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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 279.

 Instintos Desatados.

La noche se cernía sobre las afueras de La Purga, envolviendo el mundo en una sombra tranquila. Tatiana y Drex esperaban en silencio junto a la motocicleta de Tatiana, pero entre ellos, nada era realmente tranquilo. La electricidad en el aire era palpable, como siempre que estaban juntos, como si el mundo a su alrededor fuera simplemente un espacio para contener esa energía intensa que compartían.

Tatiana miraba a Drex con ojos cargados de deseo, su cuerpo ya respondiendo al magnetismo de su cercanía. Aunque no hablaban, no necesitaban hacerlo. Había una conexión entre ellos que iba mucho más allá de las palabras, algo primitivo, algo profundo. Tatiana sentía cómo su corazón latía al compás de esa energía que los unía, haciéndola sentirse más viva, más despierta.

—”¿Sabes?” —murmuró Tatiana, acercándose a él, su voz suave, pero con una intensidad inconfundible—. “Toda esta espera me está volviendo loca.”

Drex sonrió, esa sonrisa oscura que siempre encendía algo en ella. Tatiana era salvaje, lo sabía, pero había algo en Drex que siempre lograba hacerla perder el control un poco más. Y eso le encantaba.

—”¿Volviéndote loca?” —respondió, su tono bajo y ronco mientras sus ojos recorrían su cuerpo—. “Sabes que no es la espera lo que te vuelve loca… es lo que sabes que va a pasar después.”

Tatiana se inclinó hacia él, sus labios rozando apenas la piel de su cuello, disfrutando de la forma en que su respiración se aceleraba bajo su toque.

—”Quizás,” —susurró ella, su aliento cálido contra su piel—. “O quizás es porque no puedo dejar de imaginarme cómo va a ser cuando finalmente me toques esta noche.”

Drex gruñó suavemente, sus manos buscando las caderas de Tatiana, atrayéndola hacia él con una fuerza que no dejaba lugar a dudas de sus intenciones.

—”No tienes idea de lo que te espera esta noche,” —murmuró contra su oído, su voz grave y llena de promesas—. “Voy a hacer que olvides tu propio nombre antes de que termine contigo.”

Tatiana dejó escapar una risa baja y provocativa, mientras sus manos deslizaban con firmeza por el pecho de Drex, sintiendo los músculos tensarse bajo su toque. Le encantaba cómo podía provocarlo, cómo podía encender esa chispa dentro de él con tan solo una mirada o una caricia.

—”¿Olvidar mi nombre?” —repitió ella, sus ojos entrecerrándose mientras se acercaba más, hasta que sus cuerpos prácticamente se rozaban—. “No voy a olvidar nada, Drex. Porque cada maldito segundo lo voy a recordar… especialmente cuando seas tú el que esté rogando.”

Drex gruñó de nuevo, esta vez con más fuerza, mientras sus dedos apretaban las caderas de Tatiana, tirando de ella hasta que el calor entre sus cuerpos se volvía casi insoportable.

—”¿Rogando?” —murmuró, su respiración entrecortada—. “No me conoces si crees que voy a rogar. Esta noche serás tú la que suplicará.”

Tatiana, lejos de sentirse intimidada, sonrió con picardía, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y lujuria. Sabía lo que hacía con él, cómo podía llevarlo al límite, y lo disfrutaba tanto como él.

—”Supongo que lo averiguaremos,” —dijo ella, inclinándose lo suficiente como para rozar sus labios con los de Drex, pero sin llegar a besarlo completamente, manteniéndolo en esa dulce agonía que sabía que tanto le gustaba.

El contacto entre ellos era como una corriente eléctrica, cada roce, cada susurro, avivaba el fuego que latía en sus venas. Tatiana sentía cómo su propio cuerpo respondía al deseo creciente, a la promesa de lo que vendría. El aire alrededor de ellos parecía vibrar con esa tensión, con esa necesidad innegable que compartían.

Drex deslizó una mano hacia su espalda, subiendo lentamente, dejando una línea de calor a su paso mientras la atraía más cerca. Su otra mano se apretó firmemente en su cintura, haciéndole sentir todo el poder que contenía, todo el control que aún mantenía… por ahora.

—”Sabes que cuando empiece no voy a parar,” —murmuró, sus labios rozando apenas el lóbulo de su oreja, provocándole un escalofrío que recorrió todo su cuerpo—. “Y no te voy a dejar escapar hasta que ambos estemos completamente agotados.”

Tatiana cerró los ojos por un momento, dejándose llevar por esa promesa. La idea de perderse completamente en él, de entregarse sin reservas a esa pasión descontrolada, la llenaba de una adrenalina deliciosa.

—”No quiero escapar,” —respondió ella, su voz baja y cargada de deseo—. “Quiero que me hagas sentir cada segundo, quiero que no me dejes respirar hasta que me hayas hecho gritar.”

Drex dejó escapar un gruñido bajo, casi animal, mientras sus labios se acercaban más a los de Tatiana, hasta que finalmente sus bocas se encontraron en un beso cargado de todo el fuego que habían contenido hasta ese momento. Fue un beso intenso, lleno de promesas y lujuria, uno que dejaba claro que esta noche no había vuelta atrás.

Antes de que pudieran ir más allá, el sonido de pasos les hizo separarse ligeramente. Tatiana lanzó una mirada rápida hacia la puerta de la Sede, donde María y Fabián aparecían, caminando hacia ellos. Tatiana se apartó de Drex, aunque sus labios aún estaban ligeramente hinchados por el beso, y su mirada aún brillaba con ese fuego que solo él podía encender.

María, siempre observadora, notó la tensión en el aire y levantó una ceja con una sonrisa ligera.

—”Espero no haber interrumpido nada importante,” —dijo María, su tono suave, pero con un toque de ironía.

Tatiana sonrió, lanzándole una mirada cómplice a su hermana, sin molestarse en ocultar la cercanía que había compartido con Drex.

—”Solo estábamos… preparándonos para la cena,” —respondió Tatiana con una sonrisa traviesa.

Fabián, notando la atmósfera, se limitó a asentir con una sonrisa mientras se acercaba a Drex. María, sin embargo, se acercó a su hermana, bajando un poco la voz mientras se inclinaba hacia ella.

—”Tatiana, sé que ahora estás más… libre,” —susurró María—. “Pero tal vez deberías controlar un poco esa intensidad, al menos en público.”

Tatiana dejó escapar una risa suave, pero no de arrepentimiento, sino de diversión.

—”No te preocupes,” —dijo en voz baja mientras le guiñaba un ojo—. “Sé cuándo parar.”

María negó con la cabeza con una mezcla de afecto y exasperación mientras caminaban hacia la moto de Tatiana. La noche prometía ser larga, pero para Tatiana y Drex, apenas estaba comenzando.

Tras algunos pasos y risas, decidieron ir a cenar juntos y adelantar los últimos capítulos de sus vidas como hacía un tiempo ya no hacían

El ambiente del restaurante, iluminado tenuemente por velas, no hacía más que acentuar la tensión que flotaba en el aire. María, impecable con su vestido negro y sus joyas cuidadosamente seleccionadas, sostenía la copa de vino, intentando calmar el torbellino de emociones que la invadía. Fabián, sentado a su lado, permanecía en silencio, consciente de lo complicado que se había vuelto todo después de la segunda entrevista con Valeria Dupont.

Tatiana, siempre observadora, decidió no seguir esperando más.

—”Sabemos lo que pasó en esa entrevista,” —comenzó, con voz calmada pero inquisitiva—, “pero cuéntame, María, qué fue lo que realmente pasó después. Sabemos que Valeria no se detuvo ahí.”

María respiró hondo, claramente molesta al recordar los eventos recientes.

—”No, no se detuvo,” —respondió, apretando los labios—. “Después de que la controlé con el hechizo de sangre y borré su memoria, como Asha me aconsejó, Valeria volvió a hacer la entrevista. Pero esta vez, fue mucho peor.”

Fabián, incómodo con la dirección de la conversación, asintió lentamente.

—”Al principio, todo parecía normal,” —añadió—. “Preguntas típicas sobre mi fe, mi día a día en La Purga, cómo lucho contra lo sobrenatural… pero pronto, Valeria cambió el tono. Se inclinaba más de la cuenta, cruzaba las piernas de manera provocativa… incluso llegó a pedirme que la ayudara a desabrocharse la blusa porque decía que le faltaba aire.”

Tatiana arqueó las cejas, sorprendida por la audacia de Valeria.

—”¿Te pidió que le ayudaras con la blusa?” —preguntó, incrédula.

María dejó la copa en la mesa con un golpe suave, su irritación evidente.

—”Sí, y no solo eso,” —continuó—. “Luego empezó a hablar sobre los votos de castidad de Fabián, diciendo que no importaban, que cuando él ascendiera en la Iglesia podría tener a la mujer que quisiera, porque los altos cargos no respetaban esos votos.”

El ambiente en la mesa se tensó aún más. Drex, hasta ese momento en silencio, apretó los puños en señal de desaprobación.

—”Esa mujer está jugando con fuego,” —dijo, su tono bajo pero amenazante—. “¿Cómo aguantaste todo eso, María?”

María suspiró, apretando los puños en su regazo.

—”Quería hacerle algo más que borrarle los recuerdos, lo admito,” —dijo, con un tono lleno de frustración—. “Pero sabía que no podía arruinar la fachada de Fabián. Asha me había advertido que mantuviera las cosas bajo control. Y lo peor es que sé que cuando Fabián vaya al Vaticano para ese evento de caridad, Valeria va a intentar lo mismo, o incluso algo peor.”

Tatiana frunció el ceño, claramente preocupada.

—”No puedo creer que haya sido tan descarada,” —dijo—. “Y tú, Fabián, ¿qué piensas hacer cuando estés allí y María no esté para intervenir?”

Fabián apretó los labios, su incomodidad era evidente. Sabía que su próximo viaje al Vaticano sería una prueba difícil.

—”Intentaré mantener las cosas bajo control,” —respondió—. “Pero Valeria no va a detenerse. Lo más probable es que aproveche el evento de caridad para acercarse a mí de nuevo.”

María lo miró con una mezcla de rabia y preocupación.

—”No estoy dispuesta a tolerarlo,” —dijo con firmeza—. “Si se atreve a hacer algo, no me contendré. Esta vez, no solo borraré sus recuerdos.”

Tatiana la miró directamente a los ojos.

—”Debes controlarte, María,” —le advirtió—. “Si haces algo imprudente, podrías arruinarlo todo. Valeria está jugando con fuego, sí, pero si la atacas de nuevo en un lugar tan visible como el Vaticano, las consecuencias podrían ser mucho peores para Fabián y para ti.”

María sabía que su hermana tenía razón, pero la frustración la consumía. Sabía que no podía actuar impulsivamente, pero la idea de Valeria coqueteando de nuevo con Fabián, lejos de ella, la enfurecía. Sin embargo, necesitaba controlarse, o todo el plan de Asha podría verse comprometido.

Drex, notando la tensión creciente, decidió cambiar el tema.

—”Hablando de cosas intensas… lo que pasó en Cochasquí tampoco fue fácil,” —dijo, mirando a Tatiana—. “La gente en La Purga todavía habla de lo que hicimos allí.”

María, agradecida por el cambio de conversación, dejó escapar un suspiro.

—”He escuchado rumores,” —comentó, finalmente relajándose un poco—. “Te llaman ‘El Atormentador’ ahora.”

Tatiana soltó una leve risa, aunque su tono era más sombrío de lo habitual.

—”Es solo una leyenda,” —dijo—. “Pero después de lo que desatamos en Cochasquí, no me sorprende que la gente lo crea.”

Drex se encogió de hombros.

—”No me importa lo que digan,” —respondió—. “Lo importante es que hicimos lo que teníamos que hacer. Aunque, sí… parece que la historia ha recorrido todo La Purga.”

El aire en la mesa comenzó a aligerarse un poco, aunque María sabía que la amenaza de Valeria seguía latente. Mientras pensaba en lo que vendría en el Vaticano, se dio cuenta de que sería una prueba difícil, tanto para Fabián como para ella misma.

La conversación sobre Valeria Dupont aún estaba presente en la mente de María, pero cuando Tatiana mencionó el apodo de Drex, el ambiente se relajó un poco.

—”Nunca pensé que ‘El Atormentador’ te quedaría tan bien, pero después de lo que pasó en Cochasquí, no me sorprende,” —dijo Tatiana con una sonrisa cómplice.

Drex, siempre sereno, se encogió de hombros.

—”La gente inventa nombres basados en lo que ve, pero no estoy aquí para ser una leyenda,” —respondió—. “Solo cumplo con mi papel.”

María, aún tratando de despejarse de sus propias preocupaciones, sonrió mientras jugueteaba con una de sus joyas.

—”Por cierto, María, te ves increíble con ese vestido y esas joyas. Asha ha tenido una gran influencia en ti,” —comentó Tatiana.

María sonrió, agradecida por el cumplido.

—”Gracias, Asha realmente me ha enseñado mucho. Me siento más segura y poderosa,” —respondió María, mientras Fabián la miraba con admiración.

El sacerdote la observaba con intensidad. La transformación de María bajo la influencia de Asha lo atraía más que nunca, aunque también le generaba cierta preocupación por lo que implicaba.

—”Te ves increíble,” —susurró Fabián, entrelazando sus dedos con los de María.

Tatiana, notando la conexión entre ellos, volvió su atención a Drex.

—”Hablando de cambios,” —dijo, mirándolo con picardía—, “creo que deberíamos hablar de nuestra boda, especialmente el ritual con la manada.”

María tensó los labios, recordando cómo había sido presenciar ese ritual salvaje. Aunque respetaba la conexión entre Tatiana y Drex, todavía le costaba aceptar la brutalidad del mundo de los licántropos.

—”Ese ritual fue… intenso,” —admitió María, intentando mantener la calma.

Tatiana sonrió al recordar la ceremonia.

—”Comer medio corazón y ofrecérselo a Drex fue más que un símbolo de amor,” —dijo Tatiana, con una sonrisa nostálgica—. “Fue la promesa de que compartiremos todo, incluso nuestra esencia, por la eternidad.”

Drex sonrió a su esposa, claramente orgulloso de su unión y lo que significaba para ambos.

Fabián, siempre atento a los gestos de María, decidió cambiar de tema para aliviar la incomodidad.

—”Hoy hablé con Andrés,” —dijo Fabián, mirando a Tatiana—. “Finalmente me confesó lo que ya sospechábamos sobre Laura.”

Tatiana arqueó una ceja, interesada.

—”¿Cómo lo tomó Julián?” —preguntó.

Fabián suspiró, mientras jugaba con su copa de vino.

—”No fue una sorpresa total para él, pero enfrentarlo abiertamente fue difícil. Julián siempre temió que alguien como Andrés estuviera cerca de su hija, y ahora la situación es complicada.”

Tatiana asintió, comprendiendo el conflicto interno de Julián. Sabía que, como padre, había hecho todo lo posible por proteger a Laura, pero también conocía el oscuro pasado de Andrés como cazador, lo que solo complicaba más las cosas.

—”Debe ser difícil para Laura, sabiendo lo que Andrés fue en el pasado,” —comentó Tatiana—. “Es complicado confiar en alguien que solía ser una amenaza para los vampiros convertidos.”

El silencio cayó momentáneamente sobre la mesa, cada uno reflexionando sobre las relaciones y tensiones que los rodeaban.

La conversación se tornaba más ligera después de haber tocado temas delicados, pero había una tensión latente en el aire, algo que tanto Tatiana como María reconocían. Mientras la noche se alargaba, la atmósfera en la mesa cambió, y las miradas entre las hermanas se hicieron más cómplices.

Tatiana, observando el brillo en los ojos de su hermana, sonrió con una mezcla de picardía y decisión. Sabía exactamente lo que ambas necesitaban en ese momento.

—”Es la noche perfecta para algo más… divertido, ¿no te parece?” —murmuró Tatiana, inclinándose ligeramente hacia María.

María le devolvió la sonrisa, ya sabiendo a qué se refería. Desde que Asha les había entregado las pociones carmesí, las dos hermanas habían aprendido a usarlas para crear momentos inolvidables.

—”Lo sabía,” —respondió Tatiana—, “siempre tienes una reserva contigo.”

María, sin dudarlo, sacó de su bolso una pequeña botella de vidrio llena de un líquido rojo oscuro, casi brillante. Las gotas carmesí se movían suavemente dentro del frasco, como si esperaran el momento de ser liberadas.

—”Por supuesto,” —dijo María en tono bajo y seductor—. “Un regalo de Asha que no puede faltar.”

Sabían que la poción tenía efectos casi inmediatos, y como cada una conocía su límite, María inclinó ligeramente el frasco para verter las gotas correctas. Primero, añadió dos gotas en su copa y en la de Fabián. Luego, con una sonrisa aún más atrevida, sirvió cuatro gotas en la copa de Tatiana, y otras cuatro en la de Drex.

Fabián observaba cómo el líquido rojo carmesí caía lentamente en su copa, creando una especie de hipnotismo en su mente. Ya sabía lo que vendría después, y no pudo evitar una sonrisa mientras María levantaba su copa, invitándolo a seguir el ritual.

—”Salud, amor,” —susurró María, entrelazando sus dedos con los de Fabián antes de llevar la copa a sus labios.

Del otro lado de la mesa, Tatiana bebió las cuatro gotas con una expresión de confianza desenfrenada. El calor que generaba la poción corrió rápidamente por su cuerpo, haciéndola sentir más viva que nunca. A su lado, Drex la observaba con deseo, sabiendo que los efectos pronto desatarían su lado más salvaje.

—”Es imposible acostumbrarse a esto,” —dijo Tatiana, mientras dejaba la copa sobre la mesa y observaba a Drex con una chispa en los ojos—. “Siempre es… intenso.”

María, quien ya comenzaba a sentir los efectos, rió suavemente mientras colocaba su mano en la pierna de Fabián, deslizándola lentamente hacia arriba.

—”A veces, lo mejor es no acostumbrarse,” —murmuró, su voz suave y llena de promesas.

Fabián, atrapado por la energía que ahora vibraba en el aire, le devolvió una mirada intensa. Sabía que el control pronto se le escaparía de las manos, pero en ese momento, no importaba. Las gotas carmesí encendían un fuego que no podía ser contenido.

Drex, ya sintiendo los efectos en su propia sangre, inclinó su cabeza hacia Tatiana, su voz grave y profunda.

—”Creo que es hora de irnos,” —susurró—. “No querrás que esto se desate aquí.”

Tatiana sonrió, sus ojos revelando ese lado salvaje que solo Drex conocía en su totalidad. Habían aprendido a convivir con la bestia dentro de él, y ella, en sincronía con su poder, sabía cómo manejar esa energía desbordante. Pero ahora, esa energía se fusionaba con el deseo implacable que la poción despertaba en ellos.

—”Definitivamente,” —respondió, su tono lleno de lujuria controlada.

Por su parte, María se inclinó hacia Fabián, su boca rozando suavemente su cuello.

—”No creo que podamos esperar más, Fabián,” —murmuró, su aliento cálido provocando un escalofrío en él.

Fabián apenas podía contenerse. La cercanía de María, sumada al calor que la poción había encendido en su interior, lo desbordaba. Sintió su mano recorrer lentamente la espalda de María, dibujando líneas invisibles que parecían aumentar la tensión.

—”Es mejor que nos vayamos ahora,” —dijo Fabián, con la respiración acelerada.

Ambas parejas, conscientes de que la poción carmesí ya había hecho su efecto, intercambiaron una última mirada cómplice antes de levantarse de la mesa. Las palabras sobraban. Tatiana y Drex se despidieron con un gesto rápido, mientras María y Fabián hacían lo mismo.

—”No creo que debamos hacer esperar más esta noche,” —dijo Tatiana, con un brillo travieso en los ojos—. “Nos vemos luego.”

Drex asintió, tomando su mano mientras ambos se dirigían hacia la salida.

María, sintiendo cómo el deseo crecía con cada segundo, sonrió mientras entrelazaba su brazo con el de Fabián. No había necesidad de hablar más. Las chispas de la poción carmesí seguirían encendiendo esa llama durante toda la noche, en la intimidad de sus apartamentos.

Y así, ambas parejas se despidieron, dejándose llevar por la lujuria, el deseo, y la conexión inquebrantable que los unía.

La oscuridad de la noche envolvía el bosque mientras Tatiana y Drex caminaban apresuradamente hacia su apartamento. Pero cada paso los acercaba no solo a su destino, sino al límite de su autocontrol. Las gotas de la poción carmesí no habían hecho más que encender lo que ya ardía entre ellos, y ahora ese fuego estaba a punto de consumirlos.

Tatiana no podía pensar con claridad. Podía sentir el calor de Drex a su lado, su cuerpo vibrando con la misma urgencia que el suyo. Los dedos de Drex la tocaban apenas, pero era suficiente para hacer que su piel se encendiera. El deseo la embargaba, y su sincronía con la bestia de Drex amplificaba cada sensación, cada roce, cada respiro.

De pronto, Drex se detuvo, sus ojos oscuros brillando con una intensidad que le hizo perder el aliento.

—”No puedo esperar más,” —gruñó, su voz cargada de lujuria—. “Quiero tomarte aquí mismo, como en nuestra boda.”

Las palabras encendieron algo profundo en Tatiana. La memoria de aquella noche salvaje en el bosque, cuando se habían unido bajo la luna llena, la hizo temblar de deseo. Sin pensarlo dos veces, lo empujó contra el tronco de un árbol, sus labios buscando los de él con una urgencia que no podía contener.

—”Hazlo,” —susurró, sus manos deslizándose por su pecho—. “Aquí mismo… como esa vez, cuando estábamos cubiertos de sangre, ¿recuerdas?”

Drex gruñó con una intensidad que resonó en su pecho, sus colmillos apenas rozando el cuello de Tatiana. Pero no era solo el deseo lo que lo impulsaba, era esa conexión primitiva que compartían, el instinto animal que rugía dentro de él y que Tatiana entendía mejor que nadie.

Tatiana lo sintió contra ella, duro, firme, y su cuerpo respondió de inmediato. Su mano bajó por el abdomen de Drex, deslizándose hasta sentir la dureza bajo el pantalón. Un gemido escapó de sus labios, cargado de anticipación.

—”Dios… te necesito ahora,” —murmuró Tatiana, sintiendo cómo su propio cuerpo se preparaba para él.

Drex, sin poder esperar más, levantó la pierna de Tatiana, apoyándola contra el tronco del árbol mientras su mano se aferraba a su cadera con fuerza. El control ya no existía. La poción carmesí había destruido cualquier barrera que pudiera haber entre ellos.

—”Voy a devorarte,” —gruñó Drex, inclinándose para morder el interior de su muslo, justo como a ella le gustaba. Su lengua dejó un rastro de fuego en su piel, haciéndola arquearse contra él.

Tatiana jadeó, sus uñas clavándose en los hombros de Drex mientras su otra mano tiraba desesperadamente de su cinturón, abriéndolo con una rapidez que delataba su impaciencia.

—”Hazlo ahora,” —exigió, su voz cargada de deseo—. “No puedo esperar más, quiero sentirte dentro de mí, aquí, como la primera vez… en el bosque.”

El aire frío del bosque chocaba contra su piel caliente, pero solo avivaba el fuego que ardía en ambos. Con un movimiento rápido, Drex la alzó, apoyándola contra el tronco mientras sus labios recorrían su cuello, mordiendo, lamiendo, provocando gemidos que Tatiana no podía contener.

—”Me vuelves loco,” —gruñó, empujándose entre sus muslos con una intensidad que solo la bestia podía ofrecer—. “Quiero que grites mi nombre… quiero que todo este maldito bosque sepa que eres mía.”

Tatiana, sintiendo cómo Drex entraba en ella con una fuerza que la dejó sin aliento, arqueó su espalda, aferrándose a él como si su vida dependiera de ello. La conexión entre ellos era casi eléctrica, y el poder que ambos compartían a través de la sincronización se amplificaba con cada embestida.

—”¡Drex!” —gritó Tatiana, sintiendo cómo sus uñas se hundían en su espalda—. “¡No pares!”

El sonido de sus cuerpos chocando contra el árbol llenaba el aire, sus respiraciones entrecortadas, los gemidos de Tatiana mezclándose con los gruñidos bajos de Drex. La poción había destruido cualquier noción de control o contención, y ahora solo existía el placer crudo, salvaje, que los unía en ese momento.

Drex gruñó nuevamente, sintiendo cómo el cuerpo de Tatiana respondía a él, apretándose más, buscando más. La bestia dentro de él rugía, pero él la contenía, dirigiendo toda su fuerza hacia Tatiana, sintiendo cómo cada parte de su cuerpo se rendía ante él.

—”Sigue… sigue…” —jadeaba Tatiana, aferrándose a su cuello, sus dientes rozando la piel de Drex mientras sus piernas se apretaban a su alrededor—. “No puedo… no puedo aguantar más.”

Con una última embestida, Drex mordió el cuello de Tatiana, hundiendo sus colmillos justo donde sabía que ella lo quería, donde sabía que el dolor y el placer se mezclaban en una única explosión de sensaciones. El cuerpo de Tatiana tembló contra el suyo, mientras su propio grito de placer resonaba en el aire del bosque.

—”¡Tatiana!” —gruñó Drex, mientras sentía cómo ambos caían en la espiral de lujuria que los consumía.

Finalmente, cuando el frenesí comenzó a disiparse, ambos quedaron allí, apoyados contra el árbol, jadeando, sus cuerpos aún temblando por la intensidad del momento. Tatiana apoyó su frente contra el pecho de Drex, dejando que su respiración se calmara lentamente.

—”Dios…” —susurró, con una sonrisa satisfecha—. “Siempre es así contigo.”

Drex sonrió, sus manos aún aferrándose a sus caderas, como si temiera que se desvaneciera.

—”Y siempre lo será,” —respondió, besando su frente con ternura, aunque su cuerpo aún vibraba con el deseo que apenas habían comenzado a saciar.

Con una última sonrisa cómplice, ambos se separaron lentamente, sus cuerpos aún temblando por el placer. Sabían que esta noche no había terminado, pero el camino hacia el apartamento ahora sería más lento, más controlado, aunque el deseo seguía latiendo bajo la superficie, listo para desatarse nuevamente en cuanto llegaran.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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