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Victoria era una estudiante de secundaria conocida por su habilidad para organizar eventos y su energía contagiosa. Cuando la escuela decidió organizar una colecta para la casa de ancianos del barrio, la elección fue casi automática: Victoria sería la encargada del proyecto. Todos confiaban en ella, no solo por su capacidad de organización, sino también por su honestidad, algo que había demostrado en varias ocasiones.

La colecta se llevaría a cabo durante las siguientes dos semanas, y consistiría en recaudar fondos para renovar algunas de las áreas de la casa de ancianos, como el jardín y la sala común. Además, también planeaban comprar libros y juegos para los residentes, que solían pasar largas horas sin muchas actividades.

En la primera reunión, el director de la escuela, el señor Márquez, explicó a los estudiantes la importancia del evento. Con la ayuda de algunos padres y profesores, se habían conseguido algunos donantes, pero lo esencial vendría de la comunidad escolar: alumnos, familiares y amigos que contribuirían con lo que pudieran.

—Victoria, estamos seguros de que harás un gran trabajo —le dijo el señor Márquez al entregarle una pequeña caja que contenía algunos de los primeros aportes—. Sé que sabrás manejar este proyecto con responsabilidad.

Victoria asintió con una sonrisa. Sabía que la responsabilidad era grande, pero estaba emocionada. Junto a ella, se encontraban sus amigos más cercanos, quienes también la ayudarían a coordinar todo: Sara, su mejor amiga desde la primaria; Juan, un compañero de clase con quien siempre compartía ideas creativas; y Miguel, conocido por su habilidad con la tecnología.

—Podemos crear una campaña en redes sociales para que más personas se enteren —sugirió Miguel mientras discutían los planes—. Así podríamos llegar a más gente y obtener más donaciones.

—¡Genial idea! —respondió Victoria—. Y también podríamos hacer un evento en la escuela para motivar a los estudiantes. Algo como un pequeño festival.

—Me gusta la idea del festival —añadió Sara—. Podemos tener música, comida, y algunos juegos. Eso siempre atrae a la gente.

Con el plan en marcha, comenzaron a organizarse. Victoria se encargó de gestionar los fondos y asegurarse de que todo fuera transparente. Tenía una libreta donde anotaba cada donación que recibían, ya fuera dinero en efectivo o materiales como mantas o libros. La caja de donaciones se guardaba en la oficina del director al final de cada día, y solo ella tenía acceso.

Una tarde, después de una larga jornada de recolección, Victoria decidió pasar por la casa de ancianos para hablar con la directora, la señora García. Quería conocer de primera mano las necesidades del lugar para poder enfocarse en lo más urgente.

—Es un lugar muy tranquilo —dijo la señora García mientras la guiaba por los pasillos—. Pero como ves, necesitamos mejorar algunas áreas. El jardín es lo que más necesita arreglos, y los residentes siempre disfrutan de actividades al aire libre. También necesitamos más libros y algunos juegos para mantenerlos activos mentalmente.

Victoria observaba con atención. El jardín, aunque amplio, tenía áreas descuidadas, y algunas partes del edificio mostraban signos de desgaste. Sabía que la colecta sería importante para mejorar las condiciones del lugar. Al salir, sintió una profunda motivación por hacer todo lo posible para ayudar.

Al día siguiente, la colecta estaba en pleno apogeo. Los estudiantes comenzaron a donar lo que podían, y el festival, programado para el fin de semana, prometía atraer a más personas. Sin embargo, mientras el dinero empezaba a acumularse, algo inesperado ocurrió.

Una tarde, al contar el dinero recaudado hasta ese momento, Victoria se dio cuenta de que faltaban 200.000 pesos. Su corazón dio un vuelco. Revisó su libreta varias veces, y aunque había hecho los cálculos correctamente, el dinero no coincidía. Sabía exactamente cuánto debía haber, y no podía entender qué había pasado.

—Esto no puede estar pasando —murmuró para sí misma, preocupada.

Esa noche, Victoria no pudo dormir. Su mente estaba llena de preguntas. ¿Había cometido algún error? ¿Alguien había tomado el dinero? Aunque tenía la responsabilidad de manejar la colecta, no podía pensar en nadie que pudiera haber robado. Todos los involucrados eran personas de confianza.

Al día siguiente, decidió hablar con sus amigos.

—Chicos, creo que falta dinero en la caja de donaciones —les dijo en voz baja, para que nadie más escuchara.

—¿Qué? —dijo Sara, sorprendida—. ¿Estás segura?

—Sí, revisé todo varias veces. Hay 200.000 pesos menos de lo que debería haber.

Juan frunció el ceño, tratando de encontrar una explicación.

—Quizás alguien lo tomó por error —dijo, aunque no sonaba muy convencido.

Miguel, siempre práctico, sugirió que revisaran quiénes habían tenido acceso a la caja, pero Victoria sabía que solo ella y el director podían abrirla.

—No puedo acusar a nadie sin pruebas —dijo Victoria, sintiendo el peso de la situación—. Pero necesito encontrar una solución. No puedo dejar que esto afecte la colecta.

Aunque trató de seguir con su día normal, la preocupación no la dejaba en paz. Victoria sabía que la honestidad siempre había sido su guía, y no estaba dispuesta a encubrir algo que no era correcto. Decidió que debía hablar con el director Márquez y explicarle lo que había sucedido.

Al llegar a la oficina del director, tocó la puerta con fuerza, respiró hondo y esperó. Aunque temía que pudiera haber una sanción o, peor aún, que desconfiaran de ella, sabía que decir la verdad era lo único que podía hacer para resolver la situación. Con el corazón en la mano, Victoria estaba lista para enfrentar lo que viniera, pero con la certeza de que la honestidad siempre sería su mejor guía.

Victoria se sentía nerviosa mientras esperaba en la oficina del director. El señor Márquez, al verla entrar con una expresión de preocupación, supo de inmediato que algo importante estaba sucediendo.

—Victoria, ¿todo bien? —preguntó el director, indicándole que tomara asiento.

Victoria respiró hondo. Sabía que no podía posponer más el tema. La honestidad siempre había sido un valor esencial para ella, y aunque temía lo que podría suceder, estaba decidida a hacer lo correcto.

—Señor Márquez, creo que hay un problema con la colecta —comenzó a decir—. Estuve revisando las donaciones y me di cuenta de que falta dinero. Es una cantidad considerable, 200.000 pesos.

El rostro del director mostró una ligera sorpresa, pero no interrumpió a Victoria, permitiéndole continuar.

—He revisado los registros varias veces y no hay ningún error en los cálculos. No sé cómo ocurrió, pero lo que sí sé es que el dinero no está.

El señor Márquez se inclinó ligeramente hacia adelante, escuchando con atención. Luego, después de unos segundos de silencio, habló con calma.

—Aprecio mucho que hayas venido a decírmelo, Victoria. Lo más importante es que estemos al tanto de la situación para poder actuar de inmediato. ¿Tienes alguna idea de lo que pudo haber pasado?

Victoria negó con la cabeza.

—La caja ha estado siempre aquí en la oficina, y yo soy la única que ha tenido acceso, además de usted —dijo, algo desconcertada—. No puedo imaginar quién más podría haber tomado el dinero.

El director asintió lentamente, comprendiendo la confusión de Victoria.

—Es importante que investiguemos esto con cuidado. No quiero que saquemos conclusiones precipitadas —le dijo—. Lo primero que haremos será revisar las cámaras de seguridad para ver si hay alguna pista. También hablaremos con las personas que han estado cerca de la oficina en los últimos días.

Victoria sintió un alivio leve al saber que no estaba sola en la resolución del problema. El señor Márquez le aseguró que se encargaría de manejar la situación con discreción para no perjudicar la colecta ni dañar la reputación de nadie.

Después de la conversación, Victoria salió de la oficina con el corazón un poco más tranquilo. Sin embargo, no podía evitar sentirse responsable. Sabía que debía estar muy atenta al manejar el dinero, y ahora había una sombra de incertidumbre sobre el proyecto que tanto la emocionaba. A pesar de todo, estaba decidida a no dejar que este contratiempo afectara su compromiso con la colecta.

Un par de días después, el director convocó una pequeña reunión con Victoria y sus amigos, Sara, Juan y Miguel, para mantenerlos al tanto de la investigación. El director informó que habían revisado las cámaras de seguridad, pero, sorprendentemente, no encontraron nada fuera de lo común. No había señales de que alguien hubiera entrado a la oficina sin permiso.

—Esto es más complicado de lo que parece —comentó Miguel, mientras revisaba su laptop, donde había estado analizando otros detalles del proyecto—. Quizás deberíamos hacer un doble registro a partir de ahora, tanto digital como físico, para evitar cualquier error en el futuro.

Victoria apreció la sugerencia de Miguel. Pero aun así, seguía sin respuestas sobre lo que había pasado con el dinero.

—Sé que esto no es fácil —dijo Juan—, pero creo que lo mejor es que sigamos adelante con la colecta. No podemos dejar que esto nos detenga. El festival está a la vuelta de la esquina, y necesitamos concentrarnos en eso.

Victoria asintió, agradecida por el apoyo de sus amigos. Estaba claro que el proyecto era más grande que un solo obstáculo. Aunque el misterio del dinero faltante seguía sin resolverse, decidieron seguir trabajando juntos para que la colecta fuera un éxito.

A medida que se acercaba el día del festival, el ambiente en la escuela se llenaba de emoción. Los estudiantes y sus familias estaban listos para participar, y las donaciones empezaron a fluir nuevamente. Con cada aporte, Victoria anotaba cuidadosamente los detalles en su libreta, asegurándose de ser aún más meticulosa que antes. Sabía que debía demostrar que era capaz de manejar esta responsabilidad, sin importar los desafíos.

El día del festival, todo parecía marchar sobre ruedas. Habían montado puestos de comida, juegos, y un pequeño escenario donde algunos estudiantes tocarían música en vivo. La asistencia fue mejor de lo que esperaban, y las donaciones no dejaban de llegar.

Victoria caminaba por el lugar, observando cómo todo fluía. Mientras entregaba algunos folletos a las personas que pasaban, notó a un hombre mayor parado cerca de uno de los puestos. Parecía estar observando el evento con interés, pero no interactuaba con nadie. Algo en su aspecto le resultaba familiar.

De repente, lo reconoció. Era el señor Rodríguez, un antiguo empleado de la escuela que había trabajado como conserje hasta hacía unos meses. Había sido una figura amable y conocida por todos, pero había dejado su puesto de manera repentina. Nadie supo muy bien por qué, pero se decía que había tenido problemas económicos.

El corazón de Victoria dio un vuelco. El señor Rodríguez siempre había sido una persona simpática, pero ahora, observando su postura inquieta, algo no cuadraba. Decidió acercarse a él.

—Hola, señor Rodríguez —le dijo con una sonrisa amistosa—. Me alegra verlo por aquí. ¿Qué le trae de vuelta a la escuela?

El hombre, sorprendido al ser reconocido, intentó esbozar una sonrisa, pero había algo en su expresión que delataba su incomodidad.

—Oh, solo estaba… dando un paseo —dijo, su voz ligeramente temblorosa—. Es bueno ver que organizan este tipo de eventos.

Victoria asintió, aunque no pudo evitar notar el nerviosismo en su voz. Cuando regresó junto a sus amigos, decidió compartir lo que había visto.

—Creo que el señor Rodríguez podría estar relacionado con lo que ocurrió —les dijo, sin querer acusar directamente a alguien, pero sintiendo que era importante decirlo—. Tal vez deberíamos investigar un poco más.

Sus amigos la miraron con escepticismo, pero estaban dispuestos a escuchar. Sabían que lo más importante era llegar al fondo del asunto, y si había alguna pista, no podían ignorarla.

Victoria no podía quitarse de la cabeza la idea de que el señor Rodríguez estuviera relacionado con el dinero faltante. Aunque no quería apresurarse a juzgar a nadie, su intuición le decía que debía investigar un poco más. Había algo en su actitud nerviosa que no encajaba con la imagen que siempre había tenido de él.

Decidió no compartir sus sospechas con más personas, ya que no quería dañar la reputación de alguien sin pruebas. En su lugar, habló nuevamente con el señor Márquez al día siguiente, explicándole lo que había notado en el festival.

—Señor Márquez, no quiero hacer acusaciones sin fundamento, pero creo que el señor Rodríguez podría estar relacionado con el dinero que falta. Lo vi en el festival y parecía… incómodo. Sabemos que tuvo problemas financieros cuando dejó la escuela, y ahora me pregunto si eso podría tener algo que ver.

El director la escuchó con atención y luego asintió.

—Entiendo tu preocupación, Victoria. Aprecio que lo hayas traído a mi atención. Pero debemos ser cuidadosos. No podemos culpar a nadie sin pruebas. Hablaré con él y trataré de abordar el tema con delicadeza. Quizá haya una explicación razonable.

Esa tarde, el señor Márquez decidió invitar al señor Rodríguez a la escuela para conversar. No fue una confrontación directa, sino más bien una charla cordial sobre su participación en el festival y cómo había estado desde que dejó la escuela. Durante la conversación, el director tocó el tema de la colecta y mencionó que había habido una discrepancia con el dinero recaudado.

Al escuchar esto, el rostro del señor Rodríguez se tensó visiblemente. Luego de un momento de silencio, suspiró profundamente.

—Señor Márquez, tengo que confesar algo —dijo con la voz baja, casi quebrada—. Yo tomé el dinero.

Victoria, que observaba desde fuera de la oficina, sintió que su corazón se detenía por un segundo. No esperaba que el señor Rodríguez lo admitiera tan rápido.

—Sé que no tiene justificación —continuó el señor Rodríguez, con lágrimas en los ojos—. Pero desde que perdí mi empleo aquí, he tenido problemas para mantener a mi familia. Estaba desesperado y, cuando vi la caja en la oficina, tomé el dinero pensando que podría devolverlo antes de que alguien lo notara. Pero todo se complicó, y no sabía cómo enfrentarlo.

El señor Márquez lo escuchó en silencio, sin interrumpirlo.

—No quiero excusarme, sé que lo que hice estuvo mal —agregó el señor Rodríguez—. Estaba avergonzado de volver aquí y más aún de lo que había hecho. Pero al ver el festival, me di cuenta de lo importante que era esta colecta para la casa de ancianos y para los estudiantes que han trabajado tan duro en esto. No debí haber tocado ese dinero. Estoy dispuesto a devolverlo, aunque me lleve tiempo.

Victoria sintió una mezcla de emociones. Por un lado, estaba decepcionada de que alguien como el señor Rodríguez, a quien siempre había visto como una persona respetable, hubiera tomado el dinero. Pero por otro lado, también sentía empatía por él. Sabía lo difícil que podía ser enfrentar dificultades económicas, y aunque no lo justificaba, entendía que a veces el miedo y la desesperación podían hacer que las personas tomaran malas decisiones.

El director mantuvo un tono calmado y empático.

—Aprecio tu honestidad al confesarlo, señor Rodríguez. Es importante que enfrentes las consecuencias de tus acciones, pero también entiendo que todos podemos cometer errores. Lo que haremos es buscar una forma en la que puedas devolver el dinero de manera gradual, y trabajaremos juntos para encontrar una solución. No vamos a dejar que esto arruine lo que los estudiantes han logrado.

Después de la conversación, el señor Márquez llamó a Victoria para informarle lo que había ocurrido. Aunque ella ya sospechaba la verdad, escucharla de forma definitiva fue un golpe duro. Sin embargo, también sintió alivio al saber que el problema se estaba resolviendo.

—Gracias por haber sido honesta y traer esto a mi atención, Victoria —dijo el señor Márquez—. Has manejado esta situación con madurez, y eso es algo que debes valorar. Ahora que sabemos lo que ocurrió, podemos enfocarnos en seguir adelante con la colecta.

Victoria, aunque algo triste por lo sucedido, sintió un profundo alivio. Sabía que había hecho lo correcto al confiar en la honestidad como su guía, tanto en cómo manejó la colecta como en cómo enfrentó el problema del dinero faltante.

En los días que siguieron, el señor Rodríguez devolvió parte del dinero y acordó un plan para completar la cantidad en los próximos meses. A pesar de la situación, la colecta fue un éxito. El festival había reunido más fondos de los que esperaban, y la comunidad escolar se mostró aún más unida después de superar el obstáculo.

Victoria se aseguró de que todo el dinero fuera contabilizado de forma clara, y la casa de ancianos pronto comenzó a ver las mejoras que tanto necesitaban. Se renovó el jardín, se compraron libros y juegos, y los residentes disfrutaron de un espacio más acogedor gracias a los esfuerzos de los estudiantes y las donaciones de la comunidad.

Unas semanas después, Victoria fue invitada a la casa de ancianos para ver el resultado de la colecta. La señora García la recibió con una gran sonrisa.

—Gracias a ti y a tu equipo, este lugar ahora es mucho más alegre —le dijo—. Los residentes no paran de hablar sobre cómo disfrutan del nuevo jardín y los libros que han recibido. De verdad, lo que han hecho es maravilloso.

Victoria sonrió, sintiendo una enorme satisfacción. A pesar de los desafíos, había logrado cumplir su misión, y lo más importante, lo había hecho siendo fiel a sus principios. Aprendió que, aunque en el camino puedan surgir problemas y obstáculos inesperados, la honestidad siempre sería la mejor guía para tomar decisiones, tanto grandes como pequeñas.

Cuando se despidió de la señora García y caminó por el jardín, Victoria miró a su alrededor con orgullo. El proyecto había sido un éxito, no solo por los resultados tangibles, sino también por las lecciones que había aprendido en el proceso. La verdad, aunque a veces difícil de enfrentar, siempre era el camino correcto.

Y con ese pensamiento, Victoria se sintió más segura de sí misma, sabiendo que la honestidad sería siempre su compañera en cada desafío que enfrentara en la vida.

moraleja La honestidad es la mejor guía en la vida.

Y colorín colorín, este cuento llegó a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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