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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 310.

El Eco de la Decadencia.

La sala de La Purga estaba más concurrida de lo habitual. El equipo de Andrés, Violeta,

Anuel, Drex, Lía y Óscar se había reunido de manera informal, pero la razón del encuentro

era clara: la fiesta de Anuel, a solo dos días de distancia. Anuel, una organizadora

incansable, ya tenía todo preparado, pero algo más rondaba por la mente de los presentes.

—Entonces, ¿todo listo para la fiesta? —preguntó Óscar, rompiendo el silencio mientras se

apoyaba en la pared—. No suelo verte tan animada con estos eventos, Lía.

Lía, que había estado revisando un documento, levantó la vista con una sonrisa pequeña

pero significativa.

—No es lo que suelo hacer, lo sé. Pero esta vez es diferente. Después de tanto tiempo…

—hizo una pausa, mirando a Anuel—. Me siento con ganas de probar algo distinto. No

todos los días recibes felicitaciones de Vambertoken por una misión bien hecha.

Violeta, sentada en el borde de una mesa, no pudo evitar sonreír con ironía.

—Vaya, si hasta Lía va a la fiesta, esto será algo memorable. —Miró a Anuel—. ¿Todo listo

entonces? ¿O vas a añadir algo más a última hora?

Anuel asintió, casi orgullosa.

—Todo está preparado. Tenemos los juegos listos, los antifaces para los humanos… solo

falta confirmar un último detalle —hizo una pausa, mirando de reojo a Drex—. Hay una

licántropa más que quiero invitar.

Drex, que había estado escuchando en silencio, alzó una ceja.

—¿Una cuarta licántropa? ¿Te refieres a Alexia? —preguntó, con una leve sonrisa—. Ella

no es de la manada, pero no veo por qué no. Solo asegúrate de que sepa cómo

comportarse.

Anuel rió entre dientes.

—Créeme, sé cómo manejar a mis invitados. Cuatro licántropos en la fiesta sería…

increíble.

El comentario provocó una risa suave de Violeta, pero fue Óscar quien retomó el hilo de la

conversación.

—¿Y qué tal los humanos? Ya tienes a todos confirmados, ¿verdad? —preguntó, mirando el

rostro satisfecho de Anuel.

—Nueve humanos, incluido Andrés, por supuesto —dijo Anuel, con una mirada fugaz hacia

él—. Lo que me sorprende es que hayas aceptado, Andrés.

El ambiente en la sala cambió ligeramente cuando Andrés fue mencionado. Estaba sentado

en un sillón al fondo, su mirada clavada en el suelo, como si estuviera desconectado de la

conversación. Levantó la vista lentamente y asintió.

—Lo necesito —dijo en voz baja, su respuesta breve pero firme.

Lía, que siempre había sido la más perceptiva del grupo, arqueó una ceja.

—Andrés, no quiero ser aguafiestas, pero no te imagino en un evento así. ¿Qué te hizo

cambiar de opinión? —preguntó, con curiosidad genuina.

Óscar lo observó con una mezcla de sorpresa y preocupación.

—Es cierto. Tú siempre has sido más… reservado. —Su tono era suave, pero claramente

preocupado—. No me malinterpretes, hermano, solo me sorprende verte en esto.

Anuel intervino, cruzando los brazos y mirando a Andrés con atención.

—¿Tiene algo que ver con Laura? —preguntó de forma directa, captando la atención de

todos en la sala.

El nombre de Laura flotó en el aire, y por primera vez en la noche, Drex levantó la vista

para observar la reacción de Andrés. Sabía más de lo que los demás entendían sobre esa

relación, pero nunca había interferido.

Andrés apretó los puños sobre sus rodillas, claramente incómodo con el rumbo de la

conversación. Aún así, decidió hablar, aunque su voz era apenas un susurro.

—No es algo de lo que quiera hablar ahora. —Su tono era seco, pero en su mirada había un

rastro de cansancio que no pasó desapercibido para nadie.

Violeta, siempre incisiva, no estaba dispuesta a dejar el tema tan fácilmente.

—¿Ni siquiera un poco? —le dijo, inclinándose hacia él—. Vamos, todos sabíamos que

chateabas con ella todo el tiempo. Y ahora, de repente, dejas de hablarle y vienes a la

fiesta. Algo pasó.

Drex, percibiendo la incomodidad de Andrés, decidió intervenir.

—Déjalo, Violeta —dijo, con una calma que sólo un licántropo podía proyectar—. Si Andrés

no quiere hablar de eso, lo entenderemos. —Miró a Andrés de reojo—. Pero si alguna vez

quieres hablar, sabes que estamos aquí.

El silencio que siguió fue incómodo, y durante unos segundos, el único sonido en la sala fue

el del roce de papeles y el crujir de la madera bajo los pies de Óscar.

Finalmente, Anuel, siempre pragmática, decidió que era momento de cambiar de tema.

—Bueno, lo que sea que te esté molestando, Andrés, espero que la fiesta te ayude a

despejar la mente. Después de todo, estamos aquí para divertirnos —dijo con una sonrisa.

Andrés asintió lentamente, agradecido por el cambio de tema.

—Gracias. Lo intentaré —respondió, aunque su tono dejaba claro que aún había algo en su

interior que lo atormentaba.

Después de la conversación, Drex salió rumbo al patio de La Purga. A medida que

caminaba bajo la luz suave del día, el ruido de la sede se iba desvaneciendo. El aire entre

los árboles era más ligero, pero Drex no estaba allí para relajarse. Su propósito era claro:

encontrar a Alexia y cumplir el encargo de Anuel.

La encontró donde esperaba, sentada bajo un árbol con la mirada perdida en el horizonte,

como si estuviera lejos, atrapada en sus pensamientos. Drex se acercó, deteniéndose a una

distancia respetuosa antes de que ella levantara la vista y lo viera.

—Drex —dijo ella con una leve sonrisa—. No esperaba verte. ¿Qué te trae hasta aquí?

Drex fue directo al grano, como era su costumbre.

—Anuel quiere que vayas a su fiesta. Me pidió que te hiciera llegar la invitación.

Alexia dejó escapar una risa suave, pero había algo de cansancio en su expresión. Se estiró

un poco, como si el solo hecho de recibir una invitación le sacara del letargo en el que

parecía estar.

—¿La fiesta de Anuel? —repitió, entrecerrando los ojos con un toque de ironía—. No

recuerdo la última vez que estuve en una fiesta. Y con el estrés de estos días, tal vez no

sea mala idea darme una vuelta por la dichosa orgía. —Su risa fue ligera, pero sincera.

Drex, sin reaccionar demasiado, asintió levemente.

—Toda la manada estará allí, excepto yo y Diana.

Alexia lo miró durante un momento, asimilando esa información.

—Hablé con Diana hace poco —comentó, como si el tema hubiera surgido en su mente de

forma natural—. Y sorprendentemente no terminamos en una pelea esta vez. Tal vez las

cosas están mejorando.

Drex asintió, reconociendo el progreso, pero sin detenerse mucho en ello. Anuel tenía su

respuesta, y su tarea estaba cumplida.

—Nos vemos entonces —dijo Drex, sin necesidad de añadir más.

Alexia inclinó la cabeza en un gesto de despedida, y Drex se alejó del lugar. Mientras

avanzaba, sintió cómo su enfoque cambiaba. Fabián ocupaba sus pensamientos ahora. El

día anterior apenas habían intercambiado palabras, pero María había estado cerca y era

imposible abordar ciertos temas con tanta presión a su alrededor.

Drex sabía que Fabián cargaba con mucho más de lo que había dejado entrever. La

decisión de seguir a Asha, de enfrentarse al Vaticano sin más, había cambiado algo en él.

Drex lo veía, pero lo que realmente lo inquietaba era que no sabía si Fabián lo veía también.

A medida que se acercaba a la sala de entrenamiento, escuchó los golpes rítmicos de

alguien entrenando. El sonido de los puños chocando contra el saco de boxeo llenaba el

aire, y Drex supo de inmediato que era Fabián.

Se detuvo por un momento, observándolo desde la distancia. Fabián estaba concentrado,

su cuerpo tenso por el esfuerzo, pero en su rostro había algo más que simple

determinación. Cansancio.

—Fabián —llamó Drex, finalmente acercándose—. Necesitamos hablar.

Fabián detuvo sus golpes, sin sorprenderse. Se giró lentamente, limpiándose el sudor de la

frente con el antebrazo, y lo miró con una mezcla de curiosidad y resignación.

—¿De qué quieres hablar? —preguntó, aunque sabía bien de qué iba el tema.

Drex cruzó los brazos, apoyándose contra la pared cercana, y lo observó con seriedad.

—De lo de María, y de las decisiones que has tomado con Asha. No tuvimos tiempo de

hablar bien el otro día, y creo que necesitas sacarlo fuera.

Fabián dejó caer los brazos a los costados, exhalando un suspiro profundo, como si soltar el

aire le ayudara a liberar parte del peso que cargaba.

—Sí, hay muchas cosas —admitió con un tono pesado—. Pero lo más difícil es saber si he

tomado el camino correcto. Asha me prometió una salida, una manera de dejar de

esconderme, de no temerle al Vaticano… pero últimamente no sé si todo esto es lo que

realmente quiero.

Drex lo observó sin juzgar, solo escuchando.

—¿Y crees que el precio de esa salida será solo tu miedo? —preguntó Drex, directo pero

calmado—. Porque desde donde yo lo veo, podrías estar sacrificando mucho más que eso.

Fabián rió brevemente, pero su risa era amarga.

—Lo sé… y es lo que me aterra. Pero estoy cansado, Drex. Cansado de esconderme, de

sentir que vivo en la sombra de todo lo que me persigue. —Lo miró a los ojos, buscando

algo—. Si esto es lo que tengo que hacer para sentir que soy libre, tal vez valga la pena.

Drex lo estudió en silencio por un momento, antes de hablar nuevamente.

—Solo asegúrate de que ese “precio” no incluya a las personas que realmente te importan.

Fabián lo miró, y por primera vez, el agotamiento en sus ojos fue claro. Estaba al borde de

un abismo, y Drex lo sabía.

—Gracias por preocuparte —murmuró Fabián, mientras sus hombros bajaban un poco,

como si soltara parte del peso.

Drex asintió y le dio una palmada en el hombro antes de salir de la sala. Fabián lo observó

mientras se iba, quedándose con sus pensamientos. Sabía que la decisión que había

tomado lo cambiaría, pero el impacto de esa decisión aún estaba por verse.

Fabián se apoyó contra la pared de la sala de entrenamiento, su expresión reflejando una

mezcla de preocupación y desconcierto. Drex esperaba en silencio, dándole espacio para

procesar sus pensamientos. El tema de Andrés seguía pesando sobre ambos, y había algo

en ese viaje al Vaticano que Fabián no podía ignorar.

—Fue raro desde el principio, Drex —empezó Fabián, bajando la voz—. Durante el evento

de Valeria Dupont, las cosas parecían normales. Andrés y Laura estaban bien. Pero justo

cuando terminó el evento, Laura llamó a Andrés. —Fabián hizo una pausa, recordando el

momento—. Se apartó para hablar con ella por teléfono, y yo aproveché para hacer lo

mismo con María. Necesitaba aclarar las cosas con ella.

Drex asintió en silencio, escuchando.

—Ahí fue cuando todo se desmoronó —continuó Fabián—. La conversación con María fue

un desastre. Empezó a acusarme de engañarla con Valeria, y lo que comenzó como un

simple malentendido se convirtió en una discusión de proporciones absurdas. Todo mientras

Andrés seguía hablando con Laura por celular. —Se detuvo un segundo, como si ahora el

detalle tuviera más peso—. Lo curioso es que después de esa llamada, no volví a ver a

Andrés en toda la noche.

Drex lo miró, captando la importancia de lo que Fabián estaba diciendo.

—¿No regresó al apartamento? —preguntó Drex, manteniéndose tranquilo, aunque la

situación empezaba a tomar otra forma.

Fabián negó con la cabeza.

—No. No volvió. Me fui a dormir pensando que quizá había decidido quedarse en algún otro

lugar, tal vez con Laura. Pero a la mañana siguiente, cuando lo vi, algo estaba mal. Se veía

como si no hubiera dormido en absoluto. —Fabián frunció el ceño—. Andrés no es de los

que desaparecen sin decir nada, y ahora, pensando en eso, está claro que algo pasó esa

noche después de la llamada con Laura.

El silencio cayó sobre ellos, mientras Drex procesaba lo que acababa de escuchar.

—¿No te dijo nada sobre dónde estuvo? —preguntó Drex, sabiendo de antemano la

respuesta.

Fabián dejó escapar un suspiro.

—No. Solo se presentó al día siguiente como si nada. Estaba callado, y no quise

presionarlo. Tenía bastante en mi mente con lo de María. Pero desde entonces… no ha sido

el mismo. Es como si esa llamada lo hubiera cambiado.

Drex asintió lentamente, comprendiendo la gravedad de la situación. Andrés había estado

ocultando algo, y si esa llamada con Laura había sido el detonante, lo que fuera que ocurrió

después era lo que lo estaba consumiendo.

—Tenemos que hablar con él —dijo Drex, con firmeza—. Lo que sea que ocurrió entre él y

Laura esa noche, no va a desaparecer si sigue guardándolo.

Fabián asintió, pero su rostro seguía mostrando preocupación.

—Lo sé, pero no es fácil. Andrés no es de los que se abren fácilmente, y menos con algo

así. —Fabián se pasó una mano por el rostro, como si intentara sacudirse el cansancio—.

Solo sé que, si no lo enfrenta pronto, lo va a devorar.

Ambos quedaron en silencio, sabiendo que lo que fuera que había sucedido durante esa

llamada y después de la conversación con Laura, era el punto de quiebre. Pero, por ahora

debían ser pacientes.

Fabián miraba su celular con duda, consciente de que lo que estaba por hacer no sería

fácil. Hablar con Julián siempre venía con una carga extra, y más cuando se trataba de

Laura, su hija. Sabía que algo importante había ocurrido aquella noche en el Vaticano, pero

Andrés seguía guardando silencio. Y la única pista que tenía eran esas horas que Laura

pasó con él después de la llamada. Quizá Julián pudiera arrojar algo de luz, aunque solo

fuera un detalle.

Respiró hondo y marcó el número de Julián. Mientras el tono de llamada resonaba, Drex lo

observaba en silencio, sabiendo que este era el siguiente paso lógico, pero también

entendiendo lo delicado de la situación. Al otro lado de la línea, Julián contestó.

—Fabián —dijo la voz de Julián, con un tono algo sorprendido—. ¿Qué pasa?

Fabián se pasó una mano por el cabello, intentando encontrar las palabras correctas.

—Necesito hablar contigo sobre lo que pasó en el Vaticano, la noche antes de que

volviéramos —dijo, directo al punto—. ¿Recuerdas cuando Laura llamó a Andrés?

Hubo una breve pausa. Julián no respondió de inmediato, como si estuviera buscando en

su memoria, intentando encontrar la mejor manera de responder.

—Sí, lo recuerdo —contestó al fin—. Estábamos en Roma, alejados del Vaticano, como

siempre. Laura me pidió dos horas para hablar con Andrés, me dijo que era importante. Se

fue y regresó, pero cuando volvió… algo en ella había cambiado.

Fabián apretó el celular con más fuerza, sintiendo que esa pequeña pista lo acercaba más a

la verdad, pero no del todo.

—¿Te dijo algo sobre lo que pasó entre ellos? —preguntó, esperando que la respuesta

desvelara algo más.

Julián dejó escapar un suspiro al otro lado de la línea.

—No mucho. Solo que la conversación fue difícil, que necesitaba tiempo para procesarlo.

No quise presionarla. Pero cuando volvió, estaba tensa, algo había salido mal entre ellos,

eso era obvio. Pasó el resto de la noche conmigo, pero no tocamos más el tema. —Julián

hizo una pausa antes de añadir—. No sé qué pasó exactamente, Fabián, pero lo que sea

que discutieron en esas dos horas, claramente afectó a Laura y, por lo que veo, también a

Andrés.

Fabián se quedó en silencio, asimilando las palabras de Julián. Laura había vuelto

afectada, pero no había dicho nada más. Esas dos horas parecían contener el peso de algo

mucho más grande. Lo que sea que pasó entre Andrés y Laura había marcado un antes y

un después, y ahora ambos parecían estar atrapados en un silencio que los estaba

destruyendo lentamente.

—Gracias, Julián —dijo finalmente Fabián, sabiendo que no había más que sacar de esa

conversación—. Si recuerdas algo más, házmelo saber.

Cuando colgó, Drex ya estaba junto a él, cruzado de brazos.

—¿Y? —preguntó Drex, esperando algún avance.

Fabián negó con la cabeza, frustrado.

—No mucho. Laura pasó dos horas con Andrés esa noche. Algo pasó, pero ella no le dijo

nada a Julián, y Andrés tampoco ha hablado de eso desde entonces. —Dejó escapar un

suspiro—. Estamos de vuelta al principio, pero esas dos horas lo cambiaron todo.

Ambos quedaron en silencio, conscientes de que lo que había ocurrido esa noche era el

núcleo de la tormenta que Andrés y Laura enfrentaban. Sabían que, eventualmente,

tendrían que hablar con Andrés directamente. Pero por ahora, lo único que podían hacer

era esperar a que él estuviera listo para romper su silencio. Un silencio que, a cada

segundo, parecía ahogarlo más.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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