El cazador de almas perdidas – Creepypasta 260.
Encuentros en el Amanecer.
La sede de La Purga se iba llenando de vida en las primeras horas de la mañana. El aire
fresco y la luz suave del sol iluminaban el patio central, donde Drex practicaba sus movimientos de combate, afilando sus instintos en la calma que precedía a la agitación del día. El ambiente era sereno, pero cargado de una energía latente, como si todo se preparara para la acción que vendría más tarde.
Alexia, la Invencible, lo observaba desde la distancia, con cautela. Había oído las noticias sobre el matrimonio de Drex y Tatiana, y sabía que la aceptación de Tatiana en la manada era un hecho ya consumado. Sin embargo, había algo más que la motivaba a acercarse. El tiempo había erosionado parte de las tensiones, y aunque la manada aún la miraba con recelo, Alexia veía este momento como una oportunidad para reconectar y tal vez
reconstruir algo que había perdido.
Drex se detuvo al notar su presencia, su mirada encontrándose con la de ella. No había hostilidad, solo una curiosidad distante, como si ambos supieran que, finalmente, el espacio entre ellos se había abierto para permitir esta conversación.
—He oído que te casaste —dijo Alexia, con una pequeña sonrisa que rara vez dejaba ver.
—Sí, con Tatiana. —Drex relajó su postura, bajando los cuchillos y cruzando los brazos—.
Es algo que no esperaba, pero es lo mejor que me ha pasado.
Alexia se acercó un poco más, su mirada era menos fría de lo habitual, pero aún se notaba la cautela en su expresión. —Me alegra escucharlo. Sé que no ha sido fácil para ti, y…
bueno, quería felicitarte en persona. —Su tono era sincero, pero quedaba claro que había algo más detrás de sus palabras.
Drex la observó por un momento, analizando la sinceridad en su voz. —Gracias, Alexia. Es bueno verte en buenos términos. —Hubo un breve silencio entre ambos, uno que no era incómodo, sino un reconocimiento de que, finalmente, las hostilidades se habían relajado lo suficiente como para que hablaran.
—Escuché sobre Puma Punku —dijo Alexia, cambiando el tema con una seriedad que no ocultaba—. Y sobre el tótem. —Sus ojos se clavaron en los de Drex—. Sé lo que implica cargar con eso… Lo intenté hace años y no pude controlarlo. Casi me destruye.
Drex asintió lentamente, recordando la carga que había enfrentado. —Fue difícil. No es algo que pueda controlarse sin aceptar lo que trae consigo, sin aceptar esa oscuridad. La lucha es constante.
—Admiro que hayas podido hacerlo —dijo Alexia, y sus palabras mostraban un respeto genuino—. No muchos podrían sobrevivir al tótem y salir con su mente intacta. —Suspiró, dejando ver algo de la carga que había llevado durante tanto tiempo—. Sé que la manada todavía me ve con recelo, pero… estoy aquí para intentar acercarme, para tratar de cambiar las cosas.
Drex se cruzó de brazos y asintió. —Las cosas pueden cambiar, Alexia, pero lleva tiempo.
—Hizo una pausa, mostrando una apertura que antes no había estado ahí—. Lo importante es intentarlo.
Alexia asintió, y por un momento, una pequeña sonrisa apareció en su rostro. —Espero que sea así, Drex. Por ti y por la manada.
Drex la observó mientras ella se preparaba para marcharse. —Y Alexia, si en algún momento quieres hablar o necesitas algo, aquí estaré. Los caminos cambian, y a veces, incluso los viejos lazos se reconstruyen.
Alexia lo miró, apreciando sus palabras. —Lo tendré en cuenta —dijo, y antes de irse, con un tono que mezclaba broma y sinceridad, añadió—. Cuida a Tatiana. Parece ser la única capaz de mantenerte en línea.
Los dos compartieron una última mirada, un reconocimiento de que las cosas, aunque difíciles, podían cambiar si ambos ponían de su parte. Mientras Alexia se alejaba, Drex sintió que la distancia entre ellos se había acortado, y en su mente, la posibilidad de una alianza futura se hizo un poco más clara.
Después de que Alexia se alejara, Drex se quedó en el patio un momento, pensando en sus palabras. Había sido un encuentro inusual, pero necesario. Decidió enfocarse en otra cosa que le inquietaba: cómo le había ido a Anuel y a Violeta tras la noche de “películas de terror”. Aún recordaba la expresión de Tatiana cuando Asha les entregó la grabación de Puma Punku, su “regalo” de bodas. Algo tan retorcido solo podía venir de alguien como Asha.
Caminó por los pasillos de la sede de La Purga, buscando a Anuel y Violeta. Finalmente, las encontró en la sala común. Ambas estaban sentadas en silencio. A simple vista, era evidente que lo que habían visto las había afectado. Anuel, conocida por su chispa y comentarios rápidos, tenía la mirada perdida, y Violeta, aunque más tranquila, mostraba una incomodidad palpable.
Drex se acercó lentamente, sin romper el silencio. Anuel fue la primera en notar su presencia y, a pesar de su rostro abatido, su actitud no se disipó del todo.
—Eres un monstruo, Drex —dijo con un tono que mezclaba incredulidad y verdad absoluta—. Ese apodo de ‘El Atormentador’… te queda demasiado bien. —Sus ojos brillaron, y un sollozo escapó de sus labios—. Y si lo de Puma Punku es peor… —su voz se quebró—, necesito saber que tú… que tú puedes controlarlo.
Drex sintió el peso de sus palabras. Las imágenes que Asha les había mostrado eran lo suficientemente perturbadoras como para hacer que cualquiera dudara. Se arrodilló frente a Anuel, colocando una mano en su hombro. —Puedo controlarlo, Anuel. —Sus ojos se encontraron con los de ella, serios y firmes—. Ese monstruo que viste en el video, ya no está descontrolado. Sé exactamente lo que hago y lo que desato… y no le haría daño a los míos.
Anuel asintió lentamente, pero las lágrimas continuaban corriendo por sus mejillas. Drex podía ver que, por mucho que intentara tranquilizarla, lo que había visto en esa grabación había dejado una marca profunda.
Violeta, que había estado en silencio, también alzó la mirada y habló con voz suave. —Lo que vimos fue… intenso. Yo… —su voz se apagó un momento— estoy acostumbrada a las pesadillas, a las visiones, pero esto… —tomó aire y su voz bajó— fue diferente.
En ese instante, Andrés entró en la sala. Apenas cruzó el umbral, Anuel se levantó de inmediato y, aún con lágrimas en los ojos, se abalanzó hacia él, abrazándolo. —Perdóname, Andrés… —dijo, su voz quebrándose por la culpa—. No tenía idea de lo que estabas viviendo, no podía imaginar lo que veías cada vez que dormías… y pensar que lo vivías como si fueras tú mismo…
Andrés, sorprendido, la abrazó con suavidad. —Está bien, Anuel. Ya pasó. —Drex podía ver que las palabras de Andrés eran sinceras, pero había una tristeza en sus ojos que reflejaba la profundidad de las pesadillas que había soportado. Violeta, sintiendo el dolor que Anuel y Andrés compartían, se unió al abrazo, apoyando a Andrés en silencio.
Justo en ese momento, Lía y Oscar entraron. Ambos se detuvieron al ver la escena: Anuel llorando, Violeta abrazando a Andrés. Lía frunció el ceño y, con curiosidad, se acercó.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Lía, mirando a Anuel y luego a Drex en busca de respuestas.
Anuel, sin perder su habitual franqueza, levantó la cabeza y, entre lágrimas, explicó.
—Vimos la pesadilla de los 350 corazones… el video que Asha le regaló a Drex y a Tatiana.
Fue… fue horrible. —Hizo una pausa, respirando con dificultad—. No me imaginaba que algo así existiera.
Lía, con los ojos entrecerrados, asintió. —Así que ese es el famoso video… —murmuró, y algo en su mirada mostró una intriga creciente—. Ahora tengo aún más razones para verlo.
Drex sintió una punzada de preocupación. —No creo que sea buena idea, Lía. —Miró a todos los presentes—. Ese video no es para cualquiera. No quiero que lo que pasó en Puma Punku cause más daño.
—¡Bah! —intervino Anuel, secándose las lágrimas con la manga—. Ya todos en La Purga te llaman ‘El Atormentador’. —Forzó una sonrisa, pero su voz aún era temblorosa—. Esa reputación ya está, no puedes detenerla. —Se volvió a Lía—. Si quieres verlo, te lo paso después, pero… te aviso que no es algo fácil.
Lía asintió con determinación. —Lo sé, Anuel, pero debo saberlo. —Miró a Drex, con una mirada firme—. Si todos están hablando de eso, quiero entenderlo.
Drex suspiró, sabiendo que no podría detenerla. —Está bien, pero no me culpes si no puedes dormir después.
Anuel, a pesar de sus lágrimas, soltó una risa seca. —Eso ya lo sabemos. Pero igual quiero saber que puedes controlar lo que sea que cargues… porque después de ver ese video, tengo mis dudas. —Anuel miró a Drex a los ojos, y la vulnerabilidad en su expresión era algo que rara vez se veía en ella.
Drex la miró con seriedad y un toque de ternura. —Puedo, Anuel. Ya no soy el licántropo que viste en esa grabación. Controlo cada aspecto de mi bestia, y haré todo para protegerlos a todos.
Oscar, viendo la tensión en el ambiente, intentó aligerar la situación. —Bueno, si todos van a ver la película, yo me apunto. Necesito saber si de verdad Drex es tan aterrador como dicen.
Entre risas y miradas de apoyo, el grupo compartió un momento de alivio. Anuel sabía que Drex no les haría daño, pero las imágenes seguían frescas en su mente. —Está bien, Drex, confío en ti. Pero… —una sonrisa forzada apareció en sus labios—, sigue siendo raro pensar que el monstruo que vimos es el mismo que nos cuida.
Drex asintió y se levantó, apoyando una mano en el hombro de Anuel. —Somos lo que decidimos ser, Anuel. Y yo elijo ser un protector.
El ambiente se relajó, aunque la tensión seguía en el aire. Antes de que se fueran, Lía se volvió a Anuel. —No te olvides de pasarme el video después. Y prepárate, porque si eso no me asusta, serás tú la que me deba un almuerzo.
Anuel soltó una risa, finalmente dejando salir la tensión. —Trato hecho, Lía. Espero que tengas el estómago para ello.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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