El cazador de almas perdidas – Creepypasta 301.
El Juego Doble en el Vaticano.
El Vaticano recibía a Fabián, Julián, y Andrés con la solemnidad que solo ese lugar podía
inspirar. Apenas cruzaron las puertas del imponente recinto, Fabián y Julián se separaron,
dirigiéndose a sus respectivas reuniones con los informantes dentro de la Santa Sede. Sus
movimientos eran calculados, cada paso medido con la precisión que requería su papel
como espías dobles. Sabían que no podían cometer ni un solo error, porque los informes
que llevaban habían sido elaborados minuciosamente por Vambertoken, y cualquier titubeo
podría significar el fin de su juego.
Andrés, como fiel escudero de Fabián, permanecía siempre un paso detrás de él, como
una sombra. Para todos los ojos externos, parecía tranquilo, un hombre sumiso y devoto,
muy diferente al cazador brutal que alguna vez había sido. Años atrás, había sido conocido
por su feroz cacería de vampiros convertidos, y fue llevado tres veces ante el Cardenal por
usar su fe para saciar su propia sed de sangre, un crimen del que había sido declarado
culpable. Sin embargo, nunca fue condenado; en ese entonces, la Santa Sede no iba a
castigar a un guerrero de Dios por lo que consideraban meros vampiros.
Ahora, sin embargo, Andrés era otro hombre. El pacto de sangre con Asha lo había
transformado en alguien mucho más dócil, casi irreconocible. Y eso no había pasado
desapercibido.
Al llegar al despacho del Cardenal, Fabián presentó el informe que llevaba consigo. Sabía
muy bien que ciertos detalles habían sido cuidadosamente omitidos. No había mención
alguna del poder del tótem de Drex, un tema que Vambertoken había decidido mantener
oculto. Tampoco había rastro de Asha ni de María, dos figuras clave cuyas acciones y
presencia habían sido deliberadamente borradas de este reporte. De hecho, todo lo que
esas dos habían hecho y todo lo que representaban para La Purga era un vacío en las
páginas del informe.
Pero lo más interesante era la omisión total de la Misión en Puma Punku, un hecho
completamente borrado del informe de Fabián, aunque Julián, por su parte, había sido
instruido para incluirlo en el suyo. Esta inconsistencia había sido diseñada por
Vambertoken, y aunque Fabián y Andrés lo sabían, debían mantener la fachada y
presentar el informe con la misma seguridad como si estuviera completo.
El Cardenal, un hombre de mirada dura, pero con una mente afilada, escuchaba con
atención mientras Fabián exponía el contenido del informe, cuidadosamente estudiado y
memorizado. Sin embargo, a medida que la presentación avanzaba, el Cardenal parecía
tener algo más en mente. Su mirada, cada vez más inquisitiva, se posó sobre Andrés, y
una leve expresión de sorpresa cruzó su rostro.
—Fabián, tu informe es claro y conciso —dijo el Cardenal, después de escuchar cada
detalle—. Pero hay algo más que deseo discutir contigo. —Su mirada se dirigió a Andrés—.
Aunque debo admitir, es… sorprendente verte aquí, Andrés. Recuerdo bien las tres
audiencias que tuviste ante mí por el mal uso de la fe, cuando buscabas saciar tu sed de
sangre en vez de servir a Dios. —El tono del Cardenal era severo, pero no hostil—. Fuiste
declarado culpable en todas ellas, y aún así, nunca fuiste castigado. Era otra época, lo sé,
pero me pregunto… ¿qué ha cambiado en ti?
Fabián, antes de que Andrés pudiera responder, intervino con un tono sereno, mostrando
una calma que siempre impresionaba al Cardenal.
—Andrés ha renacido en la fe, Eminencia. —Dijo, poniendo una mano firme sobre el
hombro de su escudero—. Es un hombre transformado, guiado por la luz divina. Su
devoción ahora es absoluta, y puedo asegurarte que es un aliado en el que confío
plenamente.
El Cardenal observó a Andrés con ojos críticos, como si intentara ver más allá de la
fachada.
—Es difícil creerlo —murmuró, recordando al cazador violento que había enfrentado en las
audiencias—. Fuiste un cazador temido, una fuerza brutal en la cacería de vampiros
convertidos. Pero ahora… parece que te has vuelto dócil. —Hizo una pausa, evaluando la
transformación de Andrés—. ¿Realmente es así?
Andrés bajó la cabeza con humildad, su voz suave, casi sumisa.
—He visto el camino, Eminencia. Cometí errores en el pasado, lo admito, pero ahora solo
busco servir a Dios y a Fabián. Todo lo que hago es por la fe.
El Cardenal asintió lentamente, aún algo incrédulo, pero la confianza de Fabián lo
convencía.
—Parece que la mano de Dios ha hecho un milagro en ti, Andrés. —Luego, su atención
volvió a Fabián—. Sin embargo, debo confesarte algo, Fabián. He estado preocupado por
tu cercanía con el Ministerio de Vampiros Convertidos. La Iglesia ha sido clara en nuestra
postura hacia ellos, y algunos dentro del Vaticano se preguntan hacia qué lado te inclinas
realmente.
Fabián, como siempre, no vaciló.
—Pertenezco a la Iglesia, Eminencia. —respondió con firmeza—. Mi misión es asegurar la
redención de todos, tanto humanos como convertidos. Creo que el entendimiento entre
ambas partes es posible, y eso es lo que intento lograr. —Hizo una pausa estratégica,
sabiendo que debía ofrecer algo más—. De hecho, he sido invitado a un evento de caridad
en tres días, para niños humanos que han sido víctimas de vampiros. Valeria Dupont me
ha extendido la invitación, y asistiré como su invitado.
El rostro del Cardenal se iluminó al escuchar ese nombre.
—Valeria Dupont… —repitió, claramente satisfecho—. Sabía que tomarías el camino
correcto, Fabián. Al asistir junto a ella, estarás demostrando la compasión que representa
nuestra fe, tanto para los humanos como para los convertidos. Esto es exactamente lo que
necesitamos en estos tiempos difíciles. —Su tono era de alivio, como si el Espíritu Santo
se hubiera manifestado a través de Fabián para guiarlo hacia la sabiduría correcta.
Pero lo que siguió tomó por sorpresa incluso a Fabián.
—También me acompañará Laura, la ministra del Ministerio de Vampiros Convertidos.
Será un símbolo de cómo el Vaticano y el Ministerio están trabajando para sanar las
diferencias y construir lazos entre los convertidos y los humanos. —El tono de Fabián era
seguro, pero por dentro ya sabía que acababa de comprometer a Laura sin haber hablado
con ella.
El Cardenal, lejos de dudar, se mostró aún más complacido.
—Esto… es incluso mejor de lo que había imaginado. —dijo el Cardenal, completamente
satisfecho—. La presencia de Laura será una señal poderosa de reconciliación. El Vaticano
y el Ministerio trabajando juntos… Es la imagen perfecta de redención que tanto hemos
esperado. El Espíritu Santo claramente te guía, Fabián.
Al salir de la audiencia, Fabián y Andrés se alejaron por los silenciosos pasillos del
Vaticano, dejando atrás la satisfacción del Cardenal. Cuando llegaron a un rincón
apartado, Fabián soltó un suspiro, dejando que el estrés se escapara un poco.
—Laura… —murmuró Andrés, rompiendo el silencio—. ¿De verdad pensabas invitarla? O
fue una… digamos, intervención divina de última hora.
Fabián dejó escapar una risa tensa.
—No. —admitió, pasando una mano por su cabello—. Fue un impulso. Pero no tenemos
opción. Ahora debemos asegurarnos de que Laura esté allí, aunque no creo que le agrade
mucho la idea de asistir a un evento para víctimas de vampiros. —Hizo una pausa, mirando
a Andrés—. Y eso también significa que tendrás que hablar con ella. No podemos seguir
postergándolo.
Andrés asintió, con una sonrisa irónica en el rostro.
—Lo sé. Habrá que enfrentarla. Parece que no hay forma de escapar de esto.
Ambos sabían que estaban entrando en una nueva fase del juego, y que cualquier paso en
falso podría tener consecuencias devastadoras. Pero por ahora, la fachada debía
mantenerse, y el Vaticano seguía creyendo que Fabián, Julián y Andrés estaban
Después de la audiencia con el Cardenal, Fabián y Andrés caminaron por los vastos
pasillos del Vaticano, el eco de sus pasos resonando en la quietud del lugar. La misión era
clara, pero la siguiente parada no iba a ser menos complicada: debían dirigirse al Ministerio
de Vampiros Convertidos para hablar con Laura, la ministra vampira que lideraba esa
fachada delicadamente tejida por Vambertoken.
Para Andrés, el simple hecho de dirigirse allí lo hacía sentir incómodo. Él y Laura habían
estado hablando durante las últimas semanas, pero siempre de temas superficiales. Cosas
del Ministerio, detalles sobre La Purga, información que fluía sin mucho fondo emocional.
Pero, inevitablemente, había una tensión entre ellos. Laura, apenas con 18 años y
convertida en vampira desde hacía tres, era una joven atrapada en el cruel equilibrio entre
su lealtad a su padre, Julián, y la oscura manipulación de Vambertoken. Y, por su parte,
Andrés aún llevaba consigo las cicatrices emocionales de su pasado como cazador. Había
sido un depredador temido por vampiros como ella, y esa sombra lo seguía cada vez que
hablaban.
—No va a ser fácil, ¿verdad? —comentó Andrés de repente, rompiendo el silencio entre él
y Fabián. Su tono era bajo, casi resignado.
Fabián lo miró de reojo, sabiendo que había algo más en esa pregunta.
—¿Lo dices por Laura o por la invitación? —preguntó con un ligero tono de ironía, aunque
ambos sabían que la situación era mucho más complicada de lo que parecía.
—Ambas cosas. —Andrés se rascó la cabeza, claramente inquieto—. He hablado con
ella… pero nunca hemos hablado de algo personal. No sé si quiera siquiera escucharme.
Antes de que Fabián pudiera responder, sintió una vibración en su bolsillo. Rápidamente,
sacó su teléfono y vio un mensaje de Vambertoken. El contenido le hizo fruncir el ceño.
“Fabián. Busca el momento adecuado para apartarte de Andrés y Julián. Debes reunirte
con el Cardenal nuevamente. Informa sobre Puma Punku y el enfrentamiento con el
Nephilim, pero omite toda mención al Tótem de Drex y la forma en que fue vencido el
Nephilim. No debe saber más detalles.”
El peso de esa nueva instrucción cayó sobre Fabián como una losa. Además de convencer
a Laura de asistir al evento de caridad de Valeria Dupont, ahora debía encontrar una forma
de evadirse para hablar en privado con el Cardenal sobre Puma Punku, una misión que
había sido intencionalmente borrada de su informe. No podía permitirse ningún error.
—¿Algo malo? —preguntó Andrés, notando el cambio en el rostro de Fabián.
Fabián guardó el teléfono y le lanzó una sonrisa tranquila, como si todo estuviera bajo
control.
—Nada que no pueda manejar —respondió con calma, aunque en su mente ya estaba
formulando un plan para cumplir con las instrucciones de Vambertoken.
Finalmente llegaron a la oficina del Ministerio de Vampiros Convertidos, un lugar que, a
pesar de estar dentro del Vaticano, emanaba una atmósfera diferente. Era más oscuro, con
paredes cubiertas de símbolos antiguos y documentos sobre las redenciones de vampiros
convertidos. Al entrar, fueron recibidos por el frío silencio que caracterizaba aquel lugar.
Laura, sentada detrás de un escritorio de madera oscura, levantó la vista cuando los vio
entrar. Aunque su rostro mostraba calma, sus ojos delataban una mezcla de incomodidad y
sorpresa.
—Fabián, Andrés… —dijo, manteniendo la distancia emocional que siempre había entre
ellos—. No esperaba verlos tan pronto.
Fabián fue el primero en hablar, su tono suave pero directo.
—Laura, tenemos que hablar de algo importante. Se trata del evento de caridad que
organiza Valeria Dupont en tres días. —Hizo una pausa, midiendo sus palabras—. Me he
comprometido a que asistas como ministra del Ministerio de Vampiros Convertidos.
El silencio que siguió fue palpable. Laura lo miró, sus ojos destellando con una mezcla de
incredulidad y disgusto.
—¿Quieres que asista a un evento… para humanos que han sido víctimas de vampiros?
—dijo, sin ocultar el escepticismo en su voz—. Fabián, sabes lo que soy. Soy una vampira,
y aunque dirijo este ministerio, la mayoría de esas personas no verá más allá de lo que soy.
Me odiarán por lo que soy.
Andrés se tensó al escuchar esas palabras. Sabía lo que Laura decía era verdad. Aunque
ella luchaba por la redención de los convertidos, el Vaticano y sus fieles aún la verían como
una enemiga.
Fabián no se inmutó, pero su tono se volvió más persuasivo.
—Entiendo lo que dices, Laura, pero precisamente por eso tu presencia es tan importante.
—Su voz era tranquila, pero firme—. Este evento es una oportunidad. Una oportunidad para
mostrar que el Ministerio y el Vaticano están trabajando juntos. Tú eres la clave para sanar
esas heridas, y nadie más puede cumplir ese papel.
Laura apretó los labios, claramente debatiéndose internamente. Andrés, que había
permanecido en silencio hasta ahora, dio un paso adelante, hablando por primera vez con
más convicción.
—Yo también iré, Laura. —Sus palabras sorprendieron incluso a Fabián—. Estaré allí, y me
aseguraré de que nadie te ataque. Fabián y yo te protegeremos. Nadie tocará ni un solo
cabello de tu cabeza.
Laura lo miró, con sus ojos suaves pero llenos de incertidumbre. Por un instante, parecía
que iba a rechazar la oferta, pero algo en la forma en que Andrés la miraba, con tanta
seguridad y promesa, pareció hacerla dudar.
—¿Por qué haces esto? —preguntó finalmente, mirando directamente a Andrés—. ¿Por
qué te importa lo que me pase?
La pregunta colgó en el aire, y por un momento Andrés no supo qué decir. Pero entonces,
sintió que, a pesar de todo, algo en él se había suavizado desde que la conoció. Laura era
joven, pero había sufrido más de lo que cualquiera debería, y algo en su naturaleza lo hacía
querer protegerla, aunque no lo admitiera del todo.
—Porque… porque no debería ser diferente para ti. No importa lo que seas, eres la hija de
Julián. —Andrés tragó saliva, sintiendo la intensidad del momento—. Y sé lo que significa
eso para él. Si tu padre te protege, entonces yo también lo haré.
Laura lo observó en silencio, procesando lo que había escuchado. Finalmente, asintió
lentamente, aunque aún con duda.
—De acuerdo… iré. Pero si las cosas se salen de control, no esperen que me quede
callada. No soy una mártir.
Fabián sonrió con alivio.
—No lo esperamos, Laura. Solo te pedimos que confíes en nosotros. Haremos que esto
funcione.
Con la aceptación de Laura, el primer obstáculo estaba superado, pero Fabián sabía que la
parte más difícil aún estaba por llegar. Pronto, tendría que encontrar la forma de cumplir con
la otra tarea que Vambertoken le había encomendado: reportar la misión en Puma Punku
al Cardenal sin levantar sospechas, omitiendo toda mención del Tótem de Drex, y
encontrar la manera de hablar sobre el enfrentamiento con el Nephilim.
Mientras caminaban hacia la salida, Andrés no podía dejar de pensar en Laura. Sabía que
sus caminos estaban entrelazados, aunque aún no entendiera del todo cómo o por qué. Y
ahora, más que nunca, sentía el peso de esa conexión.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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