El cazador de almas perdidas – Creepypasta 264.
La Media Eternidad.
María salió de la sala de interrogatorios con pasos acelerados, su corazón palpitando con fuerza. El peso de lo que Asha le había ordenado hacer todavía la presionaba. Implantar el recuerdo de Drex en el prisionero había sido una tortura en sí misma, sabiendo exactamente lo que contenía esa memoria y la oscuridad que conllevaba. Pero no podía decirle que no a Asha; no era una opción. Lo único que la sostenía era pensar en Fabián. Su vida, su amor por él, era lo único que la mantenía en pie.
Aceleró el paso, buscando a Fabián. Necesitaba sentir sus brazos, su calor, su consuelo. Finalmente, lo encontró en una de las salas comunes hablando con Julián, pero no le importó. Todo lo que importaba en ese momento era él. Corrió hacia él y se lanzó a sus brazos, aferrándose con desesperación.
—¡Fabián! —exclamó, hundiendo su rostro en su pecho mientras las lágrimas se desbordaban—. Te necesito… no puedo más…
Fabián, sorprendido, la rodeó con sus brazos, sintiendo cómo María temblaba. —María, ¿qué pasa? —preguntó con preocupación mientras acariciaba su espalda—. Estoy aquí, todo va a estar bien.
—Es Asha… —susurró, con la voz rota—. Me hizo ponerle el recuerdo de Drex a ese hombre. Ahora sé lo que hay ahí, sé lo que tuve que hacer, y… no puedo soportarlo.
Fabián la abrazó con fuerza, sus labios susurrando palabras de consuelo. —Mírame —le dijo suavemente, levantando su rostro para que sus ojos se encontraran—. Entiendo lo difícil que es, pero estoy aquí, a tu lado. Nada de lo que te pida Asha cambiará lo que siento por ti. Estamos en esto juntos.
María asintió, pero las lágrimas seguían cayendo. —Lo sé, pero… me aterra perderte. Es lo único que me importa.
—Nunca me perderás, María —afirmó Fabián, plantando un beso en su frente—. Pase lo que pase, tú eres lo único que quiero.
María respiró hondo, tratando de calmarse, y fue entonces cuando, al levantar la vista, se dio cuenta de que Julián seguía allí. Un rubor se extendió por sus mejillas.
—Perdón, Julián, no me di cuenta de que estabas aquí… —murmuró, sintiéndose expuesta.
Julián esbozó una sonrisa cálida y negó con la cabeza. —No hay problema, María. Yo también soy parte de esta familia, y me alegra ver que Fabián tiene a alguien tan importante a su lado. No hay nada de qué disculparse.
María se relajó un poco y, por primera vez en ese día, sonrió sinceramente. —Gracias, Julián. Realmente, gracias.
—Además —continuó Julián con una sonrisa traviesa—, justo le estaba comentando a Fabián que Valeria Dupont me contactó para una entrevista. Parece que quiere hablar conmigo porque está armando un artículo sobre Fabián, sobre cómo el hombre que guió al elegido por el Espíritu Santo lo formó.
El rostro de María se ensombreció. —¿Valeria Dupont otra vez? —dijo con un tono enojado—. ¿Por qué no puede dejarlo en paz? ¿Qué busca?
Fabián y Julián se miraron rápidamente antes de que Fabián respondiera. —María, es solo una entrevista. Quiere hablar con Julián, no conmigo.
—Eso no me importa —replicó María, apretando los puños—. Sé lo que ella quiere, y no me gusta. —Por un instante, sus ojos reflejaron un destello de determinación peligrosa—. Tal vez debería…
—María, no —intervino Julián, con una calma que solo un maestro podía tener—. Valeria es solo una periodista. Sabemos que es difícil, pero nada de lo que diga o haga cambiará lo que hay aquí.
Fabián le tomó la mano con suavidad. —No vale la pena, María. Tú y yo estamos por encima de cualquier artículo o comentario de Valeria. Nada nos va a separar.
María suspiró, sintiendo que la tensión la soltaba lentamente, aunque todavía tenía una sombra de preocupación en sus ojos. —Es solo… es difícil.
—Lo sé —dijo Fabián, sonriendo—. Pero vamos a encontrar una forma de que esto no te afecte. ¿Te parece si hacemos algo que te haga sentir bien, algo que te haga ver lo hermosa que eres y recuerdes lo especial que eres para mí?
María se relajó un poco más, permitiendo que una sonrisa se dibujara en sus labios. —Tal vez eso no sea mala idea. —Lo abrazó con fuerza, sintiendo el alivio de tener a Fabián como su refugio en medio de las tormentas que los rodeaban.
Julián, viendo que el momento estaba bajo control, les dio un gesto amistoso antes de retirarse. —Los dejo, pero recuerden que todo esto es solo una parte del camino que han decidido recorrer juntos. Confíen el uno en el otro.
María y Fabián lo observaron marcharse, y luego ella volvió a mirarlo con ternura. —Gracias por siempre estar aquí para mí, Fabián.
—Siempre, mi amor —respondió él, besándola suavemente, recordándole que, sin importar cuán oscuro se tornara todo a su alrededor, su amor siempre sería la luz que los guiaría.
Fabián y María se dirigieron a un pequeño parque cercano, donde los árboles daban sombra y la brisa parecía apaciguar las tensiones. María se sentó en un banco, mirando las hojas danzar con el viento. Fabián se acomodó a su lado, tomando su mano con delicadeza. Podía sentir la inquietud en ella, esa tensión que, aunque momentáneamente se calmaba, siempre regresaba.
—María —comenzó Fabián, mirándola con atención—, sé que Valeria es un tema complicado para ti, y no puedo ignorar lo que me estás diciendo. Necesito saber cómo podemos enfrentar esto, qué te daría más tranquilidad.
María suspiró, mordiéndose el labio antes de hablar. —Es que… es difícil de explicar, Fabián. —Sus ojos estaban fijos en el suelo, incapaces de mirarlo a la cara—. Yo sé que confías en mí, sé que me amas, pero… Valeria Dupont… —suspiró de nuevo, esta vez con una mezcla de frustración y tristeza—. Ella es todo lo que yo no soy.
Fabián frunció el ceño, sin soltarle la mano. —¿Cómo que todo lo que tú no eres? María, tú eres única para mí. No importa lo que Valeria Dupont pueda hacer o decir, tú eres la única persona que quiero a mi lado.
—Lo sé… —dijo María, casi en un susurro—, pero es más profundo que eso. —Finalmente, levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de él, llenos de una vulnerabilidad que pocas veces dejaba ver—. Ella es hermosa, elegante, y tiene una presencia que simplemente… brilla. Cuando está en una sala, todos los ojos están en ella, y no puedo evitar sentir que, en comparación, yo no tengo esa… chispa. No soy tan bonita.
Fabián sintió un dolor en el pecho al escucharla hablar así. Le dolía que María, que para él era la persona más maravillosa del mundo, se sintiera tan insegura. —María, tú eres la mujer más hermosa que he conocido. No solo por tu apariencia, sino por lo que eres, por todo lo que llevas dentro. No me importa si Valeria Dupont tiene todo el brillo del mundo; lo que tú y yo compartimos es mucho más profundo. Es real.
—Pero, Fabián… ella no va a desaparecer —insistió María, con lágrimas amenazando con escapar—. Va a estar ahí, siempre, en el Vaticano, en las misiones. Y cada vez que la vea, cada vez que te hable, no puedo evitar pensar en todo lo que yo no soy. Es como si todo lo que hago, todos mis esfuerzos, nunca fueran suficientes. Nunca me siento… suficiente.
Fabián tomó su rostro entre sus manos, obligándola a mirarlo. —Escúchame bien, María. Tú eres más que suficiente. Eres fuerte, valiente, y has pasado por cosas que pocas personas podrían soportar. La belleza de Valeria puede ser evidente para todos, pero no es nada comparado con lo que tú me das, con el amor, la fuerza y la dedicación que veo en ti todos los días.
María parpadeó, dejando caer una lágrima que Fabián limpió con cuidado. —Lo intento, Fabián, intento ser fuerte y no dejar que eso me afecte, pero cuando la veo… —se interrumpió, respirando hondo para calmarse—. Es como si todo lo que he construido se derrumbara.
—Entonces vamos a construir algo más fuerte —dijo Fabián, su tono lleno de determinación—. Si Valeria va a estar siempre presente, entonces tenemos que encontrar una forma de que no afecte lo que tenemos. Pero para eso, necesito saber qué te haría sentir mejor, qué necesitas.
María bajó la mirada de nuevo, pero esta vez con menos tristeza y más reflexión. —No lo sé… —admitió, aunque su voz estaba más serena—. Tal vez… tal vez necesito sentirme más segura de mí misma. A veces me siento perdida en todo esto, en quién soy y en quién debería ser.
Fabián asintió, comprendiendo. —Vamos a hacer algo —propuso—. Hoy vamos a encontrar algo que te haga sentir hermosa, que te haga recordar lo especial que eres para mí. Pero, más allá de eso, quiero que hablemos de esto más a fondo, quiero saber qué más puedo hacer para que te sientas segura de ti misma, para que no veas a Valeria como una amenaza.
María lo miró, sus ojos brillando con gratitud. —Gracias, Fabián. A veces, solo necesito saber que estoy haciendo lo correcto, que valgo la pena.
—Siempre lo vales, María —respondió él con una sonrisa cálida—. Y si esto es algo que vamos a enfrentar juntos, lo haremos paso a paso, pero vamos a encontrar la forma. Valeria puede ser imposible de evitar, pero eso no significa que no podamos construir algo inquebrantable.
María sonrió, sintiendo una chispa de esperanza en su interior. —Vamos a intentarlo.
Fabián la abrazó, besándola con ternura, y en ese momento, ambos supieron que, aunque el camino fuera difícil, seguirían caminándolo juntos, fortaleciendo cada día el lazo que los unía.
Fabián y María caminaron juntos por las calles de Quito, pasando por las boutiques y tiendas de ropa que iluminaban el centro comercial. La luz de la tarde se filtraba por las ventanas, creando un ambiente cálido que envolvía a la pareja mientras se detenían en cada escaparate. Fabián apretó la mano de María con firmeza, dándole la seguridad que sabía que necesitaba.
—Quiero que te sientas cómoda, pero también quiero que te sientas increíble —dijo Fabián con una sonrisa mientras abría la puerta de una tienda. Los colores vibrantes y las texturas de los vestidos parecían invitarlos a entrar—. Hoy es tu día. Vamos a encontrar algo que te haga sentir tan hermosa como realmente eres.
María asintió, respirando hondo. Sentía una mezcla de nervios y emoción. Era un paso importante, uno que, de alguna manera, simbolizaba su deseo de cambiar, de dejar atrás las inseguridades y abrazar quién era. —Gracias por esto, Fabián. —Dijo, mirándolo con una sonrisa que comenzaba a asomarse en su rostro—. Sé que parece algo superficial, pero… realmente me ayuda.
—No es superficial en absoluto —le respondió él, colocando su mano en la espalda de María mientras la guiaba hacia una sección con vestidos elegantes—. Se trata de mostrarle al mundo, y a ti misma, lo increíble que eres. Si eso te da fuerza, entonces es lo más importante.
María se dejó llevar por la emoción y comenzó a buscar entre los vestidos, tocando las telas, explorando estilos que normalmente no se atrevería a usar. Fabián la alentó en cada elección, susurrándole palabras de apoyo. Cuando se decidió por un vestido azul marino que resaltaba sus ojos y dejaba sus hombros al descubierto, Fabián sonrió con orgullo.
—Ese es perfecto —dijo, con una chispa de emoción en su voz—. Te ves increíble.
María se miró en el espejo y, por primera vez en mucho tiempo, se sintió bien. Se sintió hermosa. —No sé cómo agradecértelo, Fabián. Esto… significa mucho para mí.
—No tienes que agradecerme nada —contestó él, inclinándose para darle un beso en la mejilla—. Esto es solo el comienzo. Vamos a asegurarnos de que cada día te sientas más segura y feliz.
Luego de probarse varios vestidos y seleccionar algunos, pasaron a la sección de accesorios. María se probó unos pendientes largos que brillaban con cada movimiento y unos tacones que le hacían sentirse elegante y poderosa. A medida que se probaba cada conjunto, sentía cómo las inseguridades se iban desvaneciendo, siendo reemplazadas por una confianza renovada.
—Creo que esto va a funcionar —dijo, girando frente al espejo, admirando cómo el vestido y los accesorios le hacían lucir radiante—. Realmente me siento bien.
Fabián la miró con una sonrisa que reflejaba puro amor y apoyo. —Claro que va a funcionar. Valeria Dupont podrá aparecer las veces que quiera, pero nunca va a cambiar lo que tenemos.
María asintió, sintiendo cómo su fuerza se renovaba. —No, no lo hará. Y sé que, con esto, estaré preparada.
Antes de salir de la tienda, María le dio un abrazo fuerte y sincero a Fabián. —Gracias por creer en mí, por ayudarme a ver todo lo que puedo ser. Eres lo mejor que me ha pasado.
—Siempre, mi amor —respondió él, acariciándole el cabello mientras la abrazaba—. Este es solo el primer paso de muchos, y estaremos juntos en cada uno de ellos.
Salieron de la tienda, con las bolsas en mano y sonrisas en sus rostros. Era evidente que, a pesar de las sombras que podían rodearlos y de las tormentas que podían venir, su unión, su fuerza, y el amor que compartían eran un escudo inquebrantable.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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