Que tenemos para ti

Lee GRATIS

Creepypasta 335.

Guayaquil Bajo Asedio – Ira en Mapasingue.

La brisa caliente de Mapasingue rozaba el rostro de Violeta mientras avanzaba junto a

Andrés. Las colinas de la zona montañosa no ofrecían muchas opciones de cobertura, pero

los tres escuadrones de Oricalco se movían con eficiencia militar, asegurando las rutas y

las entradas subterráneas del área. Violeta, aún con la mente puesta en el pasado, sintió el

peso de lo que no se había dicho entre ella y Andrés. Sabía que había llegado el momento

de enfrentarlo, incluso en medio de una misión.

Mientras caminaban, Violeta rompió el silencio, su voz baja, pero cargada de una tensión

apenas contenida.

—Andrés, ¿cuándo vas a ser honesto conmigo? —preguntó, sus ojos mirando de reojo al

cazador.

Andrés no respondió de inmediato. Sus manos estaban firmemente sujetas a sus pistolas

9mm, mientras observaba los alrededores, pero sentía el peso de las palabras de Violeta.

Sabía que esa conversación era inevitable.

—¿Honesto sobre qué? —replicó finalmente, su voz algo tensa, como si evitara el

verdadero tema.

Violeta se detuvo por un segundo, observando cómo uno de los escuadrones de Oricalco

revisaba una entrada subterránea cercana. Sabía que no podían demorarse mucho, pero no

podía seguir guardándose lo que sentía. La frustración la consumía desde hacía demasiado

tiempo.

—Sobre Laura —dijo, sus palabras afiladas como cuchillas—. Sobre por qué nunca puedo

sentir que eres completamente mío. Siento que siempre estás medio aquí, medio atrapado

en algún lugar del pasado con ella.

Andrés apretó los dientes. El nombre de Laura siempre había sido una herida sin cicatrizar.

Sabía que esa conversación tendría que ocurrir en algún momento, pero no en medio de

una misión. Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, el eco de pasos resonó en

las laderas. Ragnarok había llegado.

—Ahí vienen —gruñó Andrés, desviando la mirada hacia la entrada del túnel. En la

penumbra, varias figuras comenzaron a emerger, sus ojos brillando con una sed insaciable.

Vampiros separatistas y sanguijuelas.

Violeta, sin dejar de observar a Andrés, decidió que la conversación no podía detenerse, ni

siquiera por la batalla que se avecinaba. Sus ojos se oscurecieron mientras invocaba sus

pesadillas oníricas. Las primeras sombras surgieron a su alrededor, distorsionadas y

aterradoras, preparándose para atacar a los enemigos que emergían del túnel.

—Voy a preguntarte otra vez —dijo Violeta, mientras sus pesadillas comenzaban a

avanzar—. ¿Por qué aún estás atado a ella? ¿Qué pasó realmente entre ustedes?

Andrés disparó las primeras balas de sus pistolas, las balas mixtas de plata y mercurio

impactaron en los vampiros, sus cuerpos cayendo en un caos de cenizas. Los

escuadrones de Oricalco respondieron al unísono, abriendo fuego contra las

sanguijuelas que se acercaban, mientras aseguraban las posiciones alrededor de los

túneles.

Pero la mente de Andrés estaba en otro lugar. Las palabras de Violeta habían golpeado un

nervio que intentaba ignorar. Se giró, disparando a quemarropa a un vampiro separatista

que se abalanzaba sobre ellos, mientras su espada cortaba el aire, decapitando a otro.

Violeta, mientras tanto, mantenía su mirada fija en él, incluso mientras controlaba sus

pesadillas que destrozaban a los enemigos.

—¿Realmente necesitas saber eso ahora? —gruñó Andrés, su voz endurecida por la

frustración—. Estamos en medio de una maldita misión.

Violeta no retrocedió. Había esperado demasiado, y sabía que seguir cargando esa duda

no la dejaría en paz. Mientras sus pesadillas arrancaban la vida de los vampiros, ella lo

miraba directamente a los ojos.

—Sí, necesito saberlo. Porque si no lo sé ahora, nunca dejarás de ser ese hombre dividido.

Y yo no puedo ser la mitad de una historia.

Andrés disparó a otro vampiro separatista, el sonido de sus pistolas resonando en las

colinas. Pero algo en las palabras de Violeta le hizo detenerse por un momento. Bajó sus

armas, aunque la batalla aún continuaba a su alrededor.

—Laura y yo… —comenzó, con la voz apenas más alta que un susurro—. Laura y yo nos

despedimos cuando ella decidió… que no podía seguir conmigo. No por lo que soy ahora,

sino porque lo que vivió la hizo cambiar. No fue una ruptura pacífica. Fue una ruptura

bañada en sangre. Y no puedo seguir con ese peso sobre mí, pero tampoco he sabido

cómo dejarlo atrás.

Violeta sintió que algo dentro de ella se rompía. Pero antes de que pudiera responder, el

rugido de un vampiro separatista irrumpió en el momento. El enemigo se lanzó hacia ella,

pero fue destruido al instante por una de las pesadillas de Violeta, su cuerpo destrozado

por las garras oníricas.

Uno de los soldados de Oricalco se acercó rápidamente, asegurando la entrada del túnel.

—Señores, estamos despejando el área, pero hay más enemigos avanzando desde la

ladera este. Debemos movernos.

Andrés asintió, volviendo a la realidad del campo de batalla.

—Sigamos adelante. No hemos terminado aquí ni con esta conversación —dijo, apretando

los dientes mientras apuntaba a otro vampiro y disparaba sin misericordia.

Violeta, por su parte, lo miró con una mezcla de furia y comprensión.

—No, Andrés, no hemos terminado. —Las pesadillas de Violeta avanzaron nuevamente,

mientras la tensión entre ambos seguía creciendo, tanto en el combate como en el alma.

Los disparos de las balas mixtas retumbaban en el estrecho túnel mientras Andrés y

Violeta se movían con precisión letal. Las balas de los vampiros separatistas resonaban en

los muros, pero los escuadrones de Oricalco respondían con fuerza, manteniendo a raya la

primera ola de atacantes. En medio del caos, Violeta no podía quitarse de la cabeza lo que

había empezado a preguntarle a Andrés.

—¡Ahora tienes que contarme! —exclamó ella, su voz elevada para hacerse escuchar por

encima del tiroteo—. ¿Qué pasó con Laura esa última noche?

Andrés, quien había estado cargando su pistola mientras disparaba a un vampiro que se

lanzaba hacia ellos, se detuvo un segundo, sus ojos brillando con una mezcla de dolor y

cansancio. Sabía que este momento llegaría, pero no esperaba que fuera así, en medio de

una batalla.

—Está bien… —dijo, entre disparos, mientras observaba a los enemigos caer uno por uno.

Sabía que no podía esquivar más esa conversación.

Otro vampiro separatista corrió hacia ellos. Andrés lo interceptó, disparando dos balas

directas al corazón antes de que el monstruo siquiera pudiera acercarse.

—Era la última vez que hablé con ella… esa maldita noche en el Vaticano —empezó, su voz

ahogada por el sonido de los disparos, pero Violeta no apartaba los ojos de él, aun

mientras invocaba sus pesadillas para contener a varios enemigos—. Nos habíamos

reunido para aclarar las cosas. Yo… estaba buscando algo para aferrarme, algo que me

diera una razón para seguir vivo después de lo de Asha.

Violeta lanzó una mirada rápida hacia Andrés, mientras cinco pesadillas grotescas salían

de su control, atacando a un grupo de vampiros sanguijuela que se lanzaban hacia ellos.

Andrés continuó, implacable.

—Había cuatro cazadores que nos habían estado siguiendo desde la fiesta de Valeria

Dupont. Creyeron que podrían acabar con Laura fuera del radar de las cámaras. Nos

rodearon, insultándome por ser el niñero de un vampiro —la amargura en su voz era

palpable—. Laura intentaba razonar conmigo, pero… cuando ellos dijeron eso… sentí cómo

algo se rompía dentro de mí.

Andrés cerró los ojos brevemente, como si aún pudiera escuchar las palabras de aquellos

hombres.

—No pude contenerme. Me volví… ese monstruo que siempre he sido. Los cazadores no

tuvieron oportunidad. Dos de ellos… —disparó de nuevo, impactando a otro vampiro que

intentaba emboscarlo—, los destrocé sin piedad. Los otros dos… los dejé vivos. Pensaba

dejarlos ir. No sé por qué.

Violeta, invocando más pesadillas para frenar a los vampiros, lo miró intensamente.

—¿Y Laura? —preguntó, su voz llena de urgencia.

Andrés bajó su arma un segundo, sus ojos vacíos.

—Me besó. No fue un beso de amor, fue… desesperación. Luego tomó mi pistola y mató a

los otros dos cazadores sin pensarlo. Los mató, y me dijo que yo también debería matarla a

ella porque ya no era diferente a los monstruos que yo había quemado en Chiquiza. Me

pidió que la quemara viva, que la destruyera porque ahora era igual a ellos.

Violeta se detuvo un momento, sus pesadillas manteniendo a raya a los enemigos mientras

ella procesaba lo que Andrés acababa de contarle.

—¿Y qué hiciste? —preguntó, casi temerosa de la respuesta.

Andrés disparó su última bala, luego lanzó un suspiro profundo.

—No pude hacerlo. No soy ese hombre, ya no… al menos eso pensaba. La dejé ir. Me

marché sin mirar atrás, pero sabía que algo dentro de mí murió ese día. Desde entonces…

he estado buscando algo, cualquier cosa, que me diera una razón para seguir adelante.

Pero nada ha sido suficiente.

Violeta sintió una oleada de emociones mientras lo escuchaba. Lo que Andrés había hecho

y visto era mucho más oscuro de lo que imaginaba. Sentía la presión en su pecho, sabiendo

que parte de la razón por la que Andrés estaba con ella era porque estaba desesperado

por redimirse. Pero ahora, sabiendo la verdad, entendía más de lo que alguna vez había

imaginado.

Con una mirada firme, Violeta conjuró una última oleada de pesadillas para derribar a los

pocos enemigos que quedaban. El túnel quedó en silencio mientras las criaturas que había

invocado devoraban los cuerpos de los vampiros caídos.

Andrés la miró, esperando ver la misma condena en sus ojos que había visto en Laura,

pero lo que encontró fue algo diferente. Violeta, a pesar del dolor y la frustración, estaba

ahí. No lo juzgaba, pero tampoco le ofrecía una salida fácil.

—No soy Laura —dijo ella en voz baja, sus ojos reflejando una mezcla de comprensión y

tristeza—. No estoy aquí para que te redimas. No voy a ser tu excusa para vivir. Si vamos a

hacer esto, será porque tú realmente quieres estar conmigo, no por lo que me debes.

Andrés asintió, sabiendo que lo que Violeta decía era verdad. Ya no podía esconderse

detrás de la culpa.

—Lo sé… —dijo él, levantando su arma una vez más, pero esta vez con una nueva

determinación—. Esto es por nosotros, no por el pasado.

Ambos se giraron hacia los escuadrones de Oricalco, que ya se estaban movilizando

después de haber limpiado el área de enemigos. Andrés y Violeta sabían que la misión

aún no había terminado, pero al menos ahora, habían dado el primer paso para dejar atrás

las sombras que los habían mantenido atrapados.

Los túneles oscuros parecían más pesados con cada paso. A pesar de que habían

retomado el control de la situación, Andrés y Violeta caminaban en silencio, mientras los

escuadrones de Oricalco revisaban cada rincón, asegurando la zona. Aún quedaba

resistencia dispersa, pero lo peor ya había pasado. Sin embargo, la verdadera tensión entre

Andrés y Violeta no provenía de los enemigos restantes, sino de la conversación que

acababan de tener.

“Dijiste que eras un monstruo, Andrés,” dijo Violeta, rompiendo el silencio. “Quiero

saber todo lo que hiciste.”

Andrés respiró profundamente, sintiendo el peso de las palabras de Violeta. No era la

primera vez que se enfrentaba a su pasado, pero hablarlo en voz alta con alguien que

importaba siempre era más difícil. Había hecho cosas terribles, cosas que incluso el propio

Vaticano había comenzado a cuestionar. Pero ya no podía evadirlo.

“Está bien,” dijo finalmente. “Fui un cazador para el Vaticano, y no solo lo hacía porque

era mi deber… lo hacía porque lo disfrutaba. Me convertí en una máquina de

destrucción. Sentía placer en causarles sufrimiento. Cazar vampiros no era suficiente

para mí, tenía que hacer que sufrieran antes de matarlos.”

Violeta lo miraba sin pestañear, su silencio un recordatorio de que necesitaba más detalles.

“Una de mis misiones más brutales fue en Chiquiza. Había un grupo de vampiros

convertidos, unos cien, tal vez más. Me enviaron para interrogar, pero yo no estaba

interesado en respuestas. Les prendí fuego a uno por uno, mientras los demás

miraban. No me importaba si eran mujeres, ancianos, o niños… lo único que me

interesaba era ver cómo se quemaban vivos, escuchar sus gritos. Lo peor… lo peor

fue que les hacía ver a los más jóvenes cómo morían sus padres, antes de que llegara

su turno.”

El rostro de Violeta permanecía inmutable, pero sus ojos reflejaban el horror al escuchar las

palabras de Andrés. Sabía que había sido cruel, pero la magnitud de su brutalidad era peor

de lo que ella había imaginado.

“Después vino la Boda Roja,” continuó Andrés, tragando saliva. “Una tregua entre

vampiros convertidos y humanos. Una boda para sellar la paz. Yo debía asegurar la

ceremonia, pero no me importaba la paz. Los embajadores de paz, la pareja que se

casaba, los niños… todos eran objetivos. No dejé a ninguno vivo. Colgué a algunos

como si fueran ropa, solo para que los demás supieran lo que venía. Les hacía

suplicar, pero no les daba piedad.”

Violeta apretó los puños, pero no dijo nada. Andrés podía sentir cómo las palabras

resonaban en el aire, cada vez más pesadas.

“Lo peor fue que lo disfrutaba,” confesó Andrés. “El Vaticano sabía lo que hacía, pero

me permitían continuar porque obtenían resultados. Hasta que ya no pudieron ignorar

mi sadismo. Cuando el Papa y el Círculo Papal quisieron deshacerse de mí, fue

Fabián y Julián quienes me salvaron, mintiendo para llevarme a la Purga en vez de

matarme.”

El silencio entre ellos fue interrumpido cuando Esteban, un agente de Oricalco, se acercó.

Había estado escuchando, y su rostro permanecía tranquilo, casi sin emoción. Sin embargo,

la tensión era palpable.

“Conozco bien tu historia, Andrés,” dijo Esteban con un tono frío y profesional. “Lo que

no sabías es que, hace diez años, en Concepción, Paraguay, tú me quitaste lo más

valioso que tenía.”

Andrés frunció el ceño, sin entender a qué se refería. Entonces, Esteban continuó.

“Mis hermanos,” explicó, su voz aún controlada, aunque era claro que cada palabra

llevaba el peso de años de odio contenido. “Mis dos hermanos eran vampiros

convertidos, pero eran niños cuando fueron transformados. No eligieron esa vida,

pero para ti no importó. Los mataste sin pensar. Ni siquiera los mataste de inmediato,

los dejaste regados como cenizas por la casa donde vivían. Volví para encontrar sus

cuerpos colgados, sus cenizas esparcidas como si fueran basura.”

Andrés lo miró en silencio, sin intentar defenderse. Esteban mantenía la compostura, pero

su dolor era claro. No levantó la voz, no lo confrontó físicamente, pero el veneno de su

resentimiento estaba allí, enterrado en su tono calculado.

“Nunca podré perdonarte,” dijo Esteban finalmente, antes de dar media vuelta y regresar

a su posición con los demás soldados.

Violeta miró a Andrés, tratando de procesar lo que acababa de escuchar. No solo había

causado un dolor profundo en tantas personas, sino que ese dolor seguía vivo en los que lo

rodeaban. Ahora entendía por qué se referían a él como un monstruo. Los demonios que lo

perseguían no eran solo recuerdos, eran realidades vivas que afectaban a quienes tenía

cerca.

Andrés, por su parte, no dijo nada. Sabía que no había nada que pudiera decir para corregir

lo que había hecho.

Violeta sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Ella sabía que su pasado con Andrés

también estaba lleno de sombras, pero escuchar los horrores que él había causado hacía

que todo pareciera más oscuro, más denso. Sin embargo, una parte de ella comenzaba a

entender que, si iba a estar con él, tendría que aceptar esos demonios. No podría

simplemente pedirle a Andrés que cambiara sin entender la magnitud de lo que había sido.

Finalmente, Andrés rompió el silencio, llamando a Tatiana por el comunicador:

“Tatiana, el túnel está bajo control,” informó, su voz dura y vacía. “Hemos asegurado un

portátil que parece importante. Procedemos a seguir las instrucciones.”

Tatiana confirmó la orden, y la comunicación se cortó. Andrés y Violeta volvieron a la tarea,

pero el peso de lo que se había dicho seguía colgando en el aire.

El sabor metálico de su propia sangre inundó los sentidos de Óscar, pero lo que le siguió

fue una explosión de poder. En un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo respondió a la sed de

velocidad y fuerza. Las balas zumbaban a su alrededor, pero sus movimientos eran un

borrón mientras se lanzaba hacia los vampiros separatistas.

Lía, quien había sido testigo de innumerables batallas a lo largo de sus 900 años, no podía

evitar sentir una punzada de preocupación al ver a Óscar en ese estado. Sabía que tomar

su propia sangre lo dejaba vulnerable, pero también comprendía que era su mejor opción en

ese momento.

—¡Cubre el flanco derecho! —ordenó Lía, mientras sus dagas cortaban el aire con precisión

letal, destruyendo a cualquier enemigo que se acercara. A su alrededor, las dríades de

Anuel luchaban ferozmente, extendiendo raíces afiladas que desgarraban a los vampiros

sanguijuela y mantenían a raya a los licántropos devorados.

Anuel, por su parte, canalizaba toda su energía en mantener las dríades activas y

poderosas. Las ramas y raíces se movían como serpientes por el campo de batalla,

enredando y aplastando a los enemigos. Sin embargo, el druida empezaba a sentir el

agotamiento. Controlar tantas criaturas a la vez, mientras trataba de mantener las defensas,

estaba llevándolo al límite.

Óscar, bajo los efectos de su auto inyección de sangre, avanzaba como un torbellino entre

los enemigos, su espada cortando a través de los separatistas con precisión sobrehumana.

Pero cada corte, cada movimiento, le costaba más y más. Sentía cómo su energía

disminuía rápidamente, como si cada gota de sangre que usaba se cobrara un precio en su

cuerpo.

—¡Están cayendo en las trampas! —gritó uno de los soldados de Oricalco, mientras

intentaba abrirse paso entre las líneas enemigas.

Los escuadrones estaban en desventaja, pero su disciplina les permitía mantener la

formación. A pesar de las bajas, continuaban disparando con precisión. Las balas mixtas de

mercurio y plata hacían retroceder a los vampiros separatistas, pero los licántropos

devorados representaban un peligro mayor. Eran animales salvajes, devorados por la

bestia, sin rastro de humanidad.

—¡Maldición! —gruñó Lía, girando en el aire mientras bloqueaba el ataque de un licántropo

devorado que había irrumpido en las líneas.

Ella lo decapitó con un movimiento rápido, pero la batalla estaba lejos de terminar. Los

vampiros separatistas eran muchos, y los escuadrones de Oricalco estaban siendo

sobrepasados.

—Tatiana, necesitamos refuerzos en el Astillero! —gritó Lía a través del comunicador, su

voz cargada de urgencia.

Desde el centro de operaciones, Tatiana observaba la situación con creciente

preocupación. María, a su lado, intentaba mantener el flujo de información constante, pero

la batalla estaba descontrolada.

—No podemos enviar refuerzos ahora, están demasiado dispersos —respondió Tatiana—.

Tienen que mantener la posición.

Lía maldijo entre dientes, pero no había tiempo para dudar. Los separatistas habían sido

más astutos de lo que pensaban, pero no podían retroceder.

Óscar, por su parte, ya sentía el vacío que venía con el uso excesivo de su habilidad. Su

cuerpo temblaba mientras luchaba por mantenerse en pie. Los ataques de los vampiros

venían de todas partes, y aunque su velocidad le permitía evitarlos, su energía estaba

llegando al límite.

Anuel, viendo a su compañero agotado, invocó más raíces que se alzaron del suelo,

envolviendo a los enemigos y creando una barrera temporal alrededor de Óscar.

—¡No puedo aguantar mucho más! —gritó Anuel, con las manos temblando mientras

seguía canalizando su poder.

Lía, viendo la desesperación de la situación, se lanzó al frente para proteger a Anuel y a

Óscar. Sus movimientos eran precisos, cada golpe destinado a eliminar una amenaza

inmediata. Pero los números seguían en su contra.

—¡Debemos aguantar! —gritó Lía, mientras cortaba a otro vampiro por la mitad.

A pesar de la presión, los escuadrones de Oricalco mantuvieron su formación, disparando

con todo lo que tenían. A medida que el polvo y el humo llenaban el astillero, los

separatistas empezaban a retirarse, dándose cuenta de que no podrían sostener la posición

por mucho más tiempo.

Finalmente, después de una intensa batalla, el equipo logró tomar control del área. Los

separatistas supervivientes se retiraron a las sombras, dejando atrás a los licántropos

devorados caídos y a los vampiros derrotados.

Óscar, exhausto y tambaleante, cayó de rodillas. Lía se acercó rápidamente, su

preocupación era palpable.

—Te advertí que no lo hicieras —dijo, ayudándolo a levantarse.

Óscar intentó sonreír, pero su debilidad era evidente.

—Valió la pena… —murmuró, antes de desmayarse en los brazos de Lía.

Los escuadrones de Oricalco comenzaron a asegurar el área mientras Anuel se dejaba

caer, exhausto por el uso excesivo de su poder.

—Tatiana, el Astillero está bajo control —informó Lía a través del comunicador—. Pero

necesitamos asistencia médica para Óscar y varios de nuestros hombres.

Desde el centro de operaciones, Tatiana suspiró de alivio. Habían ganado una batalla

importante, pero sabía que esto era solo el comienzo.

Con el control del Barrio del Astillero asegurado, Lía se apresuró a buscar sangre fresca

para Óscar. Sabía que los equipos de Oricalco siempre llevaban unidades de emergencia

para vampiros, y este era el momento de utilizarlas. Óscar estaba debilitado, apenas

consciente después de haber usado su habilidad secreta.

—¡Necesito una unidad de sangre! —ordenó con autoridad, su voz firme y decidida.

Un soldado de Oricalco le entregó una bolsa de sangre preservada. Lía, sin dudarlo, abrió

el sello y se inclinó sobre Óscar, acercando la bolsa a sus labios.

—Aquí, bebe. —Susurró suavemente mientras lo ayudaba a sostener la bolsa.

Óscar comenzó a beber lentamente, sintiendo cómo la energía volvía a su cuerpo con cada

sorbo. A pesar de su estado debilitado, pudo esbozar una pequeña sonrisa entre trago y

trago, agradecido por la rapidez de Lía. Mientras tanto, Anuel observaba la escena con su

acostumbrado tono despreocupado.

—Entonces, Lía… —empezó Anuel, rompiendo la tensión—. Tienes miedo de perder a

¿Óscar porque lo amas? ¿O es que no quieres perder a tu compañero de orgías?

Lía se puso roja de inmediato, sintiendo el calor subir a su rostro. Óscar, aún un poco

delirante por la falta de sangre, logró reírse levemente.

—Anuel… esa orgía… —murmuró con una sonrisa débil—. No tenía pensado ir, pero… no

me arrepiento.

Lía, sintiendo una mezcla de vergüenza y alivio, decidió cortar la conversación de

inmediato.

—¡Ya basta! —dijo con firmeza, aún sujetando la bolsa de sangre para que Óscar siguiera

bebiendo—. Hicimos un pacto de silencio sobre esa fiesta, ¿recuerdan? Nadie debe hablar

de lo que pasó.

Anuel soltó una carcajada mientras se apoyaba en sus raíces invocadas.

—Oh, por supuesto, claro, claro. No hablaremos de cómo… bueno, ya sabes. —Se encogió

de hombros, disfrutando de la incomodidad de Lía.

Óscar_Êg4c¨/_, ahora más recuperado, sonrió con algo más de fuerza. Aunque su cuerpo aún

necesitaba tiempo para regenerarse por completo, la sangre lo había revitalizado lo

suficiente para mantenerse consciente y activo.

Anuel, fiel a su estilo, no perdió la oportunidad de seguir con sus bromas.

—Dime algo, Óscar… ¿Hay alguna diferencia entre morir siendo humano y morir siendo

vampiro? —preguntó, como si fuera la cosa más natural del mundo.

Óscar dejó escapar una risa suave mientras terminaba de beber la sangre.

—Es… complicado… —murmuró—. Como humano, lo sientes todo… Pero como vampiro, es

más… distante… —Hizo una pausa, mirando a Anuel con una sonrisa—. Aunque no sé si

eso es mejor o peor.

Lía no pudo evitar rodar los ojos, aunque en el fondo, se sentía profundamente aliviada. Ver

a Óscar mejorar gracias a la sangre y escuchar las bromas de Anuel había roto la horrible

tensión que la había invadido cuando lo vio tan mal.

—Eres imposible, Anuel —dijo Lía, pero esta vez sin la dureza de antes. Sentía una

pequeña gratitud hacia los comentarios de Anuel, aunque nunca lo admitiría.

Anuel le guiñó un ojo con una sonrisa traviesa.

—Lo que sea por hacerte la vida más interesante, Lía.

Mientras esperaban la llegada del equipo de extracción, Lía siguió cuidando a Óscar,

manteniéndose a su lado. Por un momento, el caos y la batalla que acababan de vivir se

sintieron lejanos, como si el peligro hubiera quedado atrás… al menos por ahora.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

Audio Libro GRATIS

¿Te gustaría disfrutar de este contenido en formato de AUDIO LIBRO GRATIS? Aprovecha!!

Volver a la Lista de Cuentos

Recuerda que siempre puedes volver a consultar nuestros libros en formato de AUDIO LIBRO GRATIS en nuestro canal de Youtube. NO OLVIDES SUSCRIBIRTE

Síguenos en las Redes

Descarga nuestra App

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar sobre Esoterismo, Magia, Ocultismo.

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar para los pequeños grandes del mañana.

Disfruta de la historia de Terror más oscura y MARAVILLOSA que está cautivando al mundo.

Retira en Nequi, Daviplata, Tarjetas Netflix, Bitcoin, Tarjeta Visa Prepagada, ETC.