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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 322.

El Regalo Envenenado de Valeria.

El sol matutino brillaba sobre Guayaquil, colándose entre las cortinas del pequeño

restaurante donde Tatiana, Drex, Fabián, y María compartían un desayuno informal. Tras

los intensos días recientes, aquel momento de calma se sentía casi irreal. Cada uno

aprovechaba el tiempo antes de retomar las misiones de la Purga, pero el ambiente estaba

cargado de tensiones no resueltas.

Tatiana, como era su costumbre, fue la primera en romper el hielo.

—No sé ustedes, pero después de lo de ayer, los de Oricalco deben pensar que Drex y yo

dirigimos un cuarto de tortura. Entre las garras, las mordidas y el desastre en el

apartamento, deben haberse llevado una impresión bastante… gráfica —dijo, con una

sonrisa socarrona.

Drex, sentado a su lado, simplemente esbozó una sonrisa, siempre calmado, siempre

controlado.

—No es que hayamos hecho mucho para cambiar esa percepción —respondió, con su

habitual ironía sutil.

Fabián rió mientras se llevaba una taza de café a los labios.

—A estas alturas, deben pensar que lo nuestro es una vida de caos constante. No los culpo.

Pero María, que había estado más callada, se recostó en su silla y, dejando su taza sobre la

mesa, sacó un pequeño paquete de su bolso. Su expresión era seria, sus ojos destellaban

con un brillo peligroso.

—A propósito —dijo, llamando la atención de los demás—, recibimos esto ayer. Valeria

Dupont decidió mandarnos un pequeño regalo. Y, claro, una carta.

El silencio llenó la sala. Fabián tensó los músculos al escuchar el nombre de Valeria,

mientras Tatiana arqueaba una ceja con interés. Sabían que Valeria no hacía nada sin una

razón, y todo lo que enviaba traía una carga emocional envenenada.

María abrió el paquete con calma y sacó dos objetos. El primero era un collar elegante,

que exudaba lujo y sofisticación. Era un claro símbolo de la arrogancia de Valeria, una burla

disfrazada de generosidad. Pero lo que más capturaba la atención era la carta que lo

acompañaba.

María desdobló el papel y, con una mezcla de furia y sarcasmo, leyó en voz alta.

—”Queridos Fabián y María, fue un placer tener a Fabián en mi fiesta. Espero que el collar

te guste, María, y que los chocolates sean del agrado de Fabián. Estén atentos a la

exclusiva que voy a sacar. Será un verdadero deleite para todos. Con cariño, Valeria

Dupont.”

El golpe de la carta contra la mesa fue seco. María estaba claramente furiosa, pero

mantenía la compostura. Era evidente que ese “regalo” no era más que una burla de

Valeria. Sabía que María había estado esperando en Quito mientras Fabián asistía a la

fiesta en el Vaticano, y ahora, con esa carta, Valeria se aseguraba de que el mensaje

quedara claro: estaba a punto de sacar algo que podría sacudirlos.

—¿Esa perra está jugando con nosotros, o qué? —dijo María, mirando a Fabián con los

ojos entrecerrados.

Fabián bajó la cabeza, sabiendo perfectamente de lo que Valeria era capaz. La fiesta había

sido transmitida, y aunque no había pasado nada comprometedor, el simple hecho de que

Valeria lo hubiera tenido bajo su control frente a las cámaras ya era suficiente para generar

un escándalo.

—Sabemos que lo está disfrutando. Está preparando algo, seguro que lo que va a publicar

no va a dejarnos en una buena posición —respondió Fabián, su tono cargado de

frustración. La presión de Vambertoken y su relación con María ya eran complicadas de por

sí, y Valeria solo parecía disfrutar metiendo más leña al fuego.

Tatiana cruzó los brazos, divertida por el drama, pero sabiendo que el asunto era delicado.

—Valeria sabe cómo tocar los puntos débiles. No es una cuestión de qué va a decir, sino

cómo va a decirlo. Esa “exclusiva” probablemente ya está escrita, esperando el momento

justo para golpear donde más duele —comentó, dejando que su voz flotara entre ellos.

Drex, que hasta el momento había permanecido en silencio, habló con su habitual tono frío

y calculador.

—El problema con Valeria no es solo lo que diga, sino cómo lo manipule. Sabe que todo

esto es personal. Si decide soltar algo sobre lo que pasó en esa fiesta, podría ser suficiente

para que la opinión pública cambie de bando.

María miró el collar con desprecio antes de dejarlo sobre la mesa. El hecho de que Valeria

tuviera el descaro de enviarle algo tan ostentoso mientras le lanzaba esa burla encubierta

solo añadía sal a la herida.

—Si cree que me va a debilitar con sus juegos, está muy equivocada. Esa “perra” no tiene

idea de lo que soy capaz de hacer cuando me provocan. Si quiere guerra mediática, la

tendrá, pero no voy a quedarme de brazos cruzados mientras intenta enlodar a Fabián o a

mí —dijo María, con una firmeza que no admitía dudas.

El ambiente se relajó ligeramente tras esa declaración, aunque la tensión seguía latente.

Sabían que Valeria estaba preparando algo, pero por el momento no había nada que

pudieran hacer más que esperar.

Tatiana, siempre buscando el lado divertido de las cosas, soltó una pequeña risa.

—Bueno, al menos no mandó cámaras para grabar tu reacción al abrir el regalo. Aunque

estoy segura de que se está imaginando todo esto con una sonrisa de satisfacción

—bromeó, intentando aligerar el ambiente.

Fabián negó con la cabeza, con una expresión de resignación.

El sol de la mañana atravesaba las ventanas del restaurante, bañando la mesa donde

Tatiana, Drex, Fabián, y María compartían un desayuno. El aire estaba cargado de una

tensión contenida, como si todos esperaran el momento adecuado para hablar sobre lo que

realmente importaba. Las emociones de los días pasados todavía flotaban en el ambiente,

especialmente para María, que había pasado por un torbellino de dolor y resentimiento. Sin

embargo, ahora, algo más grande que sus sentimientos personales comenzaba a surgir.

Tatiana, como siempre, fue la primera en romper el silencio, su tono calmado pero incisivo.

—Durante los días que estuviste en el Vaticano, Fabián… la Purga estuvo completamente

paralizada. —No era una simple observación; lo dijo con un peso que captó de inmediato la

atención de Fabián y María.

Fabián levantó la vista, frunciendo el ceño.

—¿Paralizada? ¿Cómo que paralizada? ¿No se movió ni una misión? —preguntó,

claramente confundido.

Drex, siempre sereno, intervino antes de que Tatiana pudiera responder, como si el tema no

lo afectara en lo más mínimo.

—Exactamente. Todo quedó en espera. Asha y Vambertoken no hicieron ningún

movimiento. No sin la clarividencia de María al máximo de su capacidad. Sin ella, nadie se

atrevió a actuar. —Drex dejó que la verdad de sus palabras se asentara en el aire, su

mirada fija en María.

María, que hasta ese momento había permanecido en silencio, sintió cómo esas palabras la

golpeaban. Durante aquellos días, había estado tan inmersa en su propio dolor, en la

traición que percibía de Fabián, que no había notado nada más. Pero ahora, al escuchar lo

que Drex y Tatiana decían, comenzaba a darse cuenta del impacto que su ausencia había

causado.

—No puede ser… —murmuró, más para sí misma que para los demás. El peso de la

revelación se hacía más y más tangible. Asha y Vambertoken, habían detenido todo

porque ella no había estado en condiciones de ver el futuro. Su mente viajó a esos días: tan

sumergida en su propio dolor, nunca había pensado en cómo sus emociones afectaban a

todos.

Tatiana, con su típico toque irónico, soltó una risa suave mientras agitaba la cabeza.

—Créeme, hermana, lo fue. Mientras tú estabas lidiando con tu propio drama, todos

nosotros estábamos esperando a tener nuevas órdenes de Asha y Vambertoken. —La

sonrisa de Tatiana se amplió mientras añadía con una chispa de humor—. Y bueno, no es

por nada, pero en esos días eras más importante que el propio Drex.

Fabián desvió la mirada hacia María, su expresión era una mezcla de preocupación y

reconocimiento. Había algo en lo que Tatiana acababa de decir que encendía en él una

verdad incómoda.

—Es verdad, María. Sin tu clarividencia, sin tu capacidad de ver lo que está por venir, la

Purga queda ciega. Tatiana puede controlar tácticamente cada aspecto, y Drex es… bueno,

Drex es lo que sabemos que es. Pero tú… —Fabián hizo una pausa, midiendo sus

palabras—. Tú eres la que realmente guía todo. Sin ti, no hay futuro para la Purga.

María se quedó en silencio, observando a los tres. No sabía si sentirse aliviada o abrumada.

Todo ese tiempo había pensado que el mundo seguía girando mientras ella sufría, pero la

verdad era que, sin su poder, todo se había detenido. Durante su crisis emocional, el destino

de la Purga había estado en pausa.

—Entonces, mi dolor no solo fue mío. Afectó todo… —murmuró, asimilando la idea. María

nunca había considerado su poder de esa manera. Había visto su clarividencia como una

herramienta, algo útil, pero nunca como algo esencial. Y ahora, entendía la verdadera

magnitud de su importancia.

Tatiana la observó en silencio durante un momento, como si supiera exactamente lo que

pasaba por la cabeza de su hermana.

—Sí, exactamente. Mientras tú estabas hundida en tus propios sentimientos, el resto del

mundo esperó. Ya ves, no solo Fabián depende de ti, todos lo hacemos. —Tatiana sonrió de

nuevo, pero esta vez con algo más de afecto, dejando entrever que, por más dura que

fuera, sabía el peso que cargaba su hermana.

Drex, que había estado escuchando pacientemente, asintió con la cabeza antes de agregar

en su tono siempre calmado y controlado.

—Ahora lo entiendes, María. Tu clarividencia es el centro. Y mientras tú no puedas ver, el

resto de nosotros estamos caminando a ciegas. Asha y Vambertoken pueden ser

poderosos, pero no pueden actuar sin ti, tu eres la clave de su poder. —Drex rara vez

hablaba con tanta claridad, y cuando lo hacía, cada palabra parecía cortar el aire con

precisión.

María levantó la mirada, fijándose en Tatiana y Drex, luego en Fabián. Había algo más que

tenía que saber.

—Y… mientras tanto, ¿qué hiciste tú, Tatiana? —preguntó, más intrigada por lo que no se

había dicho.

Tatiana sonrió, como si hubiera estado esperando la pregunta.

—Oh, Drex y yo nos ocupamos de nuestros propios asuntos. No estuvimos en la orgía, si

es lo que te preocupa. —Tatiana soltó una pequeña risa mientras miraba a Fabián y María,

disfrutando de la confusión en sus rostros.

Fabián arqueó una ceja, incrédulo.

—¿No estuvieron? —preguntó, claramente sorprendido. Él y María habían dado por hecho

que Tatiana y Drex habían estado en ese evento caótico.

Drex, con su habitual calma, asintió levemente.

—No. Había otras cosas que atender, más importantes que eso. —Su voz era tan

tranquilizadora como siempre, pero había una capa de misterio en sus palabras.

María se permitió soltar una risa suave, sacudiendo la cabeza.

—Por alguna razón, eso no me sorprende tanto. Pero bueno, ahora todo tiene sentido.

—dijo, sintiéndose un poco más ligera tras las revelaciones.

Fabián, buscando distraerse del tema de la orgía, decidió cambiar de tema a algo que lo

tenía pensativo.

—Hablando de otros temas, Andrés quedó en hablar con Julián hoy. Aún tengo pendiente

verlo más tarde, y me preocupa cómo estará Julián ahora que Andrés está con Violeta. Y,

claro, ¿cómo estará Laura con todo esto? —Su tono era serio, claramente afectado por las

relaciones enredadas entre sus amigos.

Tatiana se encogió de hombros, claramente menos interesada en ese drama.

—Desde cuando la vida amorosa de Andrés ha sido un lío? En fin… lo que me interesa

realmente es el progreso con mis clases de atlante. María, sé que me has estado

observando hermana, siempre me miras como Zombi cuando estoy en clase. —Los ojos

de Tatiana se clavaron en su hermana, desafiándola a preguntar más.

María asintió, intrigada.

—Sí, me he dado cuenta de tus clases. Siempre me he preguntado, ¿por qué aprender

atlante? —preguntó, genuinamente curiosa.

Tatiana sonrió, una sonrisa de orgullo mezclada con determinación.

—Porque los licántropos fueron creados en la Atlántida, y los libros de Asha están

escritos en ese idioma. Si quiero entender a la manada, entender a Drex, y todo lo que

implica el poder que compartimos, necesito conocer sus raíces. No puedo depender de lo

que Asha me diga. Quiero controlarlo desde la fuente. —La convicción en su voz era

palpable, y tanto María como Fabián entendieron que lo que decía Tatiana no era una

simple curiosidad. Era una búsqueda de poder absoluto.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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