Cuentos de Terror 330 La Bendición de los Latshiktor

El cazador de almas perdidas – Creepypasta 330.

La Bendición de los Latshiktor.

El sonido de los pasos resonaba por los oscuros corredores que llevaban a los calabozos.

Asha Latshiktor Vambertoken caminaba al lado de Seraph Vambertoken, mientras que

detrás de ellos avanzaba su padre, Adkaj Latshiktor, el inmortal patriarca de la familia y

una de las figuras más influyentes del Consejo de Ancianos Vampiros. La tensión entre

ellos no era personal, sino el peso de lo que cada palabra y acción significaba. Esta reunión

tenía más implicaciones de lo que cualquiera podría imaginar.

Al llegar, las puertas de hierro se abrieron, revelando a Sergio Pedrosa y al informante

traidor del Consejo, encadenados y con la mirada baja, incapaces de enfrentar la gravedad

de su destino. Adkaj observaba todo con su habitual calma imperturbable, su rostro una

máscara que ocultaba cualquier indicio de emoción. No tenía prisa; el tiempo no era un

factor en su vida, solo los resultados.

Asha había aprendido a leer las sutiles señales en su padre. A pesar de su frialdad, ella

sabía que su posición como su hija favorita era clara. Pero no había espacio para

sentimentalismos, especialmente en ese momento.

—Padre —comenzó Asha con voz firme y respetuosa—, aquí están las pruebas que

confirman nuestras sospechas. Estos prisioneros corroborarán que Ragnarok ha sido

financiada desde dentro del Consejo de Ancianos Vampiros.

Adkaj escuchaba, pero no apartó su mirada de los prisioneros. Cada palabra que Asha

pronunciaba tenía su peso, y él lo sabía. Asha no presentaba nada sin tener la seguridad

de que todo estaba bien atado.

—Lo que traes debe ser irrefutable, Asha —respondió Adkaj, con su voz baja pero

cortante—. El Consejo no actúa sobre conjeturas. Solo aceptan certezas. Sabes lo que

está en juego.

Su tono no era de duda hacia su hija, sino más bien una afirmación del rigor con el que

manejaba cualquier situación. Asha asintió levemente, consciente de la precisión con la que

su padre trabajaba. No necesitaba convencerlo, pero sabía que todo lo que presentara

debía ser impecable para los demás.

Finalmente, Adkaj desvió su mirada hacia Seraph Vambertoken, quien había estado

observando en silencio. Para él, Adkaj siempre había sido una figura de autoridad

inquebrantable, y sabía que su lugar dentro de la familia Latshiktor aún estaba bajo

escrutinio, pese a llevar su apellido.

—Has llegado lejos, Vambertoken —dijo Adkaj, sin dureza, pero con un trasfondo cargado

de expectativas—. Pero recuerda que la Purga no es el fin, sino el medio. Ragnarok y

Zoltgar deben caer no solo físicamente, sino de una manera que fortalezca al Consejo. Eso

es lo que realmente importa.

Vambertoken inclinó la cabeza con respeto, reconociendo el desafío implícito en las

palabras de su suegro. Adkaj no ofrecía elogios, pero no eran necesarios. Lo que esperaba

de él era claro: resultados que fueran más allá de lo evidente, que aseguraran no solo la

supervivencia, sino la supremacía.

El silencio de Adkaj mientras evaluaba a ambos era más elocuente que cualquier discurso.

Finalmente, volvió su atención a Asha, y aunque su expresión no cambió, había algo en sus

ojos que revelaba el orgullo que sentía por su hija.

—Lo que has hecho con Fabiola, transformando su destrucción en algo útil para la familia,

es lo que esperaría de ti, Asha —dijo, su tono carente de emoción, pero lleno de

significado—. Has restaurado el nombre Latshiktor de una manera que pocos podrían

haber logrado.