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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 274.

 Furia Desatada.

Las ruinas de Cochasquí se habían convertido en un infierno de hielo, sombras y fuego. El Galcietor, debilitado y herido, reunía toda su energía restante en una esfera de hielo pulsante en el centro de su pecho. La esfera crecía, y su brillo gélido iluminaba el campo de batalla, prometiendo devastar todo a su paso. El aire era casi irrespirable, y cada paso de los escuadrones de Oricalco y el equipo de Lía se volvía más pesado, como si el frío intentara arrastrarlos hacia un abismo sin retorno.

Drex, liderando a los espectros invocados por Tatiana, cargaba sin miedo contra el coloso de hielo. Los espectros, con su forma licántropa y poder amplificado, se lanzaron en una embestida feroz, desgarrando el hielo y las grietas que atravesaban la estructura del demonio. Drex sentía cada ataque como propio; cada espectro era una extensión de él, y cada golpe que asestaban resonaba en su espíritu. Pero el vínculo que compartía con Tatiana, la intensidad de ese recuerdo en la isla, lo mantenía firme y decidido.

—“Tatiana, reaviva su fuerza. ¡No podemos permitir que esa esfera se expanda!” —gritó María, viendo en sus visiones cómo el poder del Galcietor amenazaba con destruir todo.

Tatiana, concentrada en el helicóptero, cerró los ojos y sintió cómo el collar respondía a su llamado. Sabía que necesitaban más energía para desatar todo el poder de los espectros. Evocó una vez más aquel recuerdo: el claro en la isla, la noche en que Drex, en su forma bestial, había regresado bañado en sangre y perdido en su furia. Ella había corrido hacia él, confiando en el vínculo que compartían, y sus manos temblorosas habían tocado su pelaje, llamándolo de vuelta a su humanidad.

—“Drex, juntos, como siempre,” —susurró, canalizando todo el poder arcano que le quedaba y alimentando el quinto sello. La luz del collar brilló con una intensidad cegadora, y los espectros en el campo de batalla se llenaron de una nueva oleada de energía, sus cuerpos emanando una luz dorada y azul que contrarrestaba el frío del Galcietor.

El Galcietor, sintiendo la fuerza renovada de sus enemigos, rugió, y la esfera de hielo en su pecho comenzó a pulsar con más fuerza, lanzando ráfagas de energía que congelaban el terreno a su alrededor. Pero Drex y sus espectros no se detuvieron. Con un rugido que desgarró el aire, Drex se lanzó al frente, sus garras brillando mientras lideraba a los espectros en un asalto final.

Lía, viendo la apertura que Drex y los espectros creaban, lideró una carga directa junto a Óscar y los escuadrones de Oricalco. Con precisión, atacó las grietas abiertas en el cuerpo del Galcietor, sus espadas cortando a través del hielo y desintegrando fragmentos de su estructura. —“¡Andrés, apunta al núcleo!” —ordenó, sabiendo que la esfera en el pecho del demonio era la clave para vencer.

Andrés, concentrado, disparó una bala bendita que voló a través del aire y se incrustó en la esfera gélida. La luz sagrada que envolvía la bala estalló en un destello que resonó en todo el campo de batalla, causando que la estructura del demonio temblara. Los fragmentos de hielo se desprendieron de su cuerpo y cayeron como estalactitas quebradas.

Los espectros de Drex, impulsados por la energía arcana de Tatiana, arremetieron con una fuerza descomunal. Se lanzaron en masa, rasgando el núcleo expuesto del demonio con furia. Drex, rugiendo en sincronía con sus espectros, sintió cómo el poder fluía a través de ellos. Sus garras se clavaron en el torso del Galcietor, y la energía que había estado acumulando se liberó en un estallido de luz.

Violeta, viendo la oportunidad, invocó su última pesadilla: una sombra gigantesca que se alzaba como una serpiente alada, sus ojos brillando con fuego. La criatura se enroscó en torno al Galcietor, golpeando con sus alas y desgarrando su cuerpo con colmillos de energía oscura.

El demonio, debilitado por los ataques combinados, emitió un rugido final antes de que la estructura helada se partiera. Los espectros de Drex, junto a la pesadilla de Violeta, atacaron el núcleo con todo su poder, y el Galcietor finalmente cedió. Su cuerpo colapsó en una explosión de hielo y energía oscura, y la esfera gélida en su pecho se fragmentó en mil pedazos, dispersándose por el aire como ceniza.

Drex, con los espectros todavía ardiendo con el poder arcano, se levantó sobre sus patas traseras, y con un rugido ensordecedor que resonó como un trueno en las ruinas, declaró la victoria. Los espectros lo imitaron, y el cielo se llenó con el eco de sus rugidos, un coro de furia y triunfo que reclamó el campo de batalla para el equipo de Lía.

Los soldados de Oricalco y los escuadrones de Raúl, viendo la caída del demonio y escuchando los rugidos de Drex y sus espectros, levantaron sus armas en señal de victoria. La presión y el frío que habían dominado el campo de batalla desaparecieron, y las fuerzas restantes de los vampiros separatistas comenzaron a huir en desbandada, conscientes de que habían sido derrotados.

Tatiana, desde el helicóptero, sintió la energía fluir de regreso a ella cuando el vínculo con los espectros se cerró. Sabía que habían ganado, pero a un gran costo energético. Con un suspiro de alivio, sonrió, sintiendo que el vínculo que compartía con Drex había superado otra prueba. —“Lo logramos… juntos,” —murmuró mientras veía cómo el equipo en tierra se reagrupaba.

El equipo de Lía, con Drex liderando, se posicionó en el centro de las ruinas, observando cómo las últimas sombras del Galcietor se desvanecían en el aire. Habían reclamado la victoria en una batalla que parecía imposible, y el eco de los rugidos de Drex y sus espectros seguía resonando, como un testimonio de la fuerza y el poder que Oricalco y su equipo podían desatar cuando luchaban como uno solo.

Las ruinas de Cochasquí estaban marcadas por las cicatrices de una batalla feroz. Los soldados de Oricalco intentaban reorganizarse y buscar a sus compañeros caídos. La victoria había sido alcanzada, pero el precio fue alto: cinco escuadrones completos habían caído, dejando un vacío evidente entre las filas. El aire estaba cargado con el peso de las bajas y las heridas de aquellos que habían sobrevivido, y cada paso que daban parecía arrastrar ese peso.

Drex, en su forma licántropa, permanecía de pie, pero sus movimientos eran lentos y su respiración pesada. Las heridas que había sufrido, compartidas con sus espectros, marcaban su cuerpo con profundos cortes y laceraciones. Aunque su regeneración intentaba sanar cada una, el daño acumulado era evidente, y sus músculos temblaban con cada esfuerzo.

Desde el helicóptero, Tatiana descendió con el apoyo de María, sus piernas tambaleándose bajo el peso de su cansancio extremo. Había agotado toda su energía arcana para sostener a Drex y a los espectros, y cada paso que daba parecía un desafío monumental. —“María… déjame llegar a él,” —murmuró, con la vista fija en la figura de Drex.

María, preocupada por el estado de su hermana, la sostuvo con firmeza. —“No te esfuerces tanto, Tati. Pero entiendo… vamos,” —respondió, ayudándola a avanzar con cuidado hacia él.

Tatiana avanzó lentamente hasta estar a unos metros de Drex. Al verla, Drex hizo un esfuerzo final para caminar hacia ella, sus ojos dorados brillando con una mezcla de dolor y determinación. A pesar del agotamiento y las heridas, se movió hasta que estuvo lo suficientemente cerca. A medida que se acercaba, su forma comenzó a cambiar, regresando a su estado humano, aunque las heridas seguían visibles en su piel.

Tatiana lo alcanzó y lo sostuvo antes de que cayera al suelo. —“Lo logramos, Drex… estamos aquí,” —dijo, con la voz temblorosa pero cargada de alivio mientras lo apoyaba con las fuerzas que le quedaban.

Drex, sintiendo el apoyo de Tatiana, cerró los ojos por un momento y se permitió descansar en sus brazos. —“Gracias a ti… siempre juntos,” —murmuró, su voz suave pero sincera, reconociendo la conexión que los había llevado hasta ese punto.

Ambos se apoyaron el uno en el otro, visiblemente agotados, mientras María y Óscar se acercaron para sostenerlos y ayudarlos a moverse hacia un lugar más seguro. —“Vamos, necesitamos que descansen,” —dijo María, mientras tomaba el brazo de Tatiana, mostrándole todo el cariño y preocupación de una hermana.

Lía, observando cómo Tatiana y Drex se reunían, comenzó a dar órdenes para reorganizar a los soldados y asegurar la zona. —“Raúl, revisa las bajas y asegúrate de que todos reciban atención médica. Nadie se queda atrás,” —dijo, con un tono firme pero claramente afectado por la pérdida.

Anuel y Violeta se acercaron con rapidez. Anuel invocó sus enredaderas curativas para cerrar las heridas superficiales de ambos y aliviar el dolor. —“Esto les ayudará por ahora, pero necesitan atención médica urgente,” —advirtió mientras concentraba su energía.

Violeta, viendo a Tatiana y Drex agotados pero juntos, sonrió con alivio. —“Siempre podemos contar con ustedes… descansen ahora, nosotros cuidaremos el resto,” —dijo con sinceridad mientras les daba espacio.

Tatiana, sentada junto a Drex en el suelo, suspiró con alivio, permitiéndose por fin soltar parte de la tensión acumulada. —“Lo logramos… y sobrevivimos,” —murmuró, aún apoyada en él mientras recuperaba el aliento.

El viento en Cochasquí, ya libre de la amenaza del hielo y la magia oscura, soplaba suavemente, como una señal de que la tormenta había pasado. Los soldados de Oricalco comenzaron a reunir a sus compañeros, y el equipo de Lía, con el dolor de las pérdidas y la fatiga en sus rostros, se unió para atender a los heridos. Aunque las cicatrices y las bajas quedarían en sus memorias, sabían que, juntos, habían superado la batalla más difícil.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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