Que tenemos para ti

Lee GRATIS

El sol brillaba en lo alto, iluminando el gran parque donde se llevaría a cabo la celebración en honor a los padres. Cada año, la comunidad organizaba este evento especial para agradecer a todos los papás y mamás por su amor y dedicación. Sin embargo, este año, los estudiantes del Colegio La Esperanza habían decidido hacer algo más significativo: organizar una serie de actividades donde los niños pudieran expresar su gratitud de manera creativa y personal.

Emilia, una niña de once años con una gran sonrisa, estaba especialmente emocionada por el evento. Desde que su profesora les había hablado sobre la celebración, ella había estado planeando cómo mostrarle a su mamá lo agradecida que estaba por todo lo que hacía por ella. Su papá trabajaba en otra ciudad y no podía asistir, así que para Emilia, su mamá era todo.

—¿Ya tienes todo listo, Emilia? —preguntó su amiga Paula mientras caminaban juntas hacia el parque, donde se estaba montando el escenario y las decoraciones.

—Sí, pero todavía estoy pensando en lo que voy a decir cuando sea mi turno en el escenario —respondió Emilia, con una mezcla de nervios y emoción—. Quiero que sea perfecto para que mi mamá sepa cuánto la quiero.

—¡Seguro que será perfecto! —dijo Paula, quien también estaba preparando una sorpresa para sus padres—. Lo importante es que lo digas de corazón.

El parque estaba lleno de vida. Había mesas decoradas con flores, guirnaldas coloridas colgando de los árboles y un gran escenario en el centro donde los niños presentarían sus discursos y actuaciones. Los padres, emocionados, empezaban a llegar, sentándose en las sillas dispuestas frente al escenario mientras observaban cómo sus hijos corrían de un lado a otro, preparándose para el gran momento.

—Mi mamá se va a sorprender —dijo Carlos, otro compañero de clase, mostrando una enorme tarjeta que había hecho a mano, llena de dibujos y mensajes de agradecimiento—. He estado trabajando en esto durante toda la semana.

Emilia sonrió al ver el entusiasmo de sus amigos. Todos querían hacer algo especial para sus padres, algo que les mostrara cuánto los apreciaban. A pesar de los nervios, sabía que este día no se trataba de hacer las cosas perfectamente, sino de expresar gratitud, algo que sentía profundamente.

Mientras ayudaba a Paula a colocar algunas flores en las mesas, Emilia recordó todo lo que su mamá hacía por ella. Desde preparar su desayuno cada mañana hasta ayudarla con las tareas escolares, su mamá siempre estaba allí, incluso en los momentos difíciles. Emilia quería asegurarse de que, en este día, su mamá supiera cuánto la admiraba y apreciaba.

—Va a ser un día inolvidable —dijo Emilia para sí misma, mientras observaba el parque lleno de padres sonrientes y niños emocionados.

El evento comenzó con una bienvenida de parte de la directora de la escuela, la señora Gómez, quien subió al escenario con una gran sonrisa.

—Queridos padres y madres, hoy es un día muy especial —dijo la directora—. Este evento ha sido organizado por nuestros estudiantes para expresarles todo su agradecimiento por el amor y el apoyo que les brindan cada día. Sabemos que ser padres es una tarea llena de retos, pero también de grandes recompensas. Hoy, nuestros niños quieren decirles cuánto los valoran.

Los aplausos llenaron el parque mientras los padres sonreían, algunos incluso con lágrimas de emoción en los ojos. La directora invitó a los estudiantes a subir al escenario uno por uno, para que pudieran compartir sus discursos, poemas o actuaciones dedicadas a sus padres.

Emilia sintió que su corazón latía más rápido a medida que el momento de subir al escenario se acercaba. Había preparado un pequeño discurso y un dibujo especial para su mamá, pero las mariposas en su estómago no dejaban de revolotear. A pesar de sus nervios, sabía que lo que iba a decir era sincero, y eso la motivaba a seguir adelante.

—Emilia, ya casi es tu turno —le susurró Paula, dándole una suave palmada en la espalda para animarla—. Lo harás genial, no te preocupes.

Finalmente, el nombre de Emilia fue llamado por la directora, y ella respiró hondo antes de subir al escenario. Desde lo alto, pudo ver a su mamá sentada en la primera fila, sonriendo con orgullo. Su mamá le devolvió una mirada cálida, lo que le dio a Emilia la confianza que necesitaba para comenzar.

—Hola a todos —comenzó Emilia, sosteniendo con firmeza el micrófono—. Hoy es un día muy especial porque queremos agradecer a nuestros padres por todo lo que hacen por nosotros. A veces, no les decimos lo mucho que los valoramos, pero este es el momento perfecto para hacerlo.

Los ojos de su mamá se iluminaron, y Emilia sintió una oleada de amor y gratitud mientras hablaba.

—Quiero agradecer a mi mamá, en especial, porque ella siempre está ahí para mí. Incluso cuando está cansada o tiene mucho trabajo, siempre encuentra tiempo para ayudarme, para escucharme, y para hacerme sentir amada. Mamá, sé que no te lo digo lo suficiente, pero te quiero mucho, y estoy muy agradecida por todo lo que haces por mí cada día.

Al terminar, Emilia mostró un dibujo que había hecho, en el que ella y su mamá aparecían juntas, rodeadas de corazones y flores. Su mamá, conmovida, se llevó las manos al rostro y sonrió, claramente emocionada.

Los aplausos llenaron el parque nuevamente, y mientras Emilia bajaba del escenario, su mamá se levantó de su asiento y la abrazó con fuerza.

—Gracias, cariño —dijo su mamá, con lágrimas de felicidad en los ojos—. No sabes cuánto significa para mí todo lo que acabas de decir.

Emilia sintió un calor en su corazón al ver lo feliz que estaba su mamá. Ese día, había aprendido que la gratitud no era solo algo que se decía con palabras, sino algo que se demostraba con pequeños gestos de amor y aprecio. Sabía que ese momento quedaría grabado en su memoria para siempre.

Después de bajar del escenario, Emilia se sintió aliviada y llena de alegría por la reacción de su mamá. Sabía que su discurso había sido sincero, y al ver la emoción en los ojos de su madre, sintió que todo el esfuerzo había valido la pena. Se unió a Paula y otros compañeros, quienes también estaban emocionados por haber hecho sus presentaciones.

—¡Lo hiciste genial, Emilia! —exclamó Paula, dándole un abrazo—. ¡Tu mamá estaba tan emocionada!

—Gracias, Paula —respondió Emilia con una sonrisa—. Creo que fue el mejor momento que he tenido con ella.

A lo lejos, el evento continuaba con otros niños subiendo al escenario para compartir sus discursos, canciones o poemas dedicados a sus padres. Cada presentación era única, pero todas tenían algo en común: un profundo agradecimiento y amor por quienes siempre estaban allí, guiándolos y apoyándolos.

Sin embargo, mientras Emilia observaba el evento, no pudo evitar notar que algunos niños, aunque querían agradecer a sus padres, no siempre sabían cómo expresar sus sentimientos. Era como si las palabras se quedaran cortas o no encontraran la manera correcta de mostrar todo lo que sentían.

Uno de esos niños era Daniel, un compañero de clase que, aunque siempre había sido alegre y juguetón, ese día parecía más callado y pensativo. Emilia lo vio sentado en una de las mesas, mirando su discurso con una expresión de incertidumbre.

—¿Estás bien, Daniel? —le preguntó Emilia, acercándose a él con curiosidad.

Daniel suspiró y levantó la vista, como si no estuviera seguro de qué decir.

—Es solo que… no sé si mi discurso es lo suficientemente bueno —respondió, jugando nerviosamente con el papel en sus manos—. Quiero agradecer a mis padres, pero siento que no encuentro las palabras correctas. Hacen tanto por mí, y no sé si lo que escribí lo demuestra de verdad.

Emilia se sentó a su lado, comprendiendo su preocupación. A veces, expresar gratitud no era fácil, especialmente cuando los sentimientos eran tan profundos que parecía imposible ponerlos en palabras.

—A mí también me costó mucho escribir mi discurso —admitió Emilia—. Pero no se trata de tener las palabras perfectas. Lo que importa es que hables con el corazón. Tus padres lo sabrán, no importa cómo lo digas.

Daniel la miró con cierta esperanza, pero todavía parecía inseguro.

—Es que… a veces no les digo lo mucho que los valoro. Sé que trabajo duro en la escuela, pero siento que siempre están haciendo más por mí. Mi papá trabaja hasta tarde y mi mamá siempre se asegura de que tenga todo lo que necesito. Quiero que sepan cuánto los aprecio, pero me da miedo no hacerlo bien.

Emilia entendía lo que Daniel sentía. Ella misma había tenido momentos en los que no había sabido cómo decirle a su mamá lo agradecida que estaba por todo. Sin embargo, sabía que el simple hecho de intentarlo ya era un gran paso.

—Tus padres saben cuánto los quieres —dijo Emilia, poniendo una mano en el hombro de Daniel—. A veces no necesitamos decirlo de la manera perfecta, solo necesitamos ser sinceros. Estoy segura de que cualquier cosa que les digas, lo apreciarán mucho.

Daniel suspiró de nuevo, pero esta vez con una leve sonrisa.

—Supongo que tienes razón. Solo necesito ser honesto y dejar que las palabras fluyan.

Mientras hablaban, se acercaron más compañeros de clase, todos con el mismo objetivo de expresar gratitud a sus padres, pero con diferentes formas de hacerlo. Carla, por ejemplo, había decidido hacer un pequeño baile en honor a su madre, mientras que Luis iba a tocar una canción en su guitarra. Cada niño tenía su manera única de decir “gracias”, y eso hacía el evento aún más especial.

—No importa cómo lo hagamos —dijo Carla, un poco nerviosa por su próxima actuación—. Lo importante es que les estamos mostrando a nuestros padres que los valoramos.

Emilia, Paula, Daniel y los demás asintieron. El día no se trataba de impresionar, sino de mostrar aprecio de la mejor manera que cada uno sabía hacerlo. Lo más importante era que sus padres pudieran sentir el amor y la gratitud que los niños tenían en sus corazones.

De repente, el nombre de Daniel fue llamado por los presentadores, y él se puso de pie con una mezcla de nervios y determinación.

—Bueno… es mi turno —dijo Daniel, sonriendo tímidamente.

—¡Suerte! —le dijeron todos en coro, animándolo mientras caminaba hacia el escenario.

Emilia observó cómo Daniel subía, tomando el micrófono con manos temblorosas. Su mirada buscó a sus padres, que estaban sentados en la primera fila, sonriéndole con orgullo. Aunque parecía nervioso al principio, Daniel respiró hondo y comenzó a hablar.

—Quiero agradecer a mis padres por todo lo que hacen por mí —empezó, su voz un poco temblorosa al principio, pero ganando confianza a medida que avanzaba—. Sé que a veces no se los digo lo suficiente, pero cada día me siento afortunado de tenerlos. Mi papá trabaja muy duro, y mi mamá siempre me cuida, y yo… yo quiero que sepan que, aunque no lo diga todos los días, los aprecio mucho. Gracias por estar siempre ahí para mí.

El parque quedó en silencio, y luego, una oleada de aplausos llenó el aire. Los ojos de los padres de Daniel brillaban de emoción mientras se levantaban para aplaudir a su hijo. Daniel sonrió, aliviado y feliz de haber logrado transmitir lo que tanto quería decir.

Emilia sonrió también, sabiendo que Daniel había encontrado las palabras adecuadas, no porque fueran perfectas, sino porque eran sinceras.

—Lo hizo genial —dijo Paula, admirando la valentía de Daniel.

—Sí, lo hizo —respondió Emilia, sintiendo una profunda satisfacción en su corazón.

Mientras el evento continuaba, Emilia se dio cuenta de que la gratitud no siempre se trataba de grandes discursos o gestos elaborados. A veces, un simple “gracias” dicho con sinceridad podía ser suficiente para tocar el corazón de las personas que más amamos.

Después de que Daniel bajara del escenario, la emoción en el aire era palpable. Todos los presentes habían sentido la sinceridad en las palabras del niño, y el aplauso que recibió fue el más fuerte hasta ahora. Al volver a su asiento, Daniel se veía más relajado, como si una gran carga hubiera sido levantada de sus hombros. Emilia y sus amigos lo recibieron con abrazos y sonrisas.

—¡Lo hiciste genial! —dijo Emilia, dándole una palmada en la espalda—. Tus palabras fueron muy sinceras, ¡y eso es lo más importante!

—Gracias, chicos —respondió Daniel, claramente emocionado—. Al principio pensé que no lo haría bien, pero una vez que empecé a hablar, me di cuenta de que solo necesitaba decir lo que sentía. Ahora me siento mucho mejor.

Mientras el evento continuaba, otros niños subieron al escenario para presentar sus canciones, bailes y mensajes especiales para sus padres. Cada actuación traía algo único, y en todas ellas se reflejaba el amor y el agradecimiento que los niños sentían por sus padres. Algunos eran más tímidos, otros más extrovertidos, pero todos compartían el mismo sentimiento de gratitud.

Cuando llegó el turno de Carla para hacer su baile, Emilia y Paula se acercaron al escenario para animarla. Carla, que había estado nerviosa antes, subió con una sonrisa, y cuando comenzó a bailar, sus movimientos fluían con gracia y confianza. Su madre, sentada en las primeras filas, no podía dejar de sonreír mientras veía a su hija moverse al ritmo de la música, llena de orgullo.

—Todos estamos encontrando nuestra propia manera de decir “gracias” —comentó Paula, observando a Carla desde la distancia.

—Sí, y eso es lo que hace este día tan especial —respondió Emilia—. No importa cómo lo digamos, lo importante es que lo estamos haciendo desde el corazón.

Después de la actuación de Carla, llegó el momento de una actividad sorpresa que la escuela había preparado. La directora, la señora Gómez, subió al escenario y anunció que, para cerrar el evento, los niños y sus padres participarían juntos en una dinámica especial: cada familia tendría que escribir una pequeña nota de agradecimiento a sus seres queridos, y luego intercambiar esas notas.

—Queremos que este día sea un recordatorio de lo importante que es la gratitud —explicó la señora Gómez—. Así que tómense unos minutos para escribir un pequeño mensaje para sus padres o hijos. No tiene que ser algo elaborado, solo algo que venga del corazón.

Emilia y su mamá se sentaron juntas en una de las mesas y comenzaron a escribir sus notas. Emilia, que ya había dicho mucho en el escenario, decidió escribir un mensaje más personal, agradeciendo a su mamá por todas las pequeñas cosas que hacía por ella cada día: preparar su comida favorita, escucharla cuando tenía un mal día en la escuela, y siempre estar a su lado, incluso cuando las cosas se ponían difíciles.

Cuando terminó de escribir, le entregó la nota a su mamá, quien la leyó con una sonrisa y ojos brillantes. Luego, la mamá de Emilia le entregó su propia nota, que decía:

“Querida Emilia, siempre me haces sentir tan orgullosa. Ver cómo creces y te conviertes en una persona cariñosa y fuerte me llena de alegría. Gracias por ser tan especial y por todo el amor que me das. Te quiero mucho.”

Emilia leyó la nota en silencio y sintió que su corazón se llenaba de gratitud. Aunque sabía que su mamá la amaba, leer esas palabras la hizo sentir más conectada con ella que nunca. El amor y el agradecimiento fluían entre ellas de una manera que no siempre necesitaba ser expresada con grandes gestos, sino con pequeños actos diarios.

A su alrededor, otras familias también intercambiaban notas, creando un ambiente de ternura y cariño. Daniel y sus padres sonreían mientras leían las notas que habían escrito, y Carla, quien había terminado su baile, ahora se abrazaba con su mamá después de leer su mensaje.

—Este es un día que nunca olvidaré —dijo Emilia, mientras miraba a su alrededor—. A veces damos por sentado todo lo que nuestros padres hacen por nosotros, pero días como hoy nos recuerdan lo afortunados que somos de tenerlos.

—Tienes razón —dijo su mamá, abrazándola con fuerza—. Y no importa si no siempre lo decimos, lo que importa es que lo sentimos aquí —añadió, señalando el corazón de Emilia—. Eso es lo que realmente cuenta.

Cuando la tarde llegó a su fin, los niños y sus padres comenzaron a despedirse, llevando consigo las notas de agradecimiento como un recordatorio de lo que habían compartido ese día. Emilia se sentía llena de gratitud, no solo por haber tenido la oportunidad de expresar su amor por su mamá, sino también por haber presenciado cómo sus amigos y compañeros de clase habían hecho lo mismo con sus propias familias.

Al caminar hacia la salida del parque, Emilia y su mamá hablaron sobre lo mucho que habían disfrutado del evento. Aunque el día estaba terminando, Emilia sabía que la gratitud que sentía en su corazón permanecería con ella por mucho tiempo.

—Hoy aprendí algo importante, mamá —dijo Emilia, sonriendo mientras entrelazaba su mano con la de su mamá—. No importa si no siempre encontramos las palabras perfectas. Lo que realmente importa es mostrar nuestro agradecimiento, de la manera que sea, cada día.

Su mamá asintió, sonriendo con orgullo.

—Esa es una lección muy valiosa, Emilia. La gratitud es algo que debemos llevar siempre en nuestros corazones, y hoy lo has hecho de una manera hermosa.

Y así, con el corazón lleno de amor y agradecimiento, Emilia caminó junto a su mamá, sabiendo que ese día había aprendido la importancia de valorar a las personas que más amaba y de expresar su gratitud de manera sincera.

moraleja La gratitud debe estar en nuestros corazones.

Y colorín colorín, este cuento llegó a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

Audio Libro GRATIS

¿Te gustaría disfrutar de este contenido en formato de AUDIO LIBRO GRATIS? Aprovecha!!

Volver a la Lista de Cuentos

Recuerda que siempre puedes volver a consultar nuestros libros en formato de AUDIO LIBRO GRATIS en nuestro canal de Youtube. NO OLVIDES SUSCRIBIRTE

Síguenos en las Redes

Descarga nuestra App

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar sobre Esoterismo, Magia, Ocultismo.

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar para los pequeños grandes del mañana.

Disfruta de la historia de Terror más oscura y MARAVILLOSA que está cautivando al mundo.

Retira en Nequi, Daviplata, Tarjetas Netflix, Bitcoin, Tarjeta Visa Prepagada, ETC.