro? —preguntó Drex, manteniendo los ojos en la carretera, aunque su curiosidad crecía.
Tatiana se acomodó en su asiento, sintiendo nuevamente el ardor en sus nalgas, un recordatorio de su conexión con él. Pero esta vez, su enfoque estaba en algo más grande.
—Es una novela escrita por una bruja en la Atlántida, hace 52.000 años —comenzó a explicar Tatiana, su voz llena de significado—. Esta bruja fue pareja de un licántropo atlante, y explica en detalle lo que significa estar en sincronía con un tótem. Todos los licántropos de la Atlántida tenían tótems, pero no todos los tótems son tan poderosos como el tuyo, Drex. El tuyo es uno de los tres tótems mayores de la licantropía. Y lo que está pasando conmigo tiene que ver precisamente con eso.
Drex la escuchaba atentamente, su respiración un poco más rápida. Esta información era completamente nueva para él. Nunca había escuchado nada sobre esa conexión tan íntima entre humanos y licántropos.
—Cuando un humano se sincroniza con un licántropo que tiene un tótem, como tú y yo —continuó Tatiana—, existe la posibilidad de que ese humano también se sincronice con el tótem. Y cuando eso pasa… la bestia que reside en el licántropo también empieza a afectar al humano, no físicamente, pero sí energéticamente. Lo que estoy experimentando es parte de esa sincronía.
Drex la miró, sin saber qué decir. Todo esto era un golpe de realidad que no había visto venir. Y Tatiana continuaba, tranquila, casi como si lo hubiera sabido todo el tiempo.
—El libro explica que cuando esto ocurre, el humano también necesita alimentarse como un licántropo. No puedo transformarme, pero necesito comer corazones humanos, y también necesito alimentarme energéticamente. Mis capacidades están aumentando, Drex, me estoy haciendo más fuerte, más rápida. Todo lo que sentí hoy… esa voracidad, esa hambre… es solo parte del proceso.
Drex respiró hondo, dejando que las palabras se asentaran. La preocupación que había sentido todo el día por Tatiana comenzó a disiparse lentamente, reemplazada por una comprensión más profunda. Todo encajaba. Lo que él había visto como una situación peligrosa ya no lo era. Tatiana estaba bien, mejor que bien.
Tatiana sonrió al verlo relajarse, y apoyó su mano sobre la suya, transmitiéndole esa paz que ahora la inundaba.
—Y no te preocupes —dijo con una sonrisa traviesa—. No me va a pasar nada. El libro deja claro que, mientras me alimente, no me consumiré en esa hambre. Pero si no lo hago… podré quedar atrapada en este placer eterno, en esta líbido que no acaba.
Drex asintió, entendiendo finalmente todo lo que estaba ocurriendo. Había sido un día largo, pero ahora, todo tenía sentido. El libro, la sincronía, el hambre… todo encajaba. Y mientras conducía en la noche oscura, se dio cuenta de que Tatiana ya no necesitaba preocuparse. Y él tampoco.
Tatiana, por su parte, volvió a dejar que su mente se centrara en lo que más le importaba: las sensaciones que su cuerpo seguía provocando. Sabía que debía explicarle todo a Drex, pero, en ese momento, lo único que quería era volver a perderse en el dolor delicioso de las marcas que él había dejado en su piel, y cómo, a cada segundo, ese placer la consumía más profundamente.
La camioneta seguía su curso, avanzando por la carretera oscura mientras el silencio entre Drex y Tatiana comenzaba a llenarse de algo más profundo. Drex, a pesar de sentirse aliviado por lo que Tatiana le había explicado sobre la sincronía con el tótem, sabía que había más bajo la superficie. Tatiana no era de las que se mostraban vulnerables con facilidad, pero hoy, tras la intensa jornada que habían vivido, parecía estar dispuesta a compartir más.
Tatiana respiró hondo, su cuerpo aún marcado por las experiencias del día. Soltó un suspiro mientras dejaba caer por completo su fachada inquebrantable, esa máscara que había mantenido todo el día frente a todos, menos a Drex.
—Drex… lo que quiero que sepas es que hoy ha sido muy duro, pero lo he disfrutado. —Tatiana soltó una risa suave, un tanto culpable—. Sé que suena extraño, pero este es el juego que pedí, el dolor que me mantiene viva, el placer culposo que elegí. Hoy he tenido un día extenuante, pero cada segundo fue exactamente lo que quería.
Drex la miró, curioso, pero también cauteloso. No era la primera vez que ella se refería a su dolor como algo más que sufrimiento, como algo que la excitaba. Y, aunque lo entendía, sabía que ese placer tenía un costo.
—Esta mañana empecé con la clase de Magia Arcana con Vambertoken —dijo Tatiana—. Llegué a la clase sintiendo que mis nalgas y mis pezones ardían como nunca. Me dolía cada parte del cuerpo, pero… quería más. Y Vambertoken, claro, decidió que era el día perfecto para ejercicios de evasión. Me hizo correr, saltar, esquivar sus ataques… moviéndome sin parar, todo mientras mi cuerpo me recordaba, con cada movimiento, lo que tú y yo habíamos compartido.
Drex la escuchaba en silencio, su cuerpo tenso mientras absorbía las palabras de Tatiana. No era solo dolor lo que ella sentía; era algo mucho más profundo, algo que disfrutaba, aunque no lo admitiera abiertamente.
—Pero lo peor… o lo mejor, según lo mires, vino después —continuó Tatiana—. Tuve la clase de Atlante con la sirvienta de Asha, y justo hoy leímos los capítulos sobre la sincronía de humanos con los tótems de licántropos. —Tatiana hizo una pausa, sonriendo con cierta diversión—. Asha, por supuesto, no pudo resistirse a hacerme sus comentarios. Burlas sobre mi lugar, insinuaciones… pero cada vez que ella hablaba, yo solo pensaba en ti. Usé el dolor en mis muslos y entrepierna para recordarme que, por mucho que Asha intente controlarme, eres tú quien tiene el verdadero poder sobre mí.
Drex sintió un escalofrío recorrer su columna al escuchar esas palabras. Sabía que Tatiana jugaba con el dolor, que lo abrazaba como parte de su deseo, pero escucharla decirlo tan abiertamente lo estremecía.
—Después de esa clase —Tatiana rió ligeramente—, me di un momento para mí. Fui a mi oficina y… bueno, tuve que jugar con el ardor. Me tiré al sillón varias veces, solo para sentir ese delicioso dolor en mis nalgas, para dejar que me inundara. Es lo que pedí, Drex, lo que quiero sentir.
Drex cerró los ojos un momento, procesando la imagen. El hecho de que Tatiana disfrutara de ese dolor, de ese placer culposo, lo hacía sentir una mezcla de orgullo y responsabilidad. Sabía que ella lo había pedido, pero el hecho de que casi la descubrieran Raúl y Lía lo hizo sonreír internamente.
—Casi me encuentran jugando cuando llegaron para preguntarme por los escuadrones de Oricalco —dijo Tatiana, divertida—. Me tocó detenerme a mitad de mi propio juego para revisar eso, algo que había dejado sin hacer el día anterior.
Drex rió por lo bajo, imaginándose la escena. Tatiana, siempre tan controlada, siempre al mando, dejándose llevar por sus deseos mientras tenía que cumplir con sus responsabilidades.
—Y luego… llegó la única parte del día en la que estuve realmente sola —continuó Tatiana, su tono suavizándose—. Fui a almorzar, y la manada no estaba ahí. Normalmente adoro comer con ellos, me gusta estar acompañada. Pero hoy, hoy agradecí que no estuvieran. Fue el único momento en el que pude relajarme, en el que pude estar conmigo misma.
Drex asintió. Sabía que ese respiro era algo que Tatiana necesitaba, aunque nunca lo admitiría abiertamente.
—Por supuesto, no duró mucho —dijo Tatiana, con un suspiro—. Asha y Vambertoken me solicitaron después para hablar sobre el prisionero y preparar la misión de Sergio Pedrosa. No tuve descanso, ni un momento para mí. Pero… aún así, aguanté. Porque quería aguantar. Porque quería sentirlo todo.
Drex la miró, entendiendo finalmente lo que ella estaba tratando de decir. Tatiana había pedido todo esto. Había elegido ese dolor, esa carga, porque en el fondo, lo disfrutaba. No era solo un sacrificio; era su deseo, su gusto culposo, su forma de conectarse con él a través de la agonía y el placer.
—Tatiana… —susurró Drex, sintiendo una mezcla de admiración y entendimiento—. Sabes que siempre estaré aquí, ¿verdad? Que no tienes que aguantarlo todo sola.
Ella lo miró con una sonrisa traviesa, sus ojos llenos de esa chispa que lo volvía loco.
—Lo sé, Drex —dijo—. Pero a veces, me gusta aguantarlo sola. Me gusta sentir ese dolor, ese placer, sabiendo que tú lo provocaste. Es mi forma de conectarme contigo, incluso cuando no estás cerca.
Drex asintió, finalmente comprendiendo por completo el juego de Tatiana, su deseo de experimentar cada sensación al máximo, de abrazar el dolor como parte de su placer. Mientras la camioneta avanzaba por la carretera, él supo que, aunque el día había sido largo y duro, Tatiana había disfrutado de cada segundo, exactamente como lo había querido.
La carretera se extendía frente a ellos, envuelta en la penumbra de la noche, pero dentro de la camioneta, el ambiente era cálido, lleno de una intimidad recién descubierta. Tatiana, ahora completamente desinhibida, sentía que algo dentro de ella se había liberado. Ya no estaba jugando ese juego culposo sola. Drex ahora lo entendía, lo compartía, y eso solo la hacía sentir más segura, más dueña de ese placer que, aunque extraño para muchos, era exactamente lo que ella quería.
Tatiana sonrió, esa sonrisa traviesa y relajada que solo Drex conocía. Sabía que lo que hacía no era “normal”. Sabía que desear el dolor que tanto la marcaba, y buscarlo deliberadamente, no era algo que cualquiera comprendiera. Pero eso no importaba. Este era su juego, su deseo, y Drex lo jugaba con ella ahora.
—Es raro, ¿no? —dijo Tatiana con una risa ligera, su voz apenas contenida entre un suspiro de placer mientras jugaba con sus propios pensamientos—. Quiero decir… ¿qué clase de humana desea que le duela tanto solo para sentir más placer? —Sus manos se deslizaron suavemente sobre sus muslos, rozando los mordiscos que Drex le había dejado—. Supongo que es verdad lo que dicen… los licántropos no toleran emociones débiles. —Rió, su voz llena de un tono pícaro, mientras se estiraba ligeramente, sus pezones endurecidos enviando una oleada de placer mezclado con dolor a través de su cuerpo.
Drex la miró de reojo, notando cada gesto, cada pequeño jadeo que escapaba de sus labios mientras jugaba con sus propios senos, tirando suavemente de sus pezones. Sabía que, aunque mantenían una conversación seria, Tatiana estaba profundamente inmersa en su propio juego. Era fascinante verla así, tan libre, tan entregada a esas sensaciones que solo ellos dos compartían.
—Lo disfrutas, ¿no? —dijo Drex en voz baja, sin necesidad de hacer la pregunta.
Tatiana gimió suavemente, sin detener sus movimientos, mientras asentía.
—Lo adoro —susurró, mordiéndose el labio—. Nunca pensé que llegaríamos a este punto, pero ahora que estamos aquí… no lo cambiaría por nada.
Drex sonrió ante su respuesta, aunque sabía que había algo más que debían discutir.
—Hablando de cosas importantes —dijo Drex, adoptando un tono más pragmático—. Hoy ocurrió algo con Alexia de lo que quiero que estés consciente.
Tatiana lo miró, interesada, pero sin detener sus caricias.
—¿Alexia? ¿Qué pasó?
Drex mantuvo su mirada fija en la carretera, pero su voz era clara.
—Se acercó a mí hoy… me preguntó qué debía hacer contigo, cómo acercarse a ti. —Hizo una pausa para dejar que las palabras se asentaran—. Le sugerí que hablara con Diana, y lo hizo. Alexia está buscando entrar en la manada, Tatiana. Quiere ser parte de esto, de nosotros.
Tatiana se detuvo por un segundo, reflexionando sobre lo que acababa de escuchar. Sabía que Alexia había tenido problemas para encajar desde su error en el pasado, pero no había anticipado que ella tomara un paso tan firme para acercarse a la manada. Tatiana, como directora general de Oricalco, fue quien decidió ponerla en el equipo de Raúl precisamente para que se integrara.
—Fui yo quien la asignó al equipo de Raúl —dijo Tatiana con una pequeña sonrisa—. Sabía que debía darle esa oportunidad, pero no esperaba que avanzara tan rápido.
Drex asintió, reconociendo la decisión de Tatiana.
—Lo sé, y lo has hecho bien. Pero en algún momento tendrás que enfrentarlo más directamente, darle la bienvenida o mantener la distancia. Ella está buscando tu aprobación.
Tatiana, aún jugando suavemente con el ardor en sus nalgas, rozando las mordidas en su entrepierna, reflexionó sobre lo que dijo Drex.
—Lo enfrentaré cuando sea el momento —respondió, soltando un pequeño gemido mientras apretaba sus senos con un poco más de fuerza—. Pero ahora… me alegra que Alexia esté buscando redimirse. Y hablando de Olfuma, ¿me dijiste que fue ella quien capturó a Sergio Pedrosa?
Drex asintió de nuevo, con una sonrisa de orgullo.
—Sí. Olfuma fue impresionante. La manada ha crecido mucho, y tú también eres parte de eso, Tatiana.
El pecho de Tatiana se hinchó de orgullo al escuchar eso. Estaba profundamente satisfecha con los logros de Olfuma y de toda la manada. A pesar de todo lo que había pasado, su conexión con ellos era inquebrantable.
Drex hizo una pausa antes de continuar, sabiendo que lo que iba a decir ahora era importante.
—Tatiana… más allá del libro, que entiendo que te está ayudando a comprender lo que te está pasando, creo que sería bueno que hablaras con Diana y Olfuma sobre lo que significa esta hambre. —La miró con seriedad—. Ellas han vivido esto desde adentro, siendo licántropos. Creo que te darán una perspectiva diferente a la mía. Algo más cercano a lo que tú estás empezando a sentir.
Tatiana lo consideró, aún jugando suavemente con su propio cuerpo. Drex tenía razón. Diana y Olfuma vivían esa voracidad de una manera que solo un licántropo podía entender, y aunque ella no compartía la bestia en su interior, empezaba a experimentar ese hambre en su propio cuerpo.
—Lo haré —respondió finalmente, soltando un pequeño suspiro mientras sus dedos volvían a recorrer las mordidas en sus muslos—. Pero ahora… solo quiero disfrutar de este momento contigo.
Drex asintió, satisfecho de que la conversación hubiera llegado a donde necesitaba. Mientras tanto, Tatiana, más desenfrenada y cómoda que nunca, continuaba perdiéndose en sus propias sensaciones. El ardor en sus nalgas, el placer en sus pezones, y las suaves mordidas en su entrepierna se convertían en su juego personal, un juego que ya no jugaba sola, porque ahora Drex también lo compartía con ella.
Tatiana, con los ojos entrecerrados y una sonrisa de satisfacción en los labios, sabía que ese placer culposo que tanto la definía ahora era una parte integral de su relación. No tenía que esconderse más. Drex lo entendía, lo aceptaba, y eso la hacía sentirse más fuerte, más segura en su deseo, más conectada a él que nunca.
La camioneta avanzaba tranquilamente por la carretera, pero el ambiente dentro de ella estaba lejos de ser sereno. Tatiana se encontraba sumida en su propio juego, explorando con más libertad las sensaciones que su cuerpo le ofrecía. Al lado de Drex, se tocaba, acariciando suavemente las marcas que él mismo le había dejado, dejando escapar pequeños jadeos de placer mientras sus dedos trazaban los caminos de dolor que tanto disfrutaba.
Drex observaba en silencio, fascinado, pero también lleno de preguntas. Había visto a Tatiana disfrutar del dolor antes, pero ahora quería entenderlo en su totalidad. Quería saber más de lo que ella experimentaba, cómo ese dolor podía transformarse en placer tan profundo, en algo que la hacía gemir con tanta intensidad. Mientras la veía, no pudo evitar preguntarse sobre sus preferencias, qué le proporcionaba más placer. Había dejado su marca en muchas partes de su cuerpo, pero había algo que lo inquietaba.
—Tatiana… —comenzó Drex, su voz tranquila pero llena de curiosidad—. ¿Qué te gusta más? —Preguntó directamente, aunque sin brusquedad—. ¿Es el dolor en tus senos, o en tus piernas? ¿O es el ardor en tus nalgas lo que disfrutas más?
Tatiana dejó escapar una risa suave y divertida, disfrutando del hecho de que Drex quisiera entenderla más profundamente. Sabía que él tenía una fijación con sus nalgas, lo había sentido una y otra vez cada vez que él la reclamaba, pero para ella, la experiencia era mucho más versátil, más compleja.
—Ah, Drex… —susurró, sus dedos jugando con sus pezones, tirando ligeramente mientras sentía esa chispa de dolor extenderse por su pecho—. No es solo una cosa… no es solo una parte. —Su voz estaba teñida de placer mientras se estiraba ligeramente en el asiento—. A veces, es el ardor en mis nalgas, sí… —sonrió, sabiendo que él adoraba esa parte de ella—. Pero otras veces… es la combinación de todo. Es la suma de los pequeños dolores. Mis senos, mis piernas, las mordidas en mis muslos… es esa versatilidad lo que me enciende.
Drex frunció el ceño, intentando procesar lo que ella decía. Sabía que ella era intensa, pero ahora comprendía que su necesidad iba más allá de solo una preferencia particular. Tatiana estaba explorando un nivel de placer mucho más profundo, donde no se trataba de un dolor específico, sino de cómo todos esos estímulos se entrelazaban para llevarla a un lugar que solo ellos dos comprendían.
—Así que no es solo el dolor en un lugar… —murmuró Drex, casi para sí mismo—. Es la suma de todo lo que sientes. —Lo dijo como si estuviera intentando descifrar un código, con una mezcla de asombro y comprensión.
Tatiana, con una sonrisa traviesa, asintió mientras sus dedos seguían acariciando sus nalgas, cada toque enviando chispas de placer a través de su cuerpo. Drex la observaba con más detalle, notando cómo sus jadeos aumentaban cada vez que sus dedos rozaban las mordidas en sus muslos, o cuando tiraba suavemente de sus pezones.
—Y tú… —Tatiana lo miró directamente a los ojos, su mirada llena de deseo—. ¿Cómo te hace sentir verme así, Drex? ¿Cómo te sentiste cuando me viste antes de la misión de Pedrosa? Sabías lo que había bajo mi uniforme, sabías cómo ardía mi piel por ti… —su voz se volvió más baja, más cargada de esa conexión profunda que solo ellos dos compartían—. Quiero saber lo que sientes al verme así… quiero escucharlo.
Drex soltó el aire que no se había dado cuenta que estaba conteniendo. Era imposible negar lo que esa imagen de Tatiana provocaba en él. Verla bajo su uniforme antes de la misión, sabiendo que su cuerpo ardía con el recuerdo de sus mordidas, lo había llenado de un deseo incontrolable. Pero ahora, verla completamente entregada a su propio juego, explorando sus sensaciones sin inhibiciones, era algo completamente diferente.
—Es… —comenzó Drex, intentando poner en palabras lo que sentía—. Es raro, pero también es increíble. Saber que mi marca está en tu cuerpo, saber que todo lo que sientes ahora es porque yo lo dejé ahí… —su voz se tornó más grave—. Me excita, Tatiana. Me excita verte así, saber que lo disfrutas tanto.
Tatiana sonrió, completamente satisfecha con su respuesta, sintiendo cómo sus palabras intensificaban sus propios movimientos.
—Quiero que participes más —dijo Tatiana, dejando escapar un gemido suave mientras tiraba nuevamente de sus pezones—. No solo marcándome. Quiero que lo compartas conmigo, quiero saber lo que te hace sentir cuando me ves así, cuando sabes que estoy ardiendo por ti.
Drex asintió, finalmente comprendiendo. Este no era solo un juego para Tatiana, no era solo dolor. Era una conexión mucho más profunda, una experiencia que querían compartir, y ahora él entendía su lugar en ella. Quería ser parte de ese juego, no solo el que dejaba las marcas, sino el que las observaba, el que las disfrutaba junto a ella.
—Lo haré —respondió Drex, su voz firme pero llena de deseo—. Quiero entenderlo todo, y quiero ser parte de ello contigo.
Tatiana lo miró con los ojos brillantes de emoción. El hecho de que Drex no solo aceptara su juego, sino que ahora quisiera participar más activamente, la llenaba de un placer aún mayor. Este era el nivel de conexión que siempre había deseado, y ahora, finalmente, lo tenían.
El placer y el dolor, entrelazados en un juego que solo ellos dos podían jugar. Y mientras la camioneta seguía su curso en la oscuridad, ambos sabían que ese era solo el comienzo de una nueva forma de entenderse, una forma donde no había más secretos, solo deseo y satisfacción compartida.
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