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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 306.

Sombras de la Traición.

Las calles de Roma estaban desiertas, apenas iluminadas por las farolas que proyectaban

sombras largas y etéreas en las paredes de los antiguos edificios. La fiesta había

terminado, y Fabián y Andrés caminaban en silencio, como dos fantasmas arrastrando el

peso de lo vivido. El eco de los pasos resonaba entre los callejones vacíos, una metáfora

perfecta para la carga que ambos hombres llevaban consigo.

Fabián estaba agotado, no solo física, sino emocionalmente. La brillante noche con sus

cámaras, luces y atenciones había sido agotadora. Pero lo que más lo carcomía era el peso

invisible de María. Sabía que ella había visto todo. Cada mirada, cada roce, cada sonrisa de

Valeria. Había sentido la furia en su pecho durante el evento, como si María estuviera allí

con él, observando, acusándolo en silencio desde la distancia.

Por su parte, Andrés no estaba mejor. El encuentro con Laura, las duras realidades que

había enfrentado sobre su pasado como cazador… Todo seguía retumbando en su cabeza.

La imagen de los vampiros que había cazado sin piedad, de los que había disfrutado

aniquilando, ahora le provocaba una sensación de vacío. Y lo peor era ver cómo Laura

había sido tratada en el evento. Ella había sido la primera vampira en asistir, pero las

miradas, los susurros, y la hostilidad sutil la seguían como una sombra.

El silencio entre ambos hombres creció hasta volverse insoportable, hasta que finalmente,

Andrés habló, su voz sonaba casi rota.

—¿Cómo lo soportas? —dijo en voz baja, deteniéndose en una esquina oscura de la

calle—. Saber que estás atrapado entre lo que eres y lo que tienes que ser. Todo esto…

toda esta fachada, Fabián… ¿cómo lo soportas?

Fabián lo miró, sorprendido por la sinceridad cruda en la voz de Andrés. Sabía que su

compañero estaba lidiando con sus propios demonios, pero la pregunta lo golpeó más

fuerte de lo que esperaba.

—No lo sé, Andrés —respondió finalmente, su tono era bajo y pensativo—. A veces, no lo

soporto. Me siento como si me estuviera consumiendo por dentro. Todo es una mentira. La

sonrisa, las palabras, las apariencias. Me he convertido en lo que más temía… Y lo peor es

que María… —se detuvo, luchando por no dejar que las emociones lo superaran—. Ella

piensa que la estoy traicionando, que Valeria y yo… —no pudo continuar, el dolor era

evidente en sus ojos.

Andrés lo observó en silencio, reconociendo el sufrimiento en Fabián. Sabía lo que era vivir

con una máscara, con esa carga. Pero él, de alguna manera, lo había aceptado. Lo que

había visto con Laura, lo que había sentido, le mostraba que podía haber algo más allá del

odio, más allá del desprecio que alguna vez sintió por los vampiros.

—Laura… —dijo Andrés, casi susurrando—. No entiendo por qué no me odia. Lo que yo

hice… lo que fui… ¿cómo puede siquiera mirarme sin desprecio? —se detuvo un momento,

mirando el pavimento bajo sus pies—. Esta noche, la miraban como si fuera una aberración,

como si no mereciera estar ahí… Y lo peor es que alguna vez yo también miré así a otros

vampiros. Los cazaba… como si fueran menos que nada.

Fabián asintió lentamente, entendiendo lo que Andrés sentía. Ambos estaban atrapados en

la misma red de mentiras y sacrificios, tratando de mantener la fachada de lo que los demás

querían que fueran.

—Esas cosas se quedan contigo —murmuró Fabián, mirando a Andrés—. No

desaparecen. Pero puedes cambiar. Puedes hacer algo diferente ahora. Lo que hiciste, lo

que fui… nos perseguirá siempre, pero no significa que tengamos que seguir siendo esos

hombres.

Justo en ese momento, Andrés sintió la vibración de su teléfono en el bolsillo. Era una

llamada, una que no esperaba. Sus ojos se entrecerraron mientras leía el nombre en la

pantalla, la incomodidad palpable en su rostro.

—Es Laura —dijo, con un leve tono de sorpresa, como si aún no pudiera procesar por

completo lo que había estado ocurriendo entre ellos—. Voy a tomarla.

Fabián asintió, dándole un espacio a Andrés, aunque en su interior sabía que el verdadero

tormento apenas comenzaba para él.

Mientras Andrés se alejaba un poco para contestar la llamada, Fabián respiró hondo.

Sabía que no podía seguir postergando lo inevitable. Su mano temblaba ligeramente

mientras sacaba su teléfono del bolsillo. Era hora de llamar a María.

Marcó su número con dedos temblorosos, y esperó. El sonido del timbre en el teléfono

resonaba más fuerte de lo que hubiera querido. María contestó al tercer tono.

—Fabián… —su voz estaba cargada de emociones contenidas. El silencio que siguió a su

nombre era ensordecedor. Fabián podía sentir el peso del dolor y la rabia en cada

respiración contenida de María.

—María, déjame explicar… —empezó a decir, pero María lo interrumpió.

—¿Explicar qué? ¿Lo que todos vimos en la transmisión? ¿Lo que todos los malditos

medios están comentando? ¿Las miradas, las sonrisas, los roces…? —la voz de María

se quebraba, pero la furia se entremezclaba con el dolor—. ¿Crees que soy estúpida,

Fabián? ¿Crees que no sé lo que está pasando? Valeria… esa mujer te está usando, te

está manipulando, y tú… —hizo una pausa, tomando aire—. Tú lo permitiste.

Fabián se mordió el labio, cerrando los ojos. Sabía que María no lo iba a dejar salir de esta

fácilmente.

—María, no es lo que piensas… —intentó calmarla, pero su propia voz sonaba débil, sin la

seguridad que normalmente tenía.

—¿Entonces qué es? ¡Explícame, por Dios! ¿Qué más tiene que pasar para que yo

deje de sentirme como una idiota cada vez que ella aparece? —la voz de María era casi

un grito ahora, y Tatiana, quien estaba cerca de ella, intentaba calmarla mientras le

acariciaba el cabello.

Fabián respiró profundamente, buscando las palabras adecuadas, pero la desesperación lo

estaba consumiendo. Sabía que cualquier cosa que dijera sería insuficiente.

—Valeria solo juega para las cámaras, María. No hay nada real entre nosotros, lo juro.

Ella lo ha dejado claro. Solo quiere una fachada… algo que beneficie a su carrera. Yo

nunca te traicionaría, María. Nunca. —la súplica en su voz era innegable.

Hubo un largo silencio al otro lado de la línea. María respiraba con dificultad, intentando

procesar lo que él le decía, pero el dolor seguía ahí, ardiendo.

—No sé si puedo creer eso, Fabián. Lo vi todo… y duele. Me duele más de lo que

puedes imaginar. —su voz finalmente se rompió, y Fabián sintió cómo su corazón se

hundía aún más.

El silencio se extendió, ambos atrapados en su propio tormento.

El peso de la llamada pendía en el aire. Fabián, solo en la fría noche de Roma, sabía que

las próximas palabras determinarían el futuro de su relación con María. Al otro lado de la

línea, desde Quito, María estaba devastada, rota por lo que había visto durante el evento.

La imagen de Fabián con Valeria había sido más de lo que ella podía soportar. Los

recuerdos de esa transmisión seguían frescos en su mente: Fabián recogiendo a Valeria en

una limosina, su traje de gala, el glamour, las sonrisas. La manera en que Valeria se

apoyaba en él, sus gestos, su complicidad ante las cámaras. Era como una pesadilla vivida

en la realidad.

María no había recibido nada de ese tipo de atención de Fabián, y el dolor de esa

diferencia la consumía por dentro. Se sentía traicionada, no solo por lo que había visto, sino

por el silencio de Fabián, que parecía confirmar sus peores miedos. Todo ese glamour, toda

esa proximidad, ¿cómo podía Fabián haber hecho algo así?

Tatiana, que había estado observando a su hermana en silencio, sabía que el momento

había llegado. Fabián le había contado que abriría el baile con Valeria, pero ni él ni Tatiana

habían anticipado el nivel de cercanía que la noche iba a mostrar. Sin embargo, Tatiana

sabía lo importante que era intervenir en este preciso instante. No podía dejar que su

hermana pensara lo peor sin darle una explicación.

Tatiana respiró hondo antes de hablar, sabiendo que sus palabras podían ser lo único que

pudiera salvar la situación.

—Porque, si te lo decía antes, habrías ido a Roma en cuanto te enteraras, habrías

destrozado todo el plan —dijo con honestidad—. Fabián no te engañó, no hizo nada

que tú no supieras ya en el fondo. Es solo un maldito plan, una fachada para poder

cumplir el plan de Vambertoken, tú lo sabes, María…

María no pudo contener una mezcla de sorpresa y dolor. Sintió una punzada de traición al

saber que Tatiana había sabido todo y no le había contado nada.

—¿Por qué? —María susurró, su voz quebrada—. ¿Por qué no me lo dijiste?

Tatiana se acercó más a su hermana, colocando una mano sobre su brazo. Sabía que lo

que iba a decir sería difícil, pero no podía evitarlo más.

—Porque, si te lo decía antes, habrías arruinado todo. Habrías dejado en evidencia a

Fabián y el plan habría fracasado. Sabes que él está jugando en la línea más delgada

para protegerte, para protegernos a todos.

María miraba a Tatiana, luchando por procesar la información, por encajarla con lo que

había visto. Las imágenes de la noche aún la atormentaban. Las palabras de Tatiana

empezaban a tener sentido, pero el dolor seguía presente.

—Fabián te ama —Tatiana continuó—. Y todo esto lo está haciendo porque no tiene

otra opción. Él no quería que lo vieras de esa manera, pero el plan es mucho más

grande que eso.

Fabián, al otro lado de la llamada, escuchaba en silencio, incapaz de intervenir. Sabía que

Tatiana estaba haciendo lo que él no podía: salvar la relación antes de que se rompiera del

todo.

Finalmente, María respiró hondo, tratando de calmarse. Sabía que Tatiana tenía razón,

pero el dolor no se iba tan fácilmente.

—¿Por qué no me lo dijo él directamente? —preguntó María, aún llena de emociones

encontradas.

Tatiana suspiró.

—Porque sabe lo mucho que te duele, María. Y porque no quería arruinar las cosas

con Valeria, ni contigo. No es fácil para él estar entre dos mundos, entre dos mujeres,

aunque una de ellas sea solo para las cámaras.

El silencio volvió a caer en la habitación mientras María intentaba encontrar algún tipo de

paz en las palabras de Tatiana.

Tatiana sostuvo a María en sus brazos mientras la llamada con Fabián continuaba. María

sentía que el mundo a su alrededor se desmoronaba, pero al mismo tiempo, la presencia de

Tatiana a su lado y la voz de Fabián al otro lado del teléfono la anclaban a la realidad. La

imagen de Valeria y Fabián juntos, tan perfectos, tan ajenos a su dolor, seguía quemando

en su mente. No podía borrar esa imagen. Pero sabía, en el fondo, que Tatiana tenía razón.

Todo era parte de ese maldito plan.

Tatiana, sin soltar a su hermana, tomó una decisión. Este era el momento en que debía

intervenir por completo. Su voz, calmada y firme, rompió el pesado silencio:

—María, lo que viste, lo que sentiste… es parte de este maldito juego en el que todos

estamos atrapados. Igual que tú con Asha, igual que yo con Drex. Fabián no te ha

traicionado. Él te lo dijo, me lo dijo. Y por mucho que duela, lo que hizo fue por este plan

que no nos deja respirar. Pero si lo dejas, si lo alejas… lo perderás. Y no va a haber vuelta

atrás.

María, aún apretada contra el pecho de Tatiana, escuchaba con atención. Las palabras de

su hermana se abrían paso entre la confusión y el dolor que la envolvía. Sabía, en lo más

profundo, que tenía razón. Sabía que todo lo que estaba sintiendo no era lógico, pero el

dolor a veces nublaba incluso la verdad más evidente.

—Lo sé… —susurró María, su voz entrecortada—. Sé que Fabián no me engañó, pero

duele… duele como si lo hubiera hecho. No puedo con esto. No entiendo por qué tuvo que

ser así.

Al otro lado de la llamada, Fabián permanecía en silencio, escuchando cada palabra. Sabía

que no había forma de arreglar esto solo con explicaciones, pero también sabía que no

podía dejar que el dolor de María los destruyera.

—María, te amo —dijo Fabián finalmente, con un susurro suave pero cargado de

sinceridad—. Sé que esto te ha hecho daño, y no puedo pedirte que lo olvides. Pero te juro

que todo lo que hago es para protegerte. Valeria… todo eso, no es real. Fue una fachada

para cumplir con lo que Vambertoken nos obliga a hacer. Pero tú eres lo único real en mi

vida. Nunca lo dudes.

María cerró los ojos, dejando que las lágrimas corrieran por su rostro. Sabía que Fabián

decía la verdad, pero eso no aliviaba el peso que sentía en el pecho. Todo parecía tan

complicado, tan doloroso. Sin embargo, algo dentro de ella quería seguir creyendo. Quería

creer que podrían superar esto.

—Está bien… —respondió María, su voz temblorosa, pero más firme que antes—. Pero

Fabián, esta es la última vez que te lo digo. No puedo volver a pasar por esto. Si me ocultas

algo más… no sé si podré soportarlo.

Tatiana la observaba, reconociendo la lucha interna de su hermana. Sabía que este era un

paso importante, aunque no definitivo, hacia la reconciliación. Pero también sabía que el

tiempo diría si Fabián realmente podía cumplir con sus palabras.

—Lo sé, María… lo sé —dijo Fabián, su voz rota por el remordimiento—. No te fallaré.

El silencio que siguió fue tenso, pero también necesario. Tatiana apretó más fuerte a María,

sabiendo que la llamada estaba llegando a su fin. Las heridas aún estaban frescas, pero al

menos, había un pequeño rayo de esperanza.

—Lo intentaré —murmuró María, cerrando los ojos mientras se acurrucaba en los brazos de

su hermana.

Tatiana asintió, sabiendo que este era solo el comienzo de un proceso largo y doloroso.

Mientras tanto, Fabián se quedó quieto, con el teléfono aún en la mano, mirando las luces

de Roma. Sabía que había cometido errores, pero también sabía que haría lo imposible por

reparar el daño que había causado.

El juego de sombras no había terminado, y Fabián sabía que cualquier otro error podría ser

el último.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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