Cuentos de Terror 309 La Noche de las Revelaciones

El cazador de almas perdidas – Creepypasta 309.

La Noche de las Revelaciones.

La tarde caía sobre la sede de la Purga. Después de un día agotador, Fabián, María,

Tatiana y Drex decidieron reunirse en un pequeño bar cercano. La atmósfera era tranquila,

con las luces tenues del lugar y el suave murmullo de las conversaciones ajenas a lo que

realmente se gestaba en aquella mesa. Las cervezas llegaron pronto, y con ellas, la charla

inevitable de lo que había ocurrido en los últimos días.

Tatiana y Drex no podían ocultar su sorpresa. La María que tenían frente a ellos no era la

misma de la noche anterior. Mientras ella hablaba, irradiaba un poder que parecía casi

incontrolable. Sus palabras eran firmes, y sus ojos, llenos de decisión.

—Me cansé de sufrir —dijo María, con un tono que cortaba el aire—. Me cansé de ser la

víctima, de ser la María que todos esperaban. Si todo lo que soy pertenece a Asha…

entonces lo acepto. —Hizo una pausa, tomando un largo trago de su cerveza antes de

continuar—. Prefiero pertenecerle completamente si eso significa no volver a sentir lo que

sentí con Valeria Dupont. No voy a permitir que nada ni nadie vuelva a hacerme sentir débil.

Fabián, sentado a su lado, no podía evitar observarla con una mezcla de admiración y

preocupación. Sabía que esta nueva María era fuerte, pero esa fortaleza tenía un precio, y

le preocupaba hasta qué punto Asha tenía control sobre ella. María le apretó la mano bajo

la mesa, como si leyera sus pensamientos, pero no dijo nada.

Tatiana, por su parte, estaba impactada. Había visto la versión vulnerable de su hermana y

ahora se enfrentaba a una María que parecía haber dejado todo eso atrás.

—María, te ves… increíble —dijo Tatiana, aunque su voz cargaba una ligera nota de duda—.

Pero, ¿estás segura de que esto es lo que realmente quieres?

María la miró, con una sonrisa enigmática.

—Estoy más que segura, Tatiana. Si Asha es el precio, lo pago encantada si significa que

puedo vivir en paz con Fabián por la eternidad.

Tatiana asintió lentamente, aunque era evidente que algo en su interior seguía

debatiéndose. Era su hermana, y aunque amaba verla fuerte, también temía por lo que esa

fuerza estaba costando.

—Bueno, si de cambios hablamos… —dijo Drex, interrumpiendo la tensión que se estaba

formando—. Tatiana ha tenido sus propios momentos transformadores últimamente.

María levantó una ceja, interesada. Sabía que algo estaba pasando con su hermana, pero

no había tenido tiempo de preguntar.

—¿Qué ha pasado, Tatiana? —preguntó María, mientras tomaba otro sorbo de su cerveza.

Tatiana sonrió, orgullosa de lo que iba a compartir. Drex la miró con una mezcla de

admiración y afecto.

—He estado sincronizándome más con la bestia de Drex —empezó Tatiana—. Es extraño,

porque siendo humana, no esperaba sentir lo que siento ahora. Es como si una parte de mí

estuviera conectada con su poder, como si compartiera su hambre, su sed de caza.

Fabián frunció el ceño, pero María la observaba con interés. Sabía que su hermana siempre

había sido fuerte, pero esto era diferente.

—¿Qué quieres decir? —preguntó María, aunque en el fondo ya tenía una idea.

—Lideré una cacería con Olfuma y el resto de la manada —dijo Tatiana, con una sonrisa

que irradiaba orgullo—. Fue… increíble. Sentí una fuerza que nunca había experimentado.

Cinco corazones, uno para cada uno de la manada. Fui parte de ellos, una verdadera líder.

Drex asintió, complacido con lo que su pareja había logrado. María, sin embargo, no pudo

evitar fruncir el ceño ligeramente. Por mucho que amara a su hermana, lo que describía le

sonaba más a salvajismo que a poder controlado. Pero no dijo nada, aún procesando lo que

significaba esa revelación.

—Tatiana… —empezó María, con cuidado—. Me alegra que hayas encontrado tu camino,

pero… ¿te has dado cuenta de lo que implica? Ese… salvajismo.

Tatiana le sostuvo la mirada, sin amedrentarse.

—Sí, María. Sé lo que implica. Pero es mi camino, y lo acepto. Igual que tú has aceptado el

tuyo con Asha.

Las palabras de Tatiana resonaron en el aire, y por un momento, el silencio volvió a reinar

en la mesa. María asintió, sabiendo que no podía juzgar a su hermana por tomar un camino

que, de alguna forma, era tan oscuro como el suyo.